Este heroico bañista

por Eduardo Vernazza (Texto e ilustración)

Diario El Día (Montevideo)

Edición Punta del Este 25 de enero de 1969

De allí a Punta del Este, es un trecho del que va la sencillez y la simplicidad de la gente del pueblo o de la ciudad, a la más elegante de la Península. Pero es eso precisamente lo que hace simpático a este balneario, que toma la costa más allá de Manantiales, pasando por la Barra, y da sol, mar, aire y árboles a miles de turistas que también escalan, desde el más modesto obrero, al rentista que viene de lejanos o cercanos países a buscar tranquilidad de clima y distracción.

Por eso es que se ven coches cargados más de lo normal y camionetas abiertas que reúnen los chiquillos del vecindario para llevarlos a la playa.

Bicicletas que arrastran pequeños remolques como un nido de pájaros... Y están los de a pie. Esos heroicos bañistas que caminan cuadras y más cuadras por el caliente asfalto de la avenida, recibiendo el sol directo en la piel ya casi negra de bronceadas continuas.

No falta, empero, la nota graciosa. Esa que se lleva con alegría en la dificultad. Esa que lucha aún en la pequeña divertida aventura.

La sombrilla de playa abierta y cubriendo a bañistas que, a paso redoblado, se dirigen en busca de la cálida arena y del fresco de la tarde. Van con un bolsón, con el mate y los bizcochos. Llevan, acaso, la misma cena, y ya de noche cierran la sombrilla y vuelven en las sombras riendo y cantando, subiendo la cuesta hasta las casas blancas, grises, azules, o muchas veces plateadas de luna.

Es el bañista despreocupado. El que se pasa con su familia desde las primeras horas de la tarde hasta la noche. Los que bajo el palio de la sombrilla forman un puñado de alegría sana, que dejan por la carretera la estela de la juventud en la aventura de vivir. ..   

Ir a índice de ensayo

Ir a índice de Eduardo Vernazza

Ir a página inicio

Ir a índice de autores