Esculturas y joyas de Calabrone con dibujos y pinturas de Hugo Mazza, por Eduardo Vernazza

Esculturas y joyas de Calabrone con dibujos y pinturas de Hugo Mazza

Diario El Día (Montevideo, año 1969)

Domenico Calabrone Figura Feminina

En la Sala B del ex Casino Migues, exhiben sus obras el artista italiano Calabrone (Domenico Serio Calabrone (Aieta, Italia 1928 - São Paulo SP 2000), escultor - joyero, y el conocido escenógrafo y director de Teatro Nacional, Hugo Mazza, en pintura.

El hecho de que Mazza incursione en la pintura —-en exposiciones— ya que se indica que cursó estudios, como lo hemos adelantado en anterior edición, constituye una interesante novedad.

Calabrone, que viene precedido de fama, y que recorriera muchos países, llevando consigo esa carga de notables joyas, radica en Brasil, donde parece encontrar el filón en piedras preciosas y naturales, para desarrollar una de las más importantes facetas de su múltiple y dúctil condición de artista.

Ya dimos a conocer su “currículo”, por demás expresivo en cuanto a su trayectoria. Por otra parte, sus obras justifican la expectativa que despertara en Punta del Este. Las esculturas — las presentes — a nuestro entender son otras joyas en estado de encuentro plástico. Porque aprovecha también las piedras naturales para montarlas o engarzarlas sobre bronce, y ofrecer una interpretación moderna, que titula “Máquina de la memoria”, “Máquina de la piedra verde”, “Máquina de los cristales” y otras, que son las más acertadas demostraciones de unidad, con aspectos de materiales, que funde en la idea y el concepto de las nuevas formas en que se integran las artes.

Su búsqueda de piedras en estado natural; las formas que estas presentan, o las correcciones que el artista procesa en ellas, inspíranse en una original asimilación de los estilos. Sin embargo, es en tales trabajos que hallamos a Calabrone con la máxima disposición para alternar entre los más grandes artistas de la joya que hayamos visto. Porque arranca a la piedra, en armonía extraordinaria, la combinación de su salvaje y original presentación; y sin falsear estas, inyecta su personalidad de sumo buen gusto y moderno concepto, con la piedra trabajada o labrada.

La confección de la pulsera, el collar, brazalete o anillos, denotan su gran conocimiento de la actual técnica, y del sentido extravagante de la joya, de acuerdo a los atuendos de noche. Puede pasear su instinto pulsador para lograr esa rica fantasía, desde lo académico a la experiencia avanzada de hoy. Siempre sus obras estarán dentro de un temperamento de lógica visión estética. Esto es lo más peculiar en sus trabajos. Hemos visto en la muestra collares desmontables de piedra filipina y oro; de perlas grises, o de piedras naturales con topacio, y esmeralda turbalina engarzadas con gusto y sobriedad, aún cuando mantengan esa ampulosa distinción que parece ser el contenido vital de la joya de hoy en su aspecto directo y objetivo.

En las pulseras no menos se encuentra la combinación de piedras, como la pulsera de oro con agua-marina; o esmeralda, turquesas de India, piedra lapidada de Brasil y ágatas; anillos con Berille verde, turquesas, esmeraldas filipinas de China, ámbar, o con ese calado engarce con base de oro, en que no se sabe como la joya mantiene su soldada consistencia.

Fuera de lo técnico en que Calabrone es, sin duda, un maestro por la segura como fina realización, su gusto no deja que sus joyas adquieran lo que tantas veces vemos: ese estado irregular entre los materiales a combinar; o simplemente la pesadez.

Desde luego que cuenta con un material hermoso de por sí, en sus aspectos naturales, pero está en su infalible sentido de la aplicación al estilo, y su no menos valiosa imaginación, lo que deja margen para tal resultado.

Estamos, pues, ante todo un artista de la joya, que sobrepasa en sus obras la artesanía, para pulsar un contenido de fantasía y técnica que hace de esta muestra un deleite admirarla.

Como fondo de las joyas montadas en vitrinas y bien dispuestas, se exhiben las pinturas y dibujos de Hugo Mazza.

Todos los trabajos, giran en derredor de un tipo-carácter de figura, que experimenta en lápiz y color o tinta, distintos aspectos técnicos y expresivos. Partiría de “La mujer con sombrero”, de Matisse; la de esa amplia capelina que domina la horizontal superior del cuadro y que se repite en una constante búsqueda de diversos estados de materia y textura, así como en el dibujo, en giros de línea enredada en curvas, o en cortadas trazas que encaran el ritmo.

Las formas son violentadas, y si lo moderno trasmite a Mazza un estado de libertad total para interpretar esta “figura” que parece fascinarle, no menos cierto es que se remite a un concepto del grotesco, que toma fuerzas en toda la serie que expone.

Tal idea del modelo imaginativo la desarrolla en la búsqueda fantasiosa, que la mira vivir (digamos así) en forma estática, y “Jugando a los atómitos”, "formalidad en dos ruedas” o “El tercer día de la viuda”, obedecen a un marcado expresionismo que mantiene en sus colores y contornos la tónica de una factura trabada y de efecto.

Sus motivos, los que hace que la figuración se exprese condicen con la moderna síntesis de la temática pictórica a que obedecen.

Las formas y el dibujo, son los que quedan anulados por una ceñida limitación de recursos para explayarlos, en ese ritmo que desea imperar, aún cuando aparentemente, subraye con la línea, cambios que, en lo sustancial, no aportan la sensación o fijación de la idea.

Pero existe en la materia - color, un primer impacto, tratado en lo moderno, y que bien empleado, deja fuerte asidero a se divertimento del artista, que suelta con humor títulos como “Después del analista". Por otra parte, el bordado y lumado de algunos fondos y sombreros, denotan gracia en el grafismo puro, primitivo casi, que anima la pasta severa y simple del color. En la contornación toma líneas gruesas y sin continuar, o invade el fondo con idea de introducir Una fuga que equilibre los ángulos.