El novísimo medio de transporte: "a dedo"

por Eduardo Vernazza (Texto e ilustración)

Diario El Día (Montevideo)

Edición Punta del Este 9 de enero de 1969

Es común ver por las carreteras, especialmente en la temporada veraniega y en dirección a Punta del Este, cantidad de jóvenes, y aun personas maduras, que “hacen dedo” para viajar gratis...

Es una especie de deporte, que requiere una gran paciencia y acopio de serenidad, para no calzar fuera del diccionario palabras que renieguen de la educación, y vayan a ser intérpretes de la rebelión que produce eso de ver pasar y pasar autos de todos los calibres, manejados por todos los rostros del mundo, y que no les levanten a pesar de las desaforadas señales, que son, a la postre, las que indican al conductor las horas que este heroico turista está instalado al rayo del sol, en plena naturaleza, esperando de su bienamado prójimo, aquel sentimiento de humanidad que debería agregarse a “Dad de comer al hambriento", etc...

Hemos visto, a través de muchos kilómetros, toda clase de turistas “a dedo”. Gente que por poco le cierran el paso a los autos, y otros que. elegantemente, sobre todo las chicas de bermudas o pantalón, hacen la señal graciosa y picarescamente...

Pero lo que no habíamos imaginado hasta hoy, era el turista “a dedo”, con señales y carteles, algunos de grandes dimensiones, con leyendas alusivas a su identidad y destino.

Eso lo comprobamos en la carretera costanera, que va por “Las Delicias” a Punta del Este, en varias oportunidades.

Unos sostenían carteles que decían “Montevideo”, y otro grupo mantenía en sus manos uno que rezaba “Universitarios de San Pablo”.

Eran dos muchachas y un joven. Tenían valijas y bolsos en la acera, y con un pie en la carretera y otro en el cordón, mostraban a los automovilistas indiferentes el letrero que significaba quiénes eran. Esto indudablemente, puede ser un alivio para aquellos que deseen hacer el bien de detenerse y llevar a estos aventureros, que muchas veces son dejados por temor acerca de quiénes puedan ser o hacer.

El letrero significa ya una garantía. Por lo menos en principio, sobre todo cuando también marcan el destino al que puede el automovilista eludir haciendo señales de que no va “para allá”.

Debe poseer, pues, este tipo de aventurero turista, una reserva grande de vitales condiciones de muy especial conformación.

Una resistencia a toda prueba, y un espíritu de sacrificio, que desde luego él mismo se impone por circunstancias diversas, para tomar esa vocacional decisión de viajar “a dedo”.

Hemos visto, sin embargo, que, como en todas partes se cuecen habas, en éste también se cocinan; si bien al sol, no por ello con más dinamismo, en lograr o aprovechar las circunstancias. Que de todo se saca provecho cuando se decide el hombre a ser audaz.

Pero he aquí que una profesión noble y sacrificada como es la de “a dedo”, puede verse manchada en su pura ambición. Existen los que, aún estando a dos cuadras de Punta del Este, siguen haciendo “dedo” para que les lleven. No es extraño, tampoco, que los primarios que hacen la señal con bastante timidez al principio, se tomen las de Villadiego sin dar siquiera las gracias cuando alguien los levanta... Como si estuviera establecido que una obligación determina que el turista a “dedo" sea respetado en sus derechos, pero eximido de la obligación de ser educado. Por otra parte, cosa muy de la juventud actual, en medida que por suerte no es general.

El turista “a dedo” heredó del viejo “caminante” cierta dosis de aventura en pequeño. El “caminante”, sólo cuando está agotado pide ayuda y se la dan de inmediato. Es otra cosa, que como todo, va perdiendo con la intromisión de las nuevas tendencias, su razón de ser.

Sin embargo, esto de viajar “a dedo” pone una lucida nota y un motivo que se comenta siempre con la sonrisa en los labios...

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