Edgardo Ribeiro y su entrada al "collage"

por Eduardo Vernazza

Suplemento dominical Huecograbado del Diario El Día

Montevideo, 21 de febrero de 1971

Edgardo Ribeiro Collage "Calle" madera y acrílico

Este texto y fotos de sus obras, al día 15 de junio de 2022 está inédito en Internet. 

Fue escaneado, texto y fotos, por el editor de Letras Uruguay

Si alguien lo incluye en otro lado agradezco que hagan mención de donde lo tomaron.

Edgardo Ribeiro no tenía idea de lo que era dibujar en 27 metros. Compró un rollo de papel y lo extendió como pudo ida y vuelta en su taller. Allí comenzó a copiar su pequeño boceto y finalmente terminado, realizó el viaje a Buenos Aires, destino de un mural que se le había encargado.

La responsabilidad de un artista jugó aquí un ejemplo digno: Ribeiro no quiso, por temor a que deformaran su trabajo, correr tos riesgos de hacerlo pasar del tamaño original. Lo realizó él mismo con todo el esfuerzo que ello implica. Una bobina de nueve kilos de papel, y doce días de lucha con el boceto vertical y arrollando el papel a medida que realizaba el dibujo,

Viajó semanalmente a Buenos Aires durante tres meses para supervisar la ejecución de la obra que debería ser en cerámica. El mural exterior se realizó en pequeñas plaquetas de este material con el color correspondiente a cada sector. Además, las líneas negras del dibujo, fueron en relieve, lo que dio realce y claridad a la composición.

Se le creó calidad rugosa a las superficies. Al ser los colores esmaltados, se hizo que las superficies vibraran. Es una de las más importantes obras da Ribeiro, por la dimensión y la técnica aplicada.

Edgardo Ribeiro comenzó a pintar en la técnica del acrílico y el "collage”. Esto nos llamó la atención porque hasta ahora no había salido de su paleta serena, y de su medida en pocos colores. Ribeiro quiere a su arte y mucho a la pintura al óleo. Entendió que el acrílico ya en el momento experimental, tendría facultades de combinarse. Así nació en su mente tratar el “collage’’ también. En su casa de descanso en Parque del Plata se dio cuenta de otras posibilidades fuera del óleo. Los efectos que se pueden lograr con esta técnica van desde el aguado a lo denso y a transparencias con efectos más diversos que en el óleo. No «e puede encarar con el mismo criterio cree Ribeiro, ya que es un mundo aparte.

Sin embargo, ha logrado coincidir tal técnica con su anterior concepto. El nos dice que el concepto es el mismo. Ciertamente que sus “collages” son un aplique a la pintura que siempre se entonó en su paleta.

Si ahora lo hace con acrílico y “collage”, no por ello despeja lo concreto que con la paleta del taller fue siempre su norte.

Las cortezas de los árboles, piedras y ramas, le sirven ahora a Ribeiro para formar una nueva versión plástica.

La experimentación con dichos elementos no intenta, repetimos, desbaratar a aquellas firmes tendencias estructurales. Por el contrario, lo que varía es sólo el material. En este caso el intento se reduce a un “collage" sobrio. Que en un techo en vez de pintar tejas ubica trozos de corteza o piedras que con su relieve autentican la nueva fórmula del pintor.

De tal manera utiliza ramas —como decimos— pintando las hojas de los árboles con su acostumbrada mancha y movimiento de valores tonales.

Edgardo Ribeiro comenzó a pintar muy joven. Su carrera es larga a pesar de todo y llena de triunfos auténticos.

Siendo de los discípulos aventajados del Taller Torres García en su primera época, asimiló, junto a otros destacados valores, su propio hermano Alceu, Horacio, Augusto Torres y tantos otros, las enseñanzas provechosas del Maestro.

La interpretación de la naturaleza fue sin duda alguna una de las más importantes facetas de dicha enseñanza. Al tiempo que Ribeiro y sus compañeros ensayaban en nutridos cuadros la naturaleza muerta y el paisaje y figura, la teoría del constructivismo complementaba aquella visión directa.

Y si era otra faceta totalmente distinta, es posible que haya inculcado en estos pintores el sentido de la estructura sencilla y veraz. De allí se supone que la composición es para Ribeiro una fuente de experiencia; que tuvo y tiene en primerísimo orden.

Surge de su pintura, luego de años de lucha, la depuración. El propio naturalismo es depurado y una versión serena se apodera del espíritu del pintor que trasciende sus telas.

Es uno de los momentos más felices en la obra de Edgardo Ribeiro. Y precisamente fue en su amplia exposición del Salón Nacional donde pudimos apreciar la constante línea de conducta de su pintura y rígida disciplina.

Aún dentro de tal disciplina, que aparentemente dotan a estos pintores de las mismas características, Ribeiro supo, como los que tenían talento, situarse en un lugar de preferencia. Sus dotes innatas, su concepto de color y el entendimiento de las indicaciones de taller, surtieron el efecto más estimulante. En aquella muestra en que se mostraba la casi totalidad de las últimas obras del pintor en aquel momento, tenía cuadros con ribetes maestros. Toques y economías de zonas de color, sombras a la grísaille, con luces espesas  en ocres vividos, verdes con el negro como mitigante madre de toda la gama...

Desde entonces Ribeiro se mantiene en su lugar. La evolución moderna en distintas facetas no le cuentan ni le conmueven. No le apartan de su línea plástica.

Parecería ser, entonces que este mural de cerámica de amplias dimensiones le ha sacado de tal fijeza, y Ribeiro, si no evoluciona en el concepto, cambia de materiales y presiente que en su obra, con la misma sobria intención ejecutiva, puede solventarse con animada y clara vitalidad.

En la meditación de su retiro, Ribeiro supo de una evolución o cambio que le podría aportar nuevos elementos para expresarse. Esto es lo importante. La expresión.

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