A dos siglos del nacimiento de Goya Crónica de Eduardo Vernazza (Especial para EL DIA) Suplemento dominical del Diario El Día Año XV Nº 690 Montevideo, 7 de abril de 1946
Goya Autorretrato Museo del Prado (Madrid) |
Dos siglos lleva ya de vida el impulso del genio de Goya. Y si sus agua fuertes “Los desastres de la guerra”, lo pusieron en contacto con los luego impresionistas, lo tendríamos como un genio en el arte actual, despojando de los adornos de la época a muchas de sus obras. Al hablar de Goya hay que tratar su genio. El genio no entra en la clasificación de escuelas. El valor individual de este, desarrollado por potente y vigorosa fuerza de crear, vive de sus propias sensaciones, y el registro es completo cuando no existen escalas que detengan el torrente de ideas, y la libertad de conceptos. Es por ello que el artista, y más aún el genio, necesita, v se toma para sí, el derecho de una sublime libertad En ella crea y señala a la Humanidad sus errores, vicios e injusticias, pero también la belleza que la mayoría no distingue. Crea belleza y despierta las fibras de la sensibilidad, dando un don de discernimiento interpretativo, y poniendo en posesión de inviolable secreto, a la voz inefable del alma. Goya es el genio innato. Rudo, profundamente instintivo. Vio la luz en la aldea aragonesa de Fuendetodos, el 30 de marzo de 1746. Cuando se piensa que atributos considerados inferiores, ayudan a cimentar y dar fuerza personalísima a las obras de arte, se toleran en los creadores, lo que la mayoría considera falta. ¿Si Goya hubiera sido temperamentalmente rudo y violento, sarcástico y mordaz, tendríamos que admirar y sentir en él, al brutal disecador de los “caprichos", los ‘'desastres de la guerra", y esas joyas terribles que llamó “Proverbios", en que saca a luz lo más descarnado, con implacable desnudez de los personajes? ¿Hubiera sido el aguerrido humano, que crítica con gracia compleja y doliente, trayendo a la superficie la realidad escabrosa de verdades horriblemente crudas? |
Goya, hasta en la creación del motivo es moderno: pues se adelantó a su época, en limar ridiculeces y vicios, con el arma dramáticamente cáustica de su arte. Estudió libremente en Roma, tomando notas de movimiento y color de escenas callejeras, que luego le servirían de base para la pintura de tapices, ya que el colorido fresco y rico dominó por mucho tiempo la paleta del artista en escenas a alegres y vivas. De vitalidad v capacidad de trabajo extraordinarias, Goya abrazó el mundo, y todo lo que en él se desarrolla, halla eco: desde la maja hermosa, al torero audaz, del hombre vigoroso, al artista, del obrero, a los juegos de juventud, a los reyes, las alegrías, tristezas, horrores, y escenas fantásticas. Todo pasa por el filtro de ese ser escogido que todo lo renueva con el arte, y lo corrige con su genial trazo de visionario. El movimiento se aviene a lo de ardiente del gran aragonés, y lo hace sentir exagerando y haciendo vibrar los acordes más humanos. En el retrato fijó el carácter ante todo. Sin renunciar siquiera, aún en los más altos personajes, a la expresión interior así le sugiriera los más crueles instintos. Maravilloso es el retrato de la Reina María Luisa, que bajo la capa de joyas y refinado lujo, asoma el gesto guiado hacia la maldad y el vicio. Retrato real e implacable. Y en la composición, la visión extraordinaria de conjunto. El ritmo, la perspectiva misteriosa que supo darles. El expresionismo fatal, la resignación, la palabra dicha con tal fuerza viril, que llega a escucharse desde los más íntimos y lejanos caminos que conducen a la Humanidad. Es la escena del levantamiento contra los franceses, donde Goya suma y concentra la agitada tortura de sus hermanos, con un lenguaje patético. Estamos en 1790. El pintor oscurece su paleta. A la alegría de los tapices, sucede el colorido mas hábil y profundo, pero también más triste. Ha logrado la fusión de todo su ser en la pintura, y ya, ésta poco a poco, reflejo intimo de su estado de espíritu. Lejos están ya las influencias de Bayén, Mengs, y Tiépolo. Es Velázquez quien lo puso en el secreto de su pintura, y con la cual lección arrolló a su época, con el empuje de su genio. En 1789 Carlos IV le había nombrada pintor de cámara, puesto que ambicionaba desde que, en 1786, como pintor de la Corte, se consagraba a los cartones para la tapicería de palacio. Pero es en la madurez de los cincuenta años, donde Goya hace de su obra algo totalmente universal, y que nos acerca a él, con un poder que los años ni los siglos borrarán ya. Es entonces que sus cuadros se manifiestan con valores eternos. Litografías, aguafuertes y dibujos, se esparcen por el mundo en más de ochenta laminas. Y nacen sus más grandes retratos, la Duquesa de Alba, la Marquesa de Solana, los dos autorretratos de Bayona y Castres, y cantidad de obras de género: “Carnaval”, “El manicomio’': múltiples escenas de corridas de toros, adelantando el colorido y el trazo impresionista. Pero por sobre ello, la estructura de un temperamento, que no da tregua al efecto conjunto de su cuadro, concebido dentro de los cánones de inagotable fuerza interpretativa. A los sesenta años, Goya se halla en el momento culminante de su carrera. Cobran sus obras carácter grandioso, por la sencillez y claridad conque están logradas. Existe en Goya, la doble personalidad, podríamos decir, de su obra frente al cáustico concepto ante lo real, y el desarrollo de su imaginación, cuando crea la obra que le sugiere el concepto de su vida interior. |
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Lo primero, lo presenta con caracteres reaccionarios, pero encarado en la visión material. Lo segundo, se nutre de lo real, y la imaginación lo transforma, y cobra por la portentosa fantasía, formas caprichosas que siegan y suplen con marcado expresionismo, la faz externa de sus motives. Grande es, y potente en ambas. Es el genio que se da del derecho y revés, pues todo posee en él, el hálito inefable que alienta al "duende” milagroso. .. Su obra es una renovación continua, un auscultar los hechos y beber el contenido, que luego lo da en el extracto maravilloso de sus obras. Porque una de las virtudes esenciales de Goya, fue ese inmenso don de concretar en el espacio ¡imitado de la tela, el cartón, o la plancha, el mundo entero de la realidad que le rodeaba, y de las visiones en que ésta se estilizaba en su privilegiada imaginación de artista. El dinamismo del gran aragonés, w manifiesta cuando el Rey pone a los pintores de la Corte, Bayén, Maella y otros, a concurso para los cuadros de la iglesia de S. Francisco el Grande. Gana la contienda, y se convierte con ello en el artista mimado, lisonjeado, que gusta el momento en todo su esplendor. La caza, la corrida de toros, y la pintura de majas, hacen de él, un ambicioso por captar en todos los sentidos la vida. La Duquesa de Alba, ayuda a cimentar los susurros de la vida galante de Goya. Muchas veces el tema y la forma de pintar, fueron impuestos a Goya, pero este surge y deja en ella su sello en forma inimitable. Típicamente español, quiebra la rutina clásica, para expresarse tumultuoso e individual. |
Goya había sufrido en 1793, una enfermedad que en 1891 le atacó con gravedad. Su natural robusto venció la crisis, aunque lo dejara completamente sordo. Retirado a Burdeos, vive solo. Este artista extraordinario, que en su juventud había sido aventurero tan colorista como sus primeros cuadros de Roma, tiene que soportar, en el camino de su vida, la muerte de diecinueve de sus veinte hijos. Y es en esa soledad, donde decora su casa con los fantasmas que rodean la filosófica meditación de sus últimos años. Deben desfilar así, los monstruos que poblaron su existencia y ve a Saturno devorando sus hijos, y lo pinta en un grao muro, para fijar sin duda la página terrible. Si ruge el dolor en titán, nadie lo sabe. Ni una letra ha dejado en su apartado rincón. Se dedica a la litografía, y si en estas páginas derrama el caudal del arte de sus últimos días, aquella espectral figura de gigantescas proporciones, fue un emblema trágico del dios maligno que torturó la vida del más cercano genio de la pintura española. La alegría de volver a ver al único hijo que le quedaba, puso en su pecho tensa emoción. No pudo dominarla como tantas veces, y plasmarla en obras eternas. La dejó vencer y terminar con su vida el 16 de abril de 1828. |
Crónica de Eduardo Vernazza
(Especial para EL DIA)
Publicado, originalmente, en: Suplemento dominical de El Día Año XV Nº 690 Montevideo, 7 de abril de 1946
Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación
Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República) y Biblioteca Nacional
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Catálogo pinturas y dibujos del artista de Uruguay Eduardo Vernazza por el cineasta Dennis Doty (Irlanda/Estados Unidos)
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
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