Aquella retirada |
Era enero del 59 y los Diablos Verdes ensayaban en el club Tellier. El coro afinaba atento, el director daba los tonos, atrás la batería: bombo, platillo y redoblante. Ese año mataron. Fueron, por primera vez, primer premio.
Cantaban aquella retirada: |
“Dejando un
grato recuerdo a tan amable reunión se marchan los
Diablos Verdes y al ofrecerles esta canción tras de la farsa
cantada viene evocada nuestra niñez. Murga que fue de
pibes y hoy sigue firme tras los principios de su niñez”. |
Era la murga del
barrio. La murga de La Teja. Entonces nosotros éramos botijas y
acompañábamos los ensayos desde la primera noche. Era emocionante, era
grandioso; soñábamos con ser grandes y entrar a la murga y cantar y
movernos como aquellos muchachos murgueros. Yo era amigo de todos los
botijas del barrio, pero con el que más me daba era con el Mingo.
Entonces vivía
por Agustín Muñoz y él a la vuelta de mi casa, por Dionisio Coronel. El
Mingo era mi amigo. No hablábamos mucho, creo que no hablábamos casi.
Pero estábamos siempre juntos. Íbamos a la escuela Cabrera, jugábamos
al fútbol, en setiembre remontábamos cometas y, antes de empezar el
Carnaval, íbamos a ver ensayar la murga. No faltábamos a ningún ensayo.
Nos aprendíamos las letras de memoria,
festejando de antemano la llegada del Dios Momo.
Una noche,
mientras los Diablos cantaban la retirada, vinieron a buscar al Mingo. La
madre se había enfermado y estaba en el hospital. Al otro día no fue a
la escuela y la maestra nos dijo que la madre había muerto. Cuando salí
de la escuela fui a buscarlo a la casa. Estaba sentado en la cocina. Yo no
le dije nada pero me senté a su lado. Entonces se puso a llorar y yo me
puse a llorar con él. Al rato mi vieja nos vino a buscar y nos fuimos los
dos para mi casa. Comimos puchero y la vieja, aunque no era domingo, nos
hizo un postre. De tarde vino el hermano a buscarlo para que se fuera a
despedir. Fuimos los dos. La casa estaba llena de gente: el olor de las
flores me mareó y me sentí muy
mal.
El padre tuvo que
levantarlo un poco, porque no llegaba para besar a la madre. El Mingo la
besó y le dijo bajito: “mamá, hice todos los deberes”. Esa noche se
quedó en mi casa, se acostó conmigo y como se puso a llorar, busqué
entre mis cuadernos una figurita difícil, una sellada que le había
ganado a un botija de sexto, y se la di. Pero no la quiso. Yo pensé en mi
vieja y tuve miedo de que ella también se muriera.
Nos dormimos
llorando los dos.
El Mingo era de
poco hablar, pero después que murió la madre hablaba menos. Pero yo lo
entendía, a mí no necesitaba decirme nada. Entramos a la VIDPLAN
el mismo año. Íbamos al cine Belvedere, a la playa del Cerro y en
la chiva a pasear por el Prado. Tan amigos que éramos y un día nos
separaron las ideas. Cuando al fin yo comprendí muchas cosas, él ya
estaba en el Penal de Libertad.
El padre y el
hermano iban siempre a verlo.
Un día le di
al padre la figurita difícil, aquella sellada que una noche le
regalé para que no llorara y que él no quiso. Le dije que se la diera
sin decirle nada, que él iba a entender. Cuando volvieron, el padre puso
en mi mano una hojilla de cigarro en blanco. Me la mandaba el Mingo. ¡Fue
la carta más linda que he recibido! Estaba todo dicho entre los dos. En
esa hojilla en blanco estaba escrito todo lo que no me dijo antes, ni me
pudo decir después.
Nunca lo pude ir a ver, pero siempre esperé su vuelta. Y una noche de enero del 81 en que yo estaba solo en el fondo de mi casa, fumando, tomando mate y escuchando a Gardel, él entró por el costado de la casa como cuando éramos pibes, como si nos hubiésemos dejado de ver el día anterior, como si se hubiese ido ayer. Se paró bajo el parral y me dijo: -¿Qué hacés? ¿ No vas a ver la murga? Yo dejé el mate, levanté la cabeza y lo miré. Sentí como si el corazón se me cayera.-¡ Mingo! Y fue una alegría y unas ganas de abrazarlo, Pero él ya me daba la espalda y salía. - Dale, vamos. –me dijo. ¡Que la murga está cantando! |
“Cuantos
habrá que desde su lugar por nuestros sueños bregan cuantos
habrá anónimos quizá soñando una quimera
Cuantos
habrá que brindan con amor toda su vida entera y
con fervor se entregan por el bien, y nadie lo sabrá”
De la retirada de los Diablos Verdes 1er. Premio 1981. |
Ada Vega
De "Garúa"
"Aquella retirada" fue Primer Premio de F.U.T.I.(Federación Uruguaya de Teatros Independientes) Proyecto: "Memorias de mi Ciudad 1999"
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