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A flor de vida van los corazones
como estrellas de mar sobre las aguas.
Van con la onda furtiva, distinta,
en un romántico juego de gracia...
Bogan los corazones
como estrellas de mar sobre las aguas.
Algunas fosforecen en la noche,
o bajo el cabrilleo del sol danzan;
algunas saben la ciencia quimérica
y se plasman en peregrinas formas
de lumen sacro, de frágil materia...
Y como quiere la armonía cósmica
que sean dos los bandos combatientes,
armados van en sus flotantes barcas
los cazadores con redes de oro.
Oh derrotas
bajo el vidrio de las olas sepultas
con transparentes lápidas...
oh victorias que corona la espuma
con risas quedas y con rosas blancas...
prófugas que glisaron audazmente
el rudo afán de los conquistadores,
timón versátil del corsario errante,
idílicos vaivenes
burlando en un zig-zag funambulesco
la majestad de las proras triunfales.
Y tú, viajero, mi dulce enemigo,
que el guerrero atavío llevas quieto,
el mástil sin pendón, la frente inmóvil
bajo el fulgor prismático del iris,
que vas ciego a la luz y sordo al canto,
vanamente los vividos corales
como labios se pegan a tu borda,
anida el viento en tus plegadas velas
y te llaman con fantásticas liras
desde las sirtes las rubias sirenas...
tú no vas solo en la patria sin rutas...
cuando a la vida toda cosa duerme,
descansa el viento en su gruta de nácar,
las ninfas posan la discreta mano
sobre las liras mudas, cuando cierran
su boca azul el florecido loto
y sus ojos las lámparas sidéreas,
cuando nada está vivo, cuando nadie
vivo está más que tú, viajero triste,
una estrella de mar,
la más lunática, la más rebelde,
hija del arte y de la libertad,
al impulso de un arcano deseo,
el alma a media luz, sola y distante,
va siguiendo en silencio hora tras hora
la misteriosa estela de tu nave. |