La Cachila de Don Juan

Don Juan V. nació en Montevideo en 1875. Hijo de padres inmigrantes, desde niño se fraguó en la dura lucha por la vida. Estudió con férrea voluntad y cuando las circunstancias quisieron que quedara huérfano de padre, hacia 1895, contaba con 20 años y una madre tan cariñosa como severa y seis hermanos menores que cuidar y educar. Trabajó de día y de noche bajo la luz de una ve a para preparar sus exámenes y cumplir con la responsabilidad que la vida le planteaba. En 1903, tras recibirse de escribano público, trabajó más de doce horas por día para ayudar a sus hermanos y su madre hasta que, tiempo después, formó su propia familia.

Muchos años después empezó a hacer fortuna. Primero compró casa y luego, muy luego, un automóvil. Nunca lo manejó sino que le pidió a sus hijos que lo hicieran por él.

A nosotros, sus nietos, nos contó muchas historias. De las que más nos gustaban eran del primer auto que había tenido. En 1904, cuando llegaron los primeros automóviles al Uruguay, eran cosa de miedo. Para no decir de mandinga porque no era fácil entender que tuvieran "caballos de fuerza", cuando, en realidad, los caballos eran los que uno veía arrastrando los carruajes... Pero bueno, el progreso es el progreso, hacia 1910 casi todas las familias ricas de Montevideo tenían un hermoso coche con motor y chofe uniformado. Iban de paseo a la rambla de los Pocitos, al Prado, al corso de flores y, a veces, organizaban expediciones hasta el arroyo Miguelete o los arenales de Carrasco. Siempre había que llevar cadenas y todo tipo de cuerdas para cinchar cuando el vehículo caía en algún "peludo". Hacia 1920 Don Juan se sintió en condiciones de comprar su primer auto. Primero empezó por ver un LINCOLN, la maravilla de la época, que ofrecía la casa SERRATOSA Y CASTELLS, de la calle 18 de Julio número 1401. Famoso por su tecnología, verdadero símbolo de distinción, la propaganda rezaba: "Los automóviles LINCOLN son hechos por la mayor organización manufacturera de automóviles del mundo, de acuerdo con las más elevadas normas de fabricación conocidas en la Industria. Calidad y distinción siempre serán sus características fundamentales". Por entonces dicha empresa pertenecía a la FORD MOTOR COMPANY. Pero claro, el precio era demasiado alto, por lo que el abuelo se dedicó a buscar opciones más modestas.

En el comercio de su amigo JUAN SHAW (calle Rincón 402), le ofrecieron un OVERLAND 4, con resortes de suspensión de 3 puntos especial para evitar los "corcovos", excelente reclame que recalcaba su buena suspensión. Era un modelo convertible de gran confort porque “se deslizaba con suavidad INUSITADA cualquiera que sea la condición del camino y los 2 metros 54 entre los ejes le daban firmeza comodidad". Si bien el precio era conveniente a el abuelo no quería un coche convertible. Insistía en la ventaja de aprovechar un auto cerrado para evitar la lluvia. Parecía mentira ir de un lado a otro sin mojarse, gran adelanto de los nuevos automóviles, a diferencia de los viejos carruajes. Después concurrió a la firma LOHIGORRY HERMANOS, representantes del CHANDLER SIX, un emblemático modelo de seis cilindros y magneto Bosch. Un vehículo estupendo, no muy caro pero demasiado sofisticado. En la firma DANREE y Cia (calle 25 de Mayo 576) encontró la marca y el modelo que estaba buscando: un automóvil DODGE. Un coche funcional, con capota contra la lluvia, hermoso y elegante. La propaganda de la época era impecable y sabía utilizar el marketing. Vean, si no el dibujo que acompaña donde aparece una señora al volante y un niño escolar con moña en el estribo y una hermosa joven que se acercaba, cubierta con una estola de piel. Además el auto era de estilizada línea y un motor a toda prueba. Pero, por encima de todo, tenia un precio razonable: 25 pesos oro. La familia tuvo auto por muchos años.

Juan Antonio Varese
Revista Raíces - Los barrios y su gente - Nº 33
Julio 2003

 

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