Escenario vacío. Una luz en proscenio. Andrés entra en la zona de luz. Enciende un cigarrillo. Teo aguarda en foro, también fumando. Hay un silencio espeso; Andrés no ha descubierto aún a Teo.
De pronto, Teo aplasta su cigarrillo con el pie y avanza hasta Andrés. Este se vuelve algo sorprendido.
TEO - ¿Tiene un cigarrillo?
(Andrés saca una cajilla del bolsillo de su saco. Se la tiende)
TEO - Somos muy pocos, ¿eh?
ANDRÉS - (Que no entiende) ¿Qué dice?
TEO - Los viciosos, los que fumamos.
ANDRÉS - Ah, sí, tiene razón.
TEO - ¿Lo conozco de algún lado?
ANDRÉS - No creo.
TEO - Se me terminaron los cigarrillos y no pude resistirme.
ANDRÉS - (Mientras le da fuego) Quédese con la cajilla.
TEO - ¿Siempre es tan generoso?
ANDRÉS - (Intenta sonreír) Quedan muy pocos. Fíjese.
TEO - No son de mi marca preferida, pero...
ANDRÉS - Un adicto siempre agradece.
TEO - (Sonríe) No me diga que está por dejar. ¿Justo esta noche?
ANDRÉS - No. ¿Por qué lo dice?
TEO - Habló como una víctima de la propaganda.
ANDRÉS - En realidad soy una víctima. Yo escribo esas cosas, no exactamente las que condenan al cigarrillo sino las que lo promueven... y también escribo otras porquerías.
TEO - ¡No me diga! ¿Atrapado en su propio juego?
ANDRÉS - Como siempre.
TEO - Así que se dedica a la publicidad.
ANDRÉS - En una pequeña agencia, que promociona a los cigarrillos más baratos y a los fideos menos vendidos.
TEO - ¿Juega al bowling?
ANDRÉS - No.
TEO - Qué pena. Me hubiera gustado invitarlo.
ANDRÉS - Es muy tarde. Otro día...
TEO - A que no se resiste a una copa. Viene de tomar un par de güisquis, ¿no?
ANDRÉS - Mire, es mejor que...
TEO - (Toma la cara de Andrés entre sus manos. La acerca a la suya) Su aliento... puedo descubrir en su aliento...
ANDRÉS - (Se separa bruscamente) Por favor... ¿Me está jodiendo?
TEO - Perdóneme.
ANDRÉS - (Después de una pausa, incómodo) Le aceptaría una copa, pero...
TEO - Ya sé. No tiene ganas de escucharme. Mi mujer tampoco. Por eso estoy aquí.
ANDRÉS - Bueno, la mía me esconde las botellas.
TEO - ¿Vio? También tenemos eso en común.
ANDRÉS - ¿Qué cosa?
TEO - La incomprensión de las mujeres, además del cigarrillo.
ANDRÉS - (Se afloja un poco. Bromea) Y la del mundo, ¿no?
TEO - El mundo es una porquería. Y la política. ¿Qué me cuenta de los políticos?
ANDRÉS - ¿De los nuestros?
TEO - Claro.
ANDRÉS - ¿Qué puedo contar? Nada sirvió de nada, ¿no le parece?
TEO - ¿No sirvió? ¿Qué no sirvió?
ANDRÉS - Nada.
TEO - No será de los que joden con el pasado.
ANDRÉS - ¿El pasado?
TEO - Toda la mierda esa, el tango que nos cantamos.
ANDRÉS - De acuerdo, pero a veces hay que mirar hacia atrás para...
TEO - ¿Avanzar? ¿No cree que todo esto merece ser discutido con una copa?
ANDRÉS - ¿Una copa? Una más y quién sabe si podré regresar a casa.
TEO - ¿Tiene tan poco aguante? (Ahoga una risita) ¿Le cierran la puerta?
ANDRÉS - En realidad no quisiera tomar una copa para hablar del pasado.
TEO - Caguémonos en el pasado.
ANDRÉS - Escuche: hay cosas que nos marcaron y que no debemos olvidar, pero...
TEO - Boludeces. Todo suena muy boludo, ¿no?
ANDRÉS - Como esta charla. Creo que tendría que volver.
TEO - Yo invito. Voy a pagar, no tenga miedo.
ANDRÉS - No, no es por eso.
TEO - ¿Por el miedo al rezongo de su mujer?
ANDRÉS - Mire: no vamos a encontrar dónde tomar esa copa. Los cafés ya están cerrando.
TEO - Cierra todo muy temprano en este país de mierda.
ANDRÉS - ¿Vio? Es imposible. Mejor lo dejamos para otro día.
TEO - ¿Otro día? ¿Por qué no? (Le tiende la mano. Andrés se la estrecha) Gracias por los cigarros.
ANDRÉS - De nada. (Da unos pasos para irse)
TEO - ¿Cómo te llamás?
ANDRÉS - (Se detiene. Se vuelve) Andrés... ¿y vos?
TEO - Teo. Me dicen Teo.
ANDRÉS - Chau, Teo. (Sale)
TEO - Hasta mañana, Andrés.
(Teo queda allí, fumando pausadamente. Luego tira el cigarrillo. Lo aplasta con el pie. Las luces cambian. Teo sigue allí y ahora golpea sus manos, llamando. Entra la Madre: pelo alborotado, batón oscuro, viejos zapatones.)
MADRE - ¿Quién llama? No hay nadie. No hay nadie en esta casa.
TEO - ¿No? ¿Y usted?
MADRE - ¿Qué quiere?
TEO - ¿Está Andrés?
MADRE - No.
TEO - ¿A qué hora llega?
MADRE - No sé.
TEO - ¿Después del trabajo no viene para aquí?
MADRE - A veces...
TEO - (Después de una pausa, conquistador) ¿Usted es su esposa?
MADRE - ¿Parezco su esposa?
TEO - Bueno... no.
MADRE - Soy su madre.
TEO - ¿No puedo esperarlo?
MADRE - ¿De dónde lo conoce?
TEO - Íbamos a la Facultad juntos.
MADRE - ¿Usted también dejó?
TEO - Sí.
MADRE - Es una generación que no terminó nada. Andrés se fue a hacer un curso al extranjero. Un curso de literatura ¿se da cuenta? ¿Para qué? En fin, el caso es que primero se quedó en Francia, después se fue a España y cuando volvió...
TEO - No encontró un lugar, no supo acomodarse. En el buen sentido de la palabra, ¿verdad señora?
MADRE - Siempre fue un bobo.
TEO - ¿Sigue leyendo día y noche? Era el más estudioso. Todos lo decían.
MADRE - No diga. Yo siempre soy la última en enterarme de las cosas.
TEO - ¿Qué pasó cuando volvió?
MADRE - Cuando volvió... ¿quién?
TEO - Andrés... estamos hablando de Andrés.
MADRE - ¡Tendría que preguntarme qué fue de mi vida con él tan lejos!
TEO - Tiene que haber sido muy duro, ya sé.
MADRE - Una madre no es una cosa que se deja archivada y ya está. Es algo que si se archiva se muere.
TEO - Pero usted está viva.
MADRE - No demasiado. ¿Usted vio mis piernas? Apenas me sostienen.
TEO - ¿Y su nuera? ¿También está trabajando?
MADRE - Sí.
TEO - ¿Y?
MADRE - Y... ¿qué?
TEO - En confianza... ¿cómo se llevan ella y usted?
MADRE - Esta casa es mía... y es grande. Así que yo puedo no ver a quien no quiero ver.
TEO - Buena respuesta.
MADRE - ¿Usted no sabe arreglar lavadoras? Es el centrifugado. Las hace vibrar tanto que las descalabra.
TEO - Así dejo yo a mis mujeres.
MADRE - (Ahoga una risita) No sea presumido.
TEO - ¿Quiere que le revise la lavadora?
MADRE - Si se anima.
TEO - ¿Por qué no?
MADRE - Mientras, hace tiempo... por si llega Andrés, digo. Venga por aquí, pase.
(Nuevo subibaja de luces. Entra Gloria.)
TEO - ¿Es una Gloria tener una mujer como usted?
GLORIA - Pregúnteselo a Andrés.
TEO - Va a omitir sus virtudes, va a ocultarme cosas. Lo conozco.
GLORIA - ¿Cree que a mí no me oculta nada?
TEO - ¿No muestra todas las cartas?
GLORIA - Es un marido tradicional.
TEO - Y usted busca otra cosa.
GLORIA - Yo no dije que buscara nada.
TEO - No está conforme. Se le nota.
GLORIA - Yo había quedado prendida a la imagen de antes.
TEO - ¿A qué imagen?
GLORIA - A como era Andrés antes de irse. Volvió convertido en otro, ¿entiende?
TEO - ¿Qué pasó allá?
GLORIA - No sé, pero volvió muy mal.
TEO - Hay tipos muy sensibles.
GLORIA - ¿Quién puede convivir con alguien que no cree en nada?
TEO - No exagere.
GLORIA - Me casé pensando que era el mismo.
TEO - Haga de cuenta que este es su amante.
GLORIA - No puedo. Jamás lo hubiera elegido.
TEO - Ah, ¿no? ¿Tan tirado volvió?
GLORIA - Mire, no pienso discutir con usted mi vida íntima.
TEO - No se ponga así. Nadie le pidió nada.
GLORIA - (Después de una pausa) ¿Cómo dijo que se llamaba?
TEO - Teo.
GLORIA - Nunca lo nombró.
TEO - (Sonríe) ¿Piensa que también quiere ocultarme?
GLORIA - ¿Tiene motivos?
TEO - Creo que a nivel consciente, no.
GLORIA - ¿Es un compañero de tragos?
TEO - Y un amigo. Escuche un consejo: no tiene que esconderle las botellas. Eso lo pone peor.
GLORIA - ¿Qué busca?
TEO - Tome. (Le tiende una cajilla de cigarrillos) Dígale a Andrés que muchas gracias, que vine a devolverle esto.
(Gloria toma la cajilla. Se aleja con paso firme. Desaparece en la penumbra. Las luces bajan algo más. Teo enciende un cigarrillo y camina hacia proscenio. Se recuesta en un lateral. Entra Andrés.)
TEO - Te esperaba. No, no te hagas el sorprendido. Sabías que estaba acá.
ANDRÉS - ¿Cómo supiste mi dirección?
TEO - Te seguí.
ANDRÉS - ¿Por qué?
TEO - Quería devolverte los cigarrillos.
ANDRÉS - ¿Sólo por eso?
TEO - ¿Por qué más?
ANDRÉS - A Gloria le cayó muy mal.
TEO - ¿Por qué?
ANDRÉS - Dice que te desubicaste.
TEO - Sabés cómo son las mujeres.
ANDRÉS - Gloria es una mujer muy equilibrada. Fue educada...
TEO - (Con cierta burla)... en los mejores colegios, ya sé. Se le nota. También se le nota que está amargada.
ANDRÉS - Tal vez quiera dejar el trabajo y volver a pintar.
TEO - ¡Una familia de artistas! Vos con esos cuentos retorcidos que escribís a escondidas. Parece que ni a Gloria se los mostrás. ¡Ella pintando cuadros! ¡No me digas que tu vieja escribe poemas!
ANDRÉS - Ella también era otra. No se parecía mucho a la mujer que conociste hoy.
TEO - ¡Qué desencuentro! Este país está enfermo, ya te lo dije. Ya no se sabe nada, ni quién es quién.
ANDRÉS - Estuviste revolviendo mis cosas.
TEO - No, no es cierto. ¿Quién dice eso?
ANDRÉS - Mamá.
TEO - ¿Tu vieja? ¡Pero si le arreglé la lavadora!
ANDRÉS - Dice que fuiste a buscar unos libros a mi cuarto antes de que llegara Gloria.
TEO - Se confundió. A Gloria la esperé afuera, entre las plantas. Me gustan las plantas.
ANDRÉS - No me faltan libros... pero me falta un cuento.
TEO - ¿Un cuento? Ah, sí, lo encontré entre unos papeles sucios y me lo llevé para leer mientras esperaba.
ANDRÉS - No mientas.
TEO - Había una caja con papeles al lado de una maceta. ¿Tu vieja no te tira todo? La mía me tiraba todas las revistas, decía que iba a morir aplastado por tantas tetas y culos.
ANDRÉS - Devolveme el cuento.
TEO - Qué imaginación, che. ¿Es futurista?
ANDRÉS - Está ubicado en la década del setenta, como todos.
TEO - Parece un cuento fantástico.
ANDRÉS - ¿Te gustó?
TEO - Muchísimo. ¿Esa violación es real?
ANDRÉS - ¿De qué cuento me hablás?
TEO - La describís tan minuciosamente...
ANDRÉS - ¿Eso fue lo que más te impresionó?
TEO - Qué clima de locura, de inseguridad. Lo planteás con un oficio muy... depurado. Así dicen los de la página cultural, ¿no?
ANDRÉS - Yo no tengo oficio. Gasto mi tiempo en un empleo que no me interesa.
TEO - Ya salió el llorón. Mirá, el cuentito está muy bien. Te van a hacer una reseña "alucinante".
(Con una breve risita) Perdoná, pero cuando me acuerdo de esos tipos y de la forma en que hablan... Yo una vez tuve una novia que hacía críticas de libros. La pobre se había hecho famosa destripando a Kafka. La llamaban la Cucaracha Mecánica.
ANDRÉS - Creí que no te gustaba la literatura.
TEO - Me gusta mucho, pero no tuve la suerte que tuviste vos. ¿Aprendiste algo, en esos cursos, en el extranjero?
ANDRÉS - Más o menos.
TEO - ¿No te gusta hablar de eso?
ANDRÉS - No va a interesarte.
TEO - Vos me subestimás. La literatura es mi pasión. ¿No me creés? Soy un tipo disciplinado. Leo todo lo que puedo para enterarme de cómo es la gente.
ANDRÉS - (Irónico) Una curiosidad que te hace seguirla demasiado de cerca.
TEO - ¿Te molesta? La soledad nos convierte, a veces, en amigos un poco cargosos.
ANDRÉS - No sos mi amigo.
TEO - ¿No vas a darme la oportunidad de serlo?
ANDRÉS - (Duro) No te conozco. No sé por qué te pegás a mí.
TEO - Creí que eras más moderno. (Pausa. Lo mira) No te gustó la broma.
ANDRÉS - No me contaste nada sobre vos.
TEO - Mirá, te llevaría a casa, para que conocieras a mi mujer pero vas a aburrirte horriblemente.
ANDRÉS - ¿En qué trabajás?
TEO - En lo que puedo. Mi vida es una changa permanente. Ahora estoy llevando los libros en una papelería. En realidad eso es lo que hago mejor. Estuve más de diez años llevándoselos a un judío, pero cuando el hijo se recibió, me echó. Dijo que lo estafaba y no me pagó despido.
ANDRÉS - ¿Era cierto?
TEO - Hijo de puta, pensás muy mal de mí.
ANDRÉS - (Sonríe) Soy desconfiado. Como el judío.
TEO - (Ríe) En realidad si el hijo no se hubiera recibido... yo tendría ahora un buen apartamentito.
ANDRÉS - ¡Vos sí que sos un hijo de puta!
TEO - (Riendo) ¿Te lo creíste?
ANDRÉS - ¡Me hiciste caer!
TEO - Vení, vamos a tomar una copa. Te la debo.
ANDRÉS - No tenías que devolverme los cigarrillos.
TEO - ¿Vas a empezar con eso? Vení, vamos. Pago yo...! ¡y no es broma!
(Igual juego de luces. La Madre coloca una cuerda que atraviesa en diagonal el escenario y empieza atender alguna ropa. Gloria se acerca.)
MADRE - A mí no me gusta lavar, pero me paso la vida haciendo todo lo que no me gusta.
GLORIA - Nos tocó vivir en un mundo un poco injusto, ¿no le parece?
MADRE - Vos no te podés quejar.
GLORIA - Me parece que me vuelvo a casa.
MADRE - ¿Con tus papás? Mirá, lo dejaste solo en el momento peor. Cuando volvió quisiste reparar el error y ya ves...
GLORIA - Yo no le gusto, ¿no?
MADRE - Él necesita una mujer más sencilla. Vos le exigís demasiado, lo hacés sentir culpable por lo que no puede darte.
GLORIA - Yo no quiero cosas materiales.
MADRE - ¿Estás segura? (Pausa) Bueno, peor.
GLORIA - ¿Le parece peor?
MADRE - Querés cosas que son imposibles. querés ser la esposa de un tipo admirado, de un artista; buscás una afinidad que ni siquiera conseguís en la cama.
GLORIA - ¿Cómo lo sabe?
MADRE - Yo lavo las sábanas. ¿Qué te parece?
GLORIA - Que fantasea mucho.
MADRE - Una pareja demasiado pulcra.
GLORIA - (Después de una pausa) Bueno... hasta usted lo sabe. ¿Para qué mantener esta farsa?
MADRE - (Ríe para sí) En mi época era distinto. Antonio era un león, ¿sabés? Lo hacíamos vestidos, con la ropa puesta y nos sentíamos adentro de una hoguera.
(Ahora, la mira) Yo sé que no debería hablarte así, pero me gusta recordar, me hace bien.
GLORIA - Tengo ganas de meterme en mis pinturas y de olvidarme de Andrés, del sexo, de todo.
MADRE - Hablás así porque ya no lo querés. Pueden pasar años y si una sigue queriendo... Mirá, yo después de la muerte de Antonio seguí encontrándome con él en sueños. Creo que gritaba de noche. Eran encuentros amorosos más fuertes que los que jamás había tenido. Un día me desperté gritando, llamándolo... Ese amor por Antonio se consumió de a poco. No busqué a otro tipo porque yo quería a mi marido, no a otro.
GLORIA - Yo no quiero querer a nadie ahora.
MADRE - Entonces andate, no lo pienses más.
TEO - (Acercándose) ¿Quién se va de viaje?
MADRE - (Sonríe) Llegó justo. La lavadora sigue bien, pero se rompió el enchufe de la plancha.
TEO - ¿Soy el electricista oficial?
MADRE - ¡Andrés se da tan poca maña!
GLORIA - ¿Busca algo, Teo?
TEO - Nada, pasaba por aquí...
GLORIA - Andrés no está. Todavía no salió del trabajo.
TEO - Sí, claro. Lo llamé a la oficina y me dijo que retirara su carpeta de cuentos.
GLORIA - ¿La carpeta?
TEO - La celeste, con elástico negro. Me dijo que se la pidiera a usted.
GLORIA - Bueno, nunca supe muy bien qué había adentro de esa carpeta.
TEO - Quiere que lea sus cuentos. Me parece que va a presentarlos a un concurso.
GLORIA - (Muy cortante) Espere un momento. Ya se la traigo.
(La Madre y Teo se miran.)
MADRE - Usted es como la bomba atómica.
TEO - No quise hacer explotar nada.
MADRE - Este matrimonio explotó hace rato.
TEO - ¿Ella se va?
MADRE - Sí.
TEO - ¿Andrés lo sabe?
MADRE - Todavía no.
TEO - ¿Cómo lo tomará?
MADRE - Por favor, Teo. Él confía en usted. A nadie le había dado sus cuentos antes. Andrés necesita un amigo, alguien como usted que lo aconseje. No lo deje solo ahora.
GLORIA - (Se acerca con la carpeta. Se la entrega a Teo) Llévela. Espero que no la pierda. Andrés no hace fotocopias.
TEO - ¿Son originales?
GLORIA - Con correcciones de puño y letra.
TEO - Puede confiar en mí.
GLORIA - (Irónica) Me alegro que al fin haya decidido recabar la opinión de un experto.
(Todos sonríen. Las luces hacen el mismo juego. La Madre está quitando la ropa de la cuerda. Cuando termina, durante el diálogo que sigue, también enrolla la cuerda)
MADRE - ¿Todo bien?
ANDRÉS - Sí.
MADRE - Parecés cansado.
ANDRÉS - Como siempre.
MADRE - Teo está adentro.
ANDRÉS - ¿Teo?
MADRE - Está hablando con Gloria. Creo que quiere convencerla.
ANDRÉS - ¿Convencerla?...
MADRE - Quiero ser sincera. Yo no voy a hacer nada. Para mí es mejor que se vaya.
ANDRÉS - ¿Gloria quiere irse?
MADRE - Necesita una separación, dice. Por unos meses, a la casa de sus padres, a pintar cuadros, dice.
ANDRÉS - ¿Y está con Teo?
MADRE - Él vino a buscar la carpeta.
ANDRÉS - ¿La carpeta?
MADRE - ¿Pensás convertirte en mi eco?
ANDRÉS - ¿Qué carpeta?
MADRE - La celeste, de elástico negro. La de tus cuentos. Piensa dárselos a un editor amigo.
ANDRÉS - ¿Eso te dijo?
MADRE - Habló conmigo a solas. Me dijo que había leído un cuento tuyo que le había parecido a-lu-ci-nan-te. Es un buen amigo, Andrés.
ANDRÉS - (Grita) ¡No le creas! ¡Apenas lo conozco! ¡Cómo podés creerle?!
(Sale rápidamente. La Madre aprieta angustiada la ropa contra su pecho. Un círculo de luz en proscenio. Gloria, arrodillada, cerrando una valija. Andrés entra agitado.)
ANDRÉS - ¿Y Teo?
GLORIA - Se fue. ¿Sólo se te ocurre preguntar por Teo?
ANDRÉS - Me dijo mamá que estaba aquí, contigo.
GLORIA - Yo no tengo nada que hablar con Teo.
ANDRÉS - ¿Se llevó la carpeta?
GLORIA - Sí.
ANDRÉS - ¡Dios!
GLORIA - Es un error muy grande confiar en ese hombre.
ANDRÉS - Yo no confío en Teo.
GLORIA - ¿Te pidió dinero para publicar los cuentos?
ANDRÉS - No.
GLORIA - Cuidate. Me parece un cuentista.
ANDRÉS - No sé por qué estamos hablando de Teo.
GLORIA - Entraste preguntando por él.
ANDRÉS - ¿Por qué la valija?
GLORIA - ¿No te informó ya tu madre?
ANDRÉS - ¿Lo pensaste bien?
GLORIA - No lo tomes como algo definitivo.
ANDRÉS - ¿Creés que algo puede cambiar?
GLORIA - Hace meses que parecemos dos muertos.
ANDRÉS - (La abraza) ¿Por qué? No sé cómo pasó.
GLORIA - No confiamos ni en nuestras opiniones. Nos subestimamos.
ANDRÉS - ¿Lo decís por la carpeta? (Ella se aparta)
GLORIA - La carpeta ya no importa. No nos interesa qué le pasa al otro.
ANDRÉS - ¿Vas a dejarme solo?
GLORIA - No te engañes, Andrés. Siempre estuviste solo. Te trajiste tu soledad dispuesto a no compartirla con nadie.
ANDRÉS - No es cierto.
GLORIA - Y todo fue sin discusiones, apagándose de a poco. La sangre no llegó al río porque ya no había sangre.
ANDRÉS - Sos muy dura.
GLORIA - Soy realista.
ANDRÉS - No te vayas. Dame cuarenta y ocho horas para hablar con Teo.
GLORIA - (Grita) ¡¿Qué tiene que ver Teo?
ANDRÉS - Está entreverándolo todo. Parece un personaje de mis cuentos.
GLORIA - (Grita) Ese tipo va a devorarte. ¡Es real!
ANDRÉS - Pero te provocó. Él vino a provocarte, ¿no?
GLORIA - Teo no importa. En lo nuestro no influyen los malentendidos de último momento, ¿comprendés?
ANDRÉS - No tenía por qué provocarte.
GLORIA - Andrés, estoy decidida. Me voy.
TEO - (Entrando, brillante) Llamé a Selva. Está entusiasmada. ¡Quiere conocerlos!
ANDRÉS - ¿Selva? ¿Quién es Selva?
TEO - Una amiga con plata. Para ella yo soy su Tarzán.
ANDRÉS - ¿De qué hablás?
TEO - Ya sé que mis chistes son malos, pero van a venir a cenar, ¿no?
ANDRÉS - Estás entreverando todo, Teo.
TEO - ¿Entreverando? Encontré a la posible editora... ¡y los invita a cenar!
GLORIA - Creo que equivocó el momento.
TEO - Se equivoca, este es el momento de Andrés. Acepte la invitación, hágalo por él. Selva puede abrirle puertas, está por invertir dinero y no sabe bien en qué...
GLORIA - Haga el favor de dejarnos solos.
TEO - Gloria... usted no puede portarse como la mala del cuento. Va a sentirse culpable si no apoya a Andrés ahora. Ya sé que quiere irse. Conozco a las mujeres como usted: artísticas, seductoras, aspiran a la perfección pero tienen un gran corazón.
GLORIA - (Burlona) Así que también hace horóscopos.
TEO - A veces: el de hoy le dice que sea generosa y posponga algunas cosas para ayudar a los que tiene cerca.
GLORIA - (Irónica) Bueno, se me pide poco. Voy a tener que acceder.
(Nuevo juego de luces. Sobre una alfombra llena de almohadones, todos brindan chocando sus vasos. Selva es una veterana más exótica que
esnob).
SELVA - Así que escribís... ¡y cuentos fantásticos!
ANDRÉS - La realidad es bastante fantástica.
SELVA - Lo sobrenatural y la ciencia ficción... ¿mezclados?
ANDRÉS - A veces.
SELVA - ¿Y Gloria qué dice?
GLORIA - (Incómoda) Es muy celoso con lo que escribe. Sus cuentos son... inaccesibles.
ANDRÉS - (Bajito) ¡Nunca me los pedís!
GLORIA - (Bajito) ¿Tengo que pedírtelos?
SELVA - (Suspira) Su actividad es fantástica. Hoy día escribir es una proeza. Ya nadie lee.
TEO - Selva está empecinada en salvar nuestra cultura. Editó su libro de poemas, "Los lirios más amargos", con gran éxito. Está escribiendo un nuevo libro y piensa ayudar a otros escritores, ¿verdad querida?
SELVA - Busco recuperar un tipo de literatura perdida. La que llega al corazón, la que es capaz de conmovernos.
ANDRÉS - Entonces mis cuentos no van a gustarle.
SELVA - ¿Por qué? ¿Están desprovistos de sentimientos?
TEO - Andrés no es el más adecuado para juzgarlos.
SELVA - Más vale no hablar de la creación. Es desgastante... aunque no más que otros trabajos, ¿verdad querido? El trabajo de Teo es agotador... y muy riesgoso.
TEO - Los números son agotadores.
SELVA - Estoy hablando de tu verdadero trabajo.
GLORIA - Así que tiene un trabajo secreto.
SELVA - Nuestro verdadero trabajo es la literatura, ¿verdad Andrés?
TEO - El mío también.
SELVA - (Ahoga una risita) ¡Teo tiene un sentido del humor!
TEO - Sería mejor que te ocuparas de la cena. Algo se está quemando.
SELVA - ¡Teo también tiene un olfato! ¿Les dije que le encanta cocinar?
TEO - ¿Les dije que a Selva le encanta hablar? Es una lástima que no hayan traído un grabador para llevarse los ruidos de la selva.
SELVA - (Nueva risita) ¿Hablé de más, amor? En realidad él es como su marido, Gloria. Hay aspectos de su trabajo, también muy creativo, que no quiere compartir con nadie.
TEO - A la cocina, amor ¡A meter esa lengua en agua hirviendo!
SELVA - (Se pone de pie, dispuesta a salir) Los hombres son más crueles que las mujeres. No me cabe la más mínima duda.
(Sale)
TEO - No tienen que hacerle caso. Selva no tiene idea de lo que habla. Es un poco... despistada.
GLORIA - ¿Hasta cuándo hay que aguantar esto? No la veo dispuesta a gastar un solo dólar en el libro de Andrés.
TEO - Pero si todavía no leyó los cuentos.
GLORIA - No hay que ser muy despierto para descubrir que su interés se agota en su propia obra.
TEO - No tire malas ondas.
GLORIA - No va a gastar más que en su hemorragia lírica.
TEO - Es una mujer desinteresada.
GLORIA - E ignorante de sus propios límites. Piensa insistir con su poesía.
TEO - ¡Si usted nunca la leyó!
ANDRÉS - ¿No creen que esta discusión es absurda?
GLORIA - No sé cómo accedí a esta locura.
(Entra Selva con un pequeño gong. Lo toca)
SELVA - La cena es como una ceremonia. Dicen que hay que tocar esto y adoptar la posición budista. Todos deberíamos agradecer a Teo esta cena... y a su agudizado sentido del olfato. Llegué antes de que todo se recocinara. Gracias, Teo, no hay nadie con los sentidos tan desarrollados. Siempre pienso lo mismo en medio de tus maravillosos masajes.
(Las luces bajan sobre ellos y se abren sobre una cama de matrimonio. Gloria se desviste. Andrés también.)
GLORIA - No me gustan los misterios. ¿Qué hace tu amigo?
ANDRÉS - No es mi amigo.
GLORIA - Entonces, ¿por qué se interesa en tu obra?
ANDRÉS - No sé.
GLORIA - ¿Esa mujer está en sus cabales?
ANDRÉS - No sé.
GLORIA - No debimos ir.
ANDRÉS - Teo me apartó para decirme que ella pondrá el dinero sin leer los cuentos, que confía plenamente en él.
GLORIA - ¿Es cierto?
ANDRÉS - No sé.
GLORIA - Siempre no sé. Estoy segura que él sabe mucho sobre nosotros... sobre vos. Y no se cansa de averiguar. Estuvo haciéndome algunas preguntas indiscretas mientras hablabas con Selva.
ANDRÉS - ¿Qué preguntas?
GLORIA - Si te había pasado algo cuando estuviste fuera del país, si algo te había cambiado, alguna aventura, alguna relación extraña...
ANDRÉS - ¿Por qué pregunta esas cosas?
GLORIA - Se atrevió a más. Me preguntó desde cuándo no nos acostábamos juntos...
(Se miran. Breve pausa) Quiero decir, desde cuándo no tenemos relaciones sexuales.
ANDRÉS - ¿Y se lo dijiste?
GLORIA - Sí.
ANDRÉS - ¿Y entonces?
GLORIA - Se rió.
ANDRÉS - ¿Y no dijo nada?
GLORIA - Sí, que yo era una idiota, que te descargabas por algún lado. Me preguntó si yo sospechaba con quién.
ANDRÉS - Es un hijo de puta.
GLORIA - "No sea idiota señora. No crea que él... canaliza todo en la literatura", dijo.
ANDRÉS - (Vuelve a vestirse) Voy a buscarlo. ¡Quiero matarlo!
GLORIA - Ojalá te dure ese impulso.
ANDRÉS - ¿Qué busca? ¿Qué es lo que realmente busca?
GLORIA - Ni él lo sabe.
ANDRÉS - ¡Quiero matarlo!
GLORIA - No vas a encontrarlo. Se hace el fantasma, me parece.
ANDRÉS - Todavía debe estar con la vieja arrancándole, con sus maravillosos masajes, algún poema cursi.
GLORIA - (Harta) ¿Por qué seguimos con esto?
ANDRÉS - No quieras evadirte. Tipos como Teo hay en todos lados.
GLORIA - Un hongo no brota porque sí.
ANDRÉS - (Para sí) Es cierto. ¿Por qué apareció así, de golpe? ¿Quiere mis cuentos, de verdad los quiere?
(Pausa, más grave) ¿Qué quiere de mí?
(Sale muy lentamente. Se ilumina la zona de la alfombra. Entra Selva, en chirriante salto de cama, con el pelo recogido y la cara amoratada, muy golpeada.)
SELVA - ¿Qué querés? Terminó muy mal la cena. Se llevó mis dólares para publicar tu libro. ¿Qué más querés?
ANDRÉS - Te golpeó....
SELVA - Porque yo no quería darle el dinero. Al fin de cuentas ni siquiera había leído tus cuentos. Pero él gritaba que no tenía que ser tan desconfiada, que vos eras su mejor amigo y un verdadero talento literario. Me pegó varias veces, mientras repetía que tus cuentos eran a-lu-ci-nan-tes!
(Selva solloza y se deja caer en la alfombra adoptando la posición budista)
ANDRÉS - Necesitás un poco de hielo en ese ojo. ¿Puedo ayudarte?
SELVA - En la heladera hay cubitos. (Andrés sale) ¿Cómo pude engañarme así? Bueno, tal vez el destino te haya traído hasta aquí... verdad Andrés?
(Silencio. Él no contesta) El destino golpea una vez, pero luego... El divino equilibrio de las cosas se recupera, la armonía divina dispone una caricia después de un golpe. ¿Estás de acuerdo, Andrés?
ANDRÉS - (Entra con el hielo envuelto en una servilleta) Aquí traigo un buen remedio.
SELVA - Estaba pensando que si hubiéramos tenido una charla a solas no hubieras tenido necesidad de Teo para obtener ese dinero.
(Mientras se pone el hielo) Sos muy tierno, Andrés.
ANDRÉS - (Después de una pausa) ¿Quién es Teo?
SELVA - ¡Qué pregunta! Un bruto. Un tipo capaz de pegarle a una mujer.
ANDRÉS - En la cena, hablaste de su trabajo...
SELVA - Por idiota, porque él siempre me prohibió hablar de eso.
ANDRÉS - ¿Entonces no te pegó sólo por la plata? ¿Te pegó porque hablaste de más?
SELVA - Por las dos cosas, creo.
ANDRÉS - Hablaste de su trabajo secreto. ¿Qué quisiste decir con eso, Selva?
SELVA - No, no puedo...
ANDRÉS - Se dice mi amigo, pero no lo es. No sé si el dinero que te sacó llegará a mis manos o a las del editor de los cuentos.
SELVA - Si no sos su amigo, ¿por qué viniste?
ANDRÉS - Hay sueños que te tientan.
SELVA - ¿Soñabas con publicar?
ANDRÉS - Pero los sueños son como pompas de jabón.
SELVA - Tenés que conseguir que Teo te dé la plata.
ANDRÉS - No sé dónde vive. No sé quién es Teo.
SELVA - (Una pausa. Lo mira) Un día crucé la calle y lo vi. Estaba en la vereda de enfrente, esperándome. Me sonrió y me tendió la mano. Hola, me dijo, me llamo Teo. Sonreí un poco confusa. Entonces dijo mi nombre. Usted es Selva, ¿verdad? ¿Tomamos un café, Selva? ¡La tarde está tan linda! Acepté, pero no le di mi dirección. Al otro día, estaba aquí, golpeándome la puerta con un ramo de flores. Quería entrar, pero tuve miedo. Entonces, sorpresivamente sacó un carné y me lo mostró.
(Pausa) ¿No vas a decirle que yo te lo conté, verdad? Al principio me pareció fascinante. Un investigador, me dije. Como en las series de TV. Pero sabía demasiado de mi vida y a veces me torturaba sutilmente, aunque siempre fue prudente para pedirme dinero. Tenía, además, otras buenas cualidades...
ANDRÉS - Ya sé. Sus masajes.
SELVA - (Ahoga una risita) Soy muy sensible a ciertas cualidades masculinas.
ANDRÉS - ¿Creés que no va a volver?
SELVA - No sé...
ANDRÉS - Tampoco tenés su dirección, ¿no?
SELVA - Vive solo, en un pequeño apartamento... quién sabe dónde.
ANDRÉS - ¿Solo?
SELVA - Nunca se casó. Tuvo una gran decepción amorosa y su última novia, se suicidó. A partir de ahí no formalizó con ninguna. Eso me dijo.
ANDRÉS - Y le creíste.
SELVA - También sabía ser muy tierno.
(Igual juego de luces. Zona inicial: Andrés enciende un cigarrillo. Teo detrás, observándolo. De pronto, entra en el círculo de luz)
TEO - (Bajito) El cigarrillo te va a matar.
ANDRÉS - ¿Me esperabas?
TEO - Es inevitable.
ANDRÉS - ¿Para qué? Este momento no existe, ya es pasado.
TEO - ¿Qué decís?
ANDRÉS - Yo no digo nada. Borges lo dice.
TEO - Ese viejo culto siempre fue un pajero.
ANDRÉS - ¿Leíste sus cosas?
TEO - ¿Por qué no? (Pausa. Lo mira fijamente) ¿Qué fuiste a hacer a lo de Selva? Ahorrá mentiras, te vi salir.
ANDRÉS - Quería saber si te había dado la plata para mis cuentos.
TEO - Así que de golpe asumiste que eran tuyos y empezaste a interesarte... justo cuando empezaba a convencerme de que podía haberlos escrito yo.
ANDRÉS - Pero sabés que no lo hiciste. Nunca pudiste haber escrito esos cuentos.
TEO - ¿Por qué? Pude escribirlos, como desahogo o catarsis, ¿sabés? ¿O hay que ser un elegido?
ANDRÉS - No dije eso.
TEO - ¿Entonces? No soy un dios, pero puedo escribir... quisiera escribir pero... te confieso que no sé si vale la pena. ¿Discutiste estos problemitas con Selva?
(Pausa. Lo mira)
ANDRÉS - No, ella no se sentía bien.
TEO - Ah, ya sé. Fuiste a recoger información sobre mí... y ella te contó algunas cositas.
ANDRÉS - No.
TEO - No mientas. Conozco a Selva. ¿Qué te contó? (Nueva pausa)
ANDRÉS - ¿Cuál es tu trabajo secreto?
TEO - (Violento) ¡Ya no hay secretos para vos! (Lo empuja)
ANDRÉS - ¿Qué hacés?!
TEO - (Violento) Se terminó el juego, imbécil. Querías saber, ¿no? Bueno... ¡ahora vas a saber!
(Lo empuja otra vez) ¡Teo te va a mostrar sus habilidades!
(Andrés intenta alejarse. Teo lo caza del pelo y luego lo inmoviliza con una llave. Lo arrastra hasta la nueva zona de luz. Ahí encontramos lo indispensable: una cama de matrimonio, dos sillas. Andrés es arrojado al suelo y pateado brevemente, pero con insólita violencia por Teo. Un silencio. Andrés lanza un quejido)
TEO - (Respirando con cierta agitación) En algún momento iba a decírtelo. Entre nosotros no puede haber secretos. Pero estaba esperando el momento propicio, ¿sabés?
ANDRÉS - (Desde el suelo) ¿Qué buscás?
TEO - Yo sabía que tu cara me resultaba conocida.
ANDRÉS - ¿Mi cara?
TEO - Tus ojos... yo siempre me detengo en los ojos.
ANDRÉS - ¿Qué tienen mis ojos?
TEO - Yo seguía una pista... y me encontré contigo. Y no hubiera querido relacionarte con ese problema, pero después...
ANDRÉS - (Se incorpora, dolorido) Estás mintiendo. querés enredarme en algo sucio.
TEO - No te imagino a vos en esas fiestitas.
ANDRÉS - ¿Qué fiestitas?
TEO - Las de esos tipos. Algunos hasta se vestían de mujer.
ANDRÉS - ¿Qué estás inventando, hijo de puta?!
TEO - Calmate, calmate. No vamos a poder hablar si no te controlás. (Pausa) Mirá, yo quiero ser tu amigo... pero es difícil en estas circunstancias.
ANDRÉS - ¿Mi amigo? Me usaste para sacarle esa plata a Selva.
TEO - Lo hice por vos. Selva me hubiera dado plata igual, ¿no creés?
ANDRÉS - Me parece que la engañaste. No pensás usar la plata para publicar mis cuentos.
TEO - Vos qué sabés. Hay cuentos tuyos que me parecen...
ANDRÉS - (Con una breve risa) ¡A-lu-ci-nan-tes!
TEO - ¿Es cierto que un escritor está conectado a la realidad? ¿Escribir es una especie de psicoterapia?
ANDRÉS - Me querés acusar de algo, ya sé. No des más vueltas.
TEO - (Después de una pausa) ¿Qué te pasó allá? ¿Te volviste marica?
ANDRÉS - Allá no me pasó nada. Estaba más muerto que vivo. Sólo pensaba en volver.
TEO - Desnudate. (Se acerca a él con una pistola)
ANDRÉS - No jodas.
TEO - No tengo otro remedio. (Grita) ¡Desnudate, te digo! Tengo que examinarte y constatar ciertas cosas.
ANDRÉS - Creí que esto era de otra época. ¿Tenés el cuento preparado?
TEO - ¿Qué cuento? (Apoya el caño en la cabeza de Andrés)
ANDRÉS - El que vas a hacerles sobre mí.
TEO - Sacate toda la ropa.
ANDRÉS - No querés ahorrarme ninguna humillación, ¿eh? ¿Qué vas a decirles? ¿Qué quise escapar? ¿Y después dónde va a aparecer mi cuerpo? ¿En alguna playa, en alguna cuenta a pocos kilómetros de aquí?
TEO - Estás fantaseando. Ya apareció el escritor. ¿Todavía te persiguen esos fantasmas? Vamos, dejate de pudores conmigo.
(Andrés está totalmente desnudo, también se ha quitado los zapatos y las medias. Teo se acerca a él y lo observa. Guarda la pistola. Registra una cicatriz a la altura del pecho.)
TEO - No me digas que te peleaste a navajazos...
ANDRÉS - Fue hace mucho tiempo... era casi un niño. Quise escaparme por una ventana rota. Creo que me habían puesto en penitencia.
TEO - Desde chiquito portándote mal, ¿eh? Así que una pequeña cicatriz nada más. No hay otros signos... visibles. ¡Agachate! Sin miedo, es de rutina.
(Andrés se agacha. Teo observa, por un instante, su esfínter. Luego ríe y le palmea las nalgas. Andrés vuelve a su posición erguida.)
TEO - Bueno... no hay nada especial. Podés vestirte.
ANDRÉS - ¿Dónde dejaste tus instrumentos? ¿Antes los hacías desvestir aquí, en tu propia casa? ¿Aquí tenías tus herramientas, Teo?
TEO - No te pongas gallito. No estás libre de sospecha. Mataron a un homosexual y era de tu barra.
ANDRÉS - (Después de una pausa, con cansancio) ¿Qué buscás? Yo no tengo barras. Vos sabés bien que soy un tipo solitario, sabés bien que tengo un par de amigos y que no me importa lo que hacen con sus vidas...
TEO - Con sus culos, debés decir.
ANDRÉS - Ahora decime... ¿querés culparme de un asesinato que no cometí? ¿Querés meterme en un asunto de putos para vengarte de... mí? ¿Por qué? ¿Porque no te gustan mis cuentos? ¿Porque sos un psicópata que persigue tipos idiotas como yo? ¿Qué pasa contigo, Teo? ¿Qué es lo que realmente pasa?
(Grita) Decime la verdad, por favor. ¡Decila de una vez!
TEO - Vamos, vamos, no me gustan las mujercitas chillonas. Mirá, Andrés. Vamos a hablar claro. En el lugar del crimen encontraron una cajilla de cigarrillos... casi vacía... con tus huellas dactilares...
ANDRÉS - Ah, ya sé... ¡la que te di la otra noche! ¡La colocaste vos!
TEO - ¿Yo? ¿Por qué?
ANDRÉS - No sé por qué... Pero me la hiciste bien. Vas a conseguir que todos crean que soy...
TEO - Te importan los demás, ¿eh?
ANDRÉS - Me importa la verdad.
TEO - Mentiroso.
ANDRÉS - (Solloza) Soy inocente...
TEO - Sentís que van a pegarte con la regla en las manos, como cuando eras chico. Sentís que vas a hacerte nuevas cicatrices, como cuando saltaste por aquella ventana.
ANDRÉS - Aquella vez me encerraron. Fue injusto. Tuve que saltar.
TEO - Siempre sos la víctima. ¿Nunca te pusiste a pensar por qué te pasan estas cosas? Pensá un poquito. ¿Por qué terminás siempre haciendo ese papel?
(Cambio de luces. La Madre está sentada, mirando hacia arriba. Entra Gloria)
GLORIA - ¿Qué hace?
MADRE - A veces, traigo mi silla y me pongo a mirar, nada más.
GLORIA - No puedo dormir...
MADRE - Andrés está bebiendo demasiado, ¿no? Salió a tomar una copa y no volvió.
GLORIA - Fue a buscar a Teo.
MADRE - (Después de una pausa) ¿No habremos cometido un error al hacerlo volver?
GLORIA - Usted me insistió para que le escribiera...
MADRE - Hay que repartir culpas, ya sé. Tus cartas y las mías... pidiéndole que volviera. ¡Esos cursos no terminaban nunca!
GLORIA - ¿No cree que usted fue la persona que más lo presionó?
MADRE - Nunca lo pensé.
GLORIA - No sé si está cambiado... pero desde que llegó escribe mucho...
MADRE - ¿Sigue escribiendo? Pensé que ya no podía escribir. Él dijo, al principio, que aquí era peor que allá.
GLORIA - Pasa gran parte de la noche escribiendo... Apenas duerme.
MADRE - ¿No notaste nada? ¿Algo nuevo, diferente en su vida? ¿No sabés o presentís algo?
GLORIA - Usted es su madre. Tal vez sea usted quien deba saberlo o presentirlo.
MADRE - No creés en su talento, ¿verdad?
GLORIA - ¿Por qué me lo pregunta?
MADRE - Por tu indiferencia. No querés leer lo que escribe.
GLORIA - Lo escribe de madrugada, a escondidas. Siento que no quiere que lo lea.
MADRE - Yo no tengo cabeza para esas cosas... no puedo entender lo que escribe. Mi opinión no vale nada. ¡Pero vos sí podrías entenderlo!
GLORIA - A él no le importa. Ni siquiera sé si busca ser entendido por alguien.
MADRE - ¿Por qué decís eso?
GLORIA - Va contra la corriente, ¿no?
MADRE - Siempre fue un cabeza dura.
GLORIA - Creo que está un poco loco.
MADRE - No me asustes.
GLORIA - A veces habla dormido...
MADRE - ¿Y qué dice?
GLORIA - No sé... Una vez le pregunté y me dijo que eran sus personajes los que hablaban.
MADRE - Bueno, debe ser así.
GLORIA - No lo dudo. Pero ese es su único interés. Usted me entiende, ¿no? Es imposible convivir con un hombre así.
MADRE - Sí, te entiendo. (Burlona) Vas a tener que pedirle a alguno de sus personajes que se ocupe de vos.
(Nuevo vaivén de luces. Andrés está tirado en la cama a medio vestir. Teo, mientras habla, da vueltas alrededor de él.)
ANDRÉS - ¿Pensás que me gusta hacerme el mártir? A nadie le gusta que lo castiguen porque sí. De chico, a mí me enfurecían los castigos arbitrarios. Parecía que se ponían de acuerdo para culparme y nunca estaban dispuestos a creerme cuando yo negaba.
TEO - Está todo igual. Esa es la sociedad que va a juzgarte.
ANDRÉS - (Después de una pausa) Estoy asustado. Buscabas eso, ¿no? Bueno, terminá con la broma.
TEO - Un tipo raro que llega a este país y se mete en un asunto raro, un tipo que escribe cuentos raros y que además le da a la bebida... Una buena historia para los diarios, ¿no te parece? Escuchá: "Las huellas dactilares de la cajilla de cigarrillos encontrada junto al muerto, llevaron rápidamente a la identificación del homicida, quien resultó ser..."
(Sonríe, observando la reacción de Andrés) La credibilidad está de mi lado, no del tuyo.
ANDRÉS - Ya lo sé.
TEO - ¿Entonces?
ANDRÉS - ¿Qué tengo que hacer?
TEO - (Se sienta a su lado, en la cama) Vos me pertenecés.
ANDRÉS - Estás loco.
TEO - Alguna vez destruiste cosas mías... y eso me hizo mucho mal. Pero uno tiene que olvidar el pasado, ¿verdad?
ANDRÉS - ¿De qué cosas hablás? ¿Qué tuve yo de vos?
TEO - No estás en condiciones de elegir, ¿sabés?
ANDRÉS - Ah, ¿no?
TEO - ¿Preferís el escándalo?
ANDRÉS - Sos un hijo de puta. Querés todo lo mío.
TEO - Menos tu mujer. Me cansan sus rayaduras intelectuales. En cambio tu vieja es tierna. Quiere seguir remando a pesar de todas las tormentas. Me gusta tu vieja.
ANDRÉS - Hablá más claro. Decime lo que te gustaría tener.
TEO - Yo nunca tuve una vieja... ni una casa llena de plantas. ¿Te dije que me gustan las plantas?
ANDRÉS - ¿Querés mi casa?
TEO - Bueno... fue idea tuya, ¿no?
ANDRÉS - (Después de una pausa) Así que esos cigarrillos los dejaste ahí, como prueba para condenarme.
TEO - ¿Sabés cuántos años pueden darte por ese asesinato?
ANDRÉS - Está bien. (Agotado) No quiero la cárcel. No quiero salir en los diarios. No quiero convertirme para todos en lo que no soy.
TEO - ¿No estás metido en ese lío? ¿Seguro? Hay un tipo igualito a vos en el archivo. Tu misma cara. Hice ampliar la fotografía y me impresionó el parecido.
ANDRÉS - (Grita) ¡Pará el juego! ¡Voy a darte lo que quieras!
TEO - ¿La casa?
ANDRÉS - La casa es de mi madre.
TEO - Pero cuando tu vieja se muera la vas a heredar.
ANDRÉS - Está viva, ¿no?
TEO - Mamá siempre decía que lo primero es el techo. Pobrecita, se murió sin que pudiera tenerlo.
ANDRÉS - No me entendés. La casa está a nombre de mamá.
TEO - Convencela para que me la venda. Puede hacerme precio, ¿no?
ANDRÉS - ¿Tenés plata?
TEO - Unos pocos dólares que pensaba invertir en la publicación de un libro muy mediocre.
(Un silencio. Andrés ríe)
ANDRÉS - Me pedís mucho.
TEO - ¿Mucho? Nadie va a enterarse de nada... y si seguís escribiendo y te va bien, algún día llegarás a ser respetado y respetable.
ANDRÉS - ¿Pensás que los que me conocen van a creer que yo asesiné a alguien?
TEO - A la gente le cuesta poco creer lo peor de alguien. "Mirá vos", dicen, "quién iba a pensar"... y se pasan la noticia, disfrutándola.
ANDRÉS - (Angustiado) Yo no puedo pedirle a mamá la casa... y tampoco tengo mucha plata... sólo unos pocos dólares, en el banco.
TEO - ¿Cuánto?
ANDRÉS - Casi cinco mil... creo.
TEO - Bueno, pueden servir para empezar a sacarte de un aprieto.
ANDRÉS - Están a mi nombre. Tengo que ir yo a sacarlos.
TEO - ¿Pensás que quiero tenerte aquí, encerrado?
ANDRÉS - ¿Vas a dejarme ir?
TEO - ¿Por qué no?
ANDRÉS - ¿No vas a dispararme por la espalda cuando salga?
TEO - Andá. No tengas miedo.
(Andrés comienza a salir lentamente. Se vuelve temeroso y se encuentra con la sonrisa de Teo. Luego desaparece. Cambio de luces. Gloria está arrodillada, junto a una valija, cerrándola. Entra Andrés.)
ANDRÉS - ¿Te vas?
GLORIA - No tiene sentido seguir así, juntos, cada uno en su mundo.
ANDRÉS - Realmente, ¿querés volver con tus viejos?
GLORIA - No, con mi maestro. Necesito volver a pintar como antes.
ANDRÉS - No es fácil recuperar cosas...
GLORIA - Ya lo sé...
ANDRÉS - Todo esto, el arte, digo, puede ser divino y diabólico. Por un lado tienta, se pone al alcance de la mano y por otro, no se sabe dónde está.
GLORIA - Yo no sé si alguna vez llegaré a ser una artista...
ANDRÉS - Se persiguen sombras... y a veces, sentimos que las sombras nos persiguen. El arte es...
(Va a seguir con su discurso, pero se detiene.) ¿No viste la libreta del banco?
GLORIA - ¿Necesitás plata?
ANDRÉS - Yo no le daba importancia al dinero, pero... Es mejor que te vayas, sí. Aquí se está poniendo todo muy difícil.
GLORIA - (Después de una pausa, observándolo) ¿Qué te pasa?
ANDRÉS - Nada. Tiene que ver con lo que hablábamos.
GLORIA - ¿Con tus cuentos? ¿Con mi pintura?
ANDRÉS - Esas cosas no pagan, cobran pedazos de vida.
GLORIA - ¿Para qué necesitás plata?
ANDRÉS - ¿Llegó el momento de todas las parejas?
GLORIA - Sabés muy bien que no quiero nada tuyo.
ANDRÉS - No voy a poder darte nada.
GLORIA - (Otra pausa) ¿Por qué no me contás qué te pasa? Estás temblando.
ANDRÉS - ¿Serías capaz de entender? ¿Me creerías? No sé si me conocés.
Creo que contarte sería un error, un nuevo error, como el pretender revivir un amor que ya había muerto.
Es cierto. Ya no te quiero. Mi sexo dejó de quererte.
(Las luces se han condensado en un círculo estrecho dentro del cual están ellos y de pronto, ingresa Teo con una cuerda en sus manos.)
TEO - No la dejes ir. ¡Atala!
(Teo le entrega la cuerda. Andrés toma los brazos de Gloria y los ata a su espalda. Ella grita. Andrés le tapa la boca.)
TEO - Quiero hacerla gozar antes de que se vaya.
(Ella forcejea y deja escapar otro grito ahogado.)
TEO - Nadie corre detrás de esas cosas... de la pintura, del arte... ¡Nadie!
(Andrés sostiene la cabeza de Gloria, tapándole la boca. Teo le abre las piernas y se baja el pantalón, montándose sobre ella.)
TEO - Quedate a pintar las paredes de esta casa... llenalas de paisajes. ¿Vos sabés pintar paisajes sin mirarlos? ¿O sólo tenés en la cabeza tus calenturas? Yo estoy pintando ahora. (Ahoga una risita llena de gozo) Un hermoso paisaje... ¡Esto también es arte!
(La luz baja hasta la oscuridad)
ANDRÉS - Gloria... ¿dónde estás? (Llama) ¡Gloria!...
(La luz vuelve. Gloria está dentro del círculo, con la valija a sus pies.)
GLORIA - Alcanzame la cuerda. Esta valija está por reventar.
(Andrés le da la cuerda. Gloria ata la valija con ella.)
ANDRÉS - Ahora devolveme los cuentos.
TEO - ¿Cómo sabés que es la misma? Es una cajilla vacía, nada más. La que tiene tus huellas puede estar en el mismo lugar... o en otro, tan comprometedor como el anterior.
ANDRÉS - Seguís jugando, ¿eh?
TEO - Es un vicio viejo. ¿Te preocupan tus cuentos?
ANDRÉS - Ya sé cómo es la historia. Nadie los va a publicar. Devolvémelos.
TEO - Antes... hablame un poco del cuento ése.
ANDRÉS - ¿Cuál?
TEO - El que encontré en el patio, tirado adentro de aquella caja.
ANDRÉS - El primero que me robaste.
TEO - El del jovencito idiota...
ANDRÉS - No sé de cuál hablás...
TEO - ¿Cuántos jovencitos idiotas hay en tus cuentos? O mejor, ¿cuántos tirabombas?
ANDRÉS - Ah, ya sé. No me acuerdo mucho. Fue uno de los primeros.
TEO - "Emboscada", se llama.
ANDRÉS - ¿Emboscada?
TEO - El chico que se venga del violador. ¿Te acordás?
ANDRÉS - Sí, me parece que está muy viejo. De lenguaje, quiero decir.
TEO - Un pendejo que revienta en un coche en el que vienen dos tipos, ¿te acordás?... y uno muere.
ANDRÉS - No sé... creo que morían los dos.
TEO - ¿En el cuento? Puede ser.
ANDRÉS - ¿Por qué te interesa ese cuento?
TEO - Lo escribiste antes de irte, ¿no?
ANDRÉS - Sí...
TEO - (Burlón) De la realidad a la hoja de tu máquina.
ANDRÉS - La literatura, a veces...
TEO - No jodas. Vos escribiste eso antes de que pasara, ¿no?
ANDRÉS - ¿Qué decís?
TEO - (Se acerca a él. Lo sacude.) ¡Confesá! Vos tiraste esa maldita granada. ¡Vos mataste a León!
ANDRÉS - ¿León? ¿Quién es León?
TEO - Le volaste una mano. El parabrisas saltó en mil pedazos.
ANDRÉS - (Ahoga una risa nerviosa) ¡No digas! ¡Igual que en las películas!
TEO - ¡Hijo de puta! (Lo golpea. Lo arroja al suelo) ¡Vos lo mataste!
ANDRÉS - ¡Estás loco! Sólo escribí un cuento. Yo no hice eso, vos sabés bien.
TEO - ¿No lo hiciste? Apenas leí el cuento evoqué la escena: la sangre salpicándome la cara, la camioneta sin control, los gritos de dolor...
ANDRÉS - (Después de una pausa) Ese tipo, León... ¿era tu amigo?
TEO - La historia empezó como en el cuento... una noche en que sorprendimos a una chica cruzando el parque. Cuando nos vio empezó a correr. Se le cayeron los libros... y nosotros pensamos que quería escapar por algo. León saltó sobre ella y la inmovilizó sobre el pasto. Yo le tapé la boca... y ahí León empezó a abrazarla y a besarla... y de pronto se bajó el pantalón y yo lo ayudaba... no podía dejar de ayudarlo.
ANDRÉS - La violaron, como en el cuento.
TEO - Y después, su novio o su compañero, no sé bien quién... decidió vengarse.
ANDRÉS - ¡Vos sos un asesino!
TEO - ¡Vos y tus intelectuales! Quiénes son, ¿eh? Los papás se murieron y los hijos se enfermaron de acá
(toca su cabeza) y ahora no saben qué hacer con los esqueletos!
ANDRÉS - ¡Asesino!
TEO - ¡Callate la boca! ¡Respetá mis ideas!
ANDRÉS - (Grita) ¡Dame mis cuentos! ¡Quiero mis cuentos!
TEO - (Con furia) ¡Tus cuentos! ¿Para qué quiero tus cuentos? Todo lo tuyo es una basura.
ANDRÉS - ¡Vos no existís! ¡Vos sos un personaje, nada más!
TEO - (Sarcástico) Claro, soy el personaje de tu cuento. El que se salvó. Yo soy Teo y vos Andrés.
ANDRÉS - ¡Dame el cuento!
TEO - (Le tiende una hoja arrugada) ¿Para qué vas a leerlo? No se te ocurra hacerle correcciones. ¡Ya es tarde!
ANDRÉS - (Ha tomado la hoja con manos temblorosas. Mientras lee, dice:) Es un cuento viejo, muy viejo.
TEO - Ahí está todo, ¿no? Estamos nosotros.
ANDRÉS - Sí...
TEO - ¿Entonces?
ANDRÉS - No existís. (Repite, obsesivo) Vos no existís.
TEO - (Burlón) ¿Te parece? ¿No estarás equivocándote otra vez?
ANDRÉS - ¡No podés ser real!
TEO - ¿No?
ANDRÉS - ¡No existís! (Busca en sus bolsillos y saca un encendedor con el que prende fuego a la hoja. Después, contiene una carcajada.) Adiós, Teo.
TEO - Adiós, Andrés. (Burlón) Te doy un respiro, nada más.
(Sale Teo y Andrés queda solo, mirando cómo el fuego devora la hoja)
ANDRÉS - (Para sí) Adiós sueños malditos, pesadillas... Hay que aprender a borrar, sofocar... Hay que quemar lo que sea necesario y destruir a Teo.
(Camina unos pasos, sus pies se topan con la carpeta celeste con elástico. Se arrodilla y la abre. Busca entre las hojas vehemente y temeroso. Rompe algunas, arruga otras. Cae exhausto sobre la carpeta, ocultando su cara entre las manos. Las luces bajan, muy lentamente, y suben a partir de la entrada de Gloria, que arrastra la valija hasta el extremo izquierdo del escenario. Andrés la mira como en un sueño. Corre hacia ella, con un papel arrugado entre sus manos. Oscuridad.)
ANDRÉS - (Temblando) No te vayas. Teo no existe. Lo soñamos juntos.
GLORIA - ¿Juntos? Nunca compartimos nada.
ANDRÉS - Está en uno de mis cuentos, en uno de los viejos que escribí antes de irme.
GLORIA - ¿En un cuento? Estás loco.
ANDRÉS - Cerrá los ojos... hacelo junto conmigo. Ya está. Ahora abrilos. ¿Ves? Teo no está.
GLORIA - No voy a quedarme. Aunque Teo no exista lo nuestro tampoco existe.
ANDRÉS - No podés hablar así.
GLORIA - ¿Por qué volviste, Andrés?
ANDRÉS - No sé...
GLORIA - Yo esperaba a otro. Un tipo capaz de cambiar mi vida, de mostrarme algo nuevo, que despertara algún interés en mí... Estoy mortalmente aburrida. Voy y vengo, gastada de no hacer nada. Perdoname, Andrés, pero no puedo seguir así.
ANDRÉS - No me dejes. Por favor, no me dejes.
(De las manos de Andrés resbala la arrugada hoja, mientras solloza y se desliza a los pies de Gloria, abrazándola para que no escape. De pronto, observa la valija y se pone de pie.)
ANDRÉS - ¿Qué llevás ahí? (Enajenado) ¿Vos también me robás? ¡Odio las valijas!
(La patea con furia y desesperación) Me fui y volví con una valija vacía. Sólo los demás llenan sus valijas. Los demás, sí. ¿Y yo?
(Vuelve a patearla) ¿Cuándo va a estar llena mi valija?
(Gloria huye. Andrés queda inmóvil, con los ojos fijos en el infinito, esperando una respuesta que no llega. Breve oscuridad.)
MADRE - A mí me leías tus cuentos. Al principio, a mí me los leías. Después pensaste que yo era muy poca cosa y te buscaste amigos más cultos... Pero yo me acuerdo de tus primeros cuentos.
(La Madre ha dicho este parlamento en la oscuridad. Ahora las luces comienzan a subir gradualmente. Andrés viene hacia ella con paso lento, agobiado por la soledad. La Madre parece más vital. Tiene el pelo desordenado y las manos en los bolsillos del batón. Habla sola, según su costumbre.)
MADRE - Vos inventaste a una mujer en aquel cuento... y le pusiste nombre. ¿Te acordás? Gloria, la pintora... ¡Qué personaje! Vos la inventaste y después quisiste encontrar una igual...
ANDRÉS - Yo no escribí ese cuento.
MADRE - Ah, ¿no? Fue antes de irte, por eso no te acordás.
ANDRÉS - ¿Antes de irme?
MADRE - Vos ibas y venías y a mí me tocó esperar. ¡Qué país! Las madres siempre esperando y no para dar a luz, ¿eh? Y mientras, los hijos también envejecen, se vuelven cada día más flojos y descreídos.
(Suspira) El horóscopo dice que no me arriesgue, que hoy no es mi día. Voy a lavar más ropa. Lavar no es riesgoso. Espero que la electricidad no me fulmine.
(Da unos pasos para salir. Se vuelve) No deberías ser tan orgulloso y lavarte vos los calzoncillos. Una madre tiene derecho a una parte de la intimidad de su hijo.
ANDRÉS - (Burlón) Esa es la peor parte.
MADRE - ¡Qué contestación!
(La Madre sale. Andrés queda solo. Va a encender un cigarrillo cuando Teo se aproxima con fuego.)
ANDRÉS - ¿Qué hacés acá?
TEO - Nada. ¿Puedo ayudar?
ANDRÉS - ¿En qué?
TEO - No sé. En lo que pidas.
ANDRÉS - ¿Para qué? Ya nada importa.
TEO - ¿Por qué?
ANDRÉS - Gloria se fue.
TEO - Ya lo sé.
ANDRÉS - Quemé mis cuentos.
TEO - Ya lo sé.
ANDRÉS - Ya no soy nadie.
TEO - Necesitás descansar. Te ves agotado.
ANDRÉS - No puedo soportar esta soledad.
TEO - Vamos, vení conmigo...
(Van hacia la cama. Andrés comienza a desvestirse. Teo lo ayuda.)
TEO - ¿Por qué llorás? Era inútil luchar, te lo dije. ¿No creés en el destino, Andrés? Aquella noche, la primera, cuando nos encontramos... en ese instante, se escribió todo.
(Andrés está desnudo, sentado en la cama. Teo toma una cuerda -igual a la que se utilizó para atar la valija de Gloria- y hace un lazo corredizo que coloca en el cuello de Andrés. Un silencio.)
TEO - ¿Vas a poder solo? ¿Querés que te ayude?
ANDRÉS - (En un susurro) Sí.
(Teo ata el extremo de la cuerda a un barrote de la cabecera de la cama. Después da unos pasos para salir y se detiene para decir:)
TEO - Voy a confesarte algo. Yo no trabajo para nadie. El carné que le mostré a Selva es falso. (Pausa) ¿Vas a poder?
(Andrés asiente. Teo aguarda. Andrés se desliza abruptamente al suelo y el lazo se aprieta en torno a su cuello, ahorcándolo. Las luces bajan hasta la penumbra. De inmediato comienza a escucharse un ruido ensordecedor, rítmico y chirriante. Es el ruido distorsionado de una lavadora. En un círculo de luz trajina la Madre, entre atados de ropa. Entra Teo, con pasos lentos, cara muy seria.)
TEO - Hola.
MADRE - Tenés suerte. Hoy no tengo nada para que me arregles.
TEO - ¿Mucho trabajo?
MADRE - Un poco, pero va a quedar todo limpio, muy limpio.
TEO - Vine a buscar a Andrés y me encontré...
MADRE - Está muy solo. Él necesita un amigo ahora.
(Un silencio. Se miran.)
TEO - Escuche, mamá... y no se altere.
MADRE - ¿Pasó algo malo?
TEO - Tengo una mala noticia, mamá.
MADRE - (Ahogada) ¿Qué pasó?
TEO - Andrés...
(No puede continuar. Va hacia ella y la abraza.)
TEO - Llore, mamá. Llore.
MADRE - (En un grito) ¡Andrés!...
(Ella intenta desprenderse pero él la retiene)
TEO - No, no vaya. Quédese aquí, conmigo. Él se ahorcó, ¿sabe?... y usted no tiene que verlo así. No se mueva, mamá. Deje que la abrace. Yo me voy a quedar a su lado para solucionarle todo. Se lo juro, mamá.
OSCURIDAD FINAL. |