Estudio de radio. En las paredes afiches con las parejas famosas del radioteatro de la década del 50. Parece que el tiempo se hubiera detenido en este lugar. Está todo bien cuidado pero los muebles son antiguos. En un rincón hay un pianito; más al medio, una mesa, sillas y un viejo micrófono. Hay también algún elemento de sonido característico, como la clásica puerta de madera sostenida en su marco. En un lateral, un rectángulo de vidrio ahumado a modo de cabina de sonido y una mesita con una cafetera moderna, tazas y vasos. A foro, al medio, un pedestal con un busto de mujer tapado con un lienzo.
Entra Amelia, seguida por Beba. Ambas están sofocadas, como si hubieran subido una larga escalera. Amelia viste ropas flamantes con un toque antiguo. Tiene una boa de zorros alrededor del cuello. Beba un traje sastre con una enorme flor artificial en la solapa, zapatos de plataforma con los que intenta elevar su pequeña estatura, una cartera pasada de moda y un bolso de compras.
BEBA - (Jadeante) ¿Y el ascensor nuevo? Para algo está, ¿no?
AMELIA - (Jadeante) Tenía que saber si se habían atrevido ... a tocar los mármoles!
BEBA - No estamos en un cementerio, querida.
AMELIA - Por suerte.
BEBA - Los mármoles intactos, como este lugar.
AMELIA - No puedo creerlo. Parece que hubiéramos hecho nuestro último radioteatro ayer.
BEBA - (Saca un pañuelo, se seca las lágrimas) Pensar que entré aquí a los diez años, de la mano de mamá.
(Recorre todo. Aprieta una tecla del piano) Plin ... Sí, todo se murió y es imposible volver atrás.
(Se deja caer en una butaca, junto al piano.)
AMELIA - ¿Ya empezaste? No está el micrófono abierto, tesoro.
BEBA - (Ahogada por las lágrimas) No creo que ese micrófono funcione todavía.
AMELIA - Ah, no? ¿Por qué estamos acá, entonces? ¿Por qué está todo igual? ¿Por qué conservaron este estudio así?
BEBA - (Llorando) Sí, por qué?
AMELIA - ¡Por amor! ¿No es un gran gesto de amor?
BEBA - El Gran Jefe nunca demostró mucho amor por nosotras ... al menos por mí, Amelia.
AMELIA - (Que decide ignorar la insinuación) Bueno, no estábamos todas al mismo nivel actoral ... Vos tardaste en encabezar un elenco, querida.
BEBA - Y vos lo encabezaste demasiado pronto.
AMELIA - No sé adónde querés llegar.
BEBA - A aquel día de primavera en que viniste con el vestido a florcitas y un escote que te llegaba al ombligo. Estuviste más de una hora en su escritorio y saliste con un diploma de primera actriz.
AMELIA - ¿Qué querés decir?
BEBA - Enseguida el radioteatro empezó a anunciarse así: "La primera actriz Amelia Muñoz con Beba Barrios y elenco".
AMELIA - Eso te dolió, eh?
BEBA - Menos que si hubiera estado en su escritorio, dale que dale.
AMELIA - (Molesta, saca un pañuelito de la cartera, se seca el sudor de la frente) Siempre fuiste tan fantasiosa, Beba.
BEBA - Pero me conservé pura. No muchas pueden decir lo mismo.
AMELIA - (Se decide a atacar) ¿Y a qué te condujo eso, tesoro? ¿A vivir hasta el día de hoy soportando a una madre milenaria y castradora?
BEBA - Son pasos necesarios para conquistar un lugar en el más allá.
AMELIA - Nadie va a robarte el lote, podés estar tranquila.
BEBA - Tu lote no va a estar allí, ya lo sé.
AMELIA - Gracias. Bueno, por más que lo odies, el Gran Jefe fue y será siempre el dueño de la radio.
BEBA - No se le ve muy bien ahora ...
AMELIA - Y este estudio es un homenaje.
BEBA - ¿A quién?
AMELIA - Al radioteatro, a nosotras.
BEBA - ¿De quién?
AMELIA - Del Gran Jefe, de "Radio Alondra", primera en cultura, primera en noticias, primera en deporte.
BEBA - Esa alondra no surcó jamás los cielos de la cultura.
AMELIA - ¿Cómo podés hablar así?
BEBA - Una se vuelve crítica con la edad.
AMELIA - (Mirándola) No hay duda.
BEBA - ¿Así que el Viejo piensa homenajear a su pájaro muerto?
AMELIA - (Haciéndola callar) Espero que el micrófono no esté abierto. Mirá, es un homenaje. ¿No lo tenés claro? ¿Acaso no viste la placa dorada de la puerta?
BEBA - (Se pone los lentes) ¿Qué placa?
AMELIA - Al entrar, no la viste? Dice: "Estudio de radioteatro: 1946-1996".
BEBA - ¿Una placa? Todo me resulta cada vez más sospechoso.
AMELIA - Una mujer que no se entregó a un hombre es naturalmente desconfiada.
BEBA - El nunca invirtió sin pensar en las ganancias.
AMELIA - No seas negativa ¿Por qué no te recreás la vista con esos afiches y pensás en lo felices que fuimos?
(Recorre los afiches y enciende un cigarrillo.)
BEBA - Yo nunca fui feliz. Lloraba siempre. Siempre me tocaban aquellos papeles de huérfana o de niña abandonada por los padres al nacer.
AMELIA - (Da un gritito) ¡No puede ser! ¡Mi afiche! Aquel divino, el de "Tardes románticas" ... no está. ¡Lo robaron!
BEBA - ¿Quién va a robar tu afiche?
AMELIA - Ya sé. Seguro que Doris llegó antes y lo arrancó. Nunca pudo resistir verlo. Un día la pesqué pintándome bigotes. Ella se puso pálida pero yo le dije con la mayor dulzura: "se terminó tu época escolar, tesoro. Basta de mamarrachear obras de arte".
BEBA - Siempre tan exacta en tus apreciaciones.
AMELIA - Después la sacudí como a una escolar de túnica y moña azul.
BEBA - ¿Y ella no se defendió?
AMELIA - Sí, me escupió ... y después salió corriendo. Pero yo me vengué. La abofeteé en plena transmisión. El libreto decía: "Ruido de bofetada", pero yo no esperé a que hicieran el ruidito. Mi propia mano lo hizo sobre su cara.
BEBA - ¿Por eso te llamaba "Mano rápida"? Me lo hubieras dicho antes. Yo vivía cuidando mi cartera.
AMELIA - (Indignada)¡No puedo creerlo!
BEBA - ¿A qué hora estaban citadas las otras?
AMELIA - A las cinco. Todas a la misma hora, pero sólo algunas sabemos lo que es la puntualidad.
BEBA - La disciplina de la vieja escuela.
AMELIA - La responsabilidad que las nuevas generaciones ya no tienen.
BEBA - Y que las viejas están perdiendo, parece.
(Entra Olga con un paquetito de merengues. Tiene aspecto de ama de casa y lentes antiguos, con piedras que brillan. La acompaña Doris, que alguna vez fue una especie de Mata Hari criolla.)
OLGA - ¡Hola! ... Perdón por llegar tan en punto, pero me perdí. Últimamente me pierdo cada vez que salgo.
AMELIA - Acaban de salvar a la vieja escuela.
OLGA - ¿Votaron un nuevo presupuesto?
DORIS - Ay, Dios, no empiecen con esos temas!
BEBA - En realidad no hablábamos de "esa" escuela.
OLGA - Ah, no? Traje merenguitos. Me moría por comer algo dulce.
(Convida a todas. También a Amelia.)
AMELIA - No, gracias. Estoy por grabar un comercial la semana próxima.
OLGA - Espero que no sea de panchos. No se necesita ser actriz para devorar un pancho ante cámaras. ¿Vieron? La cámara se concentra en la boca, la expresión de la cara se pierde y la voz ... buena, nadie puede hablar con la boca llena.
(Un silencio. Amelia está molesta. Beba sonríe distante.)
OLGA - (Suspira) Qué bueno. Juntas. Como antes.
DORIS - (Mirando los afiches) Ahí no las busques ... aquí están las caras de antes.
AMELIA - No todas. Faltan algunas.
DORIS - ¿Sí? ¿Quiénes?
AMELIA - Yo falto.
DORIS - ¿Vos? Nunca fuiste muy fotogénica, será por eso.
AMELIA - Alguien lo arrancó.
DORIS - ¿Estás segura?
AMELIA - Sí, falta el de "Tardes Románticas" cuando estábamos haciendo la novela "Casamiento sin amor", ¿te acordás? Yo vestida de novia, Alberto de frac, alzándome en sus brazos.
OLGA - Pobre Alberto. Recuerdo que el esfuerzo le impedía sonreír.
(Va hacia los afiches) ¡Qué increíble! Alguien se ocupó de guardarlos ... y pegarlos. Creí que estábamos definitivamente archivadas.
AMELIA - No para el Gran Jefe.
DORIS - ¿El gordo famoso?
OLGA - ¿El gran viejo?
BEBA - El viejo hijo de puta.
(Las tres se miran, llevándose un dedo a la boca, para silenciar a Beba.)
AMELIA - Dejemos de lado sus pequeños defectos ...
OLGA - (Sonríe) sus furias ... y sus cargadas ...
DORIS - Sobre todos sus cargadas ...
AMELIA - ¿Pero quién vendía el radioteatro a los mejores avisadores?
BEBA - ¿Y quién iría a verlas?
DORIS - Nadie ... pero qué bello es el arte! ¿Se acuerdan cuando cerraron la salita de la ciudad vieja? Olga y yo nos sentamos a comer maníes en los bancos de la plaza, mientras llorábamos.
AMELIA (Burlona) Chejov ... era una escena de Chejov.
DORIS - Acabábamos de hacer Chejov con críticas desastrosas ... ¿Cómo podían dos actrices de radioteatro penetrar en el subtexto de Chejov?
AMELIA - Recuerdo algunos titulares: "Las hermanas del terror" o aquel más piadoso: "Nunca debieron atreverse".
OLGA - Y tenían razón. Un día en los ensayos pregunté: "¿hasta cuándo tengo que escarbar para encontrar ese maldito subtexto?"
AMELIA - Pero después vinieron los éxitos...
OLGA - Sí, no puedo quejarme.
DORIS - Yo tampoco. La armonía se hizo visible a los ojos.
AMELIA - Entonces dejaste de pintar bigotes en ciertos afiches.
DORIS - La envidia es un sentimiento aniquilador, autodestructivo.
AMELIA - (Sonríe) El mundo cambia; la gente cambia.
DORIS - Y vos "Mano rápida"? ¿Estás igual?
AMELIA - No. Creo que ninguna de nosotras está igual.
(Un silencio. Olga va hacia el piano. Intenta tocar algo. Se acompaña tarareando.)
OLGA - (Cantando) "Una mujer, debe ser ... soñadora, coqueta y ardiente" ... ¿Se acuerdan de esto? Lo cantábamos en aquel horrible cabaret, semidesnudas.
BEBA - ¡Yo nunca canté en un cabaret semidesnuda!
DORIS - Ah, ya sé. ¡Fue en "Almas condenadas"!
AMELIA - Bailábamos y cantábamos en ese cabaret para mantener a nuestros hijos pequeños ...
BEBA - ¡El dueño era un gángster que quería aprovecharse de una de nosotras!
DORIS - (Orgullosa) ¡De mí!
OLGA - Escuchen ... ¿no era una música lindísima?
(Olga toca el piano. Amelia y Doris intentan bailar. Beba las mira sin animarse a nada. Olga deja de tocar y se apoya sobre el piano, soñadora.)
OLGA - ¡Ah, el radioteatro otra vez!
(Una breve pausa. Todas se miran y suspiran. Olga va hacia la mesita lateral por un café.)
OLGA - ¡El gran viejo es audaz!
AMELIA - Hicieron un estudio de marketing. La gente está loca por volvernos a oír.
BEBA - La mayoría están sordos, querida.
DORIS - Podemos sortear audífonos entre los oyentes. "Envíe una carta al Concurso Escuche mejor a sus Voces Preferidas y gane un audífono". ¿Qué tal?
OLGA - No quiero que me escuchen sólo los jubilados. Deberíamos renovar esos libretos para interesar a un público más joven.
AMELIA - ¿Renovarlos? Ahí estaría nuestra muerte. El programa es una apuesta a la nostalgia. ¿Quién va a escuchar un radioteatro con tiros, violencia y sexo?
OLGA - Sí, claro, eso es para la TV.
DORIS - Y nadie puede competir con ella, no?
OLGA - Odio los enlatados. Si pudiéramos hacer doblajes nadie olvidaría nuestras voces.
DORIS - (Destapando el busto) ¡Qué divina! Está igualita. Yo le llevé una cruz de rosas blancas!
(Todas se vuelven para observar el busto.)
¡Y lloré tanto aquel día! ...
BEBA - ¡Qué voz incomparable!
OLGA - Su voz ... no cambió nunca.
DORIS - Era una diosa.
AMELIA - Se murió a tiempo.
BEBA - Tres claras a la mañana y tres a la noche, hasta el último día.
OLGA - Qué hermosa voz ...
AMELIA - No la nombres. (Cruza los dedos) Dicen que es ...
DORIS - Su voz es una más entre los sonidos armónicos de la naturaleza.
BEBA - Nunca será una más.
OLGA - ¿Ya la habrán olvidado?
DORIS - Ella está viva.
BEBA - Sí, yo siempre rezo por ella.
AMELIA - (Para sí) En este país hay que morirse.
(Nuevo silencio. Entra Lorenzo, hombrecito esmirriado, de lentes, detrás de un paquete enorme de libretos.)
LORENZO - ¡Qué silencio! ¿Pasó un ángel?
AMELIA - Un fantasma, creo.
LORENZO - Este lugar los llama, me parece.
OLGA - ¿Los llama?
LORENZO - Está todo igual, ¿no? Dicen que los fantasmas vuelven a sus viejos lugares, sobre todo si no fueron tocados por el hombre.
OLGA - Este país debe estar lleno de fantasmas.
(Lorenzo deja el paquete en el suelo. Se arrodilla y comienza a desatarlo. Arroja algunos libretos al aire.)
LORENZO - ¡Libretos! ... ¡Viejos libretos! ¡Parece que las ratas los respetaron!
DORIS - ¿Nuestros libretos?
LORENZO - ¿No estaban esperando este regalo? El Gran Jefe dice que aquí están los mejores.
OLGA - ¡Dios! ... ¡Los libretos!
AMELIA - ¡Nuestros viejos radioteatros!
LORENZO - (Sonriendo) Qué títulos, eh? "El hijo del odio", "Desdicha trajo tu piel", "Lágrimas y flores secas", "La hija robada" ...¿Quién podía tomarse en serio esos títulos?
AMELIA - (Rabiosa) ¿Quién es usted?
LORENZO - Lorenzo.
AMELIA - ¿Y qué hace aquí?
LORENZO - De todo un poco.
AMELIA - ¿De todo un poco? ¿No tiene una tarea específica?
LORENZO - Bueno ... me sacaron del informativo. Dicen que no sirvo. En realidad el Gran Jefe está pensando en mi redistribución. Estoy desaprovechado aquí.
AMELIA - ¿Le parece?
LORENZO - Hay que buscar un lugar de acuerdo con mis posibilidades.
BEBA - Es muy cruel cuando redistribuye.
AMELIA - Espero que no tenga compasión.
DORIS - (Con un libreto apretado contra el pecho) Bendito sea! ¡Tiene anotaciones mías! ¡Es un original!
AMELIA - ¡No puedo creerlo!
LORENZO - Ese archivo está lleno de bichos. Tuve que gatear sobre una montaña de papeles que el viejo se empeñó en guardas.
(Sale en busca de más libretos.)
OLGA - (Sacando de la montaña de libretos, uno) ¡"La hija robada"! ¡Mi mayor éxito!
AMELIA - Nuestro mayor éxito: yo hacía de hija y a vos ya te daban los papeles de madre. Acordate.
DORIS - Y yo hacía aquel papel de malvada que me hizo famosa.
AMELIA - La malvada sexy, tu mejor papel.
DORIS - Te estás volviendo inarmónica, me parece.
BEBA - ¿Qué hacía yo en esa novela? Ah, sí, la pobre huérfana amiga de la hija robada. ¡En el capítulo final las dos nos casábamos con nuestros enamorados!
OLGA - Mientras yo, viuda y millonaria, lloraba de emoción al recuperar a mi hija y casarla con el joven de sus sueños!
AMELIA - ¡Qué papeles!
OLGA - ¡Qué trama!
BEBA - Nadie escribió mejor que nuestro Medina.
DORIS - Pobrecito Guille ... si ahora estuviera aquí ...
(Lorenzo ha vuelto. Deja caer otro paquete de libretos. Vuelan hojas que se esparcen sobre el piso.)
LORENZO - Renovaría todo. Esos libretos no son actuales. ¡Si yo escribiera un radioteatro!
OLGA - ¿Usted es escritor?
LORENZO - No, pero me gustaría. Mire: empezaría por cambiar los títulos. Le hablaría al hombre de hoy con sus conflictos y problemas. Desnudaría un poquito la realidad, le agregaría un toquecito romántico y unas gotitas de política ...
BEBA - ¿Qué nombre tiene esa ensalada?
OLGA - ¿Usted no sirvió como informativista y pretende escribir?
LORENZO - Bueno ... en realidad dicen que no servía porque ... Escuchen, voy a confesarles un secreto: yo modificaba las noticias. Un poquito, nada más.
AMELIA - Ya sé: un toquecito romántico, unas gotitas de política ...
LORENZO - Y algo de fantasía, porque hoy en día nadie quiere la verdad.
AMELIA - Usted debería ser político.
LORENZO - A mí me gustaría escribir historias, pero claro ... estoy aquí, no? Bueno, yo no quiero desanimarla pero esos radioteatros están viejos y no van a gustar al oyente de hoy.
BEBA - Cállese.
OLGA - Vamos a escucharlo. El joven tiene nuevas ideas. Quiere ayudarnos. ¿Qué tiene de malo escucharlo?
DORIS - Claro, que opine.
LORENZO - Esos personajes tienen que cambiar. Esa madre, por ejemplo, no tiene por qué recuperar a su hija. Puede renunciar a ella, puede desarrollarse como mujer, transformarse en una mujer política y dejar que su hija también desarrolle su personalidad libremente. La hija no tiene por qué casarse, puede llegar a ser una gran médica o una gran abogada, una gran ingeniera electrónica o una fiera de la informática ...
AMELIA - ¡Me aburre! ¿A quién pueden gustarle esos personajes?
LORENZO - Son más reales, más auténticos. Ya no sirve la historia de la costurerita que dio el mal paso y terminó convirtiéndose en modista de alta costura de la mejor casa de Francia.
OLGA - Dios! ¿Cómo lo sabe? Usted no tiene edad como para haber escuchado "Rosa, la desdichada".
LORENZO - En cada barrio, una costurerita, soñaba con ser Rosa.
AMELIA - Eso era bueno. Es preferible soñar ...
LORENZO - (Algo histérico) Sí, pero, ¡basta de sueños viejos! ¡Demos paso a los nuevos sueños!
AMELIA - ¿Usted es comunista?
LORENZO - No.
AMELIA - ¿Posmodernista?
LORENZO - Bueno, vivimos en el llanto de la posmodernidad. Hay nuevos temas para esos nuevos personajes. La existencia tóxica, el cuidado del medio ambiente, la cirugía, las siliconas, las drogas y todo lo que sirve para ahuyentar el vacío, la angustia, la espera, la frustración. Vivimos en una sociedad loca y pasatista, con una cultura individualista, sin pretensión social. Podríamos escribir un radioteatro sobre estos tópicos o sobre la nada, sobre juegos sin sentido, sobre bromas y tonterías, porque nadie quiere que se digan cosas importantes. ¿Qué les parece?
OLGA - No entiendo nada.
AMELIA - No divague.
BEBA - Un radioteatro sin sufrimiento no es radioteatro.
AMELIA - Beba tiene razón.
OLGA - (Intercambiando miradas de aprobación con Doris) Claro, estamos todas de acuerdo.
LORENZO - ¡Hay que archivar esas antiguallas y ofrecer los nuevos escombros de la posmodernidad!
OLGA - Yo a este tipo no le entiendo nada.
DORIS - ¿No será un poeta?
LORENZO - Hay que contener las emociones y proponer un juego más delirante. Algo racional y muy loco. Almodóvar y Tarkovsky; Armando Bó y Rossellini.
BEBA - ¿Y la vida? ¡En cada capítulo debe palpitar la vida!
AMELIA - Señor Lorenzo ... Creo que usted debería ser redistribuido sin pérdida de tiempo.
LORENZO - ¿Le parece?
AMELIA - Como usted bien dijo, tendría que estar en un lugar de acuerdo con sus posibilidades.
BEBA - En la puerta, de uniforme.
OLGA - De acuerdo.
AMELIA - Y un portero no opina. Recuérdelo.
(Lo empujan. El retrocede.)
LORENZO - (Protesta) ¿No hay espacio para los jóvenes de este país?
DORIS - No es un pollito, me parece.
LORENZO - ¡Soy un vocacional múltiple!
AMELIA - ¿De dónde lo sacaron?
LORENZO - Tengo que expresarme en varias áreas, entienden?
AMELIA - ¿Insiste?
LORENZO - ¿Entonces, no me van a permitir probar con un libreto?
(Ellas se miran, luego a coro contestan:)
TODAS - ¡No!
LORENZO - Creo que cometen una terrible equivocación. Todos los géneros deben renovarse.
AMELIA - Usted quiere intelectualizar un producto que tiene su encanto en la simpleza.
LORENZO - Sólo pretendo introducir algunas variantes en el esquema argumental. Está gastado.
OLGA - A la gente le gusta que le cuenten siempre lo mismo. Mis hijos se dormían, noche a noche, escuchando el cuento de Caperucita Roja.
LORENZO - Pero usted introducía variantes, ¿verdad?
OLGA - Bueno, recién después de los cinco años, el lobo empezó a comérsela.
LORENZO - Y a los dieciocho, ya se "acostaba" con Caperucita.
BEBA - ¡Por favor!
OLGA - Ojalá hubiera podido contarles esa historia. A los dieciocho ya no me escuchaban.
AMELIA - Señor Lorenzo, no queremos perder más tiempo.
LORENZO - Bueno ... la idea es empezar a la siete.
AMELIA - ¿Empezar?
BEBA - ¿Empezar qué?
LORENZO - El radioteatro. El Gran Viejo quiere una prueba para esa hora. Ustedes eligen el libreto. El que quieran ... a la gente le va a encantar verlas aquí.
AMELIA - ¿A la gente?
LORENZO - (Rápido) A los empleados, claro. ¿No les dijo nada el Gran Viejo?
AMELIA - ¿De qué?
BEBA - ¡Si no lo sabe ella que siempre fue la representante de la patronal!
DORIS - Dios! ¿Hablás como una gremialista!
AMELIA - ¿Qué tenemos que saber?
LORENZO - Que van a ser muy bien recibidas. El personal compró flores.
AMELIA - ¿Sí? Nadie se inmutó cuando entramos.
LORENZO - Bueno ... voy a decirle al Gran Viejo que están aquí y que todo marcha bien.
AMELIA - Dígale que estamos esperándolo.
LORENZO - El no va a venir todavía.
AMELIA - ¿Por qué?
LORENZO - No es su hora ... y es un hombre metódico. Ya saben. (Inicia el mutis.)
DORIS - Dígale que está Doris. El siempre me decía que tenía nombre de huracán yanqui.
AMELIA - Dígale que estamos todas.
LORENZO - Está bien. Pero no va a venir.
(SALE. Ellas aprovechan a revolver entre los libretos. Hay un silencio.)
AMELIA - Es increíble cómo ...
OLGA - Están entreverados ...
BEBA - Qué olor a humedad ...
DORIS - Amarillos, como hojas secas ...
(Nuevo silencio.)
OLGA - ¿Por qué tuve que dejar esto?
DORIS - No hubo otro remedio. Nadie nos quería, Olga.
AMELIA - Pero ahora nos reclaman.
OLGA - Dios! ¡Qué ganas de volver a actuar! (Se pone los lentes. Toma un libreto.) Espero que mis ojos no me jueguen una mala pasada.
DORIS - Y a mí tampoco. El oculista me dijo que soy "presbítera".
AMELIA - Presbicia. Así se llama: pres-bi-cia.
OLGA - ¿Alguien recuerda la primera vez que llegué a la radio? Las piernas me temblaban. Tenía el libreto entre las manos y apenas podía leer mi parte porque las letras se borraban. Hoy me sentí igual. Tomé dos pastillas antes de venir. Por las noches, cuando me siento sola, tome tres de un golpe.
AMELIA - Dos güisquis surten mejor efecto ... y son el mejor vasodilatador coronario. Lo dice mi médico.
BEBA - Yo no puedo tomar nada. Mamá se despierta muchas veces de noche y hay que darle sus calmantes.
DORIS - Son muy antiguas. Yo consigo mi relax de otra forma.
BEBA - No expliques cómo. Lo imaginamos.
DORIS - ¡Idiota!
(Nuevo silencio. Beba saca su tejido del bolso y teje.)
OLGA - (Con el libreto, como si redescubriera el texto) "La mujer se acercó a la cuna y vio a la pequeña que le extendía sus manitas y sonreía, diciéndole ajó. Ella comenzó a pensar en el futuro miserable que le aguardaba y la tomó en sus brazos con una decisión brillándole en los ojos"
(A ellas.) Vamos, anímense. Lean los personajes.
AMELIA - (Con una risita nerviosa) ¿Ahora?
OLGA - Sí, ¿qué vamos a esperar?
DORIS - ¿Leo cualquier papel?
OLGA - Sí, yo sigo haciendo el "Relator". Vamos, síganme.
(Leyendo) "Apoyó a la niña contra su pecho y ésta volvió a sonreír al sentir el calor y el perfume de aquella mujer que quería ser madre."
AMELIA - (Con el libreto) Pequeña mía, conmigo estarás bien. Podrás crecer sin privaciones, podrás elegir lo mejor ... Pequeña mía, quiero ser tu madre. ¡Yo también te necesito!
OLGA - "A sus ojos asomaron lágrimas, mientras la acunaba con infinito amor".
AMELIA - (Con el libreto, canta) Arrorró mi niña ... arrorró mi sol ...
OLGA - "La niña parecía decir ..."
BEBA - (Con el libreto) Llevame contigo. No me dejes. Necesito tu cariño.
OLGA - "De pronto, la puerta se abrió y se escuchó una voz ..."
DORIS - (Con el libreto, acercándose a primer plano) ¿Dónde está mi pequeña? Ya es hora de que tome la mamadera.
(Transición. A ellas) Perdón, estoy tan nerviosa. Olvidé abrir la puerta y marcar los pasos.
(Va hacia la puerta. La abre. Vuelve taconenando fuerte.) ¿Dónde está mi pequeña? Ya es hora de que tome la mamadera.
(Se detiene, sorprendida) Señora ... ¿qué hace usted aquí? ¡Por qué tiene esa niña en los brazos!?
AMELIA - (Con el libreto, en tono de ruego) Por favor, no me la quite. ¡Sólo quiero hacerla feliz!
OLGA - "Cortina Musical" (Deja el libreto. Sonríe) ¿Qué me cuentan?
BEBA - Emocionante. Palpita la vida.
DORIS - Guille era un maestro.
AMELIA - ¿Por qué no la llevamos al teatro?
OLGA - No sé. A nadie se le ocurrió, creo.
AMELIA - Duró cincuenta capítulos y el interés jamás decayó.
DORIS - Yo estaba enamorada de Guille. Si él me hubiera tomado en serio, mi vida habría sido distinta.
BEBA - ¿Vas a echarle las culpas a Guille?
DORIS - Él creía que yo lo rondaba para pedirle un protagónico, pero yo sólo me hubiera atrevido a plantearle lo que pedía mi corazón ... Una semana o dos en algún ranchito apartado, nada más.
OLGA - Él era muy espiritual y esotérico. ¿Es cierto que se hizo budista?
AMELIA - Sí. Nadie era budista en aquella época, pero él había programado un viaje que nunca pudo realizar para visitar no sé qué lama.
DORIS - Mi única oportunidad con Guille fue después de una grabación. Habíamos terminado muy tarde y me acompañó hasta casa. Yo lo invité a entrar pero se excusó. Dijo que estaba atrasado con los libretos y que no quería hacernos volver a vivir momentos de angustia.
OLGA - ¡De suspenso! ¿Te acordás, Amelia? Nosotras en plena transmisión y él pasando las últimas hojas del libreto por debajo de la puerta.
AMELIA - Nadie puede olvidar algo así.
OLGA - (Sonríe) Qué oficio teníamos, eh? ¡Lectura a primera vista!
BEBA - Hazaña que no se podrá repetir.
AMELIA - Ella es como la realidad, golpeándonos a cada instante sin darnos tregua.
BEBA - Hay que enfrentarla, no?
OLGA - Bueno, la realidad no es tan mala. ¿Quién iba a pensar que volveríamos al radioteatro?
BEBA - Nadie. Sólo el Gran Viejo en medio de su delirio.
OLGA - ¡Otra vez juntas en "La hija robada"! Qué historia. Tres madres en busca de su verdadera hija.
BEBA - Y una hija en busca de su verdadera madre.
OLGA - Ya no podrás hacer la niñita, Beba.
BEBA - ¿Por qué no?
AMELIA - Tenés que aceptar la realidad.
BEBA - Vos no te metas.
OLGA - Tu voz ... ¿Escuchaste tu voz, Beba? ¿No grabaste tu voz en estos últimos años?
BEBA - No. (Está muy tensa y deja su tejido.)
OLGA - Te ahorraste un disgusto.
BEBA - (Furiosa) ¡Mi voz no envejeció tanto como tu cara!
OLGA - Bueno, los años no perdonan, pero todavía conservo mi buen humor.
BEBA - Vendés la imagen de la madrecita buena, pero sos una arpía.
OLGA - No quiero vender ninguna imagen.
BEBA - Siempre hubo entre nosotras una colisión de "auras".
OLGA - ¿Qué dice? |