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Alfredo un hombre muy sencillo, sin mucho dinero, vestido de harapos de años anteriores que no habían sido muy cuidados. Desayuna habitualmente en un bar un capuchino. El bar está en el centro de la ciudad a unas cuadras de la esquina principal de la ciudad. Dentro del bar casi no hay gente. Se queda una o 2 horas observando por la ventana a la gente pasar. Habla por momentos con el mozo sobre temas triviales como el tiempo o la política, de la que está muy alejado. Siente la diferencia entre él y el mozo que se escucha comprometido con la política pero para él no es más que otro tema sin importancia. Aprendió con el tiempo a desvincularse de la política ya que su intervención en ella es un voto cada 5 años y después no escucha más política de su país, q es un país tercermundista y no intercede en las cuestiones mundiales. Este desinterés se destapó después de darse cuenta que votaba por ilusión de un pasado remoto y convencionalismos. Entonces el tema político se había vuelto un tema trivial. Al salir del bar se dirige a su casa donde tiene un escritorio en malas condiciones y escribe sus cuentos y novelas. Hoy en día está enfrascado en una novela que habla de la convención de los países que no tienen interferencia en el mundo. Esto está inmiscuido dentro de una historia de un viajante que vive con 2 mujeres. Una en América y otra en África. La historia habla de su trabajo como empresario donde gana mucho dinero pero al igual que él no tiene importancia la política en su vida por el motivo de no ser importante en las resoluciones mundiales. Todos los días viaja por estas páginas que siempre empieza a leer desde el principio y cuando llega a su tiempo de fin continúa escribiendo por poco tiempo, unas 3 horas y todo el proceso le lleva unas 4 o 5 horas. No sabe cuál va a ser el destino de su novela pero sólo lo impulsa el poder terminarla. Su personaje (Marcelo) siempre habla del comienzo y el fin de sus trabajos por los q tiene que viajar de América a África. Sus mujeres no saben de la existencia de la otra. Hijos no tiene. La mujer de Alfredo (el personaje) siempre lo deja en paz para que escriba tranquilo. No interfiere en su escritura ni lo molesta con trivialidades. Sabe q si él quiere tomar un vaso de agua o una bebida o un mate; muy bien sabe ir a buscarlos o preparárselo. Ya en la tarde, al almorzar, a comienzos de esa conversa con su ella sobre lo que va escribiendo y por donde va Marcelo. Sin entender como la mujer a veces lo llama Marcelo, al momento se corrige y le dice Alfredo. Esto no es lo más preocupante del asunto sino que una noche cuando ella dormía la oyó gemir diciendo el nombre de Marcelo. Nunca se lo preguntó pero de obvio, q estaba soñando con la imagen de su personaje y éste le daba mucho placer, por lo visto. No se puso celoso de la novela ya q él es el creador pero cuando pensó a la altura de unas 50 páginas de su novela que a veces Marcelo tomaba vida propia y debía de pararlo para q no se divagara, creyó que estaba invadiendo su privacidad, a tal punto q se acostaba con su mujer. Decidió poner una tercera mujer q conociera en uno de sus viajes, con la que tuviera sexo y la cual viajara seguido como él. Entonces se volvió frecuente q se encontraran en el barco y compartieran comidas, cenas, sexo y charlas. Cuando hubo de decidir con cuál de las 3 se quería quedar, no sabía a cuál rescatar. Las otras 2 se parecían a amores que había tenido en el pasado y ésta 3 se parecía físicamente a una mujer que siempre observaba en el bar pero sicológicamente a una mujer opuesta a la suya. Aventurera, desleal, interesante, trabajadora. Al final decidió no elegirse por ninguna y la resolución de su novela fue que la Africana tiene un hijo y queda para el lector pensar si deja o no a las otras dos. A su mujer le encantó el cambio de poner una tercera mujer y cuando él le contaba cómo era o las cosas que hacía se le iluminaban los ojos. El fin de la novela fue un poco abrupto ya que todo lo que hicieran la mujer y Marcelo le encantaba a su mujer. Pensó en quemarla pero después reacciono q el personaje estaba dentro suyo. Pensaba, ahora que me huele pensará que así huele Marcelo. Ella solía olerle mucho las manos.
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Federico Valfré
fuealos16@gmail.com
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