Me gusta imaginarte
caminar sin reloj
en la imponente soledad del campo
a la hora de la magia
cuando el día
cambiando su caliente ropaje
masculino
se convierte en mujer
toda llena de oscuridad y brillo.
Me gusta sospechar
tus ojos asombrados
al escuchar
reconociendo, que silba una perdiz
y se echa a volar
como cuando eras niño.