Introducción "Universalismo Constructivo"

por Joaquín Torres García

 

Ya antes de la actual crisis que está desarticulando el mundo y en la que podrían hundirse para siglos los más altos valores humanos, el arte, con manifiesta evidencia, dio señales de caducidad y desorientación Aguja sensibilísima, marcó una depresión notable, pues a la afanosa rebusca que tuvo que durar casi medio siglo, y que culminó con el auge de valores de suprema calidad sucedió la explotación de los mismos, y ya con propósito más bien mercantilista que de fiel devoción por una de las más nobles vocaciones. Y a esto debe añadirse como lógica consecuencia la germinación de las peores simientes, como en terreno inculto.

En medio de ese anárquico y bajo estado de cosas debemos decir, para sosiego y plena satisfacción de nuestra conciencia, que ni por un solo instante abandonamos nuestra posición de trabajadores infatigables por la verdad y el arte, ni falló nuestra fe en los valores absolutos que fueron siempre nuestro norte para el arte y la vida, y ni aún ante la carencia de medios, casi total, desmayamos, y menos que eso todavía, cedimos a las diversas presiones que se ejercieron sobre nosotros. Por encima de todo eso y por en medio de todo eso, no cesamos un punto en la prédica ni en el trabajo de creación ni tampoco en la enseñanza, teórica y práctica, de nuestro norte. Y hoy, después de tan largo recorrido, aun estamos en lo mismo.

En ese gran lapso, hemos visto en torno nuestro derrumbarse cosas que soberbiamente parecían inconmovibles, y aun, ahora mismo, asistimos a ese trágico espectáculo, y vemos, hoy del modo más palpable, que sólo la verdad permanece. En ella, pues, y más tenazmente que nunca, nos afirmamos.

La similitud de nuestras teorías, basadas sobre todo en la humana tradición de todos los siglos, y que generó las más grandes culturas, tuvo al fin que hallar su cauce apropiado en la tradición autóctona de este hemisferio, y que, por tal razón, quisimos hacer nuestra. Pues fue para nosotros un hecho cierto, que si el camino de la salud estaba para todos en volver a reintegrarse a esa universal tradición -y el mundo a la deriva quería confirmarlo- viendo que en esa misma verdad estaban las grandes culturas indoamericanas, con ellas debíamos identificamos. Mucho antes de verificarse los diversos Congresos Internacionales, adoptarnos nosotros tal posición que pueden atestiguar múltiples escritos.

¿En qué podría consistir nuestra propia teoría, y qué relación podría tener con lo que fuese la esencia misma de esa milenaria tradición humana y por esto también la de las arcaicas culturas de América? Difícil me parece decirlo sin herir el concepto generalmente realista del hombre actual. Para él resultarán un estorbo tales conceptos que debemos emitir, pero piénsese que estamos tratando un problema de arte y que en tal campo esto puede sernos excusado o perdonado. Porque los artistas y los amantes del arte hoy debemos considerarnos queriendo ser más humanos que nunca -al margen de los demás.

Si queremos estar en lo abstracto es porque hemos trascendido ¿hemos querido trascender la esfera de lo relativo. Por encima de lo histórico hemos querido afirmamos en una realidad eterna, invariable, que nos sirviese de norma para todo. Y entonces una ley única se destaca. Ley que puede correrse en cualquier sentido y que puede estar en vigencia en cualquier tiempo y lugar.

Y bien; sólo tal verdad o tal regla única, sin menoscabo de la personalidad del artista ni del matiz propio de cada tierra, puede unificar el futuro arte de América. Arte que debe crearse de la base a la cima, pues no debe contar lo realizado hasta hoy, fruto de nuestro aprendizaje en Europa, y por esto su reflejo.

Si en tal santa cruzada de unificación hemos puesto todo nuestro esfuerzo durante estos últimos ocho años, estudiando y realizando a la vez, y también por todos los medios a nuestro alcance, difundido tal idea, justo debiera ser ahora que se tomase en consideración ese esfuerzo, aunado a otros tales en otros planos, pero en la misma dirección, y que se le prestase apoyo moral y material, creemos en beneficio de todos. Pues que sepamos y en tal sentido ésta es la única voz que hasta el presente se ha levantado para de una vez por todas, se quiera partir de lo propio y como deba ser, y no de cualquier manera.

Como trabajo preliminar y antes de entrar en la exposición de la teoría general constructiva y de su vinculación con la tradición arcaica de América, se estudió previamente la Prehistoria y el Arte de la Antigüedad, Medio Evo, y Renacimiento, para pasar luego a las escuelas modernas. Como desemboque lógico del último periodo renacentista integrado por los venecianos y españoles del siglo de oro de la Pintura, se estudió detenidamente el Impresionismo y Post-Impresionismo hasta Cézanne. A partir de éste y ya en un verdadero periodo revolucionario, el Cubismo; finalmente, en plena decadencia y desorientación, el Sobrerrealismo.

Tal extenso y profundo estudio del arte y de las ideas y medios en que se desenvolvió según los tiempos, nos permitió fijar un criterio de suma importancia: que si había un arte de orden universal que resumía los conceptos más altos de cada pueblo, y que por esto podía denominarse arte de la humanidad -pues en efecto, tal arte pareció siempre apoyarse en la tradición de una profunda ciencia, que a través de ellos perduró siempre a partir del Renacimiento, apoyándose el arte más bien sobre el sentir individual y racial, dio rienda suelta a estos sentimientos particulares cuyo resultado fue el naturalismo. Y así nació la Pintura. Con esto se dice, un nuevo arte que, por basarse en lo real antes que en la imagen mental, quiso apoyarse en la imagen visual, y por esto introdujo la luz y la profundidad atmosférica, que es como decir que dotó a la pintura de una tercera dimensión. En la marcha del tiempo, pues, y a partir de cierta época, tenemos que considerar a este nuevo arte: la Pintura. Este criterio que creemos haber fijado nosotros por primera vez, facilitó el trabajo de hallar de nuevo, a través de ese arte anecdótico y particularista, de expresión siempre individual, la base, estructura y reglas universales del arte grande, monumental de las épocas antiguas entre las cuales debe contarse la de los pueblos prehistóricos de toda América. Por esa vía, pues, hemos llegado a ese fundamento.

Pues bien, la exposición de esta Regla Universal de Arte, y con fin no sólo de llegar a tal unificación, sino además de fijar un criterio y una orientación para el arte de América, ha sido el objeto de nuestros estudios durante estos últimos años. Diéronse a dicho objeto alrededor de seiscientas conferencias, en las cuales todos estos problema fueron cuidadosamente tratados, formando un conjunto de materias que tienen que ser de primordial importancia para los artistas. Reunir todo ese material en un solo volumen es la aspiración nuestra, pues sólo por medio de su difusión se podrá llegar a la meta de nuestro anhelo, que no es otro que el de que toda América posea al fin un arte de calidad que pueda llamar suyo, libre ya de influencias extranjeras, y que por él se sienta en verdad ser de un mundo nuevo.

Sobrepasa esta aspiración, como puede verse, al mero intercambio de valores culturales y de arte entre las diversas naciones de América. Va más allá de ese plausible acercamiento o vinculación en la actividad espiritual de estos pueblos, pues tiende a la creación de una nueva cultura; mejor, una nueva era en la cultura universal en este despertar o resurgimiento del espíritu en esta parte del mundo. Es decir, lo que todos esperan que se produzca entre nosotros y que tendría que ser no sólo el contrapeso del derrumbe en otras latitudes, sino además, la orientación para el futuro del Arte.
Como podrá verse luego, a través de estas lecciones se desarrolla un pensamiento único: estructura.

Entendiendo que "Arte" es saber hacer con las reglas, ha debido considerarse ante todo este hecho en sí mismo, tratando de entrar, entonces, en su esencialidad, que tendrá que ser siempre construir de acuerdo con la ley de unidad. Y tal ley, que todo lo rige, tiene que llevarnos fatalmente a un concepto de universo. Por eso la idea de estructura, tal como aquí quiere entenderse; abarca el orden completo.

Por esto que acaba de decirse, se comprenderá fácilmente que cualquier cuestión que se trate, por ser vista desde ese ángulo, tendrá que ser considerada de una manera especial. Si se trata, por ejemplo, de un problema moral o social, revestirá un aspecto particular que no será ya el usual. Lo mismo sería al hablar de la prehistoria o del arte medieval o del arte moderno. Y lo mismo cualquier cuestión de orden técnico. Por tal razón, las clasificaciones habituales por materias, la sucesión lógica en vista del desarrollo de una serie de temas determinados, el acumulamiento de nociones sobre un objeto dado, en sentido ilustrativo, no reza con nada de lo que aquí se pretende poner de manifiesto. Pues sea cual fuere el objeto, se tratará siempre de lo mismo: de esa armonía total. Así, pues, la ordenación de este libro tendrá que diferir de la de otros, sean de estética, de arqueología o de técnica de arte, pues todo, aquí, tiene otro objeto: ir derechamente a su esencialidad, a su íntima estructura. Y siendo éste el primordial objeto en cada estudio, la contigüidad de lo más opuesto no tiene ya que parecer algo ilógico. De estructura y de universalidad -los dos pilares sobre lo que todo quiere apoyarse-, tanto los hallaremos hablando de un dolmen o de un templo como de un soneto o de una pintura, y lo mismo si se trata de un problema religioso o de arquitectura. Pues a través de todas esas cosas sólo se quiere llegar a esa esencialidad universal, donde se evidencia que la Regla Constructiva y el Universo se identifican.

Carlos Real de Azúa
Antología del ensayo uruguayo contemporáneo Tomo I
Publicaciones de la Universidad de la República

escaneado en el año 2002

Editado por el editor de Letras Uruguay

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