Contabas en ellas sobre un nido de milagros,
esperando el estallido de la primavera.
Las mías eran solo historias de un celeste mundo infantil.
Domingos de apagones interminables,
y campanadas que llamaban a una misa sin sentido.
Cruzaba el aire la incertidumbre, que ensombrecía mi corazón,
y la soledad se apoderaba de mis noches.
Quería que en ese vuelo de intercambio,
tus pasos se acercaran y me contagiaras de esas ilusiones,
pero el otoño solo me traía una desazón desconocida,y
un sol apagado se robaba mi juventud.
Hasta que llegó el día en que las cartas se juntaron,
las mías fueron alimento de hoguera.
Las tuyas... las tuyas son, serán un dorado tesoro,
hasta que mis ojos no puedan leerlas más.
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