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Pragmatismo y Pragmática: genealogía de una formación discursiva
Ruben Tani y María Gracia Núñez
margranu@gmail.com

 
 
 

Sumario

En este trabajo se analizan ciertos conceptos de Ch. S. Peirce (1839-1914) que postulan y representan algunas características generales del Pragmatismo, según los cuales el lenguaje puede ser interpretado como una forma de acción simbólica o semiótica en la que los actos de habla contextualizados expresan las intenciones de los hablantes y sus aspectos cognitivos, volitivos y emotivos, y que además, concibe el significado como parte de un proceso de comprensión comunitaria. Estas nociones también son relevantes en las obras de Malinowski, Austin y Vaz Ferreira, autores que retoman dichas ideas. Así, por ejemplo, desde el punto de vista de la acción, se puede señalar que los conceptos de ‘falacia realista’ de Malinowski y de ‘falacia descriptiva’ de Austin (y en Vaz Ferreira) refieren a que no se puede evaluar formalmente el significado sólo en términos de valores de verdad o falsedad, ya que lenguaje entendido como proceso, expresa aspectos cognitivos, afectivos y volitivos.

Si adoptamos, según Foucault, un punto de vista “arqueológico”, diríamos que el Pragmatismo es una “formación discursiva”, cuyas “estrategias” subyacen a las divisiones en áreas de estudio, corrientes y disciplinas y presenta una continuidad, no siempre reconocida, que se hace evidente en las relaciones que surgen al examinar ciertos textos clásicos y actuales. Charles Morris opinaba que el término pragmática tiene relación con el Pragmatismo, y nuestra intención es destacar que el Pragmatismo de Peirce integra algunos conceptos estudiados por la pragmática. Las divisiones de la Lógica que Peirce distinguía entre Lógica crítica, Gramática especulativa y Retórica especulativa en los Collected Papers, (CP 2.93), Morris las transforma en Semántica, Sintaxis y Pragmática. La consideración de esta transformación ha sido abordada por Rochberg-Halton y McMurtrey (1983:139), Deledalle (1996:153) y Dascal (1999:22).

I. Introducción

El pragmatismo es una tradición filosófica que tiene sus raíces en la obra de los pragmatistas clásicos: Peirce, James, Dewey, Royce, Lewis y Mead. Ha sido estudiado y cobra un nuevo auge con Quine, Putnam, Rorty, Apel y Habermas. Surge en Estados Unidos de Norteamérica a partir de dos artículos de Charles Sanders Peirce -1877 y 1878-, quien realiza un desarrollo del pensamiento de Kant, Duns Scoto, Hegel y Darwin.

En Europa a comienzos del siglo XX el pragmatismo se conocía por la obra de William James y de F.C.S. Schiller, en tanto la obra de Ch. S. Peirce y J. Dewey no se había difundido aún. Schiller concuerda con la postura realista de Peirce y Dewey contraria al nominalismo sin atribuir verdad metafísica a ninguna ley. Afirma, antes que Wittgenstein, que el significado de una regla reside en su aplicación. (Ver Nubiola, 1995).

La obra de Peirce se empieza a conocer a partir de la antología de 1923 editada por M. Cohen: Chance, love and logic fue acogida con interés por el lógico F. Ramsey, discípulo de F.S.C Schiller. Ramsey realiza una reseña en Mind en 1924 sobre The meaning of meaning de C. K. Ogden y I. A. Richards, resaltando el apéndice que trata sobre Peirce. Wittgenstein conoció a Peirce a través de las conversaciones que sostuvo con Ramsey en Cambridge entre 1929 y 1930. (Deledalle, 1996: 20 y 164). En The meaning of meaning se da a conocer el artículo de B. Malinowski, "El problema del significado en las lenguas primitivas" como Suplemento I.

Se puede, según Rescher, considerar que Peirce, Dewey y C.I. Lewis expresan una forma de pragmatismo objetivo y pluralista, en tanto que James, F.S.C. Schiller y Rorty son exponentes de un pragmatismo subjetivo y pluralista. Para los objetivistas, el razonamiento mediante el hábito inteligente fija la creencia acerca de la validez de las hipótesis formuladas considerando sus consecuencias prácticas. El pragmatismo subjetivista, aunque comparte la relación de la hipótesis con la experiencia, llega a conclusiones relativistas.

Luego de la prevalencia del neopositivismo lógico así como de la filosofía analítica, a partir de los años '70 dentro del campo de la filosofía surge el "neopragmatismo" de Richard Rorty y de Nicholas Rescher (Rorty, 1996, Introducción). Al mismo tiempo, la obra de Peirce, quien relacionó pragmatismo y semiótica, se vuelve objeto de interés en el campo de los estudios sobre Semiótica generándose una vasta investigación interdisciplinaria, al punto que actualmente la bibliografía de trabajos sobre aspectos de la obra de Peirce es inmensa. Los conceptos filosóficos, metafísicos y epistemológicos característicos del pragmatismo de Peirce tienen que ver con la "realidad" de la mente, el pluralismo, la generalidad de los términos y la relación del pensamiento con la acción. En su opinión, el pensamiento sólo se puede realizar mediante las inferencias que realiza en un proceso cuasi-infinito de signos. En su faneroscopía o fenomenología no hay intuiciones a priori de los fenómenos y tampoco fenómenos y noúmenos. El sujeto, antes solipsista con Descartes y trascendental con Kant, se transforma en un sujeto que realiza inferencias (deducción, inducción y abducción) mediante signos y, por esta razón, Peirce considera a la teoría del conocimiento como una rama de la semiótica. Para Peirce "cognoscibilidad" en su sentido más amplio y "ser" son términos sinónimos. (CP 5.257). (Vallejos 1999). En este sentido, la teoría de la acción que sugiere el pragmatismo -para conocer el significado de una proposición o teoría se debe considerar en un proceso las consecuencias prácticas que puede resultar de la verdad de la proposición o teoría- tiene una semejanza con la Tesis 2 sobre Feuerbach de Marx, fundador de una versión política de la teoría de la acción como praxis. (Delledale, 1996:67 y ss.). Dicha teoría relaciona las hipótesis que realiza un sujeto o una mente, los signos y la acción, siempre en un proceso de transformación continuo.

II. Algunas características del pragmatismo de Peirce

A partir de los términos kantianos praktisch y pragmatisch Peirce explica por qué elige el segundo término que se refiere a propósitos humanos definidos. (CP 5.412). El pragmatismo de Peirce se destaca, en primer lugar, por su crítica al cartesianismo y al dualismo sujeto-objeto, ya que la intuición y la evidencia que de ella se deriva no es condición suficiente para que el sujeto pueda elaborar hipótesis acerca del mundo. La relación sujeto-objeto está mediada por signos y conocimientos previos basados en hipótesis, sin que esto signifique un retorno a un origen incondicionado trascendental o teológico. (CP 5.262-263).

En segundo lugar, la relación del individuo con la comunidad que plantea Peirce procede de las críticas a Descartes: todo el conocimiento del mundo interno se deriva por hipótesis realizadas en el mundo externo, todo conocimiento es determinado por conocimientos anteriores. Así, no podemos pensar sin signos y lo incognoscible es impensable. (CP 5.265). La relación del intérprete -quien realiza hipótesis- respecto al mundo es posible, especialmente, a través de signos dinámicos relacionados con el objeto dinámico y el interpretante dinámico [1]. El intérprete pertenece a una comunidad determinada, ya que individualmente no puede esperar alcanzar la filosofía última que persigue, por lo tanto, sólo puede procurarla en y para la comunidad de filósofos (5.265) Así, expresa:

Finally, as what anything really is, is what finally come to be known to be in the ideal state of complete information, so that reality depends on the ultimate decisión of the community; so thought is what it si, only by virtue of its addressing a future thought which is in its value as thought identical with it, thoug more developed. In this way, the existence of thought now depends on what is to be hereafter; so that it has only a potential existence, dependent on the future thought of the community. (CP 5:316).

Por esto, contra el método de la autoridad y el de la tenacidad, Peirce adopta el método científico, en el sentido que es público e institucional; ya que considera la relación del individuo con otros, en determinadas circunstancias sociales, y por esto, caracteriza el pragmatismo de Peirce, su doctrina semiótica de las categorías que distingue cualidades o 'primeridades', relaciones o 'secundidades' e interpretaciones o 'terceridades'. Dicha distinción involucra cogniciones, sentimientos y voliciones.

En tercer lugar, existe un vínculo entre los aspectos cognitivos y los sentimientos con relación al conocimiento subyacente a estos aspectos del proceso semiótico: nociones, sentimientos y esfuerzos, teniendo en cuenta que el elemento volitivo en la interpretación tiene que ver con el interpretante dinámico. El elemento emotivo, el hábito y la voluntad son fundamentales para comprender el concepto de "acción" simbólica y tienen relación con el concepto de obsistencia o resistencia (CP. 2.89), ya que el significado de todo signo consiste en una idea de sentimiento o en una idea de actuar y ser actuado. (CP 5.7).

Considerando que los signos representan conocimientos y valores, Peirce distingue: 1) el bien estético tiene que ver con la cualidades del sentir integradas en la expresividad del signo, 2) el bien moral tiene que ver con acciones con respecto a fines y con la veracidad del signo y, 3) el bien lógico tiene que ver con la verdad expresada por el signo (CP 5.140, 141,142). Cabe señalar la similitud de esta distinción con la desarrollada por Habermas. (Habermas 1999:415).

La cuarta característica tiene que ver con la doctrina falibilista -que no supone una postura escéptica- propone que para vencer la duda se necesita fijar una creencia activa mediante una inferencia a partir de los datos del mundo externo. Un juicio es un acto de conciencia acompañado de una creencia, que es un hábito inteligente que nos permite actuar cuando se presenta determinada ocasión. La hipótesis se desarrolla in the long run en un proceso que implica virtualidad o futuro. (CP. 2.435, 2.293). Se trata de un proceso simbólico que transforma los estados subjetivos en procesos semiósicos sociales que pre-existen al sujeto. (CP. 7.558). Por esta razón, un individuo no crea, por ejemplo, el símbolo 'estrella' (hablado o escrito) porque este símbolo es un producto social y comunitario. Esta palabra es un universal, pero, a diferencia de Occam, Peirce considera que no es meramente un término particular aplicable a cosas individuales porque es re-utilizable en forma sucesiva. (CP 2.301, 2.293).

En este sentido, no considera la existencia de una racionalidad última ni las realidades sustantivas o noumenales kantianas y propone que el conocimiento se genera realizando hipótesis e inferencias acerca del significado y la verdad de las proposiciones reguladas en una comunidad científica. El pragmatismo de Peirce sugiere que la realidad es plural y discontinua, en tanto que las inferencias son falibles y proyectadas en el futuro. El pensamiento y la semiosis simbólica es un proceso continuo que acepta la novedad y el azar. (Nubiola 2001). Por eso resulta interesante estudiar el alcance que tienen las expresiones: Cuasi-Mente, Cuasi-elocutor, Cuasi-intérprete y variedades de pensamiento no-humano (ver CP 4.551), con las consecuencias de la tarea de de-construcción propuesta por Derrida.[2],

De este modo, el significado de una proposición se verifica en un proceso que implica una actividad simbólica -un esfuerzo o una voluntad- en la que los índices determinan cuáles son las circunstancias u ocasiones apropiadas. En cuanto a la anticipación de los conceptos centrales de la pragmática posterior, llegó a formular un esbozo de concepto de acto de habla así como la distinción entre el hábito inteligente o conocimiento de las reglas de un sistema de signos y el conocimiento o experiencia colateral o conocimiento del mundo.

III. El acto de habla y el contexto

El pragmatismo de Peirce se dirige a propósitos humanos definidos, propios de la relación del pensamiento con la acción, esto es, del vínculo que existe entre un sujeto y otros sujetos en determinadas circunstancias sociales. La relación sujeto-objeto está mediada por signos y por conocimientos previos. Esos signos son compartidos por una comunidad determinada y están mediados por cogniciones, sentimientos y voliciones. En este sentido, el elemento emotivo, el hábito y la voluntad son decisivos para comprender el concepto de "acción", en tanto que el significado de los signos consiste en una idea de sentimiento o en una idea de actuar y ser actuado. No es posible pensar sin signos: el intérprete se relaciona con el mundo a través de signos dinámicos que están vinculados al objeto dinámico y al interpretante dinámico. Así, los procesos mentales, en los que se acepta la novedad y el azar, corresponden a procesos semiósicos de carácter social donde la expresividad, la veracidad y la verdad son valores atribuidos a los signos. De modo que las inferencias son susceptibles de ser falibles y de ser proyectadas en el futuro, donde el significado de una proposición se verifica en un proceso que supone una actividad simbólica en la que los índices determinan cuáles son las circunstancias apropiadas. Los índices son los signos, verbales o no verbales, que señalan el universo de discurso al que se refieren un emisor y un oyente, esto es, tanto el contexto de la oralidad dialógica (cara-a-cara) como el mundo real, la ficción literaria o lógica. Asimismo, el concepto de acto de habla es objeto de atención por parte de Peirce, quien lo circunscribe a un contexto, es decir, a una comunidad de intérpretes en la que se distingue determinada noción de verdad, intencionalidad e institucionalidad. Un acto de habla asertivo conlleva determinadas circunstancias públicas de interacción social; es, tal como Austin lo denominará, una actividad ilocucionaria en la que se presentan integrados aspectos cognitivos y volitivos. Según Peirce, un juramento o una aserción supone un acto con efectos y consecuencias prácticas en el que intervienen dos individuos pertenecientes a una comunidad de intérpretes, es decir, un acto social que hace pasible al individuo de posibles sanciones sociales, morales o jurídicas. Peirce distingue el acto, el significado, el sentido y la referencia, categorías a las que aludirán más tarde Austin y Searle; también distingue el acto, el símbolo y la voluntad que lo expresa. Así, cuando un emisor realiza una aserción, tiene lugar una acción pública que conlleva la voluntad manifiesta de persuadir al receptor. En dicha acción los signos son indicadores de una intención que debe interpretar el oyente para comprender las circunstancias a las cuales se refiere el emisor.

1. El acto de habla

En 1908, cuando Peirce expone la relación entre el juicio y la aserción, también está planteando que un acto de habla asertivo se relaciona con un efecto elocutivo y un efecto perlocutivo, en coincidencia con su punto de vista pragmático. La comunicación de creencias a través de la expresión de una proposición en una ocasión determinada tiene que ver con la comunidad de intérpretes que buscan la verdad bajo el impulso de la "Investigative Intelligence" (CP 2.333) (ver Tani 1987:95).

La precisión de su definición pragmática resulta notable y revela que Peirce distinguía no solamente las consecuencias éticas sino también la definición de acto de habla asertivo[3]:

If a man desires to assert anything very solemnly, he takes such steps as will enable him to go before a magistrate or notary and takes a binding oath to it. Taking an oath is not mainly an event of the nature of setting forth, Vorstellung, or representation. It is not mere saying, but is doing. The law, I believe, calls it an act. (CP 5.546) (Negritas de Peirce).

Para complementar esta afirmación examinaremos otros textos relacionados con este tema (ver Brock, 1981) analizando el modo en que Peirce define la emisión de una proposición cuya aserción se relaciona con la verdad y ciertas consecuencias como una actividad lingüística que asume una intencionalidad que supone el esfuerzo "to make believe": "For clearly, every assertion involves an effort to make the intended interpreter believe what is asserted, to which end a reason for believing is must be furnished" (CP 5.546).

Peirce destaca que el concepto de aserción se presenta como un acto cuya legalidad institucional se realiza en ciertas circunstancias públicas e implica la interacción a través de actos de habla que relacionan al individuo en el diálogo social. En otras palabras, esta acción verbal refiere a una "Intentional Pragmatics". (Ver Brock 1981:325). En este sentido, el pragmatismo de Peirce anticipa el concepto de actividad ilocucionaria tal y como fue luego elaborado por Austin.

La actividad que supone el proceso de la acción verbal no se refiere solamente a sus aspectos cognitivos sino que también integra el esfuerzo de la voluntad. Podemos decir que la noción de "fuerza" ilocucionaria de Austin (1986:100) tendría en Peirce una más amplia descripción a través de la noción de esfuerzo relacionada con los conceptos de obsistencia y transacción, correspondientes respectivamente a las categorías de Secundidad y Terceridad. (CP 2.89). Los elementos que Peirce distingue son: 1) el concepto de acto asertivo (2.315), 2) el concepto de aserción genuina (5.546) que se relaciona con la felicidad del acto de habla sincero y con el acto asertivo no defectivo de Searle; y 3) la diferencia entre un acto de habla genuino y las frases convencionales que no implican consecuencias para el hablante. Austin considera que las frases convencionales no son performativos (Austin 1986:80 y 81) porque deben expresar algún sentimiento. Malinowski considera que estas expresiones son propias del uso o la función fática ('comunión fática'); Peirce entiende que estas oraciones son actos significativos: "Nobody takes any positive stock in those conventional utterances, such as "I am perfectly delighted to see you, upon whose falsehood no punishment at all is visited". (5.546).

Podríamos resumir estos conceptos expuestos del siguiente modo:

a) un juramento no es solamente el vehículo de un concepto, a modo de representación, también implica la realización de un acto que tiene efectos y consecuencias prácticas (5.547),

b) una aserción de un juicio implica la idea de un acto genuino simultáneo en conformidad con la pragmática de los actos intencionales, actos en los que decir es hacer,

c) una aserción, como acto de habla, supone por lo menos dos individuos y una comunidad de intérpretes, aunque Peirce considera que el procedimiento también se aplica a la meditación individual o "inner dialogue" (5.547).
Afirma:

 

"That is the first point of this argument; namely that the judgement, which is the sole vehicle in which a concept can be conveyed to a person’s cognizance or acquaintance, is not a purely representitious event, but involves an act, an exertion of energy, and is liable to lead to real consequences of effects" (5.547)

 

2. Aserción, juicio y contenido proposicional

Peirce realiza una distinción específica entre aserción y juicio como elementos del acto de habla estableciendo la relación entre un mundo de actividades, uno interior y otro exterior (inner y outer world, 2.315). Afirma que un juicio es un acto mental que busca una verdad proposicional en el mundo interior, en tanto que la aserción tiene la función semiótica de afectar a otros individuos.

Su criterio demarca la diferencia que existe entre el juicio, un acto mediante el cual el individuo se convence de la verdad (truth inner self-impressing) y la aserción como acto social que hace pasible al individuo de posibles sanciones sociales, morales o jurídicas (2.315). Esta distinción analítica se debe a que considera que las proposiciones son signos y que pueden ser juzgadas virtualmente aunque no siempre sean pasibles de aserción o asentimiento. Para aclarar la relación entre la aserción y la proposición en el acto de juzgar, Peirce plantea la siguiente pregunta: "Which is the matter upon which the act of judging is exercised?" (2.252). Responde que un símbolo proposicional (legal index) no precisa ser necesariamente expresado para que tenga significado[4]. El acto mental se articula mediante proposiciones tales como dicisigns, incluyendo a Dicent symbols y Dicent indexical legisigns que son el contenido lógico, la logical matter del juicio cuyo significado semántico es verdadero si se expresa mediante un Dicent indexical legisign.

Antes de continuar con el análisis debemos realizar dos aclaraciones. En primer lugar, cabe señalar que los índices son los signos, verbales o no verbales, cuya relación con el objeto dinámico y el interpretante dinámico representan la característica relevante del pragmatismo (y de la pragmática) de Peirce porque son los signos que se contextualizan en difeferentes ocasiones. (2.248) En segundo término, cuando Peirce se refiere a la mente, acto mental o modo de pensar no se refiere a una entidad cartesiana o platónica sino que a un signo. En una nota a pie de página afirma que la mente es una función proposicional de un universo de categorías (lo más amplio posible) de modo que sus valores son los significados de todos los signos cuyos efectos reales se encuentran en una interconexión efectiva. (CP 4.550). Es posible reflexionar sobre el concepto de juicio aclarando que Peirce distingue entre un acto asertivo y su contenido proposicional: "For an act of assertion suposses that, a proposition being formulated, a person performs an act which renders him liable to the penalities of the social law (or the moral law)" (Ver 2.315; 2.252 y 5.546) (Negritas nuestras).

En la expresión: "Tulio tiene una verruga en la nariz", que es una proposición con significado, sea falsa o verdadera, sea afirmada o asentida o no, se destacan el acto, el significado, el sentido y la referencia tal y como los distinguirán Austin (1986:100) y Searle (1985:31). A estos elementos se suma la noción de illocutionary force que Austin diferencia del significado de una expresión (1986:100). Peirce afirma: "A proposition asserts something. That assertion is performed by the symbol which stands for the act of consciousness" y agrega que aquello que equivale a la aserción y que parece tan diferente de otros tipos de significación es su carácter volitivo. (2.436) (itálicas de Peirce). En esta cita de Peirce distingue: i) que un juicio es un acto, ii) que un símbolo expresa el acto y, iii) que una proposición es un símbolo que expresa una aserción, una voluntad.

Peirce diferencia la proposición como símbolo, el carácter volitivo del acto de aserción y la 'fuerza' ilocucionaria. Establece una diferencia entre emisión realizativa o una convencional -performative utterance- y el significado de una sentence. Según Peirce, el emisor de una aserción da evidencia de una creencia que comunica a un oyente, y esta trans-suasión se expresa a través de un índice o un precepto que describe cómo debe actuar el oyente para comprender las circunstancias a las que refiere la aserción. (2.336). La emisión de ésta supone una acción pública que denota una conducta o hábito para persuadir a un oyente (2.315, 2.334), lo que está estrechamente relacionado con la realización del juicio, acto de conciencia en el cual reconocemos la creencia como un hábito inteligente. (2.435). (Ver Nesher 1982:86-87).

Es posible analizar los signos que pueden conformar una proposición según la semiótica de Peirce. En primer lugar, un signo dicente o 'fema' equivale a oraciones interrogativas, imperativas o declarativas, oraciones que ejercen un efecto compulsivo en el intérprete. (4.538). Peirce no se refiere solamente a oraciones declarativas, posición que se puede comparar con la clasificación de Searle (1985:31). Las oraciones en indicativo o declarativas como las llama Peirce pueden expresar aserciones dudosas, interrogaciones o imperativas. (2.291 y 4.538).

En segundo lugar, una proposición o símbolo dicente es el contenido del acto de conciencia (2.436), esto es, un acto voluntario que intenta afirmar o modificar una creencia (2.435). Una proposición es un símbolo legal informativo (2.315, 2.357) que incluye índices e íconos (2.306). Por esta razón no debe sorprender que la semiótica de Peirce considere, además de las proposiciones expresadas por los ‘signos arbitrarios’ de la lingüística de Saussure, otros tipos de oraciones no verbales, de un modo semejante a lo que propone Foucault respecto al enunciado. (Foucault 1985:82). De este modo, un dicisign (2.271), signo dicente, proposición o ‘fema’ son símbolos, a veces ejemplificados mediante un deíctico, un brazo que señala, una flecha, una veleta o el retrato de un hombre con su nombre debajo. En este último ejemplo, se trata de una proposición, aunque su sintaxis no sea verbal. (2.320).

En tercer lugar, los índices son también importantes en relación a los universos de discurso. Una ficción o expresión artística no es arbitraria; es un tipo cualitativo estético general (1.383) y, si en ella se expresa que ‘Hamlet estaba loco’, de algún modo se refiere a la locura que acontece en el mundo real (2.337). Así, el universo de la ficción resulta difícil de diferenciar del mundo real por una simple descripción. Por esta razón, sólo se puede distinguir el mundo real del universo de la ficción si se realizan aserciones en las cuales los índices (tonos de voz o miradas) permitan señalar a qué clase de mundo se refieren los hablantes. Cuando nos referimos a proposiciones lógicas analíticas tales como ‘Todos los triángulos tienen tres lados’ o ‘Todos los hombres son mortales’ debemos indicar que pertenecen al mundo de las ficciones lógicas para que sean así interpretadas. (2.337).

3. El contexto

En todo acto de aserción se distinguen un emisor y un oyente aunque el segundo pueda estar no inmediatamente presente o, como en el caso que menciona Peirce, respecto al diálogo interior en el cual el oyente se ‘identifica’ con el emisor y la aserción afecta al mismo emisor. Se trata de un proceso de persuasión que tiene que ver con su Retórica especulativa. (2.333, 2.334 y 5.546). En todos estos casos, una aserción presenta alguna evidencia en apoyo de una creencia y una réplica de un índice que debe llamar la atención del oyente respecto a determinada ocasión. (Ver Short 1982:294). Peirce presenta la idea de la relación intencional entre el emisor y el oyente con respecto a determinada ocasión del siguiente modo:

It is the circumstances under which the proposition is uttered or written which indicate that environmet as that which is referred to. But they do so not simply as an Index of the environment, but as evidence of an intentional relation of the speech to its object, which relation it could not have if were not intended for a sign (2.357).

Esta idea de la intencionalidad del signo, el concepto de ‘illocutionary effect’ de Searle (1985:47) supone el orden de las palabras, el acento, la entonación, la puntuación y el modo verbal. Al mismo tiempo, indica cómo la proposición debe ser comprendida y qué acto de habla está realizando el emisor. (Searle 1985:30). Así, en la semiótica de Peirce los signos son indicadores de una intención susceptible de ser interpretada por el oyente para comprender las circunstancias a las cuales se refiere el emisor, pueden ser rasgos paralingüísticos o bien no lingüísticos como una mirada o un gesto. (2.288). Los índices refieren a individuos o a un conjunto de objetos, son compulsivos y expresan relaciones de contigüidad:

It is requisite that there should be a kind of sign which shall act dynamically upon the hearer’s attention and direct it to a special object or occasion. Such a sign I call an Index. It is true that there may, instead of a simple sign of this kind, be a precept describing how the listener is to act in order to gain the occasion of experience to which the assertion relates (2.336).

Los índices señalan el universo de discurso al que se refieren un emisor y un oyente, esto es, tanto al contexto de la oralidad dialógica (cara-a-cara) o mundo real, como a la ficción literaria o a la ficción lógica. Peirce distingue entre el contexto de enunciación hic et nunc, oral o escrito, el universo de discurso y el conocimiento colateral. A diferencia de Austin, admite que aún con relación al contexto oral real puede existir una diferencia como en el ejemplo del mensaje en una botella (2.334) cuyo intérprete es ‘problemático’ o ‘cuasi-existente’. El universo de discurso de la ficción utiliza términos empleados en el mundo real. Así, ‘Hamlet era loco’ supone un conocimiento previo o una experiencia acerca de la locura en el mundo real. Por esto, afirma que todas las proposiciones ordinarias se refieren al universo real, en general al medio circundante más próximo. Si una persona grita ‘¡Hay un gran incendio!’ Suponemos que se está refiriendo a la vecindad y no al mundo ficticio de las Mil y una noches o al incendio de Roma. (2.357).

IV. La teoría pragmática de Malinowski

Según Malinowski, el lenguaje expresa una actividad social humana, actividad común a las culturas "primitivas" y las "civilizadas" que tiene carácter pragmático. Sus ideas sobre el contexto de situación, el lenguaje-en-acción y la comunión fática surgen a partir de la dificultad implícita ante el intento de traducir la lengua de los nativos alejada de los contextos culturales orales en los que se produce. Así, considera que toda lengua debe ser estudiada teniendo en cuenta su contexto y las producciones simbólicas en las que se inserta (mitos, canciones, leyendas, fórmulas rituales, etc.). El universo de cosas a ser expresadas cambia según las culturas y, por lo tanto, cabe analizarlas según las funciones y los usos propuestos de acuerdo al contexto de situación. De este modo, aprecia que la comunión fática se da en contextos tanto letrados como iletrados y tiene que ver con el hecho de atribuir una actitud mágica a las palabras: a través de ellas se ejerce influencia sobre personas, objetos o acciones. Malinowski parece anticipar las condiciones de felicidad de los actos de habla de Austin cuando se refiere a las condiciones que regulan las prácticas rituales exitosas, al sostener que la acción mágica va precedida por condiciones estrictas.

Se puede afirmar que ciertas apreciaciones de Malinowski sobre el contexto de situación, el lenguaje-en-acción y la comunión fática se anticipan a la tesis de Milman Parry (1928) sobre la epopeya griega mostrando que la Ilíada y la Odisea son básicamente orales, a las investigaciones de Luria sobre la cultura oral en Uzbekistán y Kirghizia en los años 1931-1932 y a las a las Conferencias de J. L. Austin de 1955.

De regreso a Inglaterra es invitado a participar con un artículo en el libro de C. Ogden y I. A. Richards El significado del significado de 1923. El trabajo de Malinowski se tituló "El problema del significado en las lenguas primitivas". Se refiere al momento en que, habiendo reunido una cantidad de materiales tales como fórmulas mágicas, ejemplos de folklore, fragmentos de conversación, narraciones y frases de los nativos de las islas Trobriand de Nueva Guinea, se propone organizarlas y se encuentra con los problemas del significado y de la traducción. Luego de consultar diversas gramáticas y vocabularios de Oceanía, arriba a la conclusión de que es difícil traducir la forma en que los nativos utilizan su lengua fuera de su contexto cultural. De allí surge la importancia del contexto de situación de la práctica lingüística, ya que no podemos aplicar el método de estudio de las lenguas clásicas a situaciones orales "de una cultura primitiva, en la cual nunca se practicó la escritura" (Malinowski, 1964:325). Malinowski se refiere a los límites de la filología y la gramática formuladas según la tradición de las lenguas clásicas y aún las modernas que, basadas en la escritura occidental, intentan interpretar las formas de comunicación social de culturas orales.

Según Malinowski estudiar las lenguas habladas y las escritas sin considerar el contexto es una ficción. En este sentido, el lenguaje es un modo de acción. Si bien se centra en las características de la lengua primitiva, sus consideraciones se aplican tanto a las lenguas primitivas como a las civilizadas.

Enfrentado a la tarea de traducción de lenguas habladas en comunidades orales tanto como occidentales, Malinowski adelanta el tema de la escritura, la memoria oral y la función expresiva del lenguaje. Aunque los primitivos carecen de escritura "han fijado textos en sus canciones, dichos, mitos, y leyendas, y lo que es más importante, en sus fórmulas rituales y mágicas". (Malinowski, 1964:331) (Itálicas nuestras). (Ver Cancel 1989:13 y 17).

Distingue básicamente cuatro usos: el práctico o lenguaje-en-acción, el fático o de cortesía, el narrativo relacionado con la memoria oral y el ritual relacionado con la magia, el rito y la moral. El lenguaje en acción se expresa cuando se realizan diversas actividades, por ejemplo, pescar o cazar.

El concepto de comunión fática es retomado por Jakobson en los años ’60. Malinowski menciona el uso no cognitivo del lenguaje y la intención de mantener el canal de comunicación para establecer lazos: "En tanto haya palabras para intercambiar, la comunión fática sitúa tanto al salvaje como al civilizado en la placentera atmósfera del intercambio cortés y social". (Malinowski, 1964:335).

En las narraciones es posible distinguir tres géneros de textos: el relato (kukwanebu), es decir, relatos fantásticos para entretener en determinadas épocas del año, el libwogwo en los que se distingue hazañas naufragios, gestas como testimonio de acontecimientos y el mito (liliu) en relación a los ritos, ceremonias y a la conservación de las reglas morales. En este sentido anota: "los indígenas distinguen perfectamente entre narraciones míticas e históricas...". (Malinowski, 1995:297). Malinowski sostiene que en estas actividades sociales, los “primitivos” representan de modo consciente un continuo proceso de actualización contextual del texto mítico a través del rito y la ceremonia.

El uso ritual del lenguaje tiene que ver con la actitud mágica hacia las palabras observada tanto en el salvaje como en el iletrado. La palabra da poder y a través de ella se ejerce influencia sobre personas, objetos o acciones. El significado de una palabra procede de la familiaridad, de la capacidad de usarla como conjuro como hace el hombre primitivo. La palabra actúa sobre una persona o cosa y este acto libera a la palabra. Malinowski sostiene: "Esto, en verdad, no es ni más ni menos que la esencia de la teoría sobre la cual reposa el uso de la magia verbal. Y encontramos que esta teoría se basa en experiencias psicológicas reales acerca de las formas primitivas del lenguaje". (Malinowski, 1964:343).

La "teoría pragmática" de Malinowski es procesual y, por lo tanto, considera que el lenguaje expresa una actividad social humana, actividad común a las culturas ‘primitivas y las ‘civilizadas’ y concluye que el lenguaje, como la escritura en nuestras culturas tiene un carácter esencialmente pragmático, aún si se lo considera como vehículo para transmitir literatura o ciencia. Malinowski observa que esta forma de comunicación es practicada por personas de determinados estratos sociales que operan de manera semejante a los nativos. (Malinowski, 1964:338 y 342).

Afirmando que las palabras deben ser estudiadas como símbolos se refiere al principio de la relatividad simbólica porque el universo de cosas a ser expresadas cambia según las culturas y, por tanto, cabe analizarlas según las funciones y los usos propuestos. En este sentido, renueva su crítica contra la visión formalista y estática del simbolismo llevada a cabo tanto por la filología como por la gramática, disciplinas mediadas por la escritura desarraigada de todo contexto de situación (Malinowski, 1964:324). De este modo, establece una diferencia entre lo que denomina una lingüística de las lenguas muertas y una de las lenguas vivas. Malinowski percibe la diferencia que existe entre un escrito realizado por un científico que realiza un corte teórico de un proceso mediante clasificaciones y categorías. Por eso expresa: "Ogden y Richards han puesto en descubierto ahora, de la manera más convincente, la extremada persistencia de la antigua falacia realista, según la cual una palabra certifica, o contiene, la realidad de su significado”. (Malinowski, 1964:358).

Su concepción, podríamos decir próxima al pragmatismo de Dewey, se evidencia cuando afirma: "El significado de la cosa se constituye mediante experiencias de sus usos activos, y no mediante la contemplación intelectual. /.../ Una palabra se usa cuando puede producir una acción y no para describirla". (Malinowski, 1964:342). Sugiere que debería reconocerse que la formulación del significado mediante la escritura es una práctica institucional específica de las culturas complejas que no puede ser tomado como pauta para estudiar el lenguaje y el simbolismo en nuestra cultura. Aún aquellos que utilizan el lenguaje científico practican y conocen otras variedades lingüísticas. Antes de comenzar a adquirir un vocabulario científico mediante el aprendizaje de un estilo de escritura, una persona ha aprendido el uso de palabras y construcciones "cuyo significado se ha formado en su mente de una manera totalmente diferente". (Malinowski, 1964:337).

Dentro del campo de los estudios antropológicos y sociales hay quienes sostienen que el funcionalismo de Malinowski es teóricamente débil, circular y simple. Sin embargo, pueden destacarse dos ideas de este antropólogo: una textualista y la otra performativa. Malinowski afirma: "Los personajes y seres que hallamos en los mitos son lo que parecen ser en la superficie y no símbolos de realidades ocultas". (Malinowski 1954:126). Esto último está emparentado con Foucault, quien emplea la metáfora superficie de los discursos y sostiene: "La arqueología no busca otro discurso más escondido (...) es la descripción sistemática de un discurso-objeto". (Foucault 1985:234-235).

Malinowski parece anticipar las condiciones de felicidad de los actos de habla de Austin (Austin 1986:14) cuando se refiere a las condiciones que regulan las prácticas rituales exitosas, al sostener que la acción mágica está precedida por condiciones estrictas: "...recuerdo exacto del encantamiento, correcta performance del rito, adhesión indeclinable a los tabúes. Si alguno de estos pasos es descuidado, la magia fracasa". (Malinowski, 1954:85).

V. Los 'usos del lenguaje' y los actos de habla según Austin

El papel asignado por Austin (1911-1960) a la investigación del ‘lenguaje ordinario’ no supone una mera investigación empírica que mezcla aspectos psicológicos y sociales. En realidad, el mérito de Austin reside en su visión del lenguaje como una actividad social cuyas diversas realizaciones merecen un análisis filosófico proponiendo una visión holística del lenguaje: "The total speech act in the total speech situation is the only actual phenomenon which, in the last resort, we are engaged in elucidating". (Austin, 1986:52 y 148). (Smith, 1990, 29-61) (Dascal 1999:30 y Rabossi 1999:53 y ss.), para un análisis reciente de la teoría de los actos de habla y su relación con la pragmática).

En la obra de Austin es posible reconocer algunos conceptos similares a los esbozados por Peirce, que forman parte integral del Pragmatismo como corriente e incluyen: (a) una visión del lenguaje como actividad social, (b) el concepto de acto de acto de habla (speech act) como un uso intencional del lenguaje no necesariamente cognitivo, (c) la noción de contexto o circunstancias apropiadas de enunciación y la noción de réplica y, (d) la consideración de la situación total de la realización de un acto de habla en que coexisten pensamientos, intenciones, sentimientos y pueden ser realizados en forma no verbal (gestos convencionales).

Sin embargo, debemos decir que Austin se limita a realizaciones en lenguaje oral, cuyas “condiciones necesarias” de felicidad o infelicidad exigen que las palabras adecuadas deben ser proferidas en las circunstancias por las personas adecuadas. Aunque analiza ejemplo de actos de habla “escritos” considera sólo su forma y no el soporte. Tanto un actor en escena como un cartel con un aviso, presentan un problema de la diferancia de la presencia o de distanciamiento (según Derrida y Ricoeur), ya que no está presente el emisor. Esto se debe a la división metodológica que realiza Austin, trata solamente los actos de habla realizados por personas del mundo “real” y no los realizados por personajes ficticios (literatura = escritura). Además, esto explica su crítica a los juegos del lenguaje de Wittgenstein y al uso figurado del lenguaje porque hace más “opaca” la comunicación y dificultan el “principio de sinceridad”.     

Cabe agregar que Austin, en las conferencias William James llevadas a cabo en Harvard en 1955, afirma en forma un tanto extraña, que deslinda todo parentesco con William James y el pragmatismo en general:

This doctrine is quite different from much that the pragmatist have said, to the effect that the true is what works, &c. The truth or falsity of a statement depends not merely on the meaning of words but on what act you were performing in what circumstances. (Austin, 1986: 145).

Entre las aportaciones más influyentes de Austin a la filosofía analítica contemporánea y a diferentes disciplinas sociales se destacan la noción de emisión performativa y la crítica del modelo lógico-formalista como clave para explicar el lenguaje ordinario. Estas nociones son desarrolladas en How to do things with words (1962), obra que recoge las conferencias mencionadas y donde sostiene que los filósofos han cometido una falacia descriptiva al suponer que la única ocupación interesante de una emisión lingüística es registrar un hecho o describir una situación con verdad o falsedad. Tradicionalmente los filósofos se han centrado en estudiar el lenguaje considerando básicamente los enunciados constatativos que 'describen' estados de cosas o hechos con relación a los valores de verdad o falsedad. Con esto se desconoce o reduce a otros tipos de oraciones usuales que no tienen la forma canónica de sujeto y predicado y que no describen estados de cosas. A estos últimos enunciados los denomina performativos. (Austin, 1986:3).

Según Austin se ha planteado una oposición entre los enunciados constatativos y los preformativos; considera la emisión constatativa sin tener en cuenta su posible carácter performativo y a la emisión performativa con abstracción de la dimensión de su correspondencia con los hechos. Esta oposición de casos extremos, según él, se debe al análisis de ejemplos del tipo ‘El gato está sobre la alfombra’ y ‘Pido disculpas’ en tanto expresiones emitidas sin ninguna intención concebible fuera de la situación de habla particular. En un primer momento, Austin trata de caracterizar un tipo de enunciados, que no carecen de sentido y que, sin embargo, no se puede considerar verdaderos o falsos. A las oraciones de esta clase y a las emisiones llevadas a cabo por medio de ellas las denominó realizativos o performativos y las contrastó con enunciados, descripciones, informes o, en general, constatativos. El término ‘performativo’ indica que al mismo tiempo que se emite una oración se realiza una acción y que esta acción no es una mera descripción o un mero decir algo. (Austin, 1986:6-7). El performativo o illocucionario es una locución que, por el simple hecho de ser pronunciada en ciertas condiciones, conlleva la realización de una acción. Austin afirma que es necesario que las circunstancias en las cuales se expresan las palabras sean las apropiadas. (Austin, 1986: 8).

Además de esta primer distinción, analiza tres tipos de actos que acontecen en un mismo acto de habla: a) acto locucionario: la emisión de una oración con un cierto significado (sentido y referencia), b) acto ilocucionario: la realización de una orden, promesa, etc., -al emitir una locución con una fuerza convencional que le confiere una expresión realizativa explícita; con los actos ilocutivos, el hablante realiza una acción diciendo algo, la función ilocutiva determina el modo de una locución empleada como afirmación, promesa, orden, confesión, etc.-, y c) acto perlocucionario: la producción de ciertos efectos sobre los sentimientos, pensamientos o acciones de la audiencia, tales como convencer, sorprender, asustar, desorientar, etc. Por medio de la ilocución, según las circunstancias de la emisión para intimidar, convencer, felicitar, etc., es decir, consiste en lograr ciertos efectos que producen ciertas consecuencias por el hecho de ejecutar este tipo de acción lingüística. (Austin, 1986:94 y ss.).

El acto ilocucionario es una formulación convencional y literal en el sentido de que podría hacérselo explícito mediante la fórmula realizativa y es universal en tanto se realiza en toda actividad verbal humana. No obstante, la definición lingüística de estos actos de habla básicos se atiene a condiciones de cumplimiento y son regidos por convenciones similares a las que rigen otras formas de comportamiento y de interacción en la respectiva sociedad. En este sentido, los ejemplos presentados por Austin como bautizar un barco o prestar juramento ante un juez son actos de habla institucionalmente ligados como lo sostiene Habermas. (Habermas, 1999:378).

Se podría decir que la clasificación semántica de los actos de habla realizada por Austin supone el reconocimiento de un grupo de expresiones que se realizan en determinadas circunstancias socialmente marcadas y cuya ‘fuerza’ parece que es inmanente al lenguaje. (Austin 1986:76). Bourdieu critica el intento de definición inmanente o puramente verbal del acto de habla que no tiene en cuenta los efectos de poder y los conflictos en el campo social. (Bourdieu, 1985:46 y 73).

Es cierto que Austin trata las expresiones declarativas no en su aspecto meramente formal debido a su exigencia metodológica de atenerse en todo momento a la situación total del habla, evitando la disociación de lenguaje y vida real. Se trata, según Austin, de examinar las palabras que se usan y las circunstancias, considerando que no solamente los significados importan sino también la realidad a la que nos referimos usando las palabras. Se puede considerar que distingue entre la situación total del habla y ciertos contextos especiales. La actitud adoptada por Austin para solucionar el problema de la verdad de ciertos enunciados presenta alternativas, formales o contextuales, según las cuales no tiene sentido preguntar acerca de la verdad de los enunciados declarativos (su forma), por ejemplo, aunque el enunciado: ‘Francia es hexagonal’ afirma un hecho, la cuestión de su veracidad depende si se usa en una reunión de científicos o en un texto escolar (el contexto). (Austin 1986:143).

Luego de establecer que un acto de habla se expresa en primera persona del modo indicativo, por ejemplo, ‘prometo’ expresa la realización de una promesa y no una mera descripción. Austin sugiere que la emisión de un acto de habla se realiza en determinadas condiciones: las personas adecuadas y las palabras adecuadas en ciertas circunstancias realizan un procedimiento convencional correcta y completamente ejecutado por todos los participantes quienes deben actuar de acuerdo a los pensamientos y sentimientos que en ese contexto expresen. (Austin 1986:14-15).

Estas condiciones basadas en convenciones sociales y lingüísticas le permiten establecer tipos de actos ilocucionarios -advertencias, estimaciones, veredictos, enunciados y descripciones- tratando de analizar el modo específico en que han de ser realizados para ser "afortunados" o "desafortunados" y qué significan en determinadas circunstancias de enunciación. Esta necesidad de establecer la importancia de reglas convencionales dobles (sociales y lingüísticas) hace que la posibilidad de realizar actos de habla mediante otros medios no verbales quede reducida a un mero acompañamiento de las emisiones lingüísticas. (Austin 1986:76).

Estas condiciones permiten, en primer lugar, saber de qué modo un acto de habla puede fracasar, es decir, determinar lo que Austin denomina ‘felicidad’ o ‘infelicidad’ de este tipo de realizaciones lingüísticas, lo que se encuentra en oposición a los valores de verdad o falsedad. En segundo lugar, se hace necesario el requisito de la transparencia que permite establecer una correlación entre lo que se piensa y lo que se expresa, es decir, el requisito de la sinceridad. (Austin 1986:39). El interés de Austin no es necesariamente ético sino que trata de deslindar los actos de habla de otras expresiones que implican otros ‘juegos de lenguaje’ diferentes y no tratados aunque son utilizados en la vida real tanto como los actos de habla.

Austin critica la noción de ‘uso de lenguaje’. En su opinión este concepto incluye usos parásitos y decolorados del lenguaje, es decir, desviaciones retóricas y poéticas, usos figurados y no literales (non-literal), usos no serios y usos expresivos del lenguaje. (Austin, 1986:22 y 122). Considera que las expresiones ‘significado’ y ‘uso de una oración’ borran la distinción que realiza entre locucionario e ilocucionario. Del mismo modo, la noción de ‘uso del lenguaje’ borra la distinción entre ilocucionario y perlocucionario. (Austin, 1986:103). Esta ‘demarcación’ le permite definir el acto de habla como una realización sincera, estándar y literal que se realiza en circunstancias ordinarias donde existe una simetría entre lo que se piensa y lo que se dice en la ’dimensión de la realidad’ y en el intercambio oral cara-a-cara. Puede suponerse que la crítica de Austin a la noción de ‘uso’ se refiere a Wittgenstein, cuya teoría de los juegos de lenguaje aporta la idea de que no podemos hablar de un lenguaje o varios lenguajes sino de diferentes juegos en los cuales es posible encontrar parecidos de familia. Estos juegos suponen reglas que son parte de la capacidad de jugar y son éstas las que implican la participación del otro. Siempre es posible infringir las reglas y transformarlas. No es necesario conocerlas sino mostrar competencia en el empleo de aquellas.

Austin evita y pasa por alto, respectivamente: a) la dificultad que generan los usos espurios, por ejemplo, la ironía y la metáfora y, b) la no presencia de un interlocutor en los actos de habla realizados mediante emisiones escritas (inscriptions), realizaciones no ligadas al contexto oral y que suponen, lo que Ricoeur llama el distanciamiento. Se trata de textos en contextos, cuya interpretación no implica la oralidad cara-a-cara. No distingue claramente la diferencia que existe entre un universo de discurso y un contexto de enunciación como Peirce, o los textos orales y los contextos como Malinowski y la relación que él establece con la institucionalidad convencional oral de los actos de habla (Austin 1986:60 y 143. (Para una crítica explícita de estos conceptos ver Derrida 1989:347 y ss.).

Las investigaciones de Austin a propósito del ‘lenguaje ordinario’ tienen que ver con una visión del lenguaje como actividad social, el concepto de acto de acto de habla como un uso intencional del lenguaje no necesariamente cognitivo, la noción de contexto o circunstancias apropiadas de enunciación y la consideración de la situación total de la realización del acto de habla en la que coexisten pensamientos, intenciones y sentimientos. La noción de emisión performativa en oposición a las emisiones constatativas -objetos tradicionales de análisis de la Filosofía- tiene en cuenta el contexto de situación en el que las emisiones tienen lugar. Los enunciados performativos, no susceptibles de ser encasillados en términos de verdad o falsedad, suponen la realización de acciones siempre que las palabras, el contexto y las personas son los adecuados para tal instancia. Se trata de formulaciones convencionales y universales que deben atenerse a cumplimiento y que sólo tienen sentido respecto a una situación total de habla en la que intervienen los elementos señalados, en la que el procedimiento convencional sea correcto y completamente ejecutado por todos los participantes quienes deben actuar de acuerdo a los pensamientos y sentimientos que ese contexto demande. En este sentido, en los actos de habla interviene una sinceridad ideal: la simetría entre lo que se piensa y lo que se dice en el intercambio cara-a-cara. En síntesis, un acto de habla supone una acción verbal que indica sólo las circunstancias orales en que se enuncia una expresión y el modo en que debe ser entendida.

VI. El pragmatismo crítico de Vaz Ferreira

Malinowski utiliza el concepto de ‘falacia realista’ y Austin el de ‘falacia descriptiva’ en oposición a teorías que, expresando el significado en términos de valor de verdad con relación a la lógica formal, no pueden dar cuenta del lenguaje real como proceso que expresa intenciones. Según Vaz Ferreira (1872-1958), dicha falacia se comete al tratar los problemas normativos con los mismos criterios con los que se tratan las cuestiones explicativas y se presenta tanto en "cuestiones teóricas" con sus "efectos especulativos" como en la "vida práctica" (Vaz Ferreira, 1957:90). Esta idea guarda semejanza con la "falacia descriptiva" la que, según Austin, consiste en generalizar los criterios con los que se analizan los enunciados descriptivos y aplicarlos a los enunciados aparentemente descriptivos o realizativos que no son ni verdaderos ni falsos y que realizando una acción verbal indican las circunstancias en que se enuncian y el modo en que deben ser entendidos.

Vaz Ferreira desarrolla en Conocimiento y acción (1908) una serie de argumentos centrados en la crítica a lo que considera una inconsecuencia fundamental entre el pragmatismo teórico y el pragmatismo práctico. Realiza esto mediante conceptos que permiten comprender la relación que tiene la "lógica de las discusiones" con lo que denomina la "acción buena". Critica el pragmatismo de James en tanto considera que, a fuerza de sostener la importancia de la convicción para la eficacia en la acción, termina por degradar la idea de la verdad al independizar las creencias de la experiencia.

Vaz Ferreira evalúa las posibilidades de aplicación del pragmatismo filosófico de James como orientación amplia, esto es, como perspectiva ontológica, epistemológica, ético-política y sobre todo metodológica, con el fin de contribuir a la resolución de problemas eco-sociales concretos. En la conferencia que lleva por título "El Pragmatismo", enumera las cuatro tendencias que califica como más productivas de esta corriente: la tendencia antiverbalista que se relaciona con el reconocimiento del carácter convencional y no sustancial de las categorías y las clasificaciones; la tendencia a ir a lo concreto que tendría que ver con una visión psico-lógica de la discusión racional, la tendencia de discutir problemas importantes y, por último, la tendencia relativa a la orientación práctica respecto a respetar ideas y sentimientos diferentes.

Veamos primeramente la tendencia anti-verbalista: el desprecio hacia las cuestiones puramente de palabras; la liberación de ese dominio verbal al que la lógica antigua, la gramática y la manera tradicional de pensar, nos habían sujetado. En el pragmatismo no hay preocupación por las definiciones absolutamente precisas ni por los hechos desnudos sino sensibilidad por el acontecer en la experiencia. Propugna el análisis de conceptos, creencias, valores, normas, etc. en relación con sus consecuencias concretas en cada situación dada, admitiendo la legitimidad, en principio, de una pluralidad de descripciones alternativas de un mismo fenómeno y de distintas propuestas para el curso de acción que, en su caso, se deba tomar.

En segundo término se encuentra la tendencia a ir a lo concreto, a lo real. Hay cierta filosofía que produce en el espíritu la impresión de que los problemas verdaderamente importantes han de presentarse fatalmente de una manera abstracta, por distinciones, enumeraciones o clasificaciones. No es justo atribuir al pragmatismo una concepción estrecha de las consecuencias de las acciones, el mero valor del ir a lo práctico. Hace justicia a la complejidad y diversidad de los aspectos involucrados en los asuntos ambientales y defiende la necesaria visión a largo plazo de los mismos, ya que subraya lo que tienen de proceso de transformación continua.

Una tercera tendencia relacionada con la anterior es la tendencia a discutir problemas importantes. Mientras no tiende a dejar de lado los problemas que no tienen importancia vital, es buena. Hay ciertos problemas, los más vitales de todos, que la filosofía ha tenido, en ciertas épocas, tendencia a dejar de lado: el primero de todos, el problema de la inmortalidad del alma, de la vida futura.

La cuarta tendencia es la que se revela en la orientación teórica de los pragmatistas y, a veces también en su orientación práctica, de respetar ideas y sentimientos diferentes. (Vaz Ferreira, 1963:175-176). Vaz Ferreira no cae en el subjetivismo postulando que sólo es verdadero o auténtico la subjetividad del individuo o lo útil para la satisfacción de las necesidades individuales. En su vertiente epistemológica, el pragmatismo busca superar la dicotomía objetivo-subjetivo, al subrayar que el sujeto se constituye al mismo tiempo que los objetos de su experiencia. Es una concepción refinada de la experiencia, que incluye los objetos, nuestra experiencia de los mismos y la propia relación entre unos y otra. En su vertiente normativa, la tentación subjetivista es dejada de lado por el pragmatismo que prefiere trabajar en la colocación de las bases de la responsabilidad individual y colectiva ante el entorno y ante nuestros congéneres.

Desde el comienzo de su análisis del pragmatismo de James, Vaz Ferreira distingue entre la teoría de la verdad pragmatista y sus aplicaciones, por lo tanto, la verdad se va haciendo, ocurre, sobreviene, depende de las creencias. De modo que la verdad resultará de un conjunto de consecuencias prácticas y de sus aplicaciones exitosas porque las consecuencias prácticas de las creencias serán lo más relevante para el pragmatismo. Así, ante cualquier problema, se plantea qué modificaciones prácticas se seguirían de que la doctrina fuera verdadera o falsa (Vaz Ferreira, 1965:133).

En Conocimiento y acción sostiene que el pragmatismo comprende fundamentalmente dos aspectos: una especulativa, y otra aplicada; una teoría de la verdad y una teoría de la creencia práctica. (Vaz Ferreira, 1963:117). Si la verdad se reconoce buscando las consecuencias, la teoría de la creencia práctica que se deriva de la teoría de la verdad pragmatista supondrá ciertas aplicaciones que generarán dos consecuencias. En primer lugar, puede dejar de lado problemas sin consecuencias prácticas y luego, tiende a preferir explicaciones considerando sus consecuencias. De allí deriva Vaz Ferreira su crítica más fuerte al pragmatismo, a la cuestión de pretender derivar consecuencias prácticas de lo que es solamente una definición o explicación de la verdad: "De acuerdo a la teoría pragmatista de la verdad, ésta se reduce a consecuencias prácticas, mecánicas, referentes a nuestras relaciones con la materia: «La verdad se reduce a consecuencias, la verdad es consecuencias»”(Vaz Ferreira, 1965:149).

Vaz Ferreira presenta una alternativa: considerar todas las consecuencias, actuales y futuras, reales y posibles, conocidas y desconocidas, previsibles e imprevisibles, como lo sostienen los pragmatistas, o tratar algunas, por ejemplo: las consecuencias que pueden percibirse, que pueden preverse, las consecuencias que ocurren en un momento dado o en una época dada, las que afectan a un individuo o sociedad determinada.

En el primer caso, el pragmatismo teórico no afecta absolutamente en nada las reglas de creencia; en el segundo caso, las afecta. Es entonces cuando el pragmatismo podría tener consecuencias prácticas; pero también cuando el pragmatismo podría volverse una "doctrina funesta". (Vaz Ferreira, 1963:122-123).

Según la teoría de la verdad pragmatista la verdad de una proposición no es otra cosa que el conjunto de sus consecuencias prácticas y de sus aplicaciones; lo que habría de entenderse, teóricamente, con toda la amplitud posible: aplicaciones actuales y futuras, próximas y remotas, presentes o posibles. La segunda parte del pragmatismo es una teoría de la creencia práctica. Ella sería, según los sostenedores del sistema, deducida de la primera; y consiste en una serie de reglas destinadas a regir nuestra creencia. Esta segunda parte del pragmatismo, no es ya especulativa o teórica, como la otra, sino aplicada; y las aplicaciones serían fundamentalmente las siguientes. Primera: el pragmatismo nos ofrece un criterio de la verdad: el de buscar las consecuencias de una creencia. Reconocemos la verdad de una proposición, buscando sus consecuencias. Esto se traduce, cuando la creencia es verdadera, en un éxito, que los pragmatistas describen a veces, preferentemente, como un éxito interno o psicológico; otras, preferentemente, como un éxito objetivo o exterior. La segunda consecuencia práctica que se destaca dentro del pragmatismo aplicado es la autorización, y hasta el consejo de abandonar, de dejar de lado, de considerar como secundarias, todas aquellas cuestiones o investigaciones que no se traduzcan en consecuencias prácticas. Y, finalmente, la tercera de las aplicaciones fundamentales, consiste en legitimar esa actitud que es corriente en los hombres, pero que nosotros estamos acostumbrados a considerar como reprobable o cuanto menos evitable; esa actitud, decíamos, que consiste en tomar en cuenta, para admitir o rechazar una creencia, las consecuencias de ésta. (Vaz Ferreira, 1963:119)

Vaz Ferreira se dedica al estudio al estudio del pragmatismo práctico, esto es, el estudio del pragmatismo en cuanto pretende modificar nuestras reglas de conducta relativas a la creencia práctica. Trata de mostrar que lo que llama pragmatismo práctico; esto es, las reglas de creencia que aconsejan Schiller, James y los demás pragmatistas, "-no es, como lo creen sus autores, una consecuencia del pragmatismo teórico, o sea de la teoría de la verdad que esos mismos autores profesan". (Vaz Ferreira, 1963:119). Así, nuestro autor afirma que la confusión fundamental de James ha consistido en pretender sacar consecuencias prácticas de lo que no hubiera debido ser más que una definición o explicación de la verdad. (Vaz Ferreira, 1963:121).

La verdad de una doctrina, según los pragmatistas, se reconoce por su "éxito", pero esta palabra es elástica, vaga y de mal uso. Vaz Ferreira opina que James no explica si se trata de un éxito concreto, temporal, que ocurre en un momento dado para una persona, o para varias personas, o para una sociedad. Critica la metáfora de F.S.C Schiller que juzga la verdad de una idea porque podemos cabalgar sobre ella. No es lo mismo sostener que Dios es Dios y Mahoma su profeta en Turquía, allí se cabalga sobre esa idea; pero si se la sostiene en la República del Uruguay, no se cabalga. Según los pragmatistas esto no quiere decir que la idea, en el primer caso, sea verdadera, y en el segundo caso falsa, porque no se trata del éxito de una persona, ni siquiera del éxito de una sociedad; no se trata solamente de consecuencias próximas sino de consecuencias remotas y posibles. Pero, Vaz Ferreira afirma que, en este caso, se vuelve al pragmatismo teórico; y el pragmatismo queda encerrado en un dilema:

"o bien su definición de la verdad se refiere a todas las consecuencias tomadas con la mayor amplitud, y entonces no modifica la práctica; o bien modificar la práctica, pero es prescindiendo de algunas consecuencias posibles, por lo menos, de las creencias; y, en este caso, modifica la práctica en mal sentido, y el pragmatismo se vuelve un sistema funesto, porque nos conduce a tomar en muchísimos casos el error por verdad, buscando el criterio del éxito". (Vaz Ferreira, 1963:123-124).

Vaz Ferreira analiza dos tipos de dimensiones respecto a la verdad: una literal o lógica y otra psicológica que contempla la incidencia del proceso en que adviene la verdad de ese enunciado respecto a un futuro previsible, esto es, sus posibilidades y consecuencias prácticas que involucran a otras personas.

Pero, además de este aspecto psico-lógico, considera también un aspecto moral. El aspecto ético con respecto a las consecuencias prácticas se relaciona con la posibilidad de realizar ciertos procedimientos para promover una convicción en otras personas y para conducir con éxito las discusiones. Este tema es un problema moral difícil que se refiere a los procedimientos éticamente permitidos para hacer triunfar un proyecto personal. El problema podría generalizarse, y plantearse en esta forma: "si el ideal moral es la verdad, ¿cuál es la verdadera verdad?: pronunciar o escribir palabras que sean literalmente verdaderas, o pronunciar o escribir palabras que produzcan como efecto la verdad". (Vaz Ferreira, 1957:179-180).

Vaz Ferreira sugiere que las consecuencias de decir la verdad -aproximada según su teoría gradualista de la verdad- a veces acarrean consecuencias negativas o perjudiciales. Si a un médico, se le presenta una joven enferma que trabaja; y le consta que el padre está interesado en que no deje de trabajar. Esta paciente tiene una congestión pulmonar incipiente que, es curable; pero acabará en tuberculosis, si la paciente sigue trabajando. En esta situación el médico podría expresar una verdad literal que sería: ‘Su hija tiene que dejar el trabajo; no está grave en este momento, pero se agravará si sigue trabajando’. Vaz opina que psicológicamente, el efecto que producirá no es el efecto verdadero debido al interés que hay en hacer trabajar a la joven, es seguro que seguirá trabajando. El médico puede mentir literalmente, y decir: ‘Esta enferma está en un estado grave’. Literalmente, en este caso, miente, porque la paciente no está en verdad en estado grave; pero trata de producir el que debería ser el efecto de verdad; esto es: "un estado de espíritu conducente a que esa persona sea librada del trabajo". Vaz se pregunta: ¿Cuál es la verdadera verdad? (Vaz Ferreira, 1957:181)

Con este ejemplo, que anticipa el tema de la sinceridad y del efecto perlocutivo de Austin, Vaz Ferreira plantea una cuestión ética referida a enunciados explicativos que es fundamental cuando se consideran las consecuencias prácticas que produce decir la verdad literal. Un enunciado verdadero en el futuro puede tener consecuencias nefastas, en tanto que el enunciado literalmente falso puede producir consecuencias benéficas. Esto se relaciona directamente con su discusión con James acerca de la "explicación" de la verdad y cómo se determina in the long run.

Vaz Ferreira considera que en la vida práctica una teoría o una creencia cuya aplicación todavía no se vislumbra es verdadera cuando conduce a resultados; entendidos de una manera muy amplia. Trata de establecer criterios para entender que la verdad o falsedad de una doctrina no es un tema teórico, consiste en desenvolver el significado de sus consecuencias éticas y sociales.

Este desenvolvimiento debe ser armónico en lo personal y en lo social, debe permitir ampliar y perfeccionar nuestras relaciones con el universo expresando nuevos hallazgos y resultados. En Vaz Ferreira las consecuencias prácticas de la "verdad" se expresan en el desarrollo del significado de una teoría o creencia con vistas a un interés general.

Así, aborda la sinceridad de las intenciones del sujeto tal como lo plantea Austin pero en forma más sutil porque no se trata sólo de que los pensamientos o sentimientos coincidan con la emisión del acto de habla, ya que se podría decir algo contrario a lo que se piensa teniendo en cuenta los efectos de la verdad. En Vaz Ferreira el concepto de contexto implica la "situación significativa" de Ogden y Richards como discurso realizado en instituciones: políticas, educativas, jurídicas, etc. Vaz Ferreira coincidiría con Peirce (y con Nietzsche) en que, la aprobación de un acto voluntario, es una aprobación moral. La ética estudia qué fines de la acción estamos, en forma deliberada, preparados para adoptar. (CP 5.130).

Vaz Ferreira coincide con Peirce y James cuando utiliza el concepto in the long run refiriéndose a un proceso respecto a la verdad que implica virtualidad o futuro. En este sentido, la verdad se va haciendo y depende de diferentes creencias y circunstancias históricas. De modo que la verdad de una creencia, para Vaz Ferreira cobra significado en un núcleo social y político que atribuye diálogicamente un conjunto de interpretaciones y de aplicaciones. La verdad, según Vaz Ferreira, no debe reducirse a consecuencias sino permitir plantear la mayor cantidad posible de alternativas y consecuencias. Así, destaca que se trata de verdades posibles y futuras, presentes y posibles. Respecto a la verdad distingue dos dimensiones: una literal o lógica y otra psicológica que contempla la incidencia del proceso en que adviene la verdad de ese enunciado respecto a un futuro previsible, esto es, sus posibilidades y consecuencias prácticas. En esta segunda dimensión surge el aspecto moral, es decir, procedimientos éticamente permitidos para hacer triunfar un proyecto personal, idea que anticipa el concepto de “acción comunicativa” de Habermas (Núñez, 2007). Vaz Ferreira trata de establecer criterios para entender que la verdad o falsedad de una doctrina no es un tema teórico sino que consiste en desenvolver el significado de sus consecuencias éticas y sociales. De modo que las consecuencias prácticas de la "verdad" se expresan en el desarrollo del significado de una teoría o creencia con vistas a un interés general.


Notas

[1] . Respecto a la idea de comunidad, Dewey afirma: "Language is specifically a mode of interaction of at least two beings, a speaker and hearer; it presupposes an organized group to which these creatures belong, and from whom they have acquired their habits of speech. It is therefore a relationship, not a particularity. This consieration alone condemns traditional nominalism". (Ratner, 1939:858). Por otra parte Royce expresa: Our fellows furnish us the constantly needed supplement to our own fragmentary meanings. (Royce, 1959:172). (Itálicas de Royce).

[2] . Derrida sostiene: "Peirce va muy lejos en dirección a lo que hemos denominado anteriormente la des-construcción del significado trascendental, el cual, en uno u otro momento, pondría un término tranquilizante a la remisión de signo a signo. Hemos identificado el logocentrismo y la metafísica de la presencia como el deseo exigente, poderoso, sistemático e irreprimible de dicho significado trascendental. Ahora bien, Peirce considera lo indefinido de esta remisión como el criterio que permitiría reconocer que se trata de un sistema de signos. Lo que inaugura el movimiento de la significación es lo que hace imposible su interrupción. La cosa misma es un signo. (Derrida, 1984:63-64). (Negritas de Derrida).

[3]. Anticipando algunas ideas de Austin, en primer lugar, Ogden y Richards distinguen cinco funciones: 1) simbolización de la referencia; 2) la expresión de la actitud respecto del oyente; 3) la expresión de la actitud respecto del referente; 4) la promoción de efectos que se trata de lograr; 5) el apoyo de la referencia. (Ogden y Richards, 1964:238)

En segundo lugar, Karl Bühler en 1934, propone algunos conceptos sobre la actividad del habla:

a) Sprachhandlung (de Saussure’s parole) = verbal action,

b) Sprachakt (de Husserl y Steinthal) = verbal act,

c) Sprachwerke = verbal product,

d) Sprachgebilde (de Saussure’s langue) = linguistic form.

[4] . Blau afirma: "Peirce was careful to point out that his pragmaticism led to a theory of meaning; to a concern for the meaning of ideas and not necessarily their truth". (Blau, 1952:247)

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Ruben Tani y María Gracia Núñezl
margranu@gmail.com

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