Pedro Figari, el diseño industrial y la escritura institucional del Uruguay |
Artes y oficios Cuando en 1915 el gobierno uruguayo designó a Pedro Figari Director de la Escuela Nacional de Artes y Oficios le encargó realizara la reforma de acuerdo a un proyecto del propio designado, del año 1910. En un informe de 1917, apéndice del oúsuclo "Plan general de organización de la Enseñanza Industrial", Figari criticó a dicha escuela por ser la "pesadilla de la Administración pública". Observó que bastaba que un alumno afilara una herramienta para que todas las máquinas funcionaran a la vez, malgastando energía. Materiales valiosos estaban hacinados y no había suficiente aire y luz, en un ambiente lóbrego: "El régimen disicplinario era de un rigor tan inconsulto que rayaba en lo arbitario". La autoridad era tan despótica que abusaba de los castigos para inducir al orden "a una raza como la nuestra, cuya característica es la altivez". Los alumnos no tenían iniciativa y los ejercicios de aprendizaje tenian un número ordinal pero sin una finalidad explícita. Bajo la administración de Figari los antiguos "alumnos" o "bandidos incorregibles" habían dado prueba de corrección y urbanidad. Bellas Artes El programa de la escuela, según Figari (1910), debía preparar "para producir de la mejor manera posible" y su idea no era la de formar simples operarios más o menos hábiles sino la de formar artesanos, obreros artistas competentes y con criterio propio". "La escuela de Bellas Artes debe formar el criterio" porque la enseñanza artística no es una asignatura, sino un punto de vista y un criterio aplicado al trabajo. Formar obreros idóneos en vez de obreros manuales en materia de arte decorativo e industrial, para elevar la cultura de un pueblo "por cuanto ofrece un promedio más halagador y efectivo, y no aquella engañosa apariencia en la cual surge un ínfimo porcentaje de grandes y refinados intelectuales, en medio de una llanura pampeana de ignorancia y atraso". Según Figari, "las organizaciones académicas, anticuadas, siempre complicadas, lentas y formalistas en exceso, dan más importancia a la escuela y a las instalaciones que al alumno, desconociendo así su propio fundamento, los fines de la institución". La escuela de Bellas Artes o, como la definimos aquí, de Diseño Industrial, debe amparar las destrezas manuales en la producción enseñando a razonar y a comparar, adecuar, adaptar, "dentro de su temperamento" y personalidad. En vez de una escuela fría y formalista que por lo mismo inspira cierta antipatía, "debe crearse un ambiente" que interese al alumno; señala Figari que que éste debe saber que va a encontrar ideas, direcciones y consejos "para que su cerebro anheloso de perfilar su individualidad" no se encuentre con "cursos largos y abstrusos cuya aplicación se le presenta, con razón, tan dudosa". Afirma Figari que, en vez de brindarle cursos interminables y "campanudos" al alumno, debe intentarse que éste encuentre en la materia lo que necesita para complementarse y no realice un esfuerzo estéril, y por tanto "el profesor debe ser el consejero, el guía, mas no su verdugo mental". En vez de cursos que duran muchos años, a Figari le parece más razonable la "variedad de materiales y clases prácticas a todos por igual", ya que no considera justo "exigir un examen de ingreso en la enseñanza industrial". Mercosul Contra la rutina y la producción monótona, sugiere una escultura de estilo en puertas y verjas para marcar una diferencia. Esto no es un lujo ("el arte decorativo industrial no es un lujo, es una necesidad"), implica no solamente riqueza sino una civilización más elevada. Para el Uruguay de entonces preveía insistir, más que en la enseñanza manufacturera, en la preparación desde el punto de vista de las artes decorativas o lo que luego fuera llamado Diseño Industrial. En el buen entendido de que debemos utilizar nuestras riquezas y materias primas: "cueros, hueso, pieles, astas, lana, etc. y de nuestras riquezas más explotables como el mármol, granito, ónix, ágatas, hierro, oro, plata, etc.". Observaba Figari que Argentina se habían hecho "grandes instalaciones" pero que, sin embargo, no se habían podido implementar los cursos necesarios para las diversas industrias, y que para eso se necesitaba un capital inmenso. "Nosotros, que no podemos hacer por ahora nada aproximado", no debíamos seguirlos. Un plan demasiado especializado era costozo y mejor por tanto formar obreros hábiles y con criterio, ya que "nosotros, particularmente, que no podremos ser nunca un centro productor de gran potencialidad cuantitativa, debemos encarar nuestro engrandecimiento por la calidad, por la intensidad, por el prestigio de nuestros productos". Preguntándose por la eficiencia, recuerda: " Norte América, a la que tan ingenuamente se consideró, hasta poco ha, como vulgar cultora del dólar, ¿a qué debe su enriquecimiento y su engrandecimiento integral?". La respuesta: "A su industria". Recuerda, por otra parte, que en su caso particular, cuando lanzó la idea de regionalizar su obra individual como obra americana, algunos, deslumbrados por el brillo de las culturas tradiciones del Viejo Mundo, la habian considerado una utopía. Cruz del Sur (1924) Debemos marcar el paso en la marcha de los progresos mundiales, a fin de no quedar reducidos "al papel de simples parásitos de la civilización", porque nuestra cultura industrial no puede ser más lamentable; se diría que vivimos "en pleno derroche", en "abandono de tanta riqueza natural por impericia". Solamente existe el boato y la comodidad urbana. "Sin una conciencia productora propia, no es dable esperar el éxito", requisito que impide exportar materias primas para comprarlas a la vuelta confeccionadas. Figari se preoucpa por crear un "ambiente productivo nacional" con un "esfuerzo productor progresivo" para evitar la pasividad y la indiferencia del ambiente campero que no tiene más remedio que ir a la ciudad. "En la ciudad, aunque se haga una vida más activa, generalmente se vieve no como productores sino como intermediarios auxiliares del productor, cuando no parasitariamente a su espalda". El "Discurso sobre la creación de una Escuela de Bellas Artes" que figura en el Diario de Sesiones de la H. Cámara de Representantes, T, 161, págs. 189 a 192 de la sesión del 16 de junio de 1900, vemos decir a Figari: "¿por qué han de reducirse los elementos del trabajo útili y honesto?; ¿por qué ha de excluirse el arte de nuestra acción social? Eso sería sancionar una tesis que pueda complacer a la política colonial, mas no, de ningún modo, a las ambiciones legítimas de una nación libre y adelantada". Agrega a continuación que reina entre los uruguayos el empirismo artístico y que creemos mil sortilegios y supercherías y, para peor, agrega que en París se hacen jarrones churriguerescos y otros adornos detestables, expresamente confeccionados para Sudamérica. Quiere creer Figari, para decoro nacional, que Uruguay no figura entre la lista de envíos. Recalca que es error considerar que la escuela de Bellas Artes es solamente para el fomento de la "gran pintura" y la "estatuaria" y que, por el contrario, debe ser pensada en relación a la industria, la escenografía, la litografía, el grabado, la fototipia, etcétera. Se deben dar pasantías, pero "eso de mandar pensionados a perfeccionar conocimientos que no han adquiridos en el país, de mandarlos a hacer palotes, es absurdo". Autonomía regional (1924) "Habíamos perdido el rumbo, el cosmopolitismo arrasó lo nuestro y, encandilados por el centellear de la añosa y gloriosa cultura del Viejo Mundo", nos dejamos arrastrar como "camalotes", y eso nos hizo "vivir por muchos años una vida refleja, casi efímera". Afirma, en forma notable, que el progreso urbano "por sí solo no es progreso, mientras se desatienta tanto cuanto hay que hacer por la campaña" y hay que organizar, pues, y no por imitación, sino por educación. Nuestro esnobismo, que nos hace interesar más por lo extranjero que en lo nuestro, no tienen en cuenta "que nosotros vamos, y ellos vienen de vuelta". Este esnobismo nos hace cuidar más a la ciudad que a la campaña, una cenicienta cuyos brazos inertes revelan que "la mujer rural con ser la que tiene sobre sí como esposa y madre, los destinos de la raza, a menudo es paria", si bien "a pesar del abandoneo en que está", contribuye "asimismo a las cargas públicas y a solventar los propios presupuestos fastuosos. La mujer de campo, enclavada en su rancho, desmantelado casi siempre, desamparada frente a las monotonías de la soledad inmensa, cumple su alta misión sin estímulos ni halagos". Imprevisión (1925) Nuestras riquezas permanecen desconocidas. América, en el juego de la pobreza y el brillo de lo opulento, por imprevisión. "No se vislumbra el valor de la fauna, la flora, casi prodigiosa", ni el de "nuestra arqueología, cuyos vestigios disemniados, y preciosos, denotan civilizaciones antiguas dignas de severo estudio, las que ofrecen el doble interés del misterio y del aislamiento puesto que éstas hubieron de plasmarse por sí mismas, y no como las otras, por el concurso de los pueblos ...". Al margen de la catástrofe europea (guerra) se hace necesario trazar nuestro plan orgánico. "El propio Viejo Mundo, que sonreía maliciosamente al hablar de las cosas de 'South america', espera ya algo más que nuestras exportaciones de materias primas". Si hasta entonces los americanos del Sur hemos podido dejarnos llevar "a la buena de Dios", no debe detenernos la frase sacramental que siempre dice "faltan recursos". Esa frase que imposibilita instrumentar un plan de educación integral práctica y no teórica. Para Figari, "los últimos no serán los primeros". Agrega: "Estas tierras tienen otra misión que la de guardar los viejos tesoros étnicos de los pueblos chicos, tesoros que, por lo demás, consideramos con respecto, y también con reconocimiento: estas tierras tienen la misión de formar un mundo nuevo, depurado, libre de las rémoras incorporadas en aquellas gestaciones multiseculares, delirantes, violentas, gestaciones que se pierden los tiempos como un filme guerrero, cada vez más guerrero, más voraz, y más veloz" |
Ruben Tani
Publicado originalmente en La República de Platón, Nº 78.
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