Cañada humilde de Minas

poema/romance de Emilio Carlos Tacconi

    Cañada humilde de Minas;

minuanísima cañada,

 hermana del San Francisco

en humildad y en sandalia.
Reina y señora del valle

todos los cerros te aclaman

y a besar tus culantrillos

el viento arisco se agacha.

    ¡Penitente!... ¡Compañero!...

¡Bajar de cuna tan alta!
¡Caer sin venir a menos,

cantando como tú cantas!

Cantando y puliendo piedras

pules tu voz y tu agua...
Cuanto más abajo caes

más cristalinas son ambas.

    Cañada humilde de Minas;

minuanísima cañada.

    En la «Isla de los ceibos»,

por el pico de la flauta

cantan pájaros charrúas
que han bebido de tu agua.
De boca de los violines

sale tu voz de calandria:

pedazo de luna rota

en una de tus cascadas.

    Para guardarte del cuervo

vas, por la raíz del tala,

a hacerte punta de espina

en lo alto de la rama.
0 con temblores de estrellas

y con rosas de alborada

subes, hasta hacerte horqueta,

para un nido de torcaza.

    Cañada humilde de Minas;

minuanísima cañada.

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