Del Ripper a la "Bañadera”
crónica de Eduardo S. Taborda

Hace más de medio siglo, a fines del año 1894, inauguróse en nuestra ciudad el primer servicio de transporte colectivo.

 

Los señores Testa y Picción propietarios de una fábrica de carruajes, empresa de pompas fúnebres y cochería, ubicada en la Calle Pintado y Real, donde hoy es el portón de la tienda "París Londres" habían arrendado la quinta de Alberdi y en este lugar fundaron el Recreo 18 de Julio, paseo este que dio nombre a la hoy bellísima y progresista barriada de Avenida Batlle y Blandengues.

 

Dicho recreo fue un lugar de esparcimiento popular dotado de un sin número de comodidades y atractivas diversiones y en las apacibles tardes de nuestro otoño concurría un numeroso público alegre, divertido, ávido de franco esparcimiento y sonadas cuchipandas.

 

Para facilitar el acceso del público al citado paseo un tanto retirado de lo que era, en aquel entonces, el centro de nuestra ciudad, los señores Testa y Picción construyeron dos "Rippers", coches éstos que hacían el recorrido por la calle Real desde la esquina de la Plaza Vieja hasta el "18 de Julio", cobrando por el pasaje la suma de diez centésimos.

 

Estos coches tenían todas las características de un pequeño trenvía de caballos, pero con ruedas con llantas de acero que le permitían circular sin necesidad de vías por nuestras calles faltas de empedrado y llenas de baches.

 

Estas inconveniencias viales de nuestras calles no eran óbice para el espíritu de los salteños de entonces y los "Rippers" circulaban repletos de pasajeros.

 

En el año 1895 el Sr. Gerónimo Simonelli propietario también de una Cochería y empresa de pompas fúnebres, arrendó la quinta de Ugarteche, en el Cerro, y en ella estableció otro Recreo similar al 18 de Julio al que se denominó "Prado Salteño" y con este motivo el señor Simonelli también construyó dos coches "Rippers" para el transporte de público hacia "El Prado".

 

Tenían éstos su parada en la esquina de la Confitería Blanes, sita en las calles Real y Valentín —hoy Confitería de la Viuda de Borghetti e hijos— y hacían su recorrido, de ida y vuelta, hasta el Prado por la calle Valentín y el costo de su pasaje también era de diez centésimos.

 

Estas empresas, que sin duda alguna, fueron un factor importante del primitivo progreso vial de nuestra ciudad, tuvieron también como todo lo nuevo sus enemigos y detractores, que dieron más de un dolor de cabeza a sus propietarios y que originaron varias y violentas reuniones de los miembros de la Honorable Junta, hasta que un día, en una de ellas, se llegó a prohibir temporalmente la circulación de estos coches, que a criterio del Edil Dr. Manuel Cañizas, estos "eran unos adefecios que lo único que hacían era estorbar al tránsito público y que la Junta debía de mandar a arrumbar para siempre en el montón de los trastos inútiles".

 

A pesar de esta suspensión y del elocuente alegato del Dr. Cañizas, estos volvieron a circular hasta el año 1898 en que el Sr. Juan N. Schuch estableció el trenvía.

 

El Trenvía suplantó a los Rippers pero no con mayor eficiencia que estos, pues hacer un viaje en trenvía equivalía a un pequeño suplicio, por que nunca se sabía cuando o si llegaría al destino.

 

A este servicio lo desalojó el de los ómnibus con cómodos y rápidos coches que hacen accesible al centro de la ciudad a los pobladores de todos nuestros más lejanos barrios.

 

La densidad de nuestra población y el ensanche de la ciudad ya hace que este servicio sea necesario reforzarlo con mayor número de coches y horarios más breves y adecuados para que se realice con más eficacia el descongestionamiento del pasaje en ciertas horas del día, en las cuales solo pueden trepar a un coche aquellos que se han ejercitado en arriesgados ejercicios gimnásticos.

 

Pero esto lo harán las autoridades competentes una vez que éstos salgan de la abstracción especulativa de los grandes problemas de nuestra intrincada y sucia política criolla.

 

Hoy Salto tiene la novedad de los modernos coches de turismo para la ciudad, —vulgo Bañaderas— que han venido a llenar una sentida necesidad en nuestro medio.

 

Servicio este que la población lo ha recibido con simpatía y que hará, en no muy lejanos días, de nuestra ciudad un punto de la República de fuerte y provechosa corriente de alegre y sano turismo.

 

El "Ripper", allá a la distancia de más de cincuenta años, lo vemos, desde los asientos de las "Bañaderas", aparecer en nuestros recuerdos con todo lo que constituyó nuestro encanto en aquellos lejanos días: sus colores chillones, sus yuntas de pirracos flacos con su cadenero y su mayoral compadrón, con la corneta de guampa colgada al cuello tocar un motivo de milonga al aproximarse el coche a las boca calles; la simplicidad y sencillez de sus pasajeros que se despedían y hasta se daban la mano cuando abandonaban el coche.

 

¡Oh! vieja estampa del Pasado, que revives en mi vejez; todas las alegrías de mi infancia; para mi y para todos los de mi época, tu, viejo "Ripper", sos y serás la pequeña cajita de música que anima con su zonzonete las últimas alegrías de mi corazón.

 

crónica de Eduardo S. Taborda

Salto de Ayer y de Hoy
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