La mañana del mundo
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A Víctor Llona. |
Cercanos brotan mil ruidos tan rebosados de silencio, que, al oído, le parece oír el canto de su propia inocencia. Todo entre sí vive mirándose: y en el espejo circundante Cada cosa viene a soñar el minuto de su madurez. La palmera encuentra la forma donde mecer su placer puro y atraer, de lejos, los pájaros para mostrarles su penacho. Un potro blanco descubre al hombre que avanza con leve ruido rodeado de la tierra que gira para su corazón astrólogo. El potro, con narices trémulas, lanza un relincho a pleno cielo, y envuelto todo de irreal se abandona a su galope. En la calle mujeres y niños que semejan bellos celajes; se juntan para buscar sus almas y pasan de la sombra al sol. Mil gallos trazan con sus cantos las fronteras de la campiña, mientras las olas del mar ruedan y dubitan entre veinte orillas. Era la hora tan rica en remeros y en nadadoras fosforescentes, que las estrellas olvidaron su lumbre sobre las aguas parladoras. Versión de Mariano Brull. |
Jules Supervielle
Bosque sin horas
Traducción del francés por Rafael Alberti
Feria del Libro - Montevideo 1937
Editado por el editor de Letras Uruguay
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