El Corazón y el Tormento 


poema de Jules Supervielle

 

Tiembla aún por saber si es de ellas o de usted
El corazón que huye sin querer responder.
No lo interroguéis mas; olvidadlo en la sombra,

Fingid no percibir sus confusos amores.

Inquieto ante miradas que cambian de color
Late aturdidamente en su carnal morada
Cuyas ventanas quedan día y noche cerradas,
Creyendo el mar y el cielo estrellas hermanadas.

Ante el pensad bajo; pues oye los deseos,

Los secretos nacer y el amor madurar,
Pero tened cuidado; ignora su miseria,

Habiendo hasta olvidado lo que morir llamáis

Que abra la ventana o que ella avance el pie

Bajo el día, la casa lo sabe y lo murmura
Y mis hermanos muros, presos en su alma dura,

Presienten como yo su gesto de mujer.

 

Mas cuando duerme, el cielo de cambiantes figuras

Retiene de su sueño los secretos moveres.
Ser hombre o mineral, de aire puro o de pena
¿No es esperar a alguien que tarda en despertar?

 

Dais a mi cielo un color enamorado
Renovando mis bosques y hasta mis arroyuelos.

¿Es este un abedul, un roble allá, un álamo?

Ah! no respondo mas por tus árboles, Tierra!

 

No quiero saber nada, sabiendo que la veo,
Que es ella, si, contorno de mujer y sorpresa,

El verdadero rostro y los ojos sinceros,
Pronta ya para huir, y cuan exacta aún.

Acercaos, bajad los ojos a mi amor,
Que busque en vuestras manos una amada figura

Para poder vivir e irme una vez más
A lo largo de días que se perecederos

Con esta, una dulzura que perdura.

 

Esas venas, azules arroyos silenciosos,
Quiero seguirlas hasta el fin de su aventura,

Que va de la muñeca a las sutiles yemas
Siempre ante la mirada lenta de la natura.

 

Después de haber errado por extraños países,
Yo cerrare la puerta a las formas terrenas
Y, teniendo en mis manos las vuestras prisioneras,

Rehaceré el mundo y las nubes ya grises
Los pájaros que van a posarse en el mar.

Cuando el regreso habla y murmura: es aquí,

Esta es tu oscura silla y esta tu ventana.
Esta tu cama: sabe lo que encierra tu ser,
Debes reconocerlas después del largo olvido.

Cierra las manos bellas y los ojos del viaje,

Escucha las razones de tus juiciosos muros.

Es por aquí, te digo, por aquí,
Alguien cogió tu mano que también te esperaba

Para apartar la estela larga del corazón,
Que no creía aún en el fin de su viaje.

                                                          Trad. de Marta Larnaudie de Klinger

Jules Supervielle
Revista "Asir" Nº 1

Montevideo, marzo de 1948

 

Editado por el editor de Letras Uruguay 

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