La alergia de las manos y mis noches |
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pero, mientras mi corazón contigo estuvo no pude dormir ninguna medianoche obsesionada por miles de archivos, registros y tubos, partidas perdidas y peones de reproches en trasnoches |
¿podré esta madrugada y las que vienen no ver tu cara |
sumergida en el fondo de mi espejo? |
lo rompo, me lastima tu hielo de mampara y logro cortarme hasta que sangra añejo |
pude perder la memoria y ser más mascadaverina desconectada que juega al filo, adivina que juega en sangre de múltiples pantallas de bencina la del mediodía es la peor luz para la cocainomanía |
vuelvo a romper el espejo para paliar la alergia de las manos; mientras tanto, sigue corriendo, de a poco, la sangre bipolar y me vuelvo blanco más fácil del quebranto |
gracias a su entrenamiento en bélicas tácticas, no puedo sentir más que agonía ni hay ojos ni asombro de trampas galácticas ni miradas de hielo, ni condescendencia, ni amnistía ni promesas lejanas ni acrobacias acuáticas la peor luz siempre es del mediodía |
no habrá nunca sitio para mí en tu residencia de cielo en la frontera. |
¿cómo haré ahora para sobrevivir así, para olvidarme de mí misma, sin que ardiera? |
Sobre imagen: “Lobo Hambriento de Pesadillas” de Allison Theus.
Doris Summer
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