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Ellas
llegan de noche |
Ellas llegan de noche y yo las siento silentes en lo oscuro de la casa. Sus levísimos pasos. A veces con risitas o palabras apenas susurradas. Unas miran mis manos / de principito / dicen. Otras - yo ya sé cuáles son - me levantan la sábana y mi sexo otra vez es mirado con ojos picarescos. Unas miran mis pies lo que anduvieron la vida tras sus pasos. Miran sus mapas de puntos invisibles y me acarician las penas y cansancios por el arte de andar sobreviviendo a toda vela y desvelado. O ese otro oficio empecinado y loco: El de estar aún -y todavía- parado ente la vida intentando cambiarla, que no es poco. Unas llegan de elegantes salones tan bellas y tan finas y a la moda. O de calles cubiertas de panfletos de gritos de consignas y de banderas rojas. Unas con letras de niños en cuadernos y otras de manos de arcoíris y pinturas. Unas con caras de libros y vigilias. Otras de fronteras imprecisas o planos superpuestos… Pero todas desnudas. Buscando como hasta ayer buscamos por la piel el alma sin adioses. La paz y la alegría. Y en las luces ocultas de memorias profundas como océanos, en las alas abiertas de orgasmos cual jazmines / o en los besos no dados / el pan tibio de Dios y las ternuras que rompan para siempre con las duras soledades el silencio y los naufragios. Son los duendes alados de mis amores pasados. Mis amantes, mis muchachas compañeras. Las oficiantes de la dulce magia, íntima de secretos y misterios. Ellas llegan de noche y yo las siento. |
Ignacio Suárez
isuarez@agadu.org
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