Laberinto poema de Susana Soca |
-I-
Aquí el poema largo interrumpido siempre
Por un instante el ritmo en la extrañeza familiar avanza
y reconozco un
movimiento fiel en la cara que ignoro.
Con otra voz hablo al mismo durmiente,
eco de la suya se vuelve la mía. mi voz y él, despacio, la contradecía.
Me asombra mi furor las mismas olas cambian y la resina enciende un más secreto fuego.
Sin más historia que el poema
entro bruscamente en la historia mía. sólo fechas mágicas en lo oscuro brillan entre palabras extranjeras.
La sombra de Ariana.
por el partido hilo de la memoria, llega al viejo laberinto del poema nunca a la entrada o la salida.
algún punto se mueve hacia el centro del muro, sabe que lo ha mirado largamente de pie
como si nunca hubiera
ningún otro. Ariana titubea, ha de saber que supo del camino sinuoso y sin embargo exacto. Donde ve las estrías como en el agua quieta del muro humedecido, en otro tiempo la angustia y la alegría trazaban líneas juntas.
no sabe si es aquella que impulsara sus pasos
o aquella que seguía. en el frío anulada obedece a las otras.
a la orilla de una rosa ya cansada. la imprevista, allí los colores viven y todas las rosas un instante crecen.
Era acosada por las cosas súbitas,
duras, vaporosas. y sus rupturas. Por el ansia y la efusión de la constancia el crepitar de la vehemencia
al agua de la
complacencia. o las cercaba en el horror.
No era la cosa sino un movimiento, parpadeaba en el aire de los ojos y entraba luego para no salir.
Aunque el sonido se disperse ardía la dulzura, aquella misma que gotea al borde de una música desvanecida, la más lenta, y todavía se insinúa oh, sola y duradera así pasaba entre los címbalos nunca rendida por la fuerza
de los acordes sucesivos. ha de llegar hasta el olvido.
Sin tregua Ariana daba al ser del laberinto el esplendor de las vivientes cosas devoradoras, devoradoras
para morir o hacer morir.
para salir de nuevo a buscarlas
afuera. entre inmortales eran las escenas simulacros de muerte lograba el arduo juego. Nunca acabado el ser del laberinto
jamás concluía con las cosas.
pero se prolongaba vivo en el
adversario.
Ya lo incesante sale de las cosas. ligeramente para reunirse en una sola inopinada y densa. Por ella sabe Ariana que fuera leve el peso de la diversidad.
en el trazado del poema. y lo que puso ya no encuentra.
Ha de saber el nombre de la arboleda el prado el mar distante, si recuerda una hoja exacta, algunas briznas como las viera un día.
O la concisa luz que tornasola en el vacío de la ausente ola
y sin cesar
reforma su corola. tantas y tantas veces llevadas a lo oscuro, busca en las desiguales lisas blandas o acerbas puestas juntas, hundidas en el centro del muro. Descansa en una sola hoja para empezar, y sin pausas llevarla a algún nuevo lugar. . . Ahí, con otros ojos ver el color del mar. |
poema de Susana
Soca
Publicado, originalmente, en: Entregas de La Licorne 2ª Época - Noveno Volumen - Nº 12 año 1959 Montevideo
Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación
Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)
Ver, además:
Susana
Soca en Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
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