Como
me gestaron
(El entorno -
La Carpa) |
Desde la segunda mitad de los setenta del pasado siglo, con la "pacificación" de la campaña y su "civilización": alambrado de los campos, refinamiento de las razas animales -vacunos y ovinos en particular- y aumento de la agricultura, sobre todo la cerealera, así como la disminución de los cuerpos militares o milicianos (gubernistas o revolucionarios), consecuencia de esa misma pacificación, se produce el primer movimiento de migración, campo-ciudad y la descaracterización del que había sido arquetipo de la cultura rural del país-frontera que fuimos desde remotos orígenes (siglo XVII, cuando menos), protagonista de la economía cimarrona, del cuero y el caballo (cazadora, predadora, antes que realmente pastoril) e igualmente el protagonista de la anarquía guerrera de las contiendas por la independencia y la consolación nacional, en una palabra, el gaucho. Ese gaucho que fue denostado por los burócratas coloniales, que con óptica ajena y culturicentrista, lo vieron como marginal y así lo calificaron como vago, malentretenido, gauderio y gaucho (mal inclinado, desviado). Gaucho que luego fue exaltado (incluso literariamente a partir de Bartolomé Hidalgo) por el nacionalismo naciente, desde la independencia, mistificado, era, ahora, en ese tercio final del siglo nuevamente denostado por los tecnócratas agraristas. Si a ello agregamos que las antedichas nuevas condiciones político-económicas del país y las crisis en Europa (España, Italia y Región Central), favorecieron una masiva inmigración al país en general y a su capital en particular, llegando en ésta haber más extranjeros (en primera o segunda generación) que criollos del país, todo esto, que significaba un profundo cambio social y cultural, que parecía podía conmover hasta los cimientos a la sociedad local y arrasar con sus tradiciones culturales, despertó, naturalmente, un movimiento o reacción contraria Nacionalista y, como algunos dijeron, en oposición a lo "gringo", "criollista", que abarcó el pensamiento, las artes plásticas, la literatura en general (poesía, teatro y prosa) y la música. |
No era de extrañar que, en ese contexto, que en el marco de esa reacción que buscaba valorizar lo propio del país, relevar sus tradiciones y reivindicar la figura del gaucho surgiera un movimiento para exaltar esas formas y valores a poco que alguien con personalidad, prestigio y claridad de ideas se propusiera aglutinar voluntades y concretar apetencias colectivas. Como ejemplo de lo que antes dijimos, entre los años 1890 y 1900, Elías Regules escribe las obras "El Entenao" y "Los Guachitos": aparecen las revistas "El Fogón" y "El Ombú" y numerosos poetas cantan con sonoras estrofas recogiendo los dispersos acentos de la tierra madre. Entre ellos, además de Elías Regules (Martín Zulicán), Alcides de María (Calixto el Ñato), Orosmán Moratorio, Carlos Roxlo, Antonio D. Lussich, Juan Escayola y otros, así como un asturiano avecindado en El Tala, que firma sus décimas con el seudónimo de "El Viejo Pancho" (José Alonso y Trelles). Mientras tanto en la prosa comienza a asomar un estudiante un poco indisciplinado y un tanto aventurero que se llama Javier de Viana y un joven destacado político opositor, Eduardo Acevedo Díaz. |
Al mismo tiempo, ante los ojos sorprendidos de los montevideanos elegantes, quienes alardeaban de no conocer más tierra que la de sus chacras en las afueras de la ciudad, comienzan a destilar a menudo numerosas cabalgatas de jóvenes de la misma capital, vistosamente acicalados con las pintorescas indumentarias de gauchos y paisanos, que a veces arrancaban de sus labios frases despectivas ¿A qué venía todo aquello? Al decir de Sarmiento, el progreso y la civilización de Buenos Aires se podía contar con la cantidad de levitas y galeras de felpa que circulaban por sus calles. Aquella eclosión nacionalista de las últimas décadas así siglo XIX, se manifestó de forma original en la bastante humilde pista de un circo. Se trataba del circo de Pepe Podestá, el inolvidable "Pepino el 88", que fuera el primer propulsor del teatro típico nacional Alrededor de sus ingenuos, y a veces burdos espectáculos, el amor a las tradiciones, que hasta entonces había sido avergonzante en nuestra ciudad, rompió la débil valla que lo limitaba y avanzó impetuosamente en todos los ámbitos del país en donde ese sentimiento se hallaba en estado latente. Los abanderados de ese movimiento fueron -selecto grupo- jóvenes montevideanos pertenecientes a lo más granado de nuestra sociedad, entre los que se contaba un número de universitarios brillantes que extendieron la proyección de sus ideas por todo el ámbito del Río de la Plata, encontrando eco en todas las tierras gauchas de ambas márgenes del río como mar. El instinto de nuestros pueblos sintió que el culto de sus más auténticas tradiciones le era vital y la campaña recibió con júbilo justificando este resurgimiento de la nacionalidad, reivindicatorio de las viejas glorias de sus gentes. Ya las modestas prendas de los gauchos dejaron de ser despreciables y bárbaras para la gente de la ciudad y se comenzó a entrever una luz de heroica gesta entre las polvaredas de las montoneras que, por espacio de décadas, se sucedieron y chocaron entre las cuchillas de la Patria. El auténtico pueblo rioplatense, forjador de nuestra historia y de casi toda nuestra riqueza, comienza a perfilarse como el protagonista de aquellos años. Ante ese estado de conciencia colectiva, surge la figura del Dr. Elías Regules como abanderado de esta causa, profundamente patriótica y constructiva, quien iba a constituirse hasta el último aliento "tirado sobre los pastos", en su quinta de Peñarol, en su más firme propulsor. Sus obras teatrales dan una nueva y más robusta orientación al balbuciente teatro uruguayo; sus décimas que son como el espejo en que se refleja toda la vida de sus lejanos pagos gauchos, encuentran prontamente millares de cantores en toda la campaña. Desde entonces, como modernos juglares, se van trasmitiendo de generación en generación las canciones de nuestro terruño, no pudiendo el paso del tiempo marchitar esos genuinos sentimientos patrióticos. Pero estaba reservado al doctor Regules un esfuerzo más: el de crear en la misma Montevideo, ingrata y desdeñosa de otrora, una asociación en cuyo seno se mantuviera vivo el culto de las más nobles tradiciones nacionales y en la que se hiciera justicia a los más altos valores de nuestra estirpe, encarnada en la olvidada población campesina, a menudo despreciada y escarnecida, y cuyo paradigma, el gaucho, como dijimos, era condenado por aquella realidad. |
Ir a índice de ensayo |
Ir a índice de Soc. Criolla Elías Regules |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |