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Desandando duros caminos
se polvo y de tiempo
vuelvo a ti
y te descubro acurrucada
en un punto de la eternidad.
Intacta en el recuerdo,
ahora me ocultas con recato
las hondas cicatrices de los años.
Ayeres no olvidados
te rodean,
y me reclaman.
Tiemblan las tiernas florecillas
y la pinocha cae, leve y sin ruido,
al acariciarnos la brisa de la nostalgia.
Traspasa el corazón
el dolor-placer del reencuentro…
Si por dentro
el tiempo de la ausencia
duele como una antigua herida,
en el aire,
silenciosamente,
se gesta un milagro nuevo:
sobre mi piel
la tibieza del sol es anuncio
de la niñez recuperada.
Entonces,
libre ya de tercas ataduras
de dudas y temores,
cruzo deslumbrada
tu materno umbral. |