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El silencio era un cristal frágil
dentro de la habitación.
Nosotros lo rompíamos
pronunciando las trivialidades
que dicta la desorientación
en los momentos difíciles,
mientras sus ojos hacían preguntas
que no podían responderse
y sus manos entretejían signos
que no podían descifrarse-
silencioso lenguaje no entendido
desplegando su desamparo
en la forzada serenidad del cuarto.
Y sin embargo,
los símbolos eran claros
para los que sabían verlo.
Señalaban una misma dirección,
convergían hacia un mismo punto,
unánimemente,
inexorablemente.
Los que comprendían callaban.
El aire se pobló de despedidas secretas,
de tácitos adioses,
y el significado implícito
resplandecía sombríamente
fraguando cauces al sollozo y a la pena.
En la esperanza renacía
pero en la tarde se nos fue
y quedamos perdidos
entre cuatro paredes de ausencia,
con el viento del recuerdo
aullando en la ventana
y el horizonte cerrado
con cerrojo de hielo. |