Personajes
Rick: Cávalier …………. (Detective)
Fred: .................... (Ayudante)
Lady Mary Wachoski .(cliente/sospechosa, antigua amante de Rick:)
Kesington:
Livingston:
Wellington:............. (3 clientes/sospechosos, variaciones de un mismo personaje, como los sobrinos del Pato Donald)
(En el escenario hay dos espacios diferenciados; en el medio hay un gran reloj, grande. A la derecha, una sala de estar. En el espacio de la izquierda, recostado en una silla, de espaldas al público un hombre duerme la mona. Prácticamente un bichicome: boina, gabardina gastada atada con una piola, pelo blanco y largo, barba hirsuta y frondosa. Es una especie de Papá Noel pobrísimo: se trata del famoso detective Rick: Cávalier. Ronca. Suena un timbre o campanilla de entrada. Suena varias veces. Entra un hombre apuradísimo y lo zamarrea. Es Fred:, su fiel ayudante).
FRED: ¡Shist despierte, don Rick:, despierte! Ya llegaron. Despierte. ¡Despierteee!!
RICK: Qué (se mueve y cae la botella)
FRED: ¡Ya están aquí! ¿no oye?
RICK: (abre los ojos, lo mira) Quiénes, qué, quién, cómo, cuándo, dónde, por qué, cuál.
FRED: (lo mira extrañado) Ellos, Rick, son ellos.
RICK: ¿Quién es usted?
FRED: ¿Qué? Este... mmhm (suena el timbre) no se mueva, Don Rick, y no se me duerma, ya vengo (sale). Qué tarde se hizo.
RICK: No, no viene, se va. ¿A dónde? (mira alrededor) ¿Dónde... estoy? Ese reloj, qué grande ¿será temprano? cuatro y diez... cuatro y diez ¿de la madrugada? Uuy (se toca la frente) la cabeza.
FRED: (Atraviesa el escenario hasta el extremo derecho, abre la puerta) ¿Sí? ¿En qué les puedo servir?
(Aparecen tres hombres de traje y corbata)
KESINGTON: Buenas tardes míster, somos los doctores Kesington, Livingston y Wellington. Mr. Cávalier nos espera.
LIVINGSTON: Exactamente en tres minutos.
WELLINGTON: O cuatro, si redondeamos hacia arriba
LIVINGSTON: ¿Podemos pasar?, el tiempo cuenta.
KESINGTON: Sobre todo cuando hablamos de un crimen.
WELLINGTON: O más bien, redondeando, de atrapar a un criminal.
LIVINGSTON: Y de impedir que la herencia Warren caiga en manos inescrupulosas.
KESINGTON: Ejem, caballeros, creo que esto no es un tema para tratar con la servidumbre.
LIVINGSTON: Claro.
WELLINGTON: Lógico, redondamente lógico.
FRED: Momento señores, yo no soy el mayordomo. En realidad no soy otro que Freddy Rollings, ayudante honorario del famosísimo Rick Cávalier.
KESINGTON: (Se miran los tres) Oh, mis disculpas, Sr. Ayudante honorario, ¿podemos pasar?
FRED: Por supuesto, Dr. Kesington, Míster Cávalier los recibirá en el hall. Les aviso que para él todo esto es un mero trámite. Aclara los casos con una facilidad asombrosa, con la facilidad, sin ir más lejos, de quien pela una naranja.
WELLINGTON: Eso esperamos, que aclare el crimen.
LIVINGSTON: Y atrape al criminal.
KESINGTON: Y nos permita saber quiénes serán los dueños de la herencia Warren.
WELLINGTON: Ya llevamos un retraso de, redondeando, dos minutos cincuenta. ¿Lady Wachoski, ya llegó?
FRED: No, señor, uds son los primeros.
WELLINGTON: Típico, llegar tarde para buscar protagonismo.
LIVINGSTON: Mujeres. Aunque Mary es especial.
Livingston: carece de las virtudes femeninas pero posee en cambio todos sus defectos.
KESINGTON: ¿Es por aquí? (intentan entrar)
FRED: Aguarden, soo, esperen, tengo que anunciar a Mr. Cávalier sus presencias. Los recibirá de inmediato, él tiene por costumbre reunir sospechosos y develar crímenes antes de su partida diaria de dominó con Jenkins, su macaco fiel, je... Los dejo con él mientras tanto (Les tira un mono de juguete, ellos se asustan, murmuran y se lo pasan. Fred sale y llega al otro lado, donde está Rick).
FRED: ¿Cómo, todavía no se levantó? Rápido, ya están aquí.
RICK: Alto jovencito. Primero que nada ¿quiénes son ellos?, ¿y quién es usted?, y tercero ¿dónde estoy? ¿qué hora es? ¿ya comimos?
FRED: ¿Ppperdón?
RICK: ¿Perdón qué? ¿Qué es todo esto?
FRED: ¿El qué?
RICK: Todo esto. La decoración, horrible, el verde inglés no se lleva más...Y esas cortinas... Uuy cómo me duele la cabeza.
FRED: (Silencio) Aaah, jé, comprendo, otra de sus bromas... muy agudo, el humor de Rick Cávalier, otra de sus marcas para amenizar el entreacto antes de resolver el caso.
RICK: ¿Cávalier? ¿quién es ese? ¿qué dice?
FRED: ¿cómo? (silencio) Oiga, basta de jueguitos. Ellos están aquí, me cansé de decirlo, lo esperan en el hall. Quieren saber quién es el criminal así que, usted ve.
En realidad, todos queremos asistir al espectáculo asombroso de ver, en directo, cómo el más famoso detective desgrana la complejísima e inextricable trama que rodea el Caso de la Serpiente Amarilla, caso que ha concitado la mayor repercusión pública de los últimos años, todo ello con la única ayuda de su mente, sentado en un cuarto, observando y reflexionando para luego hilvanar la cadena de brillantes deducciones con las que develará, paso a paso, el comportamiento del asesino para realizar el crimen. No sólo asistiremos a la reconstrucción fáctica, es decir, cómo burló la seguridad del Estudio y logró introducir, en el despacho del mismísimo Dr. Smith, bajo su sillón de cuero antiguo, una serpiente amarilla, convenientemente congelada y dormida, para que más tarde, por efecto del calor de sus posaderas....
RICK: Posaderas ¿de qué está hablando?
FRED: .. no sólo eso sino que también asistiremos al descubrimiento de móvil, táctica e identidad del asesino antes de que el albacea de la calle Pearling abra el sobre y lea el testamento del Legado Warren a fin de que toda la ciudad conozca de una vez por todas quiénes son sus herederos. (respira cansado)
Como ve, no hay tiempo para bromas.
RICK: Ajá (silencio) Jovencito, lamento decirle que no tengo la más pálida idea de lo que me habla. Es más, me perdí después que dijo "oiga, basta de jueguitos". No tengo ni idea de la herencia Warren ni de la Serpiente Amarilla ni la lombriz azul. No sé quiénes son ellos ni sé quién es ud, ni conozco a ese famoso detective que tanto nombra y que debe ser insoportable. En realidad, aunque me repita un poco, no entiendo nada de lo que dice...
FRED: ¿Qué dice?
RICK: La verdad, no sé muy bien quién soy. Y me duele mucho la cabeza.
FRED: ¿Qué dice?
RICK: Que no sé de dónde vengo ni adónde voy. Por ahora me voy a quedar sentado acá. Uy, qué dolor de cabeza
FRED: (mira para todos lados) ¿Qué dice?
RICK: Lo que oyó. Qué lo único que sé es que no sé nada.
FRED: (silencio) Mr. Rick:... ¡otra vez con la crisis existencial! ¿Ya está bien, no le parece?
RICK: No entiendo.
FRED: Eso que le da cada vez que resuelve un caso. Cuando llega la noche, mirando la luna, después del tercer o cuarto whisky...o por la tarde frente al mar en el crepúsculo...o a la madrugada cuando volvemos caminando por las húmedas y brillosas calles de la ciudad...o los domingos por la tarde después de la cinco....
RICK: Está bien, se entiende la idea.
FRED: La depresión que sigue al éxito. Y como el suyo es excesivo...
RICK: A ver, veamos. Según ud., tengo mis días. Pero yo no estoy triste. Simplemente no me acuerdo de nada.
FRED: Pero.... cócocómo. Hablemos en serio. Cuando dice nada ¿Quiere decir nada nada? ¿Pero nada nada nada? ¿Nada de nada?
RICK: Exacto. Cuanto más hablamos, más me duele la cabeza.
FRED: Pero, pero, pero, pero...
RICK: Continúe.
FRED: Pero pero ¿no recuerda que los de la prensa y la policía estarán aquí dentro de 20 minutos? ¿qué allí (señala el hall) nos aguardan los principales sospechosos del caso de la serpiente amarilla? ¿En serio no recuerda nada?
RICK: No, no y no. No me acuerdo de nada. Ni siquiera recuerdo su cara. Y una cara como la suya no se olvida así nomás. (camina en círculos)
Veamos, supongamos por un instante que ud. dice la verdad y yo soy ese detective famoso.
FRED: Rick Cávalier, el incansable brazo de la ley, el develador de enigmas, la pesadilla de criminales, el relámpago de la justicia...
RICK: Sí, sí. Si eso es cierto -uuy, mi cabeza- (se toca la frente) ¿porqué estoy vestido así, con estas ropas y esta barba? ... James Bond no parezco.
FRED: Es que ud. es un maestro del disfraz. Probablemente estaba practicando su disfraz de mendigo. A veces va a la iglesia, se sienta en la escalinata y practica un par de horas, para traer cambio.
RICK: ¿Y esta botella? Este líquido no debe servir ni para prender la estufa.
FRED: Es que ud. es un maestro del cocktail. Algo tozudo, inventa mucho, si me permite opinar. Los resultados no suelen ser populares... salvo el de la salsa de tomate con yogur y kerosén, en su versión light, claro... ese cocktail liquidaba a un siberiano, pero qué fácil se tomaba.
RICK: Y esta panza... no parece la de un apuesto Detective.
FRED: Es que ud. es un gourmet. Cuando hay que develar un enigma, se concentra durante días y ayuna, pero después de aclarar el caso, vuelve a darle con fuerza.
RICK: Mmhm Eso lo explica...
FRED: Mr. Rick, ellos están aquí. Y pronto vendrán los otros.
RICK: ¿Quiénes?
FRED: Testigos, familiares, periodistas, policías! Verá, entre nosotros, sus últimos casos han sido un fracaso absoluto, salvo el secuestro del gato de Lady Perkins, la vecina de enfrente. Este es un caso famoso, con cobertura de medios, gente rica, nobles, un crimen de una herencia de millones, gente de la farándula... No puede fallar, don Rick, ¡la oportunidad es única!.
RICK: ¡Pero cómo, si no me acuerdo de nada!
(Los tres asoman y entran)
KESINGTON: Disculpen, pero el monito nos tiene hartos ¿podemos pasar?
WELLINGTON: Sí ese macaco es insoportable, no sé dónde lo han educado. No en Oxford, por cierto.
RICK: ¿Y estos?
FRED: Ejem, tengo el placer de presentarle a Sir Rufus Kesington, Lord Wilton Livingston, y el Honorable Vincent Wellington, integrantes del Estudio Kesington, Livingston, Wellington and Smith, todos socios del difunto Ringo Smith, accionista mayor de la Firma, muerto violentamente, es decir, asesinado, hace una semana, como ud. recordará. Estos sres. ofrecieron una gran recompensa para quien descubra el asesino del Dr. Smith. El plazo vence hoy a las 17: 30 horas, luego del té con bizcochitos.
RICK: Ajá.
FRED: Ud. los invitó, quiero decir, me ordenó que los citara para comunicarles las conclusiones de su investigación... y para que probaran los pan con grasa de la panadería de la esquina que son riquísimos... Con su permiso, voy a buscarlos. (Sale)
KESINGTON: Ud. Ya debe saber que el plazo impuesto no es caprichoso.
LIVINGSTON: Sí. Está bien que apuremos con los bizcochos. Vence en 29 minutos,
WELLINGTON: Exactamente en 29 minutos 20 segundos, según el meridiano de Greenwich.
KESINGTON: El albacea leerá el testamento.
LIVINSGTON: Y allí conoceremos el destino del legado Warren.
RICK: Ajá. ¿Y de cuánto estamos hablando?
WELLINGTON: Según la última cotización en bolsa...
LIVINGSTON: ...Y de acuerdo a la coyuntura internacional, sobre todo si hay o no invasión a ese país árabe de nombre impronunciable...
WELLINGTON: ¿O era africano?
KESINGTON: Da igual, señores. Contesten de una vez.
WELLINGTON: ...y redondeando, redondeando...
LIVINGSTON: ...Unos quince mil ochocientos millones.
WELLINGTON: Sin contar bienes inmuebles, bancos, acciones, bonos, capital de giro, autitos chocadores, caja chica, la canasta de monedas, el chanchito, la urna, la bóveda, los cofres fort y los fondos en negro derivado del tráfico de té de trébol, aparte de un bonus track de novecientos cincuenta millones.
KESINGTON: Y sin contar los intereses.
WELLINGTON: Sí, claro, eso no se cuenta.
RICK: ¿Y yo qué tengo que ver con todo eso? (Los tres se miran extrañados)
KESINGTON: Si Ud. encuentra al asesino y nosotros resultamos libres de toda sospecha, cobraremos la herencia de nuestro infortunado socio y amigo.
LIVINGSTON: Y ud se lleva la recompensa que estipula el contrato.
RICK: ¿Y si el asesino resulta ser uno de Uds.?
WELLINGTON: Entonces los otros dos cobran más.
KESINGTON: Sí claro.
RICK: ¿Y si hay más de un asesino?
WELLINGTON: Y, redondeando, el que quede libre cobra toda la herencia.
LIVINGSTON: Pero ¿Qué estupidez es esta? Ninguno de nosotros es el asesino. Además falta Lady Wachoski. Esta mujer siempre llega tarde.
WELLINGTON: Eso, falta Lady Mary Wachoski. Le gusta tanto ser protagonista, que igual puede ser la principal sospechosa.
FRED: (Entra) Eso caballeros, lo dirá Mr. Rick a su debido tiempo... (voz baja) Espero.
LIVINGSTON: Es absurdo, ninguno de nosotros tuvo el motivo, la oportunidad ni la capacidad para matarlo. No sabemos nada de zoología ni conocemos de víboras ni frecuentábamos serpentarios de especie alguna.
KESINGTON: Lo queríamos como un hermano.
WELLINGTON: Caballeros, quedan 16 minutos para el debido momento. El legado Warren puede perderse si no actuamos con celeridad.
KESINGTON: Tiene razón. Somos todo oídos. Cávalier, hable.
LIVINGSTON: Sí, diga quién lo mató
WELLINGTON: Pero ¿y Lady Wachoski? ¿La citaron, no?
FRED: Claro que sí, cursé invitaciones a todos.
RICK: Ajá. (se levanta) Tiene razón él. No hablaré hasta que ella no esté presente. (guiña un ojo a Fred:)
FRED: Suena correcto señor, si me permite decirlo.
KESINGTON: Bueno, bueno, eso, en otro momento, sería una gran dificultad pero ahora ya no (olfatea) Huelo su perfume desde aquí. (se oye el tic tac del reloj)
WELLINGTON: ¡Asombroso! Esta situaciones de espera y de extrema tensión tienen el encanto de la simetría, la sorpresa del sincronismo y el placer de que cada quién cae en el momento justo, como Lady Wachoski:. (suena el timbre)
FRED: Voy a ver (se va)
LIVINGSTON: Y además, siempre se dice lo apropiado con las mínimas palabras.
WELLINGTON: Exacto, de manera tal que la intriga avanza como un mecanismo de relojería...
(Comienza la música, entra Lady Wachoski: moviendo las caderas al ritmo de un mambo y todos se fijan en ella)
LADY WACHOSKI: Uff, cuánta gente... Esos periodistas... son insaciables, no paraban nunca con las fotos. No pude negarme, veo que estamos todos. Mejor, hola a todo el mundo, los quiero, lamento terriblemente la demora, encima de todo tropecé con esa orquesta caribeña, esos muchachos tiene pólvora, güey, son tremendos, tienen sabor. ¿Qué pasa? Esto parece muy aburrido.
KESINGTON: Te esperábamos con ansiedad, Mary. Ahora que llegaste, Mr. Cávalier nos revelará quién es el asesino.
FRED: Así es (lo mira) ¿No es así señor?
LADY WACHOSKI: ¿Rick? ¿Rick Cávalier? (lo encuentra y le palmea las mejillas) ¡Hace tanto tiempo! Ricky Ricky, siempre con tu costumbre de señalar el culpable y aclarar el caso en el último momento. No cambias más. ¿No te aburre? ¡Por Dios! Deducciones asombrosas, móviles inverosímiles, pasiones ocultas, oportunidades rebuscadas, tramas complicadísimas... todo el atrezzo que recarga y complica el simple arte de matar. Me pregunto cuál es el límite para tanta repetición. Porque en el fondo todo es una variación de lo mismo.
¡Hombres, cuándo se les acabará la credulidad! Nunca, supongo, por algo existe la página deportiva del diario.
KESINGTON: Exquisita, agradecemos tus ingeniosos conceptos, son muy, cómo decirlo, ingeniosos, pero reiteran la extendida costumbre femenina de no dejar hablar a nadie. Nos estás impidiendo conocer quién es el asesino. (Se levanta y camina) Aunque nuestro famoso detective parece haber roto su habitual locuacidad, ha sustituído sus brillantes cadenas deductivas por un tosco, extenso e impenetrable silencio cuyo significado y fin último, permítanme que me floree, creo imaginar. Es más, estimo que, tras pensarlo un momento, resulta bastante previsible.
WELLINGTON: ¿Previsible?
KESINGTON: Exacto.
LIVINGSTON: Sí, sorprende lo poco que ha hablado desde que entramos. Kesington, explícate de una vez y no marees más.
WELLINGTON: (Mirando el reloj) Lo hará en otra oportunidad, el tiempo se agotó. (suenan las campanadas del reloj dando la hora en punto). Es hora de que hable Mr. Cávalier. Sir...
(Rick camina y hace como que va a hablar, pero cada vez que abre la boca, se arrepiente y la cierra. Finalmente vuelve y se sienta en la silla del extremo).
KESINGTON: Vaya, llegó la hora y Mr. Cávalier no habló. Esto no estaba en los planes de nadie. Ciertamente no en los míos. Sin palabras. Sorprendente.
Es realmente difícil saber qué ocurrirá ahora; quizá se pierda una fortuna, una fortuna inmensa. Esto es algo muy serio, significa la destrucción de miles de puestos de trabajo. Miles de familias quedarán en la calle, niños que no podrán ir a la escuela. (piensa). Sí, regiones enteras, tal vez países sufrirán las consecuencias de que el legado Warren no pase a sus legítimos propietarios y sea ingobernable. El daño resultante es difícil de calcular, y alguien tendrá que pagar por ello. No quisiera estar en sus zapatos, Cávalier. Su silencio nos está lisa y llanamente arruinando. No podemos permanecer quietos frente a ello. (camina y de pronto se detiene). Pero no puedo, me niego a creer una actitud tan burda, tan suicida, en usted. Pensándolo bien, resulta obvio que calla para observarnos mejor. Quiere ver qué hacemos en este momento extremo, cuando todo parece venirse abajo. Por algo nos lleva hasta esta situación extrema. (camina) Probablemente aún tenga dudas razonables, y por eso aguardó tanto: busca que alguno de nosotros dé un traspié.
Sí, viéndolo de este modo, resulta claro que juega con los límites; juego audaz, y por cierto, sinceramente inesperado en alguien que ha ganado tanta fama gracias a su velocidad para resolver enigmas (se detiene y mira a todos)
Sí, amigos, bajo ese semblante bobalicón que, por cierto, contradice tanto su prestigio intelectual, él espera. Calla y espera. Aunque hay que decir que este acecho es un tanto burdo, por lo evidente. En cierto modo subestima nuestra inteligencia y ofende nuestra prosapia, pero él persiste. Confía en hallar el desliz, la señal que indique al culpable.
Qué calor hace en esta habitación.
WELLINGTON: Quiere decire que, con el sigilo de una anaconda, el detective quiere cerrar el lazo alrededor del cuello del asesino del Dr. Ringo Smith.
LIVINGSTON: ¡Pero otra vez con que somos sospechosos! Esa hipótesis resulta peregrina, fútil, absurda, inconsistente. El culpable no puede ser uno de nosotros. Por que, si lo fuéramos ¿Cómo se explica la insistencia en venir hoy, aquí, y sobre todo, la insistencia en pasar, cuando no hay que ser un lince para ver que no querían ni dejarnos pasar? Y además ¿por qué, si somos sospechosos, lo contratamos como detective? ¿No es el más célebre, el más rápido, el más inteligente? Aunque, sin ofender, parece que aquello de que la fama es puro cuento es cierto. (camina)
Pero insisto, podríamos habernos cruzado de brazos y quedarnos a esperar la actuación de la policía. (lo señala y abre la boca sin decir nada) ...y... y encima de todo, casi no habla.
LADY WACHOSKI: Lexi, Lexi, querido Lexi, no puedo creer estas quejas, sigues tan pueril como siempre... siempre fuiste un niño -en todos los aspectos, por desgracia, y no sólo para tí-: todo esto que dices no es mérito de inocencia. Al contrario, es carga de culpabilidad. Sí, como lo oyes, de culpabilidad. La coartada más vieja del mundo estipula y exige del asesino, necesariamente, un comportamiento contradictorio con su naturaleza. Debe comportarse como un inocente, actuar como un inocente, es más, creerse inocente, al punto de no diferenciarse en nada de un verdadero inocente... Todo lo que han hecho, y que tú muy bien enumeras, lejos de hacerlos parecer inocentes, los convierte en los principales sospechosos. ¿O acaso olvidan que, en el fondo, el crimen no es más que una mentira?
FRED: (duda) En todo caso, toda mentira es un crimen, no al revés. Creo.
LADY WACHOSKI: No, Fred, no es así. No te precipites, queridísimo Ayudante Honorario, ay, siempre tan precipitado -en todos los aspectos, por desgracia, y no sólo tuya...
Si la mentira fuera un crimen, entonces la hipocresía sería la señal, el estigma, el signo inequívoco del comportamiento criminal... y resulta obvio que no es así. No se puede afirmar alegremente esto de que "toda mentira es un crimen", si no se recuerda antes que la Hipocresía es la base de nuestra sociedad. Está en la base -o, si uno es un optimista, o un ingenuo tardíamente retrasado con problemas de comprensión motora- integra la base de todas nuestras relaciones de convivencia: sociales, políticas, institucionales, mercantiles, vecinales, laborales, recreativas, conyugales, sexuales, uuf, para qué seguir, en todo hallamos el elemento hipócrita. Qué elemento. Y si la mentira es un crimen, entonces toda la sociedad es criminal, y entonces el crimen no existe, porque como todos sabemos, el crimen siempre es excepción, nunca regla, y como todo el mundo miente casi todo el tiempo, la mentira no puede ser crimen, porque entonces, por extensión y generalización del hecho, deja de ser crimen. Ya sé que me
repito, pero es para que entiendan: todo crimen es una mentira, un falseamiento de algo que, precisamente, está prohibido porque se sale de una norma, de un comportamiento generalizado y aceptado como bueno.
Un crimen siempre es algo excepcional.
WELLINGTON: Hay algo de razón en eso, matar a alguien es criminal, matar a una docena, heroico. Las medallas al mérito, con hojas de roble y el borde plateadito, con una cinta de dos colores, se dan por eso. A veces las da hasta el Príncipe o la Reina, pero no siempre, claro.
KESINGTON: ¡Basta! ¡Basta!¡Por favor Mary, basta de cháchara! Ya me estás cansando con tus impertinencias.Encima de que llegas tarde a todos lados, siempre acaban hablando de tus burdas ideas. ¡Por favor Mr. Cávalier, acabemos con esto! ¡No tengo todo el día! ¡qué calor!
WELLINGTON: Además ya estamos pasados la hora. Redondeando, diría que bastante pasados.
LADY WACHOSKI: Tranquilo, Lord Kensington, tranquilo, siempre con ese temperamento tan fogoso -lástima, y no sólo para ti, que sea sólo en este aspecto-: Rick sabe que el pez por la boca muere. Nos deja hablar. Su mente de detective no se detiene nunca. Aunque te pueda parecer todo esto una pérdida de tiempo, en este momento sólo está confirmando hipótesis, rechazando inferencias, elaborando nuevas y sorprendentes deducciones con las que acabará por reconstruir los pasos del asesino, su móvil, la situación, la trama, el acto final. En fin, todo eso. No sólo es el mejor detective, es un hombre que se ha hundido hasta los codos en la miseria humana, conoce las dos caras de la desgracia, siente en carne propia la sinrazón que anida en el alma humana, y sabe que el estigma de haber salido del estercolero más infame está en la condición misma del hombre. Sabe que todos tenemos algo que ocultar y que este caso es demasiado notorio, demasiado público y con demasiados millones en juego: tiene mucho para ganar desvelando al asesino. Y mucho para perder callándolo.
WELLINGTON: Con la mora, unos 13 millones, sin contar impuestos, honorarios y timbres. Es incumplimiento de contrato.
RICK: ¿Qué? (mira a Fred:) ¿Tanto?
KESINGTON: ¿Y por qué piensa que toda la prensa está afuera? ¿Qué se cree? Tanta opinión pública no se debe precisamente a los buenos oficios como promotor relacionista de su Ayudante Honorario. (todos ríen)
FRED: No le veo la gracia. (mira a Rick) Además... sólo pensamos en cobrar la recompensa estipulada en el contrato. ¿No?
RICK: (se levanta) Bueno, ejem, excúsenme, tengo una necesidad impostergable... (se dirige hacia un costado)
FRED: El baño está por allá (señala el otro costado).
RICK: Ah sí.
LADY WACHOSKI: Ja ja já ¡Rick! ¿a quién quieres engañar con ese paso cansino, como si no supieras ni dónde estás parado? (lo imita) "Una necesidad impostergable". Brr, cuánta presión, cuánta aprensión, pareces un inexperto... Con trucos tan baratos no vas resolver nunca este caso.
KESINGTON: Tal vez el detective quiera dejarnos solos para que hablemos y discutamos, y poder comparar así argumentos, actitudes, palabras fallidas... Tal vez haya por aquí micrófonos ocultos. (bosteza) Comienzo a aburrirme, de ser esta su intención, se trata de un truco más barato aún. además no queda tiempo, repito, no queda tiempo para esperar más resultados. Todo el mundo aguarda.
WELLINGTON: Bueno, no, según el horario de los tribunales, quedan dos minutos y medio, redondeando, aunque ahora queda menos y ahora menos y ahora...
FRED: ¡Por favor, sir! ¡Sus palabras ofenden a Rick Cávalier! El hace rato que conoce quién es el asesino (lo mira)... Por eso se demora, porque ¡el asesino está aquí, en esta habitación!
Todos: ¡Ooh!
FRED: Así es. Tranquilo Rick, no hay apuro, la puerta está con llave, nadie podrá huir. (todos miran a Rick)
RICK: Bien, eeh... Ajá... Claro. Sí... vamos a ver... Bueno, la verdad... ¿de cuánta plata estábamos hablando? No, no digas nada, me pone nervioso. (suspira, aprestándose a un gran esfuerzo) La verdad es que... la verdad es que uds me aburren muchísimo (protestan indignados) Sí, me aburren mortalmente. Esto duerme a cualquiera... si no me doliera tanto la cabeza... Todo... es tan obvio (silencio).
KESINGTON: Siga, lo oímos.
WELLINGTON: Sí, apúrese Don Rick, ya casi pasó la prórroga. Casi.
LADY WACHOSKI: Cállate Wellington. ¿Qué es tan obvio?
RICK: Todo. Todo, todos. Somos... bueno, yo... este...
LADY WACHOSKI: ¿Este qué? ¿qué somos?
RICK: Yo opino humildemente... este ¿qué opino?.. sí, claro, opino que, que todos somos víctimas de estructuras sociales y genéticas que nos atraviesan y nos determinan en múltiples direcciones. La libertad es una ilusión. Es más, estamos determinados desde tantos lados y desde tantos vectores que al cabo de todo, bien pensado, esta multideterminación termina pareciéndose mucho a la libertad. Es decir, al menos al futuro ignorado, al futuro posible, a la potencialidad que encierra la palabra libertad. Porque hasta la libertad encierra algo. Pero, bueno, si de verdad no hay libertad (los mira) entonces no hay responsabilidad. ¿O no? (camina) No somos, no soy responsable. Ni de mis palabras ni de mi silencio. Nadie sabe quién acecha en lo oscuro, qué manos mueven los hilos, qué hilos, qué castigos, qué premios nos darán esas manos movidas por quien sabe qué hilos... uuy cómo me duele la cabeza...
FRED: (tomándolo del brazo, habla para que lo oigan todos) Jé, muy buen chiste Don Rick, (por lo bajo) pero qué haceee, qué me está haciendo, está loco o qué (a todos) Siéntese, así comunicará mejor los resultados de sus fabulosas deducciones...
RICK: ¿Eh? Uy, sí, una silla, hagan lo que quieran o al menos lo que puedan, si es que pueden hacer algo. Si la multideterminación los deja... por mí no se molesten.
LADY WACHOSKI: (asustada) Dios mío, este hombre habla en serio. En serio ¿lo oyen? Habla en serio... ¿Qué , qué es esto? ¿Qué le pasa a Rick? (los mira) ¡Rick! ¿Qué te hicieron? ¿De qué se trata todo? ¡No se queden parados, sin hacer nada! ¡Fred, este hombre está mal! ¡No podemos quedarnos así como así! (todos desvían la mirada, gran silencio)
KESINGTON: Caramba, Lady Wachoski, es la primera vez que la veo desencajada. (camina alrededor de ella) Qué me cuentan.
LADY WACHOSKI: ¿De qué hablas? ¿Qué, qué quieres decir?
KESINGTON: Realmente hay que sacarse el sombrero. Cávalier es un genio, señores.
LADY WACHOSKI: (los mira) ¿Qué, qué quieren decir?
LIVINGSTON: Quiere decir lo evidente: sólo el culpable se vería beneficiado con la demencia repentina del Detective más famoso del mundo.
LADY WACHOSKI: No entiendo ¿y?
WELLINGTON: Naturalmente, el culpable saltaría de alegría frente a estos desvaríos. Y una persona alegre es un ser feliz.
LADY WACHOSKI: ¿Y?
KESINGTON: Un ser feliz se muestra satisfecho, no contrariado y molesto. A no ser...
LADY WACHOSKI: ¿A no ser que qué?
KESINGTON: A no ser que quiera disimular su alegría. Es más, que deba, por alguna razón, disimular su alegría.
WELLINGTON: En ese caso, se mostraría, como es lógico, molesto y contrariado.
KESINGTON: Yo diría "desencajado".
LADY WACHOSKI: No... no entiendo.
LIVINGSTON: No entiendes, cómo es que tú, querida Marion, tan luego tú, no comprendes. ¿Cómo es que la reina del sarcasmo y la emperatriz del doble filo, pierde, justo hoy, justo ahora, el dominio de sí misma? Balbuceas desconcertada, sin poder hilvanar dos frases seguidas, desencajada por completo, ¿y quieres que no pensemos? ¿no es raro?
LADY WACHOSKI: Qué, qué, qué quieres decir.
KESINGTON: Hay que reconocerlo, Cávalier es un genio.
WELLINGTON: Así es.
LIVINGSTON: Sólo una mente superior puede lograr tanto haciendo tan poco.
KESINGTON: (se dirige hacia Rick) Si alguna vez dudé de su lucidez, le presento mis excusas, míster.
WELLINGTON: ¿Se dan cuenta? Sin hablar, y lo poco que habló, no tuvo nada que ver.
LADY WACHOSKI: Pero, ¿qué estupidez es esta? ¡Basta! ¡Rick! (va hacia él) ¡Diles que no sigan! ¡Díselo! ¡Que acaben de una vez con esa patraña! (Rick: la mira y luego baja la cabeza, no puede hacer nada. Se produce un silencio largo, ella se arregla el pelo). Je, jé, ja, já, muy bueno, jé, caí como una inocente -lo cual, bien pensado, no es necesariamente un insulto... aunque, je, en mi caso no sea lo común... no en las últimas décadas, al menos. (silencio) Es un chiste. Además, todo esto es... una farsa, Frank Warren me odiaba, no puedo estar en ese testamento... y a Ringo, hace años que no nos veíamos, dos, sí, dos años debe hacer... cómo se puede pensar que yo... es absurdo, no tiene pies ni cabeza, es un disparate (silencio). A ver, ya está, uds me obligan a la indiscreción. (gira y encara a los tres) La noche del 22 la pasé con... nada menos que con Lord Méndelson, ¿eh? ¿están contentos? Que no se sepa que lo dije yo. Y si se sabe, que aguante. ¿Qué? ¿no dicen nada? Su criado lo confirmará, aunque él lo niegue, el mayordomo me vio. No es que piense que él no vaya a recordarme, no suelo ser precisamente olvidable, pero esa noche, uds saben, bebimos como cosacos, y el champagne no perdona. (silencio) Sí, el criado es lo más seguro... pregunten por él, seguro que se acuerda. Jé, espero que todavía siga trabajando, todo el mundo comenta que Méndelson es insoportable y cambia de mayordomo como de camisa. De todos modos, no debe ser tan difícil, tendrá un nombre, vivirá en algún lado, no puede ser tan difícil encontrarlo y hablar con él. (silencio, luego se ríe). Esto no puede ser. Es broma. No, no es una broma. Es una broma cruel, una estupidez, una broma, una broma absurda. Una broma absurda. No. No y no ¡Ay Mary, tenías que caer ahora, justo ahora como una chorlita! (cambia la voz) Tenías que caer, así te toca pagar. Pagar cada una de tus mentiras, de tus mordaces mentiras. (se tapa la boca). Pagar todas tus faltas, todas las deudas, toda la hipocresía. Toda esta parafernalia artificial, esta disolución, esta vida de cartón piedra, de fórmulas pensadas para la permanente transgresión sin caer en el mal gusto. De la frivolidad, de la ligereza, de la alegría si, Mary, todo oscurece. Se esfuma la risa, el orgullo, el humor. Todo se evapora. Ya no hay orgullos por herir, no hay persona, no hay alma, no se te ve el alma por ninguna parte. ¿Oyes bien Mary? A tu alrededor no queda nada, ni nadie. Ni un alma. (cambia la voz) Pero yo no, yo no, yo no fui, no hice nada... (cambia la voz y grita) ¿Nada? ¿Nada dijiste? ¿Es otra broma? ¿Otra más, Mary? ¿a quién quieres engañar?... (cambia) Yo no, no, señor, yo no quise decir nada malo, perdón si lo confundí, yo señor, me confundí, estoy muy confundida, ya no sé qué digo (cambia la voz) ¿Ya no sabes qué decir? ¿Es que es necesario decir algo? ¿Queda, oh víbora ponzoñosa, queda algo por decir? ¿Algo, alguna palabra que te salve de la Ley? ¿Qué te salve de ti misma, maldita serpiente? ¿Vas a escupir más mentiras? Caíste. La Ley te alcanzó y la injusticia hará Justicia, porque tú no eres salva, ramera sin escrúpulos. Te perdiste y no queda nada por decir. Cada una de tus faltas cae ahora sobre ti, madre sin hijos, porque no tienes futuro, y ya no te queda pasado, todo cae sobre ti... (se arrodilla y cambia la voz) ...Piedad... yo no quise, yo no sabía, yo no fui, Señora, yo no quise. Piedad Madre, por tus hijos, por lo que más quieras, piedad... (cambia la voz) ¡No! El dolor ya te alcanzó, niña mala, niña loca, ramera sagrada, y los colmillos de la Ley se hunden en tu carne, en la carne de tu corazón, y ya no te soltarán. ¿Qué, es demasiado dolor? ¿No se puede ver más que blanco? Acostúmbrate, sólo te queda acostumbrarte, porque no te soltarán. Tú te lo buscaste. Es la Ley.
(se levanta, mira hacia adelante) Ay tiempos, aquellos tiempos en que éramos felices porque no sabíamos, porque no existíamos, porque reíamos en la Nada. Todo era como un transcurrir río abajo, plácidos, levísimos, un deslizarse por el triste espacio del no ser, y ser sólo eso, nada, nada, nada. Nada nos ocurría, éramos faltos, no éramos nada, y nada se nos podía cobrar... Ahora es tiempo de volver a la nada, al vacío, a la llanura sin pliegues donde no se encuentra a nadie. Ya otros tiempos se adormecen, otros tiempos despertarán, certeros como flechas de fuego en la oscuridad, y nacerán otras serpientes y se fijará otra Ley y se volverán a clavar los colmillos en la carne insulsa, indolente, culpable hasta el hueso. (se cubre las manos con la cara, se arrodilla, se pone cara al piso y llora)
KESINGTON: Es triste.
WELLINGTON: Sí. Jamás pensé que fuera ella.
LIVINGSTON: Caballeros, es la hora.
WELLINGTON: Sí, es la hora.
KESINGTON: Hora de cobrar. Lo felicito Mr. Cávalier, su fama no le hace justicia: es ud. un detective formidable.
RICK: ¿Yo? (a Fred:) ¿Qué quiere decir? ¿De qué habla? Ella no tiene nada que ver, creo yo, no parece...
FRED: Tranquilo, después le explico. Es como decía ud siempre "cherchez la femme", pero bueno ahora tenemos que ir a cobrar. Ya habrá tiempo para descansar. (a todos) El compromiso personal con su trabajo es tal que cada caso lo deja absolutamente agotado. De cama. Es como si su mente llegara al límite, a un límite cada vez más lejano, y, claro, le cuesta volver. La última vez estuvo así una semana.
RICK: Pero yo no dije nada, yo la conozco, ella no es, no, no es...
WELLINGTON: Bueno sí, es lógico. De todos modos no queda duda de que los dos han hecho un espléndido trabajo. Merecen cada moneda estipulada en el contrato. Era un caso realmente difícil.
LIVINGSTON: Claro que una vez resuelto, parece realmente fácil, simple.
KESINGTON: Sí, ella le debía mucho dinero a Ringo. Le avisé que no se metiera con ella, pero no me hizo caso.
WELLINGTON: Sí, yo le dije lo mismo. No a un interés tan bajo.
RICK: (a Fred:) ¿Y ella? ¿Qué harán con ella? ¿Adónde vamos?
FRED: Ella... tiene que pagar (todos, menos Rick, sacan un cuchillo, se ponen servilletas y se dirigen a la mujer arrodillada en el suelo)
RICK: (Se apagan las luces) ¡¡Nooo!!! |