Te pregunto, señor |
TE pregunto, Señor, es ésta la hora o debo esperar que tu victoria nazca de mi muerte? Estoy en la infancia de tu nombre. Voy de la mano por tu desangrada noche; me caigo, me levanto, vuelvo a caer arrastrándote conmigo en la ceguedad de mis pasos. No soy como tus santas, tus esposas, Teresa, Clara, Catalina, que el Ángel sostiene en vilo sobre la oscuridad de la tierra, mientras tu aliento tempranamente las madura. No soy siquiera como aquellas que te siguen humildes en el quehacer del pan y la casa, pero amamantando tu esperanza sin saber de tus graves decisiones. Soy como soy, yo misma, la de siempre, con esta muerte diaria y la experiencia triste que guardo en los cajones como cartas; con mi pelo, mi lengua, mis raíces, y el escándalo que hago con tu nombre para oírme; y tu amor que revivo en mí cada mañana, masticando tu cuerpo como un perro su hueso. Y nada me ha cambiado. Me derriba en el cuerpo de mi sombra cada acto de amor, cólera o llanto, espadas que me cruzan y te cruzan. De todo lo que fue, de lo que espero, el alma se me quema. Y no fulgura. |
poema de Clara Silva
Las bodas
Ediciones Atenea
Montevideo - setiembre 1960
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