Vestidos para la última fiesta
levantan las manos
con un gesto de adiós
sin moverlas
en un esfuerzo para recordar sus caras
antes de entrar en el límite de sus sombras
cuando el alma y la carne
juntan sus aguas
en la furia
hasta confundirlas con la dicha
Remachados a los eslabones de su suerte
como si fuera de ellos nada existiera
cada uno era el otro
en el lugar de sus cuerpos
dándose
recibiéndose
en la terrible gracia de aquel fuego
Pero ya están junto al silencio de su sangre
y el viaje ha sido tan corto
en su memoria
que les parece apenas recorrido
Imposible medir
por el número de sus pasos
ni por los testigos a favor de su tiempo
donde está el que salve los despojos
tan poco le habían concedido a los cielos.
Las cifras son muy altas detrás de las palabras
y los jueces tan oscuros como sus sentencias.
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