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El color de los pájaros |
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Hace amplio tiempo, hace siglos, cuando América sólo estaba poblada por indios, ocurrió un hecho tan hermoso que a todos se lo quisiera contar. Una vez los pájaros empezaron a notar que los colores del arco iris, cada vez iban siendo menos puros y, por lo tanto, menos hermosos. ¿Qué le sucederá al arco iría que ya no aparece tan lindo como antes? se preguntaban los pájaros asombrados. Y no sabiendo a qué atribuir el fenómeno, en el deseo de aclararlo y de realizar algo para hacerlo desaparecer, se reunieron en una gran asamblea. Es conveniente decir, antes de continuar esta narración, que por aquellos tiempos los pájaros no tenían como muchos tienen ahora — plumas de hermosos colores, porque todos, casi todos, postran un plumaje de color oscuro como en el presente el del gorrión. Bien. Reunidos en gran asamblea tomo hemos dicho, sucedió que cuando estaban deliberando, aunque sin llegar a ningún acuerdo y sin saber qué resolución adoptar, bajó volando desde el cielo al gran árbol sobre cuyas ramas se posaban, un pajarito desconocido, más bonito que todos los allí presentes, porque tenía plumas de muchos colores, y pidiendo silencio, ante la curiosidad general dijo, cantando, lo siguiente: Compañeros de la tierra: el arco iris está enfermo. En el cielo ha aparecido un insecto que se multiplica por millones y que vuela alrededor de el como los insectos que ustedes conocen vuelan alrededor de la luz. Pero como allá arriba no hay más pajaritos que los de mi familia y somos muy pocos, decidí venir a la tierra buscando la ayuda de ustedes. Vengo, pues, a pedirles que vuelen conmigo hasta el cielo y que nos ayuden a devorarle al arco iris los millones de bichitos dañinos que lo rodean y lo enferman, causa por la cual va perdiendo sus lindos colores, como ustedes han notado. Pero he de advertirles honradamente que es muy difícil la empresa, pues hay que atravesar por parajes muy fríos y luego de llegar, hay que ser muy valientes y decididos para que en la gran pelea que tendremos que sostener con los millones de bichos, ellos no nos venzan a nosotros, siendo en cambio nosotros los vencedores. Luego de escuchadas estas palabras, en la asamblea de pájaros hubo un gran revoloteo y un prolongado alboroto de trinos. Deliberaron durante un largo rato y luego, el que hacía de jefe, que era un cardenal, preguntó quiénes se animaban a seguirlo en pos de tan difícil y peligrosa empresa. Hubo en la asamblea un momento de indecisión, pues muchos de los presentes se acobardaron ante los peligros de la travesía y de la batalla, pero los más generosos y valientes, ya con dulce y con áspero canto, hicieron saber su decisión de ir, y apartándose de la enorme bandada, formaron una bandada nueva bastante numerosa también. Entonces el cardenal en jefe dirigiéndose al pajarito forastero, le dijo: Estamos prontos; tú nos guiarás— Y la bandada de valientes pájaros echó a volar hacia arriba, hasta desaparecer entre las nubes, mientras los otros, cobardes, se quedaron muy paraditos entre las ramas del gran árbol. Uno de éstos dijo: estos pobres no saben en la que se metieron. Creo que ninguno de ellos volverá a la tierra, y si alguno tiene la suerte de hacerlo, será sin plumas, completamente pelado. ¡Lindos van a quedar después de la lucha con esos bichos desconocidos! ¡Son unos bobos! ¡Cómo nos vamos a reír al ver la figura de los que vuelvan! Y los otros dijeron a la vez: sí, son unos bobos y unos ilusos. ¡Cómo nos vamos a reír. Bueno. Los pájaros valientes volaron durante varios días entre el frío y la lluvia y el viento y la nieve, siempre con su jefe, el cardenal, a la cabeza, quien llevaba al costado, de guía o baqueano, al pajarito de colores, vivos, al pajarito forastero. Volaban y volaban, pero el arco iris no se alcanzaba a ver, hasta que al fin, una mañanita, luego de una tormenta que mojó las plumas y mucho los atrasó en la marcha, estando ya en el cielo, apareció el arco iris, cerquito, inmenso, hermosísimo a pesar de los manchones oscuros que allí y allá le formaban los millones de bichos inmundos que había que destruir. Entonces, estando ya a unos quinientos metros de distancia solamente, el cardenal los detuvo a medio vuelo, los agrupó, les dijo quién sabe qué cosas en su canto vibrante, y todos los de la banda se lanzaron como flechas sobre las manchas movedizas de los bichitos que oscurecían los colores que tanto admiramos. Y allí fue Troya. Durante verías horas aquello fue una verdadera batalla. Los valientes pájaros de la tierra a cuya bandada se había unido la bandada más chica del cielo — con el pico, las uñas y las patas mataron bichos entre ruidos de alas y cantos de coraje y cantos de alegría. Después, quedó flotando en el aire y cayendo despacio una gran nube parda de insectos muertos. Los pájaros habían vencido en toda la línea. Y he aquí que sucedió un hecho sin igual, digno de tenerse siempre en la memoria. Los pájaros de la tierra de tanto y tanto volar y sacudirse en la zona de luz del arco iris, fueron manchando su pardo plumaje con los bellos colores de aquél, y como los colores del iris no se borran más, los valientes batalladores quedaron vestidos con un plumaje nuevo y hermosísimo, que no sólo iban a conservar mientras vivieran — según les dijeron muy alegres los pájaros del cielo — sino que los trasmitirían para siempre a todos sus descendientes. Concluida la batalla, luego de un descanso reparador y de despedirse de sus compañeros celestes, la bandada empezó a volar en descenso, y llenos de inmensa alegría se miraban unos a otros creyendo soñar al verse sanos y salvos, al sentirse satisfechos de haber realizado una gran hazaña en provecho del bien y de la belleza, y al verse premiados ¡inesperadamente con un plumaje tan lindo. Volando y volando llegaron a la tierra y había que ver las caras de arrepentimiento que pusieron los que se quedaron aquí abajo por cobardía, al comprobar que no sólo habían vuelto todos los que fueron, sino que en lugar de llegar vencidos y desplumados, como ellos creían y hasta deseaban, llegaban vencedores y con sus plumas enteras y pintadas con colores hermosos, como son en la actualidad los colores del churrinche, del benteveo, del siete vestidos, del dorado, del zorzal y de muchos otros pájaros lindos que viven en los campos y bosques de los países sudamericanos. |
fábula inspirada en una leyenda india por Fernán Silva Valdés
Publicado, originalmente, en Mundo Uruguayo - Montevideo, Año XV Núm. 778 Diciembre 7 de 1933
Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación
Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)
Ver, además:
Fernán Silva Valdés en Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
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