Capitán de mis sombras
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Yo, mi caballo y el campo. Chicotear del lazo en las ancas del pingo; saludable olor al sudor del montado; mellizo flamear de la golilla sobre mis hombros; festivo pereré de un petizo a media rienda; dolor perfumado del pasto machucado por los cascos; horizonte caliente y luminoso que abre cancha a mi audacia verde culebra del monte estirada a lo largo del río. Yo, mi caballo y el campo, y atrás, galopando sin ruido, el pelotón de los míos. Todos los criollos que llevo en la sangre se corporizan, fantásticos, a mi espalda, y se oscurecen y se aclaran en la nube de polvo que levanta mi flete. Yo, mi caballo, el campo, y tapando mi trillo el tropel de los míos. Borrosos en sus barbas y en sus melenas los voy reconociendo: Aquel es don Francisco Solano Antuña, servidor de la patria: Ese otro Juan Venancio Valdés. guerrillero de Oribe; y Calixto Muñoz, con su escuadrón de locos; Y José Maria Silva. defensor de la plaza civil de la Florida: y Dámaso, su hermano, que murió fusilado; y subiendo en la hebra del mismo apelativo, don Antonio Teodoro. padre de los mentados, que peleó en Sarandi, sin salir de sus campos; y mi padre, mi padre en su caballa overo, mismo como el del "Fausto'. overo en cuyos lomos aprendí a ser abrojo. Y al galopar por los campos sonoros, dorados de soslayo por el último sol, el pelotón me sigue fantástico y heroico, embanderado de ponchos y golillas... Y sus miradas duras acampan en mis ojos; y sus bocas barbudas quieren decirme algo; y sus manos levantan, hábiles, los fletes silenciosos -cancheros del aire- y sofrenan a un tiempo si yo sujeto el mío; y yo que sin quererlo, voy en la punta, insisto en comer cola. respetuoso, asombrado, deseo dejarlos pasar adelante, hasta que uno me grita desde su cerrazón, parado en los estribos: "Hacé punta muchacho, no te achiquen las barbas; si el más sabio, el más viejo, el más toro sos vos. Sos la suma de todos, florecés y te alzás de nosotros como el árbol se alza de sus raíces. Nosotros, desde abajo, te nutrimos de criollismo; sos la punta florida de cuatro apelativos; cierto que estamos ciegos, cierto que estamos mudos, mas cuando vos cantás nos sentimos cantores en las sombras porque vos sos nosotros, cantando por tu boca, y el ansia de cantar que en vida mantuvimos, en tu boca, muchacho, se hace voz; no te achiquen las barbas y hacé punta, que para eso sos el payador". Y al galopón por los campos sonoros, llevado por el viento y el polvo que ellos soplan, punteo sin quererlo -capitán de mis sombras-, cuarteador de la Muerte, luminoso, embrujado, envainando mi cuerpo en la noche al bracear del caballo. |
poema de Fernán Silva Valdés
De "Intemperie"
Panorama de la Poesía Gauchesca y Nativista del Uruguay
Selección, prólogo y notas de Serafín J. García
Editorial Claridad - Montevideo - 1941
Ver, además,
Fernán Silva Valdés en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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