En la iglesia o dónde

poema de Milton Schinca

Nunca pasó sin porte responsable
por frente a las iglesias de mi ciudad. Diría
que en su penumbra palpablemente vaga
un aliento intranquilo
cuyo paso sensible desazona aquel reino.
¿Es de Dios
ese viento que adivino? ¿es su mano?

¿una atenta
voluntad mediadora
que así nos busca entre la piedra perfumada?
¿o es más bien la carrera de un aire desolado
que ya ha medido todos los vacíos y aquí llega
sin paz, a proclamar la gratuidad

de esta ardida arquitectura, a avisar

de la irrisión de los símbolos, a denunciar

la fatuidad de todo diálogo, de toda voz devota?

Porque no sé entender el perturbado hálito

con que el portal umbrío me interroga,

me alejo entonces de su aura; doy

apresurada espalda a la cruz

que raya el cielo. Me pierdo ahora

con urgido paso en la ciudad, en una marcha
quizá esclarecedora, porque
¿no hay en las calles, en los seres,
sabidurías ocultas, voces explicativas?

Buscando claridades repaso pues costumbres,
reconstruyo trabajos, revivo habitaciones.

Coordino frases en los cafés verdaderos,

bebo del vaso como descifrando, doblego un

           cuerpo

frágil en la penumbra como para entender,

en los teatros procuro rehacer en tramos

         el universo,
endoso un cheque porque eso es coherencia,

y así: día
y noche indago, busco, releo,

destiendo y tiendo tramas,

pero todo es inútil: allí está el mismo

viento,

aquél, enigmático, tenaz,

que sopla en todo, aquí y en cada cosa,

dentro
o fuera. Y me digo otra vez:
¿es de Dios ese viento que así ambula,

es su mano?, ¿o es la carrera

de un aire desolado que ya ha medido toda

vaciedad?

Y si luego retorno junto a la cruz desierta

veo girar a sus pies, en aro de hojas mudas,

a todo lo que ignoro, y persigo, y rne asedia.,

como si una mano otoñal me cercara

con amarillo acoso de preguntas.

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