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De cómo sobrevivir a los lomos de burro, y otras
menudencias por el estilo, en la ciudad de El Bolsón |
En este tiempo Alguien descendió del Cerro Piltriquitrón para entregarnos las tablas de piedra .El octálogo dice así:
1. Amarás a tu ciudad sobre todas las cosas.
Todos coincidimos en que el Valle Nuevo siempre fue un remanso de paz, amor y regocijo, como contó Antolín Díaz y escribió Juan Matamala, donde la única preocupación consistente es la de esperar que flamee la bandera blanca que anuncie la nueva tanda de cerveza. Y por eso amamos a El Bolsón. Ciudad de artistas, místicos, montañistas, campesinos, pioneros, bandoleros y artesanos hipposos.
2. No trajinarás durante la noche en calles y avenidas para impedir que tus vecinos, al día siguiente, concurran a sus ocupaciones sin sobresaltos.
Las tranqueras no condicen con los dilatados espacios patagónicos, habitados por la nada, según comentó antes de morir, Jorge Luis Borges. Ilustre escritor si los hubo.
¿Entonces, si nos sobra espacio y somos pocos, casi nadas, por qué ocupar los andenes y carreteras con dispositivos absurdos?, ¿Por qué poner nuevas trampas cada día y cada cien metros en los caminos y meandros de nuestra aldea, cuando tenemos la menor densidad de población de todo el territorio nacional , la mejor buena onda y el más añejo parque automotor?. Sin hablar de aquellos que todavía se empeñan en circular tras una yunta de bueyes o viajan desprevenidos en bicis, caballos, cuatriciclos, tractores o camiones madereros saldos de la primera gran guerra europea.
3. No ofrecerás sacrificios a nuevos dioses, construidos por manos humanas.
Desde que se erigieron los túmulos en el asfalto, los ciudadanos debemos inclinarnos y reverenciar a los nuevos falsos ídolos , so pena de incurrir en graves delitos de lesa patria y terminar con múltiples fracturas , productos de nuestra impericia e irresponsabilidad, en el Hospital Zonal ,en la ajetreada comisaría vecina , o envueltos en un complicado proceso judicial en la lejana Bariloche. Sin hablar de la más que posible penalidad impuesta por un ataque de furia de algún dios, que nos podría enviar una plaga: guarenes, cenizas volcánicas, colilargos, murciélagos, chinches de cama, inundaciones, incendios o movimientos telúricos. En ese caso deberemos hacer un listado exhaustivo de vecinos para tratar de encontrar al fulano que por ser buena gente salve a la ciudad de la aniquilación. Y si no lo encontramos al menos intentar negociar en las mejores condiciones la rendición.
4. No codiciarás los bienes de tu prójimo.
No importa el modelo o el estado.
En cualquier momento uno puede perder su vehículo fraccionando el eje delantero en el topetazo fatal, perdiendo el control de la bicicleta en el esquive, o rodando con su caballo hacia el zanjón oscuro y artero.
La malicia del Otro, que imaginó estropear tus bienes, no tiene límites. En esa ocasión desearías apoderarte de la cuatro por cuatro a todo gas del nuevo empresario que acaba de aposentarse en la comarca. Y maldecís tu suerte de meteco mal situado en la pirámide social. Y te consolás pensando en tus futuras vidas, reencarnado en otro nivel adquisitivo, mientras el Mochila, buen ojalatero si los hay, te suelda las chapas y trata de componer el semieje. Misión imposible. Tendrás que negociar un usado de los setenta.
5. No mentirás y engañarás a tus conciudadanos.
Los habitantes del Valle Nuevo acostumbramos a visitar el bosque, juntar hongos, charlar en la feria artesanal con los amigos, preferentemente los sábados por la mañana, vadear ríos y escalar montañas. Incluso se puede, como homenaje personal, hacer esculpir una estatua al amigo que se fue y colocarla en medio de la avenida. Quienes no han apreciado a tu amigo en su anterior vida, tendrán que verlo cada día al doblar la esquina, en su nueva vida. Paciencia. Los códigos, son los códigos.
Evidentemente no estamos preparados para hacer escaladas en una ruta, descensos en una planicie o equilibrios en un llano. A veces nos sentimos eufóricos por haber previsto la joroba tramposa y logramos frenar a tiempo. Un suspiro de alivio de los acompañantes festeja entonces la pericia del chofer.
Pero la alegría no suele durar mucho. Inmediatamente después sucumbimos, cuando, en la Avenida San Martín, de pronto, sin señal ni aviso previo, surge un zanjón que nos han ocultado mentes traviesas y perversas durante la noche anterior. Es un delirio de quien ostenta el poder, como el de Julio César en el Rubicón, el de Simón Bolivar en el Chimborazo, o el del Comandante Alsina en La Pampa, que hizo cavar una zanja desde la cordillera al Atlántico para impedir los malones a fines del siglo XIX. No pudo detener a los tehuelches-araucanos. Como la Muralla China no pudo detener a los Mongoles. Como no nos podrá detener a los comarcanos.
6. Evitarás matar a quien sea, en lo posible.
Por aquí todos convivimos con la muerte. Y en los cementerios locales cada vez se amontonan más las lápidas. Algunos se van tras pelear con ella largo tiempo, otros así, de golpe, sin anunciarla en la CLIC, por un accidente rutero. La vida no parece valer mucho entre nos. Sin embargo el mandato por la sobrevivencia continúa. Y estaría, medianamente bien, que al sortear uno de los lomos de burro, pensaras en no tirarte a la derecha, por donde viene tu hermano, concentrado como vos en esquivar el bulto. Él también merece vivir.
¿Es posible imaginar una senda donde puedas circular concentrando tu atención únicamente a derecha e izquierda, atrás y adelante, observando quienes vienen y van, peatones incluidos, leyendo los carteles que anuncian curvas y contracurvas y, al mismo tiempo, no tiembles pensando que en cualquier momento el leviatán surgirá, como la ballena blanca y te destrozará llevándote entre sus fauces a los hondos abismos de la muerte?
Aunque te refugies en la imagen de Jonás siendo escupido aún vivo, por la ballena, a orillas del mar, nada te salvará. Ni aún si te encomendás al Gauchito Gil, poniéndole una velita en el templete que está sobre la nacional 40, en frente de Gendarmería Nacional.
7. Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
En ocasiones odiás equivocadamente, con todo tu corazón, a quien, para protegerte, tuvo la maldita idea de crear los lomos de burro de 20 cms de altura, dos metros de ancho y cinco de longitud y no los señalizó.
En otras situaciones insultás procazmente a quien diseñó esos minilaberintos color asfalto, que debés sortear con la misma pericia que los pilotos de enduro, cada vez que vas al trabajo. Pero ahí recordás los consejos que daba Séneca a su discípulo Lucilio:”Consérvate bueno”, le decía el viejo filósofo al vago, y recompones tu imagen, tolerante, de buen vecino. Te aliás con los Cínicos, en una palabra.
Mil veces te propusiste terminar con el Minotauro y aún no lo lográs . “Cortale la cabeza como hizo Teseo y salvarás a tu pueblo “, te prometés, pero la cordura y la cobardía se imponen y le perdonás la vida.
Tal vez no seas sólo un pusilánime. Puede que todavía no actuás porque no encontraste la princesa que te tire un piolín para sacarte vivo del laberinto. Pero no es excusa.
7. No le robarás el auto a tu vecino.
Es posible que un día de lluvia al anochecer, cuando regresás del trabajo, el sistema de iluminación sobre la San Martín, te impida reconocer un charco o el muro que el duende urbanístico erigió en medio de la avenida.
Si terminás mal contra un árbol y te quedás a pie, procurarás al día siguiente no sucumbir a la tentación y apoderarte del vehículo de tu vecino. Tratarás además de convencer a tu agente que el seguro contra terceros te debía proteger también de los ingenios municipales responsables de los desaguizados que denunciás.
Aunque no lo convenzas, el intento vale y quedará registrado. Si muchos hacen lo mismo, eso será una verdadera Romería de protesta. Y así habrá comenzado la nueva toma de la Bastilla.
Nota del Editor
Romera, el ex intendente de El Bolsón, fue el autor del plan de vialidad de la ciudad. El pueblo lo recordará.
La actual administración aún no encontró un nuevo paradigma. Se mantiene eso del Caos, la Incertidumbre y la Complejidad como ejes científico-técnicos predominantes de la función pública municipal. Y una postura postmoderna en el discurso, en el que todo fluye y es líquido, inasible.
8. Cumplirás con tus deberes de ciudadano.
Nadie debe hacer cráteres en las calles. Aunque se han hecho y continúan haciéndolos: la empresa del gas, la del agua, la de vialidad, la obras públicas.
Ni tampoco se pueden atar cerdos en las luminarias, poner rollizos en los cruces, construir menires, o levantar cercos que impidan el paso en las avenidas.
Con todo, y a pesar de la comprobación fehaciente del carácter irremediablemente oscuro de la naturaleza humana, en la que nos reconocemos, en nuestra mística ciudad, bolsonera, donde se erigen templos a más de cien dulces dioses diferentes y Lanza del Vasto fundó tradiciones pacifistas gandhianas años atrás, es consenso ciudadano que a nadie se obligará a beber cicuta en la Plaza Pagano, nuestro Agora pueblerino, a pesar de sus maldades manifiestas.
Tal vez debamos acudir a la Autoayuda. Y verlo en positivo. ¿Por qué no? En ese caso, revertiríamos la mala onda. Si nos detenemos en la cima de un lomo de burro podremos contemplar mejor el amanecer en la lejanía y los colores del otoño en los bosques. Y en ese instante habremos abierto una brecha hacia otra dimensión.
Y se Hará Justicia.
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Julio Saquero Lois
El Pedregoso, 15 de Junio de 2010
jslois@gmail.com
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