Se vende |
- ...va a ver que el apartamento le va a encantar. Tiene una vista preciosa, está recién pintado. El baño a nuevo con cerámicas importadas, los espacios son amplios. En el comedor un ventanal enorme ilumina casi todo el apartamento, por el puede salir al balcón que tiene una vista para morirse. -Si, en parte por la vista y el balcón me decidí a averiguar... El ascensor se detiene en el noveno piso del edificio enclavado en un barrio acomodado de la capital. La vendedora le cede el lugar a la prominente compradora, la señora García, una mujer sesentona muy bien vestida y arreglada. -La puerta tiene blindaje, aparte de dos cerraduras -mientras la abre– y los vecinos son regios. Adelante, pase usted. El living espacioso, con pisos de madera y un cálido color en las paredes acentuado por la luz solar que desde el comedor atraviesa por una gran arcada. La señora García pasa hacia el comedor y echa un vistazo alrededor y se detiene. A la vendedora se le dibuja una leve sonrisa, sabiendo que el negocio está casi cerrado. Ya ha pasado en varias oportunidades por estas circunstancias y sabe cuando un comprador toma la decisión, sólo por como se para, o mira, o le cambia la respiración. Ana María García se acerca al gran ventanal y mientras ojea la estupenda vista del entorno, piensa y recuerda por un instante los hechos de esa mañana. Se levantó temprano, se duchó como todas las mañanas. Aún con el batón puesto calentó agua, hizo una tostadas y desayunó sentada junto a la pequeña ventanita, por donde apenas pasa la luz solar. Su apartamento es pequeño y mal iluminado debido a que tanto las ventanas del dormitorio, del living comedor y la ventanita de la cocina, dan a un gran tragaluz formado por cuatro paredes: las de su apartamento y las del vecino, pero por estar en un segundo piso, los otros diez encima no permiten una buena iluminación hasta el medio día, y sólo por un par de horas. Mientras desayunaba se decidió. Hizo dos llamadas telefónicas, invitó a una vieja amiga para almorzar en un lindo restaurante de cocina mediterránea y habló con su hijo. Generalmente con éste sólo tiene conversaciones por teléfono, y porque ella es quien llama. Él hace más de tres años que no la visita, las únicas dos veces que se vieron, en estos cuatro años, fueron: una en la casa de su hijo y la otra en un bar, para decirle que después del maltrato recibido por su nuera, no volvería a visitarlo. Y que en lo posible si iba a visitarla, que tratara de ir solo. No se vieron más. A las doce en punto se encontró con su amiga, también viuda. Se pusieron al día de todos los chismes posibles. Pasada la una y media se despidieron con un gran abrazo. - Que calor que hace acá, ¿no? -Debe ser por el encierro -contesta la vendedora -. ¿Quiere que abra una ventana? -No, mejor el balcón así de paso miro la ciudad. -Ah sí, se ve la costa hacia la derecha y los pináculos de la catedral hacia allá. Abrió el amplio ventanal de puertas corredizas y nuevamente le cedió el paso a su compradora. La señora García, caminó despacio y con un breve discúlpeme de por medio, se tiró del balcón. |
Lautaro Salgado
llautaros@gmail.com
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