Les voyeurs |
El
sol cae sobre el pavimento derretido. Ni la mínima sombra permiten
transitar las calles vacías. Son
las 15:12 horas del verano más calurosos de los últimos treinta años.
Mientras el barrio entero intenta hacer la siesta con ventanas abiertas y
los ventiladores a punto de tomar vuelo, en el fondo de los Martínez, los
cuerpos pegajosos vibran debajo de un pino. Está
totalmente receptiva, abierta. Introduce
su falo de hierro candente mientras la monta. Su
vagina, húmeda y cálida, virginal, se contrae con el miembro dentro. Jadean,
rítmicamente extrae e inserta, una y mil veces, gran parte de su enhiesto
pene en el rojizo sexo que ella le brinda sumisa pero satisfecha. Parecen
fundirse, mientras más se agitan más rápido el vaivén, mientras más
acelerado el vaivén más agitados. Un
estertor lo atraviesa desde el inicio de la columna hasta la punta del
miembro erecto, soltando borbotones dentro de la colapsada y agónica
hembra. Hunde todo su genital,
como queriendo asegurar que su vital líquido, hasta la última gota,
quedará allí. Lo quita de la palpitante vulva roja semi abierta. No
se miran. -Bueno,
parece que fue bueno- dice ella. -Sí,
así parece- responde él limpiándose el sudor de la frente. -Ojalá
de resultado, es la primera vez que lo hago- aclara ella. -¿En
serio? Mirá, igual no te preocupes, vas a ver que todo saldrá como lo
esperamos-le asegura él. -¡Ojalá!-
desea ella mientras sus ojos se cierran y se acomoda el cabello. -Bueno,
me lo llevo así las dejamos tranquilas- dice mientras él la saluda. -Dale.
¿Quedamos en que mitad y mitad, no? -Sí,
miti- miti. Chau- dice y se dirige a la puerta-. Espero soportar el sol en
la calle. -Chau-
dice ella-.Te compadezco. Sale
de la casa satisfecho. La calle es un espiedo capaz de cocinar una vaca de
pie. |
Lautaro Salgado
llautaros@gmail.com
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