Gladiador |
Porque los dioses se apiadaron, por un instante el tiempo se curvó y los caminos se volvieron a juntar. Una lágrima rodó por su mejilla trece años tarde. Sabía que lo que fue debió ser y no lo es. Tomó el escudo y las armas y emprendió la batalla, quizás la última, de la que los libros hablarían siglos después. Se enfrentó a su destino sin dudarlo, la vida y la muerte van juntas como una sola. En el momento menos pensado salió mal herido y de rodillas cayó. Los ojos se le nublaron, el corazón con cada latido lo desangraba por la herida. La eternidad, la nada lo aguardaban. El césar se puso de pie y ante la muchedumbre el pulgar bajó. El otro guerrero levanto la espada e hizo un gesto de obediencia. Antes de descargar el hierro, los dioses no pensaron y le dieron la última oportunidad: El tiempo se cruzó y los años fueron segundos. Otra vez se volvía a reflejar en los ojos de ella. Una lágrima rodó por su mejilla y con una sonrisa en los labios, el metal partió pecho y corazón. Y el gladiador alcanzó a susurrar el nombre de ella por última vez. |
Lautaro Salgado
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