Sabat Ercasty, una enorme nebulosa poética sin datos |
Cuando publica su primer libro, Pantheos, en 1917, Sabat Ercasty ya tiene treinta años. Será definitivamente fiel a las libros de metafísica hindú que nutren su comienzo. No hace muchos años, al hablar de un último libro suyo, acudía a los Vedas como término de comparación. Ellos le infundieron esa vigorosa y dinámica cosmogonía, ese panteísmo que tan cómodamente ayuda a la expansión de su centrífuga vitalidad. Su segundo libro. Poemas del hombre, de 1921, tiene ya el tono desbordante e ilimitado que le reconoceremos como suyo; parece haber sugerido a Neruda las posibilidades infinitas de su propia desmesura, pero a pesar del gentil reconocimiento de deuda por parte del gran chileno, sus trayectorias no fueron similares. Éste creó sus leyes; "Sabat ha creado una enorme nebulosa poética, pero no el orden de un sistema viviente", dijo Zum Felde. Con su justo juicio y su felicidad expresiva de costumbre, lo dijo de una vez y para toda la obra de Sabat, dado que éste no redujo sus multiplicaciones verbales; salvo en Los adioses, libro de sonetos, que pudo ser una respuesta a las criticas que se hacían a su caudal. De todos modos, la esencial concentración expresiva del soneto se le resiste, pero pese a que no sean todo lo orgánicos que Zum Felde quisiera, encierran muchos de los mejores momentos del poeta. Aunque bueno parte de lo lírica moderna americana trabaje acumulativa y extensamente, ninguna fórmula admite parentesco con su frondosidad expresiva, innegablemente peculiar. |
Sabat Ercasty según Parra del Riego "Tiro atrás mi corazón y ¿qué miro? Es el año de 1917, de mi llegada a Montevideo. ¡Florencio Sánchez! ¡Delmira Agustini! ¡Rafael Barret! ¡Herrera y Reissig! he aquí lo que iba sonando en mi corazón mientras hacia mis primeros caminatas por una ciudad alegre y ventilada, rodeada de mar por todas partes como un buque, y con no se que luz, y qué intimidad, y qué simpatía que inspiraba tan aplacadores sentimientos de confianza al espíritu. Y he aquí que fue la noche. La ciudad sacó todas sus joyas de luz eléctrica y se llenó de una belleza más misteriosa y fina en el ondulamiento raro de sus calles. ¿Y los artistas? Como en Paris y Madrid, en Montevideo había que ir a buscarlos al café. Y fue en un café, pero en un café sin esa casa estrepitosa, revieja y melancólica de los de Paris y Madrid, donde conocí a Carlos Sabat Ercasty. Veintiocho años tenía. Era el tiempo en que acababa de publicar "Pantheos", su primer libro. |
La poesía de los años veinte
Capítulo Oriental
Ver, además:
Carlos Sabat
Ercasty en Letras Uruguay
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