En un transparente silencio del ocaso,
dijo al amigo el más viajero de los hombres:
—Desde muy joven he recorrido todos los caminos de la Tierra, y ya no
hay más caminos posibles frente a mis ojos. Y cada camino terminó en una
fuente, y allí bebió mi sed, hasta saciarse.
Después de conocer todos los senderos del planeta, he navegado todos sus
ríos, y cada río comienza en una fuente, y también mi sed, jamás
satisfecha, bebió en la fuente de todos los ríos.
Y también en idénticas y aventureras naves, surqué los océanos, el alma
sobre la proa, y en el centro de ellos mismos, bebí el agua marina,
fuerte de sal y de energía, y es así como sé el sabor dulce y el sabor
amargo.
He descansado al pie de todos los árboles, por la noche, de sombra a
sombra, y por el día de luz a luz, y no hay fruta de savia dulce o acre,
que no haya alimentado mis hambres, sin un desdén para ninguna.
He contemplado las nocturnas armonías astrales, he intuido los ocultos
verbos de las tinieblas, sorbí con los ojos la delicada lumbre de la
luna, y capté en el silencio de la noche el silencio musical de las
estrellas, la melodía de los números celestes. Y las noches han
terminado en mi con un silencio.
Me conocen todas las ciudades de los hombres, he ido como una vida que
se dispersa entre los millones de los cuerpos y de las almas, y sé la
multitud del mismo modo que sé al hombre solo.
Penetré en los templos de todos los dioses de la fe, y en los templos de
todos los hombres de la sabiduría, y absorbí en sus recintos la fe de
los que sólo creen y la verdad de los que sólo piensan. Hasta las dos
fuentes bajé los labios del alma.
Todas las ideas y las pasiones que una vez fueron en la esfera de la
Tierra, me trajeron el mensaje ideal del Universo y el fuego que
enardece la sangre de los actos.
Nada de la vida ha dejado de ser mi vida. ¿Y por qué no estoy seguro ni
saciado? ¿Por qué la sed clama desde mi sangre, si el Universo se ha
entregado a mis sentidos y a mi pensamiento? ¿Resta aún alguna fuente
donde ir a beber? Y ante estas últimas palabras, contestó el amigo:
—Te has olvidado de tu propio ser. Ninguna fuente te dará tanto como la
más íntima, como la más oculta y reveladora, como la que tú desdeñaste
por la sed del Universo. Invierte los viajes. Serás deslumbrado cuando
llegues a la fuente inagotable de tu propio ser. Tú eres la Creación de
la Creación. Cada hombre comienza en la intuitiva conciencia de su ser y
en su auto posesión. Antes, es su propia ignorancia. Toda sabiduría
realmente humana se inicia ante la vertiente de sí mismo y ante el ojo
interior que la contempla. Vive otra vez, y comienza por donde fluyes,
por donde emanas, por la fuente divina, esencial y eterna, por la
surgente de las aguas profundas de tu verdad interior. Mientras no te
apoderes de ti mismo, no serás más que el sueño de un hombre entre el
sueño de las imágenes.
—¿Y qué he de hacer, manifestó el joven, ante todas las apariencias que
he visto y las que aún he de ver?
Y el amigo respondió:
—Vuelve a ellas con tu propia seguridad, pues ahora tú eres el dueño del
Universo. Quien llega a sí mismo, quien penetra en el ser infinito
conquistando la diafanidad de su propio ser, ya ha traspasado todas las
imágenes y ha creado el puente que va de la ilusión a la esencia. Y no
hay más. Eres tu propia Eternidad. Abre los ojos y pon tu mirada sobre
los velos visibles y tangibles. Contempla el juego de los sueños desde
lo más alto de tu propia lumbre y perdona a los hombres que aún ignoran
su espíritu increado. El sueño que sueñan es como una inocencia del
sueño que viven. Es muy difícil no ser ciegos con sólo la luz de los
soles. Pero tú serás desde ahora, oh viajero de ti mismo, el iniciado
invisible entre la efímera danza de las imágenes.
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