Los Reyes Magos en el arte Suplemento dominical del Diario El Día Año XXXII Nº 1564 (Montevideo, 6 de enero de 1963) .pdf
Adoración de los Reyes Magos, obra de Sandro Botticelli |
Cristal, oro y rosa: alba en Palestina. Salen los tres Reyes de adorar aí Rey, Luz de infancia plena de una luz divina que humaniza y dora la mula y el buey. Rubén Darío. En la historia de la religión, en la conciencia de la humanidad, en la fe o en el fanatismo, en el descreimiento o en la superstición, los tres Reyes de la anécdota cristiana tienen una vigencia resplandeciente. el encanto fabuloso de un relato antiguo, que se escapa del dogma, para universalizarse en el encandilamiento de la fantasía del hombre. ¿Qué infancia del mundo, en veinte siglos, no ha mecido un sueño de monarcas dadivosos, convirtiendo taumatúrgicamente el oro, incienso y mirra de la tradición, en el juguete prometido de una mañana feliz? Gaspar, Melchor y Baltasar cabalgan eternamente distribuyendo sus espléndidos dones, en camello por los desiertos, o a caballo por las llanuras; en trineo, como su colega europeo Santa Claus, si cae la nieve, y hasta en avión o en helicóptero si la vida moderna los convierte a sus exigencias. No importa el medio de locomoción. Lo que importa es que anden y que lleguen. Vienen por el aire y se van por el aire. Una estrella los trae y una estrella los lleva, soberanos de una sola Noche entre todas las noches del año, como una esperanza que se enciende y se apaga en el corazón de quienes los aguardan. Toda su biografía, cabe en el fulgor del astro que oficia de lazarillo: no existen cuando su luz se extingue. Son los monarcas de la Epifanía, los señores del reinado breve. Si el más remoto instinto artístico del planeta nació al servicio del sentimiento religioso, en el himno o en la figuración plástica, ya sea en el Libro de los Muertos o en las estatuas rígidas de los dioses faraónicos, o en la desatada euforia de la fiesta dionisiaca que engendrará la tragedia griega, el advenimiento del Cristianismo se subraya por el imperio de más largas centurias, de un arte consagrado a los motivos religiosos, en el que rivalizaron los más grandes maestros del mundo. Dentro de esos motivos, uno de los más frecuentes tomados del Nuevo Testamento, será la Adoración de los Reyes Magos, el Niño nacido en Belén, tema que se consagra en los más antiguos monumentos occidentales, como el sarcófago del siglo IV, en Ancona, sobre el cual están esculpidas las tres siluetas legendarias. Y esto que digo ocurrió en Nazareth hace mucho, mucho tiempo, cuando las estrellas caminaban por el cielos y los Reyes Magos volcaban oro Magos volcaban oro, incienso y mirra sobre la tierra.. |
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Todas las épocas, todas las escuelas, se inspiran en la tierna alegoría, quizás con más complacencia estética que arrobo místico; en esculturas o en tapices, en cuadros vitrales, los Magos inclinan sus ofrenda y derraman sus dádivas desde hace siglos, con la más simpática pleitesía de la Leyenda, que tienen del Oriente de los cuentos suntuosas y mágicos, con el resplandor miliunanochesco que los agiganta, para postrarse ante una criatura, en el escenario humilde de un establo de la Judea. El nudo simbólico está ahí; los tres Reyes orientales encarnan un hálito de la paganía, las tierras remotas de los mitos complicados, a las que se enfrentará el Occidente monoteísta. Los gentiles, sometidos al Dios nuevo y único. Cómo no acogerían gozosamente los artistas, tema tan rico de sugerencias, tan vibrante de significados? Los Reyes Magos encabezan la caravana deslumbrante. Trepar en la Edad Media a la severidad estatuaria de los portales de la catedral de Amiens o se convierten en ciertas prodigiosas tallas alemanas en madera, o se transfiguran en el vidrio iluminado de loe ventanales góticos: ¿qué exaltación más gloriosa que el vitral de loa Reyes Magos de la catedral de Colonia, donde quiere la tradición que se conserven las cenizas autenticas de tres personajes que acaso no existieron? Los Reyes Magos representan el contacto de dos mundos, entre la verdad y la leyenda. Y, curiosamente, los artistas buscando idealizarlos, lea dan la realidad misma de la vida. Sea la pompa renacentista da Andrea del Sarto, o la gracia lujosa de Botticelli; sea el detalle paciente da Memling, sea la vital exuberancia de Rubana. o el misticismo de Pilippo Lippi, en gloria de arte se nimban los tres Reyes, vístanse como califas o adopten el traje florentino del siglo XV. ¡Y qué nombres se ilustraron en perpetuarlos estéticamente! Brueghel, Hieronimus, Bosh, Fra Angélico, Leonardo, Rafael, Van Dyck, Velásquez, Rembrandt!, ¡qué galeria de inmortales se dejaron guiar también por la estrella del prodigio! El Arte, ha hecho más que el Evangelio. |
De la Arabia feliz donde nacen loa cuentos, los tres Reyes trajeron —oro, incienso y mirra— la magnitud lírica, e| preciosos hechizo, la dimensión de fábula, inmortalizada renovadamente en el afán humano de creer en el milagro. Poesía pura, como el mismo símbolo del lucero, poesía pura captada por el Arte, que trascendentaliza siempre la noción del espacio y del tiempo. Emana de ellos un sortilegio extraño, que se evade de una fe determinada, para llegar a los hombres como emisarios de una edad perfecta. Son los Reyes de la infancia, los Revea que regresan sólo para la inocencia. Pocos logran llevar consigo siempre tal purera que les permita, como a nuestro Tacconi, exclamar todavía: "Limpiándola de piedras, hago la senda / Mi capital: el sueño. Mí hijo la sonrisa / La conciencia tranquila de respetar las leyes / de Dios y de los hombres ¿Qué mas para ser rico? / Mi siento así, tan rico, /que a los sesenta y pico / aun duermo el seis de enero soñando con los Reyes/". Bien haya quien así puede hacerlo. A los otros, nos queda la escapatoria hermosa, el cuadro sublime, la ficción idealizante, el grabado antiguo, la talla cándida, para la fuga del minuto, hacia ese pasado legendario que encendió la inspiración de los artistas de todos los tiempos. Los pintores famosos han sumergido sus pinceles en los matices más calidos y perdurables, los del sentimiento humano, empapados en el coruscante espectáculo que la imaginación caldea y decora con la inefable mentira de la belleza. Y vemos llegar, después de veinte centurias, sin fatiga, a los tres monarcas tributarios, sobre animales ricamente enjaezados, seguidos de un cortejo reverente y curioso; encabezan la marcha los tres magos, el rubio, el moreno y el negro sonriente, y la chusma deslumbrada va tras ellos, con al embeleso que fluye de su misterioso linaje; se abren de candorosa admiración los ojos de los pastorcillos tan embaídos en la visión rutilante, que han olvidado a sus recentales dulcísimos. Por el paisaje que trepa como en los Belenes de juguete, se despliega la majestad de una de esas noches cálidas y remotas, pesadas y lentas, diáfanas y altas de soledades: se prenden lámparas en la antigua bóveda, vuelan ángeles en el aire lejano, hosannas y aleluyas revolotean y se les enganchan en las alas, y un Niño sonríe como debieran sonreír todos los niños de la tierra, en el amor y la paz del mundo. |
por
Dora Isella Russell
Suplemento dominical
del Diario El Día
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Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación
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