Los poetas que Uruguay dio a Francia

Jules Laforgue y Jules Supervielle

Crónica de Alberto Rusconi

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XXVIII Nº 1388 (Montevideo, 23 de agosto de 1958)

No ha quedado iconografía de Lautréamont. Este retrato fue ideado por Salvador Dalí.

El artista lo imaginó a los 19 años

En asuntos de poesía, y en cierta medida, hemos pagado una deuda a Francia: si ella nutrió a nuestro tardío romanticismo y a nuestro avanzado modernismo, el Uruguay le hizo el grato obsequio de tres poetas de jerarquía: Isidro Luciano Lucasse (más conocido por el conde de Lautréamont), Jules Laforgue y Jules Supervielle. Cada uno marcó un rumbo distinto a las letras de la “cara Lutecia": por diferentes rutas, cada cual imprimió en la lírica francesa su vigorosa personalidad.

El conde Lautréamont
fue un “raro" rubenbendariano. Acaso con él nace la literatura contemporánea. Demoníaco y angelical, ha dado motivo a todo género de leyendas por su antidogmatismo consustancial. Nació en Montevideo en abril de 1846; fue bautizarla en la catedral. En los comienzos de su juventud se trastada a París, donde comienza su vida desordenada, tejida con los hilos de terribles negaciones.

Vivió escasos 24 años y dejó un solo libro, tal vez el más frenético de la literatura francesa: “Los cantos de Maldoror", obra concebida entre el sueño y el delirio, primer documento francés del surrealismo por sus conceptos extra conscientes, surgidos de un escenario fuera de la realidad cotidiana. Recuérdese que el surrealismo existió antes que su denominación; sin duda es la “Divina comedia" la primera obra de esta modalidad.

Satánicos reductos, epifenómenos injertados en el lenguaje afectivo sin conexión con lo racional, existían en el légamo de la subconciencia de Lautréamont. Su libro no está escrito en verso, pero se encuentra revestido de un extraordinario vaho poético. Consta de seis cantos donde estallan imprecaciones, donde crepita lo sensual y lo sexual, donde fermentan todas las rebeldías y acometen insospechadas violencias. Declara: “Empleo mi genio en describir las delicias de la crueldad. Delicias no pasajeras ni artificiales, sino que han nacido con el hombre y con él acabarán”.

Abominaba de los individuos que escriben con el fin de buscar aplausos pava cualidades que no poseen. Lautréamont, como la serie de “poetas maldtos”, buscaba el “frisson nouveou” mediante arbitrariedades e ilogicismos, emanados de su neurótico temperamento. Con él lo hiperbólico llega a su límite máximo. Es precursor de la literatura de este género, y acaso el maestro absoluto, ya que sus cofrades son desertores, pues Edgard Poe incursiona por la novela policial y Baudelaire se sumerge en sensibilidades de creyente.

El poeta se ubica en su solar nativo, pues en el canto primero de su estremeciente libro, expresa: “El término del siglo XIX verá su poeta; ha nacido en la desembocadura del Plata, allí donde donde dos pueblos rivales en otros tiempos, se esfuerzan actualmente por superarse mediante el progreso moral y material. Buenos Aires, la reina del Sur y Montevideo, la coqueta, se tienden una mano amiga a través de las aguas del gran estuario”.

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Jules Laforgue nace también en Montevideo, en agosto de 1860, según consta en el archivo de la iglesia de San Francisco de la calle Cerrito. A los 11 años es llevado a Francia por su familia con el fin de realizar estudios secundarios. Siendo adolescente pierde a su madre, víctima de tuberculosis: el padre, enfermo del mismo mal, abandona a sus hijos y se radica en los Pirineos en busca de salud. El futuro poeta conoce a los 17 años todos los matices de la bohemia. Luego de una breve vida accidentada y trashumante, muere del mal familiar en agosto de 1887.

Dejó cinco magníficos libros, en verso y prosa, que revolucionaron la estética simbolista, pues introdujo en la poesía originales ingredientes irónicos. Como su coetáneo Rimbau, sintió el dolor y el infinito aburrimiento de vivir, y se servirá de sus cantos, no sólo para comunicar sus desazones a los demás, sino para dialogar consigo mismo.

Se hunde con fruición en todas las marejadas de la vida para extraer de ellas la quintaesencia de amargos disconformismos. Su libro "Los lamentos'’ es cabal testimonio de su estado de espíritu.

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Retrato de Jules Laforgue realizado en Montevideo

Jules Supervielle

Jules Supervielle es también oriundo de Montevideo. Nace en 1884. El ‘‘banquero Supervielle", como lo llama Benda, se instala en París en plena juventud. Allí, desde hace casi medio siglo, ha creado una excepcional obra literaria en poesía, teatro, novela y cuento, en torno de la cual se ha concitado la critica para urdir encomios con rara unanimidad.   

Supervielle es un poeta de intramundos, bucea en su espíritu v no extrae realidades tangibles, sino que alquitara conceptos mediante la magia de lo imprevisto y de lo presentido, para verterlas en el cauce de un verso y una prosa libres de oscuros onirismos.

El hechizo de París no le borra el recuerdo de su tierra patria. Por los poemas de su obra “Desembarcaderos” transita el recuerdo nostálgico de pampas y gauchos y encantos del terruño. En su pieza de teatro “Bolívar" palpita el sentimiento de un acendrado americanismo. Desde los poemas del humor triste, que lo revelan en 1919, hasta los versos de la “Francia infortunada”, se amalgaman lirismo y misterio. El concepto es profundo y el ropaje literario resuma claridad y armonía.

Supervielle urde con sus sueños una trama coherente, de singular diafanidad verbal. En la prosa de su narrativa campea una sintaxis ingrávida. Transita poéticamente en muchos de sus cuentos por zonas de arcanos, con presentimientos de pos vida, sin caer en lo terrorífico, ni en la alucinación escalofriante. La muerte no intimida, lo desconocido no arredra (“Las consecuencias de una carrera" y “La mujer reencontrada”). Declara al respecto: “Mis cuentos no tienen hadas ni hechiceras. Hemos matado el “era una vez”. No gustemos de que lo maravilloso nos sea impuesto por decreto; deseamos que se deslice en el relato sin que el mismo autor lo advierta, despojándonos así poco a poco de las armas y bagajes de nuestra lógica habitual”.

Han prologado sus obras los más destacados literatos franceses. La Academia de Letras de Francia le ha concedido recientemente un premio de literatura. Nuestra Academia de Letras acaba de publicar una selección bilingüe de sus poemas. Supervielle ha escrito una veintena de obras de singular valimiento.

El destino ha tratado de balancear, con los poetas mencionados, los compromisos de la lírica entre Francia y el Uruguay.

 

Crónica de Alberto Rusconi (Especial para EL DIA)

Suplemento dominical del Diario El Día Año XXVIII Nº 1388 (Montevideo, 23 de agosto de 1958)

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación

Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

 

Ver, además:

 

                               Jules Laforgue en Letras Uruguay

 

 

                                                   Jules Supervielle en Letras Uruguay

 

                    

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce   

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