Faget o el ángel
sumergido |
Barcelona
1999 La
más delgada mueve con demasiada rapidez (tiene frío) un café con leche
que, segurísimo, le devolverá el color y la sensación de estar a salvo
de este invierno. Me llamó la atención el vapor saliendo de aquella taza
revolucionada por la inquieta cucharilla; una cortina transparente que subía
sin planes hasta la juventud de cuatro muchachas que se habían refugiado
en un bar de Aribau y Diputación, al costado de la Universidad. Hablaban
de sus cosas, entre apuntes, carpetas, bolsos y fisonomías con aire
estudiantil. Yo
había llegado unos minutos antes. Aguardaba en otra mesa a un compañero
de trabajo con el que haríamos una gestión en esa mañana. La espera me
servía para revisar unos informes y, de paso, revisar también la posible
gracia o belleza o como ustedes quieran llamarle al duenderío que suele
vivir dentro y/o fuera de algunas criaturas. Las
que había enfrente tenían a la vista algunas de esas gratas referencias;
sin embargo lo que me sorprendió con mayor entusiasmo fue reconocer un
nombre en una fotocopia que asomaba en el exterior de un grupo de papeles.
Una de las chicas lo manejaba en sus manos y comentaba los detalles de una
serie de poemas "del otro lado del charco". Agudicé
el oído y pronto confirmé que allí dialogaban estudiantes de letras
barajando lecturas fuera de los programas oficiales. La de los papeles
estaba interesada en autores contemporáneos, y había leído a unos
cuantos latinoamericanos. Precisamente estaba explicando las características
de un pequeño país del sur y mencionaba creadores de las últimas tres décadas
ante sus desinformadas compañeras. Me
causó una especial alegría escuchar en esa mesa el nombre de mi país,
Uruguay, y aún más el de un poeta que un momento antes vi presente en
aquella fotocopia: Rolando Faget. Montevideo
1977 Sobre
la rambla montevideana, en la zona de Carrasco, estaba la casa familiar de
un amigo de aquellos años, Gustavo Monteverde, un cura joven que había
convocado un pequeño grupo de adolescentes con afanes literarios, gente
de otro barrio de la ciudad. Antes hubieron varias reuniones en una
parroquia de la capital donde, entre lecturas y críticas en voz alta, los
novísimos escritos veían por vez primera la existencia de un público. La
cita en aquella casona aportaría otras perspectivas: la presencia de una
profesora de literatura y de un poeta "con obra publicada y supuesta
trayectoria", algo en verdad estimulante para aquel conjunto de jóvenes
del que yo formaba parte. Durante
una tarde de aquel 1977 estuvimos compartiendo copias de poemas y relatos,
leyendo fragmentos y escuchando las críticas que aquellos dos invitados
especiales tuvieron la amabilidad de formular. El
poeta publicado se llamaba Julio Chapper. Días después lo reencontré en
el centro de Montevideo. Coincidimos a la salida de una librería en la
que compré un ejemplar de un volumen suyo: "Aire espina".
Conversamos brevemente. Había leído el material mío entregado en la
pasada reunión y me invitaba a publicar algún trabajo en un sello en el
que él participaba: Ediciones de la Balanza. Añadió que tendría que
ponerme en contacto con otro poeta y amigo suyo, uno de los motores de
aquella pequeña editorial: Rolando Faget. Fue
la primera vez que escuché aquel nombre. Por
avatares del destino no llegué a comunicarme con él ni volví a ver a
Chapper en aquellos oscuros, tan difíciles años uruguayos. Primeras
señales del poeta Dentro
del primer lustro de mi radicación en Barcelona recibí desde Salto
(Uruguay) un cuaderno de poemas titulado "En el nombre del
trigo". Al dorso venía una dedicatoria del autor y su dirección en
aquella localidad. Allí la letra grande, tímida y sensible de Faget, el
puente inicial, el acceso directo a su poesía y a su amistad. "Más
tarde / mediremos el tiempo // no nos será posible / borrón y cuenta
nueva // nadie esconda su luz / alto las lámparas." Estos
versos cobraban un relieve luminoso en aquel tiempo de declive para la
dictadura militar uruguaya. Pero había otros que mostraban un poeta de
variada temática y un registro decantado, nada retórico, ceñido a la música
esencial de las palabras, cultivador de limpios epigramas: "La piedra
en el camino / reflexiona // hay sol / espera / nuestra segunda vez." La
segunda vez que me nombraron a Faget fue también por intermedio de un
colega del Uruguay. No recuerdo si a finales de 1984 o comienzos del
’85, pero el diálogo se dio en casa de Cristina Peri Rossi, quien me
decía: "hay un amigo uruguayo que está viviendo en Barcelona, me
gustaría que lo conocieras, se llama..." Y
por fin, días después, pude estrechar la mano de Rolando, comprobar
desde el arranque su honda humanidad, su permanente militancia con la poesía
y las letras de nuestro país y de cualquier rincón del planeta. Vino
igualmente el conocimiento de una trayectoria que continuaba forjándose
en la capital catalana. La
poesía como respiración Hasta
la fecha, la poesía publicada de Faget cuenta con los siguientes títulos:
"Poemas del río marrón" (Montevideo, 1971 y 1977), "Un
sol otras mañanas" (Mdeo., 1975), "El muro de los
descansos" (Mdeo., 1976), "No hay luz sin consecuencias" (Mdeo.,
1977), "La casa está habitada" (Mdeo., 1978), "A Juan León
Zorrilla" (Mdeo., 1978), "En el nombre del trigo" (Mdeo.,
1981, Barcelona, 1985), "Compañera Alba" (Mdeo., 1987),
"Conocer luego" (Mdeo., 1987), "Paraula encesa"
(Barcelona, 1989 y 1990), "Carta de ríos" (Mdeo., 1993),
"Nota general de plantas" (Mdeo., 1994) y "Poesía
reciente" (Barcelona, 1994, 1995 y 1996). Presente
en revistas literarias, suplementos, folletos y libros colectivos de
varias latitudes, aparece incluido en antologías publicadas en Argentina,
Brasil, Ecuador, Cuba, España, Suecia y China. Tal
vez debamos transitar por la poética de dos autores uruguayos que
cobraron relevancia local en las décadas sesenta y setenta: Líber Falco
y Humberto Megget, para encontrar algunas de las claves que definirían
posteriormente el trabajo de Faget. Del
primero destacaríamos la extrema sobriedad, despojo de recursos
literarios, y un tono poético de peculiar verosimilitud, que conecta de
inmediato con la credibilidad cómplice del lector. De Megget aparecería
la apuesta por la música, por la certera repetición de vocablos e imágenes,
y ciertos juegos formales que aportarían frescura y novedad a sus
propuestas. Rolando
Faget ha bebido muy concientemente en esas fuentes, transformándolas en
su propia obra con una fluidez muy personal. La suya es una poesía
respirable, en no pocos casos de una sencillez que es sólo aparente. Si
bien su verso nace de un impulso instintivo, generado por una auténtica
necesidad expresiva, la modulación final revela cuidados propios de una
estrategia donde el poeta conoce el alcance de sus recursos, las
resonancias que producirá en los demás. Autores
uruguayos de las últimas generaciones, interesados por una poética
urbana, inmersa en la realidad social, en la aventura humana en medio de
aquellas coordenadas geográficas, han tomado la poesía de Faget como un
nexo ineludible con las dos décadas anteriores, como un puente para
llegar hasta el panorama actual. Memoria
del caminante Hijo
de una de las mayores astrólogas de la historia uruguaya: María Sara
Llovet (que durante años utilizó el nombre de Ariadna en prensa, radio y
televisión), Rolando Faget nació bajo el signo de Libra un 10 de octubre
de 1941 en la ciudad de Montevideo. Con el paso del tiempo nuestro amigo
también se aficionaría al estudio de la astrología y el tarot,
disciplinas con las que adquirió un merecido prestigio, especialmente en
el extranjero. Escritor,
editor, periodista, animador cultural, cronista de cine y literatura,
trabajó durante años en la Caja de Jubilaciones. Fue destituido y
exiliado. Entre 1981 y 1986 vivió en Barcelona, y antes en Ecuador
(Quito), en Brasil (San Pablo), y en la ciudad uruguaya de Salto (dirigió
allí la programación de "Radio Tabaré", entre 1979 y 1981,
donde difundió el canto popular uruguayo). Viajero
empedernido, recorrió numerosos países de América Latina y Europa.
Ejerció el periodismo en diversos medios de prensa radiales y escritos,
la mayoría de Uruguay y Ecuador. Organizador
y director de Ediciones de la Balanza (1975-1977), sello que publicó 16 títulos
en una de las etapas más duras para la cultura del Uruguay, y resultó
decisivo para lanzar nuevos poetas o consolidar la trayectoria de diversas
voces nacionales. En
Barcelona Faget colaboró con la campaña electoral del PSOE y efectuó
algunos trabajos para la Universidad Menéndez y Pelayo. Al retornar a
Montevideo fue secretario de prensa del movimiento "Pregón"
(1986-1994, liderado por la Dra. y escritora Alba Roballo, quien además
de senadora e intendente de Montevideo, fue la primera mujer ministra en
América Latina). Alto,
corpulento, de una barba legendaria que lo asemeja a un profeta bíblico,
un oso de un bosque imaginario donde jamás existió la violencia, o un
Crusoe que encontró sin darse cuenta la isla que mejor lo ampararía,
Faget es un referente insólito en los uruguayos que me ha tocado tratar a
lo largo de la vida. Muchos de ellos le han conocido personalmente y jamás,
en ningún caso, les escuché una crítica negativa sobre su manera de
ser; todo lo contrario, le han declarado un cariño que siempre interpreté
como sincero y que no se ha dado con el común de los mortales de las
tribus que integré. Evidentemente
hay factores que explican esta reacción. Rolando Faget ha sido generoso
en todo momento, despreocupado por el mundo material y volcado por
completo hacia sus seres queridos, dueño de un sentido religioso que en
lugar de transportarle su atención al más allá, la dirigió en primera
instancia a los conflictos y necesidades del individuo de a pie. Y
ha sido consecuente con este modo de ser. Alejado de vanidades, arribismos
y estúpidas competiciones, apostando por una vida humilde y reservada, se
ha entregado a sus letras y lecturas, a promover (con frecuencia, sin
apoyo alguno detrás) personas y culturas que le han interesado, contando
sólo con su propio esfuerzo, sus creencias y voluntad. En
contrapartida, no es raro que una figura así quede apartada de los cenáculos
del poder, de los grandes medios de comunicación para los cuales, en
demasiadas ocasiones, se requiere un código de valores tan oportunista
como vacío. Faget
habita un reino interior. Llegará el momento en que su labor y
convicciones contarán, por sí mismas, con mayores receptores. El poeta
sabe que su tiempo comienza y se extiende en el mañana; el presente es
siembra y resistencia. Quién
de ustedes Las
calles Aribau y Diputación quedaban lejos de los rincones montevideanos
donde surgieron los versos que aquellas muchachas catalanas abordaban el
pasado febrero en Barcelona. Hubo
algún instante en que quise dirigirme a ellas y contarles anécdotas de
aquel poeta "sudaca" del que tenían unas gastadas fotocopias
(pertenecían a una de las reediciones barcelonesas de "Poesía
reciente") y un vago marco ambiental llamado Uruguay. Pero
como si me influenciara la inefable timidez de Rolando, permanecí mirándolas
disimuladamente y escuchando cómo sonaban en sus labios palabras
familiares: "El
mar ventana arriba / y amanecer de agua // por entre reja y reja / una
alborada / celeste como el mar / ondina amarelina / el río bermellón /
maría bethania soles // nadie duda la lluvia / nadie duda el camino /
nadie ignora moradas" (Reencontrancias). Cuando
salimos del local mi compañero (que había llegado con los minutos
contados para que marcháramos de inmediato) no comprendía el gesto de
triunfo, inevitable en mi rostro. Atrás
quedaban aún reunidas las estudiantes y sus papeles. A
una distancia considerable, un ángel sumergido continuaba cumpliendo sus
días en la tierra ajeno a la escena. Estaba y está en su país, un pequeño
recodo del sur que sucede de espaldas a la mayoría de sus autores, que se
permite la costumbre injusta, torpe, inadmisible de cerrar los ojos hacia
sus propios creadores culturales, como se ha comprobado en tantos casos
que no terminarán aquí. Aunque, claro está, esto no ocurre
exclusivamente en el Uruguay; los lectores de otras regiones tendrán
ejemplos que añadir. El
español Gabriel Celaya, no obstante, advirtió en su famoso verso:
"la poesía es un arma cargada de futuro". Y llegará la hora de
su resplandeciente detonación. ¿Quién de ustedes, compañeros de estas líneas, está dispuesto a conocer o reconocer a un poeta de nuestro tiempo como Faget? ¿Quién se adelanta al mañana no temiendo ni ignorando su disparo? |
Héctor Rosales
Barcelona, agosto de 1999
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