Cariño de padre |
Barrió
mecánicamente el último resto de mugre hacia la pala de plástico rojo.
Vació el contenido en la bolsa negra de basura y la tiró dentro del
contenedor de desperdicios verde oliva asegurando bien la tapa con las
siglas F.A.A. pintadas en su centro. Después
miró con satisfacción el enorme espacio de carga del Hércules ahora vacío,
e impecablemente limpio gracias a su esfuerzo. Para sus ojos, pese a la
luz mortecina del transporte, todo brillaba pulcramente. Siempre
le pasaba, pese a tantos años de servicio y tantas horas de vuelo
realizadas... no dejaba de emocionarse viendo achicarse todo cuando la
inmensa ave mecánica se elevaba de la ciudad iluminada, internándose en
la oscuridad de la noche sobre el inmenso río como mar. Y que
hermosura las luces de Colonia, en la costa uruguaya, cuando a máxima
altura iniciaban el amplio giro de retorno hacia la “Reina del plata”.
Pocos minutos después volverían a aparecer en lontananza los
resplandores, anunciando que terminaba el último vuelo de la noche. Por el
intercomunicador avisó a la tripulación que en su sector todo estaba
listo y esperó que la voz metálica del capitán le contestase
rutinariamente: “O.K. positivo, ocupar posiciones de descenso.” Terminó
de cerrar el gran portón lateral del carguero que al cerrar los seguros
generó un ruido seco, tapando por unos segundos el permanente ronroneo de
las turbinas. Mientras se colocaba su cinturón de seguridad pensó
nuevamente en esa rubiecita tan preciosa. Era
tan joven, de la misma edad que su hija, y había notado que estaba preñadita.
Debería tener un embarazo de unos cinco meses por el tamaño de la
barriga. Que linda era. A él siempre le habían parecido más hermosas
las mujeres cuando estaban “de encargue”, no sabía explicar por que
motivo le pasaba eso, pero en ese estado las veía resplandecer, le
resultaban especialmente bonitas. Realmente
le había gustado esa muchachita, pero dejando de lado lo sexual, le había
generado una atracción diferente, como cariño, que podía definir por
asociación con su hija como un cariño de padre, realmente. Por
eso, porque le agradaba tanto, la dejó para el final. Él
era un profesional y no podía permitirse olvidar nada, ni dejarse llevar
por sentimientos. De ese grupo de subversivos, fue la última comunista de mierda que tiró al río. |
Senén Rodríguez
El Pinar, septiembre 08 de 2002
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