¿La computadora podrá ganarle al libro?
Ricardo Rodríguez Pereyra

 

a mi hermano Osvaldo in memoriam

Mamá me enseñó a leer y a escribir los primeros palotes antes de que comenzara a ir al colegio y desde entonces los libros se mezclan con mi vida. Desde temprana edad me peleaba con mis hermanos mayores por las revistas de historietas y después por los libros, aquellos de tapas amarillas, de cartón duro, de la inolvidable colección Robin Hood. Quien se haya emocionado hasta las lágrimas con Corazón, Mujercitas, o la versión para los varones, Hombrecitos, quien haya disfrutado con las aventuras de las Veinte mil leguas de viaje submarino o galopado junto a Azabache, seguramente sabe de qué estoy hablando. Ojalá que todos hayan conocido y disfrutado del placer de la lectura. Los libros son parte de nuestra memoria y de nuestra formación como personas, acompañan nuestros recuerdos desde la infancia, cuando todas las fantasías eran posibles, y el mundo era mucho más grande que lo que después nos mostraron los aviones; estaba lleno de gnomos, de hadas, de caballeros con armadura y príncipes valientes que salvaban princesas y se amaban para siempre. Y también estaban las lecturas prohibidas que debíamos leer a la hora de la siesta, a hurtadillas, con el rostro encendido y los primeros síntomas de cosas que desconocíamos, pero que la biología había instalado en nosotros desde el inicio de los tiempos. Finalmente llegaron los clásicos y los tediosos libros de estudio que se debían leer aunque uno no quisiera y que aprendimos a valorar un poco más tarde, incluidas las Reglas de Catalogación Angloamericanas, enseñadas afanosamente por la inolvidable Hermelinda Acereza, directora de la Escuela Universitaria de Bibliotecología y Ciencias Afines (EUBCA).

Ahora está de moda la aldea global, las nuevas tecnologías de la información y se ha instaurado una suerte de controversia entre el libro y el CD; muchos piensan que el problema de la falta de espacio de las bibliotecas se va a resolver cuando los bibliotecarios nos dediquemos a escanear todo el material impreso y a coleccionar sólo esos diminutos discos plateados. Por supuesto, las nuevas tecnologías son una herramienta de enorme ayuda para las bibliotecas que disponemos de ellas, pero no son la panacea de todos los problemas de las bibliotecas. Hace unos días nos visitó Ray Bradbury, quizás lo hayan visto en la Feria del Libro; yo recordé a Osvaldo, mi hermano mayor, muerto inesperadamente en la navidad pasada, antes de cumplir los cincuenta y con muchos libros todavía por leer; él me hizo conocer a Bradbury. Nunca olvidaré "Farenheit 451" y la alegría de tantas charlas compartidos sobre los mundos que nos recreaba la ciencia ficción, (los libros se mezclan con nuestra memoria, siempre)/ En muchas obras de este autor, la tecnología y la mecanización convierten al mundo en un universo totalitario, donde los libros son prohibidos o destruidos. Pero según dijo en la Feria: "Siempre habrá libros. Porque la computadora es un aparato lejano, distante; en cambio, el libro es como un niño, uno puede tomarlo y abrazarlo contra el pecho. Es algo mucho más hermoso.

© Ricardo Rodríguez Pereyra
Buenos Aires, 1997

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