Salmodia del equilibrista poema Carlos Rodríguez Pintos de "Tres elegías de la Ciudad de los Ahorcados" a Toño Salazar
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Este hombrecito de humo... al borde estremecido de una cinta sin bordes, entre las ramas inmóviles de un árbol celeste todo resplandeciente de espadas,
y que no es un pájaro, y del que todos los pájaros se alejan, este hombrecito que parece un lirio
y que
no es un lirio,
desde que lo maté.
alzó su rosa secreta hasta la luna; se pusieron maravillosamente desnudos, las dos palomas íntimas de mis manos se prepararon para el crimen.
desde que lo maté.
y no quiere
volver a ser tortuga;
y te fuiste sin decirle
nada. caiga de cuando en cuando sobre la tierra.
desde que te maté.
desde que te maté.
debajo de sus sombrillas,
llenas de raíces sin memoria
y el arroyo y el héroe,
y el cordero y la estatua;
cuando, alzado sobre tug dog rieleg ardientes, un pie sobre el cuchillo friolento de un relámpago y el otro sobre el arpegio negro de un arco-iris, recorrías cantando esta Ciudad de Maravillas que va de mi sombrero a mis zapatos.
(Entre tu voz y tus labios |
—Señoras
y Señores : ................................................................................ |
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(Entre tus palabras y tus manos nadaban delfines desamparados, y dentro de uno de tus ojos sin párpado un pez solitario ge probaba una cintura-salvavidas,
y se pintaba las ojeras de amarillo)
no te pintes las ojeras de amarillo; no hallarás otra fraternidad que la del hueso con la piedra y la de la frente con la nube). |
—Señoras
y Señores : ................................................................................ |
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(Una culebra vestida de bailarina se enroscó, muerta de miedo, entre tus palabras y tu sonrisa.)
y tu no-miedo, cuando
no lo tuviste!) corrían desde mi corazón hasta mis dedos, y más allá de mis dedos.) |
—Señoras y Señores: Ni los himnos. |
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(Cantando marchas militares, ratas anaranjadas subían de los zapatos a comerse los pétalos de los jazmines
y las alas de los veleros.) sin pupilas, sin voz y sin orejas, bajaban de las estrellas a comerse las ratas anaranjadas y las marchas militares.) |
—Señoras y Señores:
Dios hizo las montañas |
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(Una calandria desprevenida
se quedó colgada del aire, |
—Señoras y Señores: Dios hizo la carne
—la pobrecita carne— |
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(Tus palabras y las ametralladoras bailaron una reverencia tornasol
de
colegialas desafinadas,
desde que te maté.
se están comiendo todo el
olor amarillo
dentro de una vitrina de porcelanas intactas.
ahorcado por un poeta. y el lirio se acuesta.
Aquél que no hubiere nunca muerto a su equilibrista, tire la primera piedra. |
poema de Carlos Rodríguez Pintos
de "Tres elegías de la Ciudad de los
Ahorcados"
Originalmente en Revista Nacional Año XI. — Montevideo, abril-setiembre de 1966
— Nos. 228-29. Tomo XI.
Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación
Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)
Ver, además:
Carlos Rodríguez Pintos en Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
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