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Una noche muy negra
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La noche era muy negra. Las historias tenebrosas se escuchan desde antaño en la campaña de nuestro Uruguay. Éstas resultan más escalofriantes contadas en las noches sin estrellas. Un matrimonio que vivía en el campo, cierta vez, recibió en su casa a tres parientes; éstos, que venían de la capital, regresarían al término del carnaval. El matrimonio para festejar marchó con toda la familia al bailongo más cercano del pueblo. La noche era muy negra. El traslado al Cerro Pelado se hizo en un ómnibus rentado a esos efectos. Era viejo y pequeño para todos los pasajeros que querían viajar; también muy bajo, al punto que para no tocar la cabeza contra el techo, los que iban parados debían doblar bastante la espalda. Además, no llegaba hasta la entrada del local, sino que los dejaba a siete cuadras, en medio de la nada. Cuando bajaron era noche cerrada. Los más jóvenes se habían adelantado tanto, que ya no se veían. La familia no tenía ningún apuro. La negrura era tal, que no se podían ver los rostros, solo oían sus voces. No obstante, unas pequeñas luces los acompañaban al costado del camino de tierra. El matrimonio decía que se trataba de la Luz Mala, la que anunciaba tragedia. Según el decir de los paisanos aquella luz anunciaba la aparición de cierto personaje. Un devorador de animales y de todo lo que encontraba a su paso. El caso resultó ser muy difundido hasta nuestros días por todas las artes. La noche era muy negra. Los pobladores de la campaña, conocedores de las cacerías de estos seres demoníacos, en noches de luna llena, no salían de sus casas. El matrimonio recordó que los Salustios, vecinos de Cerro Pelado aún vivían con uno de sus hijos, el último varón de siete hijos. Ya sentían los acordes del bandoleón, esto significaba que estaban cerca del baile. La luminiscencia que los había acompañado durante buen rato, ya no se veía, pero se abría paso la señora de la noche. La noche era muy negra, pero de pronto comenzó a clarear. Las nubes hicieron su aparición correteando por el cielo. Un aullido feroz los paralizó; comenzaron a correr desesperados. Al llegar, un mestizo de barba espesa les franqueó el paso; y su mano peluda, de uñas largas, les indicó la entrada, al tiempo que su boca dejaba ver unos enormes colmillos… |
Lylián Rodríguez Méndez
lylirod@vera.com.uy
Seleccionado en el Certamen de relatos “Palabras en flor”, en el extranjero.
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