Quiero que sepas que no voy a ir en mucho
tiempo. Me han hecho entender que es mejor así. No obstante, tenés que
saber que te quiero.
Te escribo en letra imprenta para que me entiendas y no pongas excusas.
Lee y no la retires hacia un costado, no sea cosa que termine volando al
viento sin que te llegue mi amor.
Ya no es posible la convivencia. Uno de los dos debe quedarse en el
apartamento, pero no ambos. Es por la salud.
Te quiero y deseo lo mejor para vos, pero no más juntos. No insistas, no
podés volver a casa. Es por el bien de los dos.
No me extrañes, no pienses en nosotros. Viví tu vida ahí, donde estás.
No me falta nada dijiste. “-Comida tengo, abrigo también.”
Sé que estás acompañado. Siempre tenés a alguien.
Más adelante, si querés, te alcanzo todo lo tuyo. Iré a verte, ganas no
me faltan. Algún domingo podrás venir a comer a casa, pero ahora no. ¡Ya
sé! “comida no me falta.”
Pienso mucho en vos. Sos quien más ocupa mi mente. Como antes, siento
que sos el más frágil, el más vulnerable y me angustio. Me consuela lo
material. El espacio amplio que tenés. Pienso: “la gente del interior
tiene su zona mucho más grande que la de ciudad.” Además, tenés un
quiosco al lado, tu mayor entretenimiento. ¡Ah! y la televisión, siempre
encendida en un canal con fútbol.
Te amo sabés. Ahora me doy cuenta lo mucho que te amo. Perdóname los
rezongos, los reproches. ¡Perdón! por mis elevados tonos de voz, cuando
agotabas mi paciencia y ya no entendías a través del diálogo o el
monólogo. Yo solo buscaba apaciguar las aguas, normalizar la relación a
mi manera.
Siempre creíste que a vos nunca te daba la razón. Estás equivocado,
muchas veces te justifiqué. Una vez, hasta la pobre abuela Mila debe
haber saltado en el más allá, cuando la invoqué, poco menos que
tratándola de loca, para demostrar como se disfruta de la vida.
Mamá aún no vuelve, no sé cuánto tardará su recuperación. Quiero creer
que volverá al apartamento.
Estrellita también extraña a sus padres y si al menos estuviera mamá...
Ahora está un poco adaptada, no se enoja tanto como al principio. No
pregunta incansablemente todas las mañanas por vos. Los primeros días me
increpaba gritando: “-quiero con papá, quiero con papá, Oquides vení,
Oquides vení...”
Papito, te quiero, tené paciencia, aun con tus ochenta y seis años,
podés aprovechar esa poca lucidez para ser feliz.
¡Ah!, a Estrellita le coloqué candado, esa lora abre todas las trancas.
Besos.
Te ama.
Tu hija. |