A las horas pares ,canta... |
("Carlos Gardel se dedicó a fabricar mitos para esconder tras ellos su vida, dejando a la historia menor de los sucesos rioplatenses la liviana tarea de aventarlos. Su lugar de nacimiento, su formación juvenil, sus amores y otros pequeños misterios laterales eran sabiamente aderezados con sonrisas, evasivas o silencios para crear en derredor suyo un aura de incertidumbre que sentaba bien a su fama de príncipe de los cantores".) Daniel Vidart. |
Allí estaba parado, frente al busto que sonreía. |
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Werner estaba en la estación de ómnibus interdepartamentales a punto de salir hacia Las Piedras donde residía desde que nació. |
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Hermenegildo y Antonia daban los últimos toques a la habitación destinada a "corte y quebrada" como le llamaban a las clases de tango. |
"Arrabal amargo |
Miró la hora y deslindó atención a su mujer. Junto a una silla de paja pensó en jubilarse, en pasar a retiro sus zapatos, sus discos de pasta y su fonola vieja. |
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Werner llegó a Las Piedras y caminó las tres cuadras que le separaban de su casa. LLevaba el gusto dulce del helado y la noticia amarga de que Margarita estaba de nuevo con Sansone, como novio oficial. |
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¡AL QUE NO LE GUSTE GARDEL, PEOR PARA EL ! |
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El reloj no había corrido demasiado cuando se levantó. Preparó el mate y se puso a mirar ejemplares sobre Gardel, apuntes que había sacado de la Biblioteca Nacional y grabaciones de long play como "Che Bartolo", grabación donde aparece la risa del mago. Por primera vez y única, registrada en una canción que supuestamente le causó gracia al Mago y así quedó grabada para la posteridad. |
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Hermenegildo entró al bar de los casin con la timidez del que no frecuenta hace muchos las barras de los mostradores. Estuvo observando el lugar, posando su mirada en los parroquianos acodados a largas esperanzas. |
"Araca corazón callate un poco y escuchá por favor este chamuyo." |
El dueño del bar se le acercó, haciendo tintinear dos vasos entre si, lo quedó observando. A lo mejor el tipo estaba delirando,o había sido golpeado y perdió la memoria,dijo alguien. Pero Hermenegildo, viejo zorro de asfalto, no los dejó pensar. |
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Werner estaba sentado en uno de los bancos de la estación Yatay. |
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La noche había caído sobre el campo. Alguna lechuza perdida y el olor áspero de la bosta rodeaban a Werner y Ferruccio . |
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Werner estaba debajo de la ducha y trató de pensar como haría para salir de este lío. Se secó el cuerpo con las toallas algo viejas del hotel y recuperó su buen humor al contemplar en una ventana próxima a la suya, una morocha algo fea pero de cuerpo exhuberante que se dejaba llevar por una música cadenciosa y sensual que salía del radio. Werner apartó la cortina de voila y la espió. Ella seguía moviendo el trasero de una manera como solo las brasileras lo hacían. Una mano peluda, grande y ancha la tomó de la cintura. Werner trató de ocultarse pero fue demasiado lento y el mismo policía del bar apareció en el marco de la ventana, descubriendo el espionaje. Con un rictus algo enojado cerró las cortinas lentamente mientras Werner se dejaba caer sobre la cama de dos plazas. Se quedó dormido como una hora. El sol estaba cayendo sobre Abasto y le pareció oportuno buscar a Ferruccio para saber si había mandado el telegrama a Montevideo. Salió del hotel ya de noche; la ciudad comenzaba su letargo y algunos tipos se dirigían al único bar de la cuadra. Ferruccio venía hacia él. Se le veía algo cansado. -Este pueblo no tiene teléfonos. -¿Cómo que no tiene teléfonos? -Lo que oíste. Ni un aparato de teléfono. Apenas un telégrafo y para colmo el encargado acaba de perder a su suegra. Cerró por duelo. -Es ridículo. Es el único tipo que cierra cuando su suegra muere. -Andá a saber... ¿tenés un pucho? Werner echó mano a su caja de cigarros y le encendió uno. Ferruccio aspiró profundamente dejando que el humo se adueñara de su interior. -Lo mejor va a ser dormir... -Dejáme a mí...-dijo Werner dirigiéndose a un hombre que pedaleaba una bicicleta con un parlante en la espalda. " Crucificamos la eternidad... santos de por vida... Velas de colores... Agua purificada... Ventolín con doscientas inhalaciones...":
Werner detuvo al del parlante y estuvieron un largo rato discutiendo hasta que lo despidió y volviendo a Ferruccio: -Dice el tipo que lo mejor de este pueblo son los quilombos. -¿Cuál es el mejor? -Mishiadura. Queda a un kilómetro de acá...vamos? Werner no se hizo rogar. Acompañó en silencio, bajo la noche muerta, a un Ferruccio pensativo. -¿Que cavilás? -Lo que hicimos. -Si nos vieron bien, marchamos. -¿Marchar quiere decir que nos pescan? -Más o menos. -Por si entonces, vamos a divertirnos.¿Tenés guita? -Acá- señaló Ferruccio en su chaqueta. Mishiadura aparentaba haber sido antiguamente una vieja caballeriza remodelada por fuera. En la entrada un gaucho de corbata y zapatillas controlaba celosamente quienes concurrían al local. Werner encendió un cigarro y se rescostó a la pared pintada de rosada. Ferruccio no podía evitar silvar apenas veía una trozo de pierna, sea de la calidad que fuera. Ferruccio entró enseguida practicamente a una habitación amueblada de una manera bastante indeseada, reñida con cualquier clase de interpretación de fino estilo. Werner se sentó en una silla de jardín, herrumbrada por las lluvias de la vida, y mientras esperaba su turno, se puso a pensar en cómo debería actuar con Margarita y Sansone. Deseaba una blanca casita, vestido de novia, un rinconcito arrabalero, lleno de madreselvas y niños que corrieran escandalosos por entre los tranvías, por entre las calles de 18, allá por el treinta... Se percató entonces que estaba soñando, que tenía el mal de Gardel, el que sueña lo imposible,el que está viejo, anclado en la púa de 78, en los discos de pasta, en los conciertos en vivo. ¿Por que él, un joven de treinta años, seguía guardando la imágen de Gardel omnipotente?¿Por qué querer hacer lo mismo, el Chan Chan de la historia? Lo que todos contaban. ¿Por qué igualar a Carlos, querer ser como él? Cuando él, el Mago, ni siquiera fue como quiso. El tipo de la entrada se le acercó: -Usted disculpe mocito, pero si entra acá tiene que consumir. -¿Cómo?-interrogó Werner sorprendido. -Sí.Que acá las mujeres están para ser usadas.Si quiere descansar busque un banco en la plaza. Werner se levantó y rumbeó decidido para una de las piezas.En la primera una mujer gorda vestía una camisa rosada, zapatillas en forma de animal canino y colgaba un cartel que rezaba: Mary. La segunda, enfrente de la pieza de la gorda, se le presentó desnuda y Werner juró que en ese momento deseó verla vestida. Lastimado en su más hondo placer estético, no pudo menos que sorprenderse cuando una rubia cerraba sus ojos frente a un espejo gastado. La mujer, con piadosas manos, se acariciaba uno de sus pechos, y la boca, parecía un río loco y profundo que prometía cualquier tipo de alegrías antes de morir. Por eso no pudo evitar sonreír y entrar un paso en la habitación. De torpe casi se choca con una palangana roja, que se corrió quejosa. Un primus en medio de la habitación, trabajaba infructuosamente para calentar el lugar. Volvió a mirar a esa mujer, a esa especie de yegua despedida del infierno por malas costumbres,y la sorpresa fue mayúscula esta vez, como un tango mal cantado, como una promesa de una mujer . La rubia se dio vuelta, Werner se sintió engañado tontamente engrupido encogido de vergüenza como un "Logi" de cuarta.. La mujer giró hacia él y sus biceps bien formados y su mentón cuadrado, y sus pechos tan peludos como un oso le recibieron alegres. Werner salió presuroso, seguido de su fé cristiana. En ese momento un ruido bastante penoso, parecido a un grito, a una exclamación de asombro, a no se sabe qué, salió de una habitación contigua. Se estremeció con el grito y acto seguido vio venir hacia él a una mujer enojada, embistiendo contra todo lo que encontraba... Y de la habitación también salió un hombre no muy bajo, encorvado por los años, con su pelo raso, blanco como nieve, con vieja frente arrugada. El tipo llevaba los zapatos impecablenmte lustrados, la camisa almidonada como antes, un pañuelo blanco y perfecto colgaba del saco mal colocado, en un solo brazo, como el que sale apresurado de un lugar. Werner solo recuerda el pedido implorante del hombre. Recuerda los ojos inyectados en lagos de sangre, no de cansado sino de viejo. Esas arrugas, como maleta de apurado, todo estrujado, imposible de descifrar el comienzo de una arruga y el comienzo de otra. -Ayúdeme -volvió a repetir el veterano. -¿Yo...? -interrogó indeciso Werner. El hombre no le dio posibildad. Lo empujó fuera de la habitación y finalmente del quilombo, arrastrándolo con el. -¡Oiga! Qué hace? -¡Ayúdeme! ¡Se lo pido...! -¡Alto ahí!- gritó el tipo de la puerta, viniendo hacia ellos con la vehemencia de quien tiene la seguridad de un revólver en la cintura. El primer golpe lo recibió Werner en la espalda. Sin embargo tuvo el tiempo exacto para girar y descubrir detrás suyo, al maricón vestido de mujer que lo había engañado. Luego cayó como un saco de papas al suelo. |
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El milico de turno, un flaco de bigotes orejudo,se le cuadró ante sus ojos aún mareados por el porrazo. |
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Dos días después los dejaron salir con el consabido sermón de que "ésta es su casa", "vuelvan cuando quieran". El comisario los dejó en libertad con la condición de que se marcharan ya mismo de Abasto, ciudad industrial. "PASAPORTE Nº02421. NIZA FRANCIA |
-"Si habrá bronca,crisis y hambre que el que compre diez de fiambre hoy se morfa hasta el piolín..." |
-"En Clarín canta Carlos Gardel..." |
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Werner estaba con el viejito sentado en la mesa de los casines. Ferruccio había ido a buscar el telégrafo para mandar sus notas. |
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Cuatro horas después, dos más de lo que normalmente se demora en llegar a Montevideo desde allí, llegaron a las accesos de la ciudad. Temerosos, sin hablar, los tres en la cabina del viejo Dodge trataban de entender lo que estaba pasando. |
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La calle principal no dejaba de asombrar al viejito quien, según decía, habia visitado por última vez en 1924 o 25, cuando ofreció su recital en el desaparecido teatro Artigas. |
-"Mentira mentira... Los días que pasan ya no vuelven más..." |
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Ferruccio estaba en la ducha tratando de dejar caer el agua sobre sus hombros. La tensión le pareció aterradora y la llegada a Montevideo fue como un sueño. Como una pesadilla al despertar. |
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Werner descendió en la calle César Mayo Gutierrez y comenzó a caminar ayudando a su amigo. |
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Werner se encontró tomando una en el bar de La Piedras. |
-"Decí, por dios, que me has dado |
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24 de Junio. |
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-"Clarín, para la cuenca del Plata" |
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Werner está con el teléfono en la mano y diciendo no. |
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Derly volvió a la radio con una enorme prisa. El operador se quedó extrañado de que estuviera allí a esas horas por eso no pudo menos que observarlo. |
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Werner se dió cuenta de que el viejito había caído en un estado depresivo y siguiendo las recomendaciones de Hermenegildo le sugirió que fuesen a ver el desfile, que en homenaje a Carlos Gardel se llevaba acabo por la Avenida 18 de Julio. |
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Hermenegildo trazó con su pie un movimiento y luego otro . |
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Derly esperó el final de "Volvió una noche" para poder aparecer con su enorme y reconocida voz . |
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Werner seguía de cerca al viejito. Este sorprendido miraba las polleritas cortas de las muchachas y el suave gorgoteo de sus sonrisas. |
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Derly bajó del taxi en pleno Colonia y Dieciocho. |
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Margarita lo besó tiernamente en la boca. Werner saboreó sin prisa la suave tersura de los gruesos labios de su eterna novia. Sabía que eso se iba a terminar y se terminó. |
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En la escalera se encontró con Derly que también subía apresurado. |
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El viejito estaba sentado en una butaca. |
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Los hicieron sentarse en unos de los bancos de la comisaría. En un mostrador, un escribiente trataba de terminar una denuncia de la muerte de un perro pequinés a manos de un bichicome ebrio. El oficial tecleaba en la máquina con un dedo de cada mano y lentamente concluía su trabajo de escribir el nombre del denunciante. El denunciante era un enano que trataba de ponerse en puntas de pie para dictarle sus datos. El oficial se trepaba sobre el rodillo de la máquina y el enano subía sobre sus puntas de pies . Así estuvieron mas de veinte minutos. En ese lapso Werner recorrió con la mirada la austera dependencia policial. Un cuadro de Artigas, el prócer, con los brazos cruzados, una planta muy fea que añoraba un riego que nunca llegaba y varios carpetones archivados por el tiempo. En la puerta un policía de casco coqueteaba con una vecinita que barría la vereda. Cuando el policía les llamó para hacer la denuncia Werner cedió la palabra a Hermenegildo. -Señor ...- dijo el oficial. -Quiero denunciar una desaparición. -Digame el nombre. Werner temió lo peor. -Carlos Gardel- Sin embargo el oficialito siguió tecleando sin ninguna observación previa, lo que desconcertó a Werner. -Nacionalidad. -Mire, creemos que puede ser uruguayo, argentino, francés... -¿Cuando desapareció? El absurdo era que en ningún momento el oficialito se percató del disparate que estaban relatando. Werner decidió seguir adelante con la historia. Al terminar de relatar todo lo sucedido ese día, el oficialito retiró el papel de la máquina y lo tendió para que firmaran la denuncia. Luego pidió a que lo esperaran y salió hacia el despacho del comisario. Unos minutos después apareció llamando la atención de Werner. -Señor, el comisario dice que es imposible dar entrada a esta denuncia. -¿Porqué no? -Porque sí la policia no dispone de efectivos para buscar a los vivos imagínese para buscar a los muertos. Eso implicaría encontrar una Mediums para comunicarnos con el occiso y gastos que el ministerio no puede asumir. Usted sabe, la institución policial está en crisis y solo de "cometas" no podemos vivir. Así que le recomiendo que para entrar al espacio sideral trate de contratar a algún detective privado o en todo caso solicite un servicio 222. |
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-Lorenzo, el magnífico, decía: " que lámore é un appetito de belleza". |
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Tres hombres vestidos con largos sobretodos grises y con caras de haber pasado por varias guerras mundiales, se aparecieron en la casa de Hermenegildo. |
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El viejito dormitaba plácidamente. |
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La casa estaba tan cerca del mar que parecía que navegara con él. Como que una tormenta potente se la pudiera llevar mar adentro, perderla para siempre con todas sus riquezas. |
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Escayola nieto estaba siendo masajeado por su hermosa mujer. Las piernas le dolían y él solo pensaba en un reposo a la orilla de alguna playa, donde el sol le obligara a olvidarse del dolor.
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Werner estaba sentado, apoyado en una mesa de cármica barata. Escribía los acontecimientos del día con tanta vertiginosidad que ya parecían los definitivos apuntes de su novela. |
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-¿Vio?-dijo Hermenegido mientras viajaba en un taxi rumbo a la casa de un amigo. |
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La mañana del sábado se presentó con grandes nubarrones y la espalda del viejito soportó duramente las inclemencias del tiempo. |
Franklin Rodríguez - año 1999
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