A las horas pares ,canta...
Franklin Rodríguez

("Carlos Gardel se dedicó a fabricar mitos para esconder tras ellos su vida, dejando a la historia menor de los sucesos rioplatenses la liviana tarea de aventarlos. Su lugar de nacimiento, su formación juvenil, sus amores y otros pequeños misterios laterales eran sabiamente aderezados con sonrisas, evasivas o silencios para crear en derredor suyo un aura de incertidumbre que sentaba bien a su fama de príncipe de los cantores".)

Daniel Vidart.

Allí estaba parado, frente al busto que sonreía.

Gardel estaba frío, condescendiente con esta ciudad que le vió parir sus éxitos.

Werner Hoeg, hijo de inmigrantes tomaba yogurt frente al monumento homenaje del mago. De vez en cuando ojeaba a una negra de pantorrillas rosadas y se preguntaba si lo de las pantorrillas de las negras tenían que ver con el rendimiento sexual.

Como el Mudo no contestaba, y nadie estaba a su lado se quedó con la respuesta y la vista perdida en la negra entrando a uno de los largos conventillos de la calle Gardel.

Luego apagó su grabador sin una sola observación más que las acostumbradas. 

Sabía que para escribir sobre Gardel debería caer en lugares comunes que otros, más avezados y mejor informados sobre el tema, ya le habían hincado el diente.

El en cambio estaba perdido, tratando de inventar una historia de un Gardel bailarín de Foix Trox, enamorado de Le Pera o discutiendo con Razzano a piña limpia sobre los derechos de autor, algo por el estilo.

Lamentó haberse perdido otras épocas, más dadas en epopeyas donde el tango marcaba el compás de vida de los hombres y mujeres. Se sentía lejano, con la historia adversa, o contada al revés, depende el interés de cada país o cada estudioso del tema.

Una vez más seguramente, la historia del algún mito había sido transformada para bien o para mal. 

Volvió a mirar el folletín donde se llamaba a concurso sobre una novela dedicada a Gardel y presintió cansinamente que no lo iba a hacer. Que como tantas veces se iba a contentar con el nefasto momento de encontrarse frente a la máquina solo con el título.

La negra volvió a pasar.

Esta vez le sonrió mostrándole esos dientes blancos y prolijos como doctores recién recibidos.

Werner también sonrió. Ella fue hasta la esquina y antes de doblar le hizo un imperceptible movimiento de cabeza.

El no se dejó abatatar y confiadamente rumbeó hacia la esquina. Al doblar, la negra estaba en la entrada de una casa derruída.

-¿Querés salir?

Werner dudó un instante antes de estudiar esos labios carnosos y sobre todo las pantorrillas. Estaba a punto de develar una respuesta que hasta ahora le había sido esquiva.

¿Las negras gozan más que las blancas? Era su momento de comprobarlo, así que revisó sus bolsillos y sacó dinero.

La negra lo tomó de la mano y lo introdujo en el corredor semi derruído.

A oscuras, tanteando el sexo y la boca de la negra, Werner se dejó seducir por el aroma extraño, libidinoso que significaba hacer el amor a las doce del mediodía en pleno barrio sur, en una casa en ruinas.

La negra resultó ser una buena hembra, pero de las pantorrillas que cambiaban de color conforme iban pasando los orgasmos de ella, nada. Nada pudo observar Werner porque estaban a oscuras y le sonaba mal decirle a la mujer que le mostrara las pantorrillas.

Asi que salió a la rambla diez minutos después sin mucho para contar, salvo la sensación de que ahora sabía más sobre las negras y menos sobre el Mago.

***********

Werner estaba en la estación de ómnibus interdepartamentales a punto de salir hacia Las Piedras donde residía desde que nació.

Odiaba la lejanía de la gran ciudad pero sabía dormirse a tiempo cuando el paisaje se repetía.

Se compró un helado y pensaba languidamente, cuando Ferruccio se le acercó sin que él se percatara de su presencia.

-Hola Werner...

-Andáte Ferruccio, vos estás mal conmigo...

-¿Porqué ? Ah, ya sé...seguís embroncado, ¿no?

-Me vendiste.Te dí una noticia y saliste a ventilarla con la cana...

-Y de algo hay que vivir...

-Era mi noticia.

-Era una noticia,nada más. Además no te chupés, ¿cuántas veces me soplastes historias que eran mías?

-Nunca

Ferruccio pensó.

-Es cierto, pero ya lo vas a hacer. ¿Puedo viajar contigo en el ómnibus?

-No, prefiero ir solo.

-Mirá que el viaje es largo.

-Andáte Ferruccio, no te aguanto.

-Lástima che- dijo mientras se levantaba- Ayer vi a Margarita.

Werner detuvo el cucurucho a la altura de su boca. Levantó la mirada sobre Ferruccio.

-Ah, mirá vos.

-Estaba en un boliche con un amigo.

-Sansone

-Sansone -corroboró Ferruccio- Pero los vi muy aburridos.

-¿Como sabés que estaban aburridos?

- Ella tomaba una coca con pajita, y él miraba a unos botijas jugar al fútbol en una esquina.No tenían pintas de estar muy contentos.

-A lo mejor meditaban.

-No, te lo digo yo, estaban aburridos. Muy aburridos. Tipo pareja de sesenta.

- Mis padres tienen sesenta y nunca se aburrieron.

-Porque no tenían tiempo de aburrirse, laburaban todo el dia...

-Tenés razón..

-¿Ahora me dejás viajar contigo hasta Las Piedras?

Werner lo miró, esta vez sonriendo.

***********

Hermenegildo y Antonia daban los últimos toques a la habitación destinada a "corte y quebrada" como le llamaban a las clases de tango.

Algo entrado en años y en desiluciones, los dos guardaban cierta pulcritud tanguera en el vestir. El, a la usanza de los malevos de los que hablaba Vacarezza en sus sainetes: la gomina bien distribuida en su cabeza, mientras la golilla planchada de tela color leche le tapaba parte del cuello. El saco apretadito que hacia conjunto con el pantalón impecable. Los zapatos negros, acordonados, apretados dos números menos para caminar como un conocedor del canchengue del bajo.

Ella de vestido con el corte perfecto para acompañar al pelandrún en sus cortadas. Tacos altos y el pelo negro bien sujeto por ondulines.

Los dos poseían las arrugas correspondientes al tiempo pasado. Los dos sostenían que el tango era la música viviente y que, como decía Borges, "es un sentimiento que se baila".

Hermenegildo abrió las ventanas del segundo piso y el aire frío de la mañana se coló con permiso. Protegió su gacho en la cabeza por miedo a que se volara. Miró desde el balcón y con indulgencia repasó las hojas tiradas del tímido otoño. Prendió un pucho al que acompañó con severos movimientos escénicos. Luego vio a Antonia colocar un cassette en el grabador y ensayar un corte y quebrada, sola frente al espejo.

La canción era "Arrabal Amargo" de Le Pera y Gardel.

"Arrabal amargo
metido en mi vida 
como la condena
de una maldición"

Miró la hora y deslindó atención a su mujer. Junto a una silla de paja pensó en jubilarse, en pasar a retiro sus zapatos, sus discos de pasta y su fonola vieja.

Actualizarse, comprarse botines nuevos y brillantes, camisa de colores y un vaquero. Tratar de hacerse un liftingh en la cara, borrar esa cicatriz que le había dejado un perverso busca lios. Una mujer que no perdonó y la venganza traicionera de un tipo con copas encima.

Antonia seguía frente al espejo. A pesar de haber enfundado su piernas en medias, se notaba la caida dolorosa de la carne vieja y cansada.

Ella continuaba el camino asignado cuando tenía dieciseis años y los peringundines de la época la descubrieron como una bailarina fenomenal, de condiciones únicas que la destacaron en los fandangos nocturnos de la era del dos por cuatro.

Y ellos solos intentando abrir una escuela de tango en un Montevideo que bailaba al compás de la marcha y un rock embustero y mal hablado.

Apagó el cigarro, se elevó el humo de la última pitada por su cabeza y se metió las manos en el bolsillo.

Empezaban los cursos. Esperaban alumnos nuevos, pocos, para empezar.

Cada año sufrían la escasez del dinero, el poco trabajo y la crisis que obligaba a la pérdida de interés por bailar el tango.

A las diez sonó el primer timbre y se sintieron llegar los primeros dos pies que subían a la clase.

Ante ellos una chica flaca, de pómulos incrustados en una sonrisa sin vida se paró en el marco de la puerta.

Al rato un gordo exageradamente asmático había subido con sumo esfuerzo las escaleras. Al primer paso caería ahogado. 

Después, y último, llegó una rubia linda, algo terca en sus movimientos pero bonita, cuyos rulos caían provocativamente sobre el borde exhausto de sus labios.

Hermenegildo contó los alumnos de ese año y se dijo, una vez más, que el negocio no marchaba definitivamente y que debería jubilarse, pero fueron quizás las ganas, el empeño con que su mujer tomó las riendas del trabajo lo que le obligó a desestimar el hecho de hacerlo y cerrar para siempre la academia.

-Me llamo Julie- escuchó Hermenegildo en la presentación inicial de uno de los alumnos.

***********

Werner llegó a Las Piedras y caminó las tres cuadras que le separaban de su casa. LLevaba el gusto dulce del helado y la noticia amarga de que Margarita estaba de nuevo con Sansone, como novio oficial.

En el cassette tenía ideas de como empezar la novela sobre Gardel y un montón de palabras parecidas a "no sé que poner", "no sé como empezar".

Entró en la casa a dos aguas construidas hace cincuenta años por su padre, trabajador rural primero y laburador del puerto en donde había dejado sus huesos eternos y heredado su enfermedad.

El viejo tomaba mate junto al parral repleto de uvas no maduras. Su madre trajinaba desde el gallinero hasta la cocina.

De fondo se oía una canción de Gardel, lenta, lánguida, como la vida misma.

Todo el patio olía a jazmines y nada se movía de su lugar. El tiempo detenido en las zapatillas de fieltro de su padre y en el mantel bordado a mano por su abuela. La música provenía de una radio grande, torpe y resistente.

Werner se sentó en una silla de tela y aceptó en silencio un mate del viejo.

-Me fue mal- dijo Werner sin que nadie le preguntáse.

-Gardel está muerto- dijo el viejo

Werner se quedó con esa afirmación.

Y aún antes de acostarse a dormir, lavándose los dientes, quedó pensando en las palabras de su viejo.

Está muerto podría significar ya fue, no lo jodan, basta de recuerdos, basta de obligaciones para con él. Lo recuerdan todos los días, a toda hora los sobrevivientes de aquel mundo de ensueño.

Si era uruguayo, argentino o francés daba lo mismo.

Solo los idiotas patrioteros reclaman sobre el papiro de su cuerpo. Nadie puede exigir una propiedad intelectual sobre el Zorzal.

Se enjuagó los dientes y se acostó.

Estuvo un rato pensando en su amada Margarita y Sansone.

Margarita, profesora de taquigrafía, novia aburrida, engañada por él. Margarita buena madre, abortando un hijo tempranero.

Margarita ahora en brazos de Sansone ,el escribano de Las Piedras.

Sansone riéndose de su fracaso, orgulloso de haber sido consecuente con la muchacha. Esperando un mal paso para entrar a escena.

-Nene-

La voz le sacó de sus cavilaciones. El viejo entró al cuarto.

-Estaba pensando...-se sentó en el borde de la cama de hierro, vieja y antigua como la tos- Si el mago viviera, ¿que estaría haciendo en este momento?

Werner sonrió y besó en la frente a su padre quien salió de la habitación con una sonrisa.

Una sonrisa copiada de alguna foto de Gardel.

***********

¡AL QUE NO LE GUSTE GARDEL, PEOR PARA EL !

Hermenegildo repitió exactamente las mismas palabras que Goyeneche había dicho 

una vez .

Excitado, enojado con sus alumnos por una interrupción del curso para sugerirle algo, no hizo sino alterarle los nervios.

-No es para enojarse don Hermenegildo, sugerimos algo distinto, nada más....

-¡No, ustedes no tienen derecho a sugerir nada. Acá el que manda soy yo...!

-Calmáte viejo... - dijo Antonia

-¡Nada! Yo doy las clases...

-Solo queríamos aportar..-dijo el gordo asmático

-¿Aportar? No sea atrevido montón de grasa...Para aportar hay que saber.

-Mire, a mí me gusta bailar tango moderno, no esto...así que me voy...porque si es incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos...

-¡Nuevos tiempos! Sepa jovencito que nuevos y viejos tiempos para el tango no existen. ¡Son los mismos! No se miden con la vara de las horas.

Los tres alumnos que tenían salieron hacia la calle como llevados por el demonio.

Hermenegildo quedó dando vueltas por el piso de parquet. Luego se sacó malhumorado los zapatos que le apretaban y la golilla blanca.

Antonia trajo el mate y los bizcochitos caseros.

Hermenegildo se calmó en el cuarto mate y el tercer pan con grasa.

-Suerte negra, carajo...estamos echando mala...

-No te abatates viejo, la mala racha no dura siempre..

-Pero la buena tampoco- dijo mientras sorbía un mate lánguidamente, sin apuro. 
Mientras tanto su cabeza parecía bailar un tango interminable de desesperación y recuerdos.

Recordó a su padre bajando del barco en 1920 en aquel puerto de Montevideo, sucio y ajetreado escenario de inmigrantes.Recordó el largo deambular hacia la pensión de la calle Cerrito. Y las tardes de domingos cuando su padre sacaba el acordeón de la valija y entonaba viejos compases de su tierra natal. Luego él,curioso niño de largos mocos, metería sus dedos torpes en los botones del acordeón para aprender a desgranar música con él.

Su padre murió, él se hizo de la herencia del acordeón, y de la música que baila, del tango, felina sombra que hizo danzar a medio mundo.

Allí conoció a Antonia de quien no se separó hasta hoy, y como venía la mano, con la ascendencia que tenía Antonia sobre él, no lo haría nunca más.

Antonia sabía qué bizcochos le gustaban y qué cosas le aburrían. Por eso, esa mañana cerró el ventanal de las clases de baile y se puso a limpiar la casa.

No atendió el teléfono y se dedicó la tarde a controlar la cara de su esposo que ésta vez le regaló una sonrisa.

-Negra, es hora de cambiar todo, hasta los sueños.

***********

El reloj no había corrido demasiado cuando se levantó. Preparó el mate y se puso a mirar ejemplares sobre Gardel, apuntes que había sacado de la Biblioteca Nacional y grabaciones de long play como "Che Bartolo", grabación donde aparece la risa del mago. Por primera vez y única, registrada en una canción que supuestamente le causó gracia al Mago y así quedó grabada para la posteridad.

Atendió el teléfono.

-Si-

-Hola Malevo de 2000

-Ferrucio como jodés.

-No te enojes. Mirá, para reconciliarme contigo te conseguí material para tu novela.

-¿Quién te contó que estoy escribiendo una novela?

-Toda la ciudad lo sabe, además tu viejo me mostró algunos escritos...

-Me cago en diez.

-No putees que es mala suerte. Escuchá: "Hay quizás dos Gardeles que nunca pudimos encontrar. Uno es el conocido, el que le canta a la grela que le abandonó, el que llora en las tardes de mi Buenos Aires querido, el Gardel esencial de las traiciones y desdichas de amores suburbanos. El del tango de faroles, de barro y cuchilladas, de corte y quebrada a la vida. El Gardel del amor en Montevideo y de un envidiable montón de mujeres en cada puerto. El que estoico se bancaba las cargadas de la mishiadura y el hambre ronroneando en la puerta de su pensión. Pienso que no, que Gardel es otro, con otra cara, más sufrido pero no por las mujeres sino por el reconocimiento, el que no le dejaba en paz por nada del mundo. El Gardel oscuro que escribía poesias y se emborrachaba con vino. El que negó Hollywood en el mismo momento en que lo llevó a la fama. El que tuvo la inteligencia suficiente como para negar su destino y su pasado. Ambos circunstancialmente unidos."

Hubo un silencio. Atónito Werner se quedó con las palabras en su oido.

El gordo Pichuco se hacía oír en la cocina. Bailaban los platos y lloraban los repasadores y él aún seguía prendido al teléfono.

-¿Quién te dió eso?

-Tu padre. Le dije que vos me habías mandado a buscarlo y me dejó pasar. Lo encontré y me lo fotocopié.

-La puta, que metido que sos..

-Pará, no te chupés. No seas gil. Hablemos...yo te quiero ayudar.

-Te la vas ligar Ferruccio.

-Siempre me la ligo. Eso no es novedad. Te quiero proponer algo.

-No.

-Algo serio, trabajo entre dos...

-No.

-Si no me aceptás le entrego ésto a Sansone y vas a a ver...

Werner apretó los dientes. Se imaginaba ridiculamente en poder de Sansone y las caras de vergüenza de Margarita.

-Devolvéme ese material.

-Si trabajamos juntos, sí.

-Vos y yo no tenemos nada en común

-Sí, porque yo sé cosas que vos no sabés...

-¿Qué cosas?

-Donde está la verdad sobre Gardel.

-¿Así? No me digas. Mil tipos se pasaron la vida estudiando sobre él y resulta que vos sabés la verdad...¡no me jodas!

-Bueno, me voy a lo de Sansone..

-¡Esperá! Vení para casa..

-No, te espero en el bar del centro. En los Casin...

-Bueno...

Werner fue hacia su cuarto y se quedó pensativo.Luego se vistió y salió hacia el boliche.

Ferrucio estaba sentado en una mesa, al lado de la ventana. Tomaba una caña. Miraba desconsolado una partida de casin a varias rayas.

Werner se sentó a su lado. Ferrucio pidió otra caña.

-Bueno,¿qué querés?

-¡Uh! ¡Pará! Recién llegás y ya me hablás así. Por lo menos dame un beso.

-¿Dónde querés la piña? ¿Mejilla izquierda o derecha?

-Agresivo. Te propongo salir del tacho de miseria en que estás y me recibís así?

-No tengo tiempo que perder.¿Que querés? Dame las fotocopias de mis apuntes y hablamos...

-No señor. Primero hablamos y después las fotocopias.

Werner sonrió. Tomó su caña y miró para afuera. Las Piedras estaba fea ultimamente. La gente se aburría de no hacer nada más que trabajar.

-¿Conocés el tren de las doce?

-Sí ¿Y?

-El tren de las doce del mediodía trae mercancía para los pueblos de 25 de Agosto, previo parada en Las Piedras y antes en estación Yatay.

-Eso ya lo sé.¿Qué, es un tour turístico?

-Dejame terminar. Me batieron que en la estación Yatay suben la "merca" que distribuyen en el interior.

-Estás loco. Mirá si va a ser tan fácil...

-Oíme, hay controles muy jodidos en la carretera...¿qué mejor que llevarla por donde nadie la espera?

-¿Quién te dió ese dato?

-Secreto de estado. Vos sabés como es ésto...te baten algo y te tenés que morir con el dato.

-Bueno, ¿y yo que tengo que hacer con todo ésto?

-Fácil. Yo soy buen fotógrafo, oportunista, preciso pero no sé que carajo poner como nota previa a las fotos.Vos sí. Vos vas a ser mi mano armada. El que va escribir el relato de lo que descubramos.

-¿Vas a denunciarlo a los milicos?

-¡No! Que esperanza. Yo tomo las fotos, recabamos datos precisos sobre el peso de la "merca" y después seguimos rumbo al diario.Publicamos esto y que la cana haga lo suyo.

-¿Y si nos descubren?

-¡Nos hacemos la guita!

-¿Y si nos descubren?-insistió Werner

-Unas buenas vacaciones en Bariloche...

-Nos limpian.

Ferruccio bajó la vista. Limpió con el pulgar el vaso de caña y también miró para afuera.

-Riesgos.

-¿Cuánto?- preguntó Werner.

-Esto puede valer mil dólares...no es mucho, pero...

-¿Cuándo?

-Mañana..a las doce en estación Yatay.

-Tás loco...

-¿Vas?

-Voy.

***********

Hermenegildo entró al bar de los casin con la timidez del que no frecuenta hace muchos las barras de los mostradores. Estuvo observando el lugar, posando su mirada en los parroquianos acodados a largas esperanzas.

Sobre la estantería abarrotada de botellas de todo tipo, el Zorzal criollo, atado a su guitarra parecía cuidar la escena.

Hermenegildo se acodó en la barra,ordenó una caña y su pie izquierdo cruzó al derecho para quedar en punta.

Algunos reos de las mesas le miraban. Las moscas revoloteaban el mostrador y se empecinaban en descansar en la mano temblorosa de un borracho semidormido sobre una ventana.

Con el vasito de caña y una picada de fiambre y queso Hermenegildo empezó a chiflar.

No fueron pocos los que se pusieron a mirarlo, incluso Werner que discutía con Ferruccio los pormenores de la incursión en la estación Yatay.

"Araca corazón
callate un poco
y escuchá por favor
este chamuyo."

El dueño del bar se le acercó, haciendo tintinear dos vasos entre si, lo quedó observando. A lo mejor el tipo estaba delirando,o había sido golpeado y perdió la memoria,dijo alguien. Pero Hermenegildo, viejo zorro de asfalto, no los dejó pensar.

-Los chantapufi, verseros roñosos que merodean las davis de los demás no merecen ninguna clemencia.
Hay que sacarle punta a la muerte, aunque vengan degollando
Atenti que no soy otario, ni me lastro la imagen de chitrulo.
Soy tan solo hueso duro difícil de roer.

-Oiga- interrumpió la clara alegoría el dueño- Oiga, si se siente mal llamamos a la ambulancia...

-Dejálo que se exprese- se metió la Sonia, puta del bajo.

-No, acá malas palabras no-

-¿Y quién te dijo a vos,che pebete,que éstas son malas palabras? -preguntó Hermenegildo

-Usted las dijo.

-¡Mirá, piantá de mi vista, porque voy a cometer un asesinato que va a salir comentado en todos los diarios!

-A mi no me amenace. Ya tengo suficiente con los impuestos.

-Bueno...-dijo Hermenegildo y peló un semejante cuchillo que merecería llamarse sable.

El recule de la barra fue majestuoso, como en las películas de vaqueros. Solo quedaron Hermenegildo y el dueño del bar que dejó caer un vaso al suelo. 

Después el otro.

Con los ojos desorbitados buscó ayuda.

-¿Puedo ayudarlo, don?-dijo una voz desde el lugar de los cassines.

-Puede ser- contestó Hermenegildo

-Seguro que al que busca es a mí- dijo el hombre saliendo de las sombras donde estaba semiescondido.

Al dejar la zona oscura se pudo apreciar que el desconocido era de mediana estatura, chapado a la antigua, con una cicatriz que iba desde la pera hasta la zona nasal. Usaba un traje cruzado gris, corbata negra y camisa blanca impecable. Zapatos brillantes y un pucho apagado en la mano izquierda.

Hermenegildo se apartó de la barra.

Al mismo tiempo el desconocido sacó un cuchillo que no envidiaba a ningún carnicero de la cuadra.

Se midieron ambos contendientes, ante el asombro de los espectadores que hacía años no presenciaban algo así.

Incluso hubo apuestas. Ferruccio recibía desafíos mientras sacaba dinero de todos lados.

-¿Porqué?- preguntó el dueño del bar guardando las botellas de escocés.

-Una deuda- dijo el desconocido

-Mi mujer- acotó Hermenegildo.

A la vez lanzó una ensartada perfecta hacia el pecho del desconocido quien en un rápido amague se lo sacó de encima.

Ahora estaban cruzados en posición y fue el desconocido impávido, frío, calculador, quien intentó sorprender a Hermenegildo en la cara.

Los ¡OH! del público estremecieron al gato que huyó despavorido.

Hermenegildo vio el hueco en el flanco derecho del desconocido e hizo amague hacia el izquierdo para que el tipo se cubriera alli. El tipo se cubrió en ese mismo lugar y Hermenegildo le introdujo el arma cortante en pleno lado derecho.

Sin palabra el desconocido trepó a una silla, sosteniéndose para no caer. Hermenegildo se mantuvo firme, observando arma en mano lo que podía hacer su enemigo.

El tipo dio un paso al frente y cayó pesadamente sobre una mano de truco recién armada.

Volaron mesas, sillas y algún poroto que se usaba para apuntar los tantos.

-La cana- dijo alguien.

Y todos salieron por la puerta. Afuera eran sorprendidos por patrulleros avisados por el dueño del bar.

Otros escapaban por la ventana, pero como también daba a la calle,quedaban a merced de la policía.

Werner tuvo un rapto de bondad hacia Hermenegildo y tomándolo del brazo lo sacudió para que éste reacionara.

Treparon por la ventana del bar rompiéndola y saltando hacia un oscuro pasillo, donde se amontonaban ratas y desperdicios.

Sin palabras, Ferruccio les indicó el camino.

Durante largo rato deambularon por unos corredores sucios y húmedos hasta dar a una salida de rejas a la calle.

Treparon por ella y salieron a la calle principal de Las Piedras.

Desde donde estaban se podían ver los patrulleros y la ambulancia con sus potentes luces y su bocina estridente..

***********

Werner estaba sentado en uno de los bancos de la estación Yatay.

Ferruccio fumaba con su mirada perdida en los edificos muertos de la fundida fábrica de frazadas.

Cansado de esperar Werner se le acercó.

-¿Y? No puedo pasarme todo el día...

-Tené paciencia. Ya va a venir.

A las siete y media se vió acercar la trompa del tren. Como con asma se fue deteniendo para dejar subir a la gente que viajaría en él. Werner y Ferruccio se tomaron del pasamanos y treparon al gigante del humo.

En los corredores la gente se reía a carcajadas.Werner sorprendido trató de intimar a Ferruccio pero éste estaba tan sorprendido como él.

Lo que se presentaba a la vista eran dos tipos, uno flaco y peludo y otro gordito y pelado haciendo un show dentro del mismo tren.

La gente, alrededor de sesenta, contemplaban extasiadas el deambular de gestos y frases ingeniosas dicha por los actores.

Porque de eso se trataba. Era una obra de teatro en un tren.

Cuando acabaron de comprender esto, ya era tarde para bajar. Les habian cobrado la entrada e iban camino a 25 de agosto, destino último del tren.

Ofuscado a más no poder, Werner se sentó lejos de los demás y pensativo recordó a Margarita.

Luego la imaginó en brazos de Sansone.Tuvo un acceso de tos. 

Ferruccio le abordó.

-Acá hay gato encerrado.

-No sigas Ferruccio; ésto es una obra de teatro y nada más...

-¡Esto es joda! A mí no me engañan. Acá tapan algo.

-¡Sí, tapan que el teatro se fue a la mierda y que hay que subirse a los trenes para poder vivir.!

-Negativo. Esto es una joda y te lo voy a demostrar...vení conmigo...

-No.

-Vení Werner o empiezo a gritar que sos un cornudo.

Werner conocía a Ferruccio así que lo siguió. Este lo condujo a la parte trasera del tren.

Al llegar a una de las puertas que unía ambos compartimentos lo detuvo.

-Escuchá y mirá- le dijo Ferruccio.

Werner incrédulo ojeó por la hendidura de la puerta mal entornada y pudo ver a tres hombres alrededor de una mesa repleta de bolsas blancas. Luego a una mujer contando un dinero. Y a un urso grandote que miraba disimuladamente las piernas de la mujer.

-Si ésto no es joda, ¿la joda dónde está?

-Ferruccio por primera vez tengo que decirte que tenés razón...¿y ahora ? 

-Ahora le saco unas fotos, vos recordás bien cada posición de los tipos, sus caras, sus gestos, alguna palabra. Te vas a tu casa e inventás toda la historia...y mañana aparece en la revista..

-Muy fácil la veo.

- Dale..- dijo Ferrucio apretando el disparador de la máquina de fotos.

Werner sacó una libreta y delineó varias frases inconexas. Ferruccio siguió sacando fotos.

Pero fue en ese momento que el tren se detuvo y él se vino hacia atrás con toda su fuerza. 

La cámara rodó entonces hacia el pasillo oscuro.

La puerta del camerino que estaba entornada,sufrió una modificación con la frenada brusca.Se abrió del todo y ante los atónitos ojos de los tipos apareció la imágen confusa de un hombre encima del otro.

Werner reaccionó empujando a Ferrucccio hacia el otro vagón.

A sus espaldas alguien gritó que los agarraran y el gigante que le miraba las piernas a la mujer del dinero empezo a correrlos.

Werner entró en el vagón donde estaba la pequeña obra de teatro y empujando a la gente intentó pasar hacia el otro lado.

Ferruccio corría detrás de Werner con una prontitud impresionante.

La gente, sin embargo, aplaudía pensando que la corrida era parte de la puesta en escena de la obra. Hasta hubo "bravos" cuando Werner esquivó una trompada del urso.

Mientras tanto, Ferruccio había recuperado la cámara en la confusión de la caída y corría con ella en sus manos. Werner en cambio cayó en la cuenta de que iban hacia un callejón sin salida, porque la trompa del tren estaba allí, a dos pasos. ¿Y después qué?

Werner miró hacia fuera, hacia un pastizal verde, donde alguna vaca lejana parecía romper la monotonía del paisaje.

Ferruccio dijo:

-Ni lo sueñes-

-¿De que color querés las rosas para tu funeral?

Ferruccio cerró los ojos y saltó hacia afuera como si fuera a una piscina.

Werner vio aproximarse al grandote con un revólver en la cintura. Miró hacia afuera y dijo que si se salvaba iba a creer mucho más en Dios. Saltó.

***********

La noche había caído sobre el campo. Alguna lechuza perdida y el olor áspero de la bosta rodeaban a Werner y Ferruccio .

Hacía frío y ninguna casa en derredor prometía la tranquilidad de una noche protegidos del frío.

Werner cojeaba por el salto. Había caído doblando su pierna derecha.

Ferruccio traía un pucho sobre su boca y entornaba los ojos pensando en lo que diría al otro día en la redacción de la revista.

-Menos mal que no se animó a tirarse el grandote...

-Estaríamos hasta ahora corriendo -dijo Werner.

-¿Asì que usan la historia del teatro para pasar la "merca" sin controles aduaneros ni camineras molestas?

-La cultura iba a terminar en ésto,estaba visto.

-De algo hay que vivir.

Luego de esas cavilaciones durmieron a la orilla de un arroyo bastante tormentoso.

Amanecieron duros de frío, y con las manos congeladas golpearon en el porche de una casa bastante en mal estado.

Una mujer gorda, entrada en años les atendió. Le sirvió leche casera y bien gorda, manteca en abundancia y pan hecho al horno.

Satisfechos siguieron su recorrida hasta llegar a un pueblo llamado Abasto.

Pueblo era un nombre un poco pretensioso ya que las casas estaban diseminadas por todo el terreno, sin avisorar ni un alma.

Como todo pueblo del interior habia una plaza con un busto recordatorio a un tal Don José Amauta, coronel retirado .

Werner no recordó conocer a ningún Amauta que fuera obligado a ser estudiado en las clases de historia del liceo.

Había un telégrafo, una oficina de encomiendas, varios almacenes, un bar piojoso, un hotel una estrella, una escuela rural y una comisaría de pueblo.

Algún que otro viejo en la plaza tomando mate y un tachero recostado al árbol masticando una pajita.

La pinta de Werner y de Ferruccio no era de lo más presentable pero igual se animaron a entrar al único bar.

Allí, entre las botellas estaba la foto del Mago, esta vez sonriendo a mares. Muchas cañas con guinda y una marca de vinos desconocida.

Una o dos mesas mugrientas con moscas jubiladas y un mozo que parecía sacado de las películas cómicas de antes.

Pidieron dos cañas y se metieron al baño a refrescarse.

Cuando regresaron, estaba un policía con una chapa pegada a su camisa. Usaba lentes imitación Ray Ban y un escarbadientes.

-No nos gustan los forasteros-dijo.

Werner revivió las películas de carreteras americanas.


-Somos de Montevideo-aclaró Ferruccio

-Menos. 

-Mire, ya nos vamos. Solo queremos saber a qué hora sale el próximo ómnibus a la ciudad.

-Sale cada dos dias.

-¡Dos días! Pero si debemos estar a dos horas de Montevideo!

-No sé..

-Esto es... ¿Abasto? -preguntó Werner

-Abasto, ciudad industrial -acotó el policía.

-¿Qué exportan?

-Calaguala- dijo el policía. 

-¿Calaguala? -preguntó tontamente Werner

-¿Y cuándo sale el próximo ómnibus?

-Mañana a las tres de la tarde.

-¡Mañana!¿ Pero no hay una forma de conseguir comunicarme con la ciudad.?

-Telégrafo. En la otra cuadra.Si necesitan algo más, me buscan. Pero no se metan en líos... amenazó el representante de la ley.

El policía salió. Werner miró a Ferruccio que no salía de su asombro.

-¿Dónde carajo queda este pueblo? Abasto...en mi vida oí hablar de él.

-Voy a buscar un hotel...quiero bañarme.

-Bueno, andá nomás. Yo voy a buscar ese telégrafo para mandar las fotos y las notas.

***********

Werner estaba debajo de la ducha y trató de pensar como haría para salir de este lío.

Se secó el cuerpo con las toallas algo viejas del hotel y recuperó su buen humor al contemplar en una ventana próxima a la suya, una morocha algo fea pero de cuerpo exhuberante que se dejaba llevar por una música cadenciosa y sensual que salía del radio.

Werner apartó la cortina de voila y la espió.

Ella seguía moviendo el trasero de una manera como solo las brasileras lo hacían.

Una mano peluda, grande y ancha la tomó de la cintura. Werner trató de ocultarse pero fue demasiado lento y el mismo policía del bar apareció en el marco de la ventana, descubriendo el espionaje.

Con un rictus algo enojado cerró las cortinas lentamente mientras Werner se dejaba caer sobre la cama de dos plazas.

Se quedó dormido como una hora.

El sol estaba cayendo sobre Abasto y le pareció oportuno buscar a Ferruccio para saber si había mandado el telegrama a Montevideo.

Salió del hotel ya de noche; la ciudad comenzaba su letargo y algunos tipos se dirigían al único bar de la cuadra.

Ferruccio venía hacia él. Se le veía algo cansado.

-Este pueblo no tiene teléfonos.

-¿Cómo que no tiene teléfonos?

-Lo que oíste. Ni un aparato de teléfono. Apenas un telégrafo y para colmo el encargado acaba de perder a su suegra. Cerró por duelo.

-Es ridículo. Es el único tipo que cierra cuando su suegra muere.

-Andá a saber... ¿tenés un pucho?

Werner echó mano a su caja de cigarros y le encendió uno. Ferruccio aspiró profundamente dejando que el humo se adueñara de su interior.

-Lo mejor va a ser dormir...

-Dejáme a mí...-dijo Werner dirigiéndose a un hombre que pedaleaba una bicicleta con un parlante en la espalda.

" Crucificamos la eternidad...

santos de por vida...

Velas de colores...

Agua purificada...

Ventolín con doscientas inhalaciones...":

 

Werner detuvo al del parlante y estuvieron un largo rato discutiendo hasta que lo despidió y volviendo a Ferruccio:

-Dice el tipo que lo mejor de este pueblo son los quilombos.

-¿Cuál es el mejor?

-Mishiadura. Queda a un kilómetro de acá...vamos?

Werner no se hizo rogar. Acompañó en silencio, bajo la noche muerta, a un Ferruccio pensativo.

-¿Que cavilás?

-Lo que hicimos.

-Si nos vieron bien, marchamos.

-¿Marchar quiere decir que nos pescan?

-Más o menos.

-Por si entonces, vamos a divertirnos.¿Tenés guita?

-Acá- señaló Ferruccio en su chaqueta.

Mishiadura aparentaba haber sido antiguamente una vieja caballeriza remodelada por fuera. En la entrada un gaucho de corbata y zapatillas controlaba celosamente quienes concurrían al local.

Werner encendió un cigarro y se rescostó a la pared pintada de rosada. Ferruccio no podía evitar silvar apenas veía una trozo de pierna, sea de la calidad que fuera. Ferruccio entró enseguida practicamente a una habitación amueblada de una manera bastante indeseada, reñida con cualquier clase de interpretación de fino estilo.

Werner se sentó en una silla de jardín, herrumbrada por las lluvias de la vida, y mientras esperaba su turno, se puso a pensar en cómo debería actuar con Margarita y Sansone.

Deseaba una blanca casita, vestido de novia, un rinconcito arrabalero, lleno de madreselvas y niños que corrieran escandalosos por entre los tranvías, por entre las calles de 18, allá por el treinta...

Se percató entonces que estaba soñando, que tenía el mal de Gardel, el que sueña lo imposible,el que está viejo, anclado en la púa de 78, en los discos de pasta, en los conciertos en vivo.

¿Por que él, un joven de treinta años, seguía guardando la imágen de Gardel omnipotente?¿Por qué querer hacer lo mismo, el Chan Chan de la historia? Lo que todos contaban.

¿Por qué igualar a Carlos, querer ser como él? Cuando él, el Mago, ni siquiera fue como quiso.

El tipo de la entrada se le acercó:

-Usted disculpe mocito, pero si entra acá tiene que consumir.

-¿Cómo?-interrogó Werner sorprendido.

-Sí.Que acá las mujeres están para ser usadas.Si quiere descansar busque un banco en la plaza.

Werner se levantó y rumbeó decidido para una de las piezas.En la primera una mujer gorda vestía una camisa rosada, zapatillas en forma de animal canino y colgaba un cartel que rezaba: Mary.

La segunda, enfrente de la pieza de la gorda, se le presentó desnuda y Werner juró que en ese momento deseó verla vestida.

Lastimado en su más hondo placer estético, no pudo menos que sorprenderse cuando una rubia cerraba sus ojos frente a un espejo gastado.

La mujer, con piadosas manos, se acariciaba uno de sus pechos, y la boca, parecía un río loco y profundo que prometía cualquier tipo de alegrías antes de morir. Por eso no pudo evitar sonreír y entrar un paso en la habitación.

De torpe casi se choca con una palangana roja, que se corrió quejosa.

Un primus en medio de la habitación, trabajaba infructuosamente para calentar el lugar.

Volvió a mirar a esa mujer, a esa especie de yegua despedida del infierno por malas costumbres,y la sorpresa fue mayúscula esta vez, como un tango mal cantado, como una promesa de una mujer .

La rubia se dio vuelta, Werner se sintió engañado tontamente engrupido encogido de vergüenza como un "Logi" de cuarta..

La mujer giró hacia él y sus biceps bien formados y su mentón cuadrado, y sus pechos tan peludos como un oso le recibieron alegres.

Werner salió presuroso, seguido de su fé cristiana.

En ese momento un ruido bastante penoso, parecido a un grito, a una exclamación de asombro, a no se sabe qué, salió de una habitación contigua.

Se estremeció con el grito y acto seguido vio venir hacia él a una mujer enojada, embistiendo contra todo lo que encontraba...

Y de la habitación también salió un hombre no muy bajo, encorvado por los años, con su pelo raso, blanco como nieve, con vieja frente arrugada.

El tipo llevaba los zapatos impecablenmte lustrados, la camisa almidonada como antes, un pañuelo blanco y perfecto colgaba del saco mal colocado, en un solo brazo, como el que sale apresurado de un lugar.

Werner solo recuerda el pedido implorante del hombre. Recuerda los ojos inyectados en lagos de sangre, no de cansado sino de viejo. Esas arrugas, como maleta de apurado, todo estrujado, imposible de descifrar el comienzo de una arruga y el comienzo de otra.

-Ayúdeme -volvió a repetir el veterano.

-¿Yo...? -interrogó indeciso Werner.

El hombre no le dio posibildad. Lo empujó fuera de la habitación y finalmente del quilombo, arrastrándolo con el.

-¡Oiga! Qué hace?

-¡Ayúdeme! ¡Se lo pido...!

-¡Alto ahí!- gritó el tipo de la puerta, viniendo hacia ellos con la vehemencia de quien tiene la seguridad de un revólver en la cintura.

El primer golpe lo recibió Werner en la espalda. Sin embargo tuvo el tiempo exacto para girar y descubrir detrás suyo, al maricón vestido de mujer que lo había engañado. Luego cayó como un saco de papas al suelo.

***********

El milico de turno, un flaco de bigotes orejudo,se le cuadró ante sus ojos aún mareados por el porrazo.

-¡Agente de segunda Parravicini! -se presentó el miliquito con énfasis en el taconeo.

-¿Dónde estoy? -inquirió Werner mientras paseaba escrutando sus ojos por la comisaría.

No cabía duda que eso era una dependencia policial debido al retrato de Artigas y de ese tipo que habían visto de monumento en la plaza.

Luego un mostrador barnizado, una planta de guaco, un oficial escribiendo con un solo dedo en una Remington vieja.

Entonces vio a su lado, con cierta sorpresa, al tipo que le había metido en el lío. El hombre dormía plácidamente la mona junto al rincón de la pared. También estaba Ferruccio rechiflado, mirándolo con ojos de fierrero de Maroñas.

-¿Y vos que hacés acá ?

-¿Estás contento, me imagino?

-¿Contento de qué? -interrogó Werner.

-Del lío en que me metiste -acusó Ferruccio

-¿Qué lío?

-Con el tipo este...

Parecía cosa de magia pero el aludido se volvió un ser humano y pronto se puso en dos patas.

-Buenas -fue lo único que dijo.

-¡Cállese! -mandó el ordenanza de turno mientras con una goma borraba un error de la máquina Remigton.

El miliquito de guardia lo obligó a pararse y concurrir ante el oficial.

-¡Profesión!-

-Modelo de televisión-dijo el veterano

-¡Dos días de arresto por faltar a la autoridad! -sentenció el ordenanza.

El viejito movió la cabeza como si no pudiera creerlo.

El ordenanza volvió al ataque:

-¡Dirección!-

-Talcahuano 345

-¡Nombre!-

-Carlos Gardel.

Werner había trabajado en muchas notas basadas únicamente en demencias de la gente. Había indagado sobre muchas conjeturas y oído a más de un centenar de tipos decir que su verdadera identidad iba desde Artigas, Rivera hasta San Francisco de Asís. Dios aparecía dos por tres.Y ni que hablar de Don Batlle Berres. Pero esto no estaba en sus planes. Hasta para los locos Gardel era intocable, demasiado grande parta meterse con su figura.

No pudo menos que sonreír, evitando ser detectado por el miliquito que los vigilaba.

Este estaba demasiado ocupado en recuperase de la sorpesa de lo oído, así que no hacía más que abrir su boca y observar la reacción de su superior.

El superior, dejó de teclear la máquina y lo miró largamente.

-¿Está de vivo?

-¿Por qué? - preguntó con cierta inocencia el viejito.

-Yo le pregunté su nombre.

-Y bueno, yo se lo dije.

-¿Gardel?- preguntó jactansioso el ordenanza -¿No se llamará usted Leguizamo, también?

-Mire, soy muy amigo de Leguizamo, sería incapaz de asumir una personalidad que no fuera la mía.

-¡Basta de guarangadas que no puedo perder tiempo! Déme su nombre!

-Carlos Gardel- insistió el viejito.

El ordenanza esta vez no tecleó más y salió de su lugar. Frente a frente a los ojos del viejito, se lo quedó observando profundamente, y lo traspasó con su mirada.

-Una más y lo meto preso tres días. Por última vez dígame su nombre.

-Carlos Gardel -insistió el viejito

-¡Adentro!- ordenó el milico molesto -¡Incomunicado!

El que nos cuidaba lo levantó en vilo al pobre tipo y lo llevó para adentro. El tipo antes de desaparecer por una salida giró hacia Werner y le gritó:

-¡Che! Decíle a Le Pera que voy a llegar tarde!!!-

El silencio se instaló en la comisaría de Abasto.

El ordenanza llamó a Ferruccio y a Werner.

-¿Ustedes de dónde son?

-De Montevideo. 

Werner estuvo seguro que él no había hablado y Ferruccio estaba demasiado nervioso para decir algo. En el marco de la puerta, con esa figura bastante inquietante, estaba el señor comisario, el mismo que cerrara la ventana en las narices a Werner cuando éste espiaba a su mujer. 

-Montevideanos rompebolas....haciéndose los vivos y no queriendo pagar en el quilombo, ¿eh?

Esta última agresión le hizo constatar a Werner que las cosas no iban a funcionar con este hombre.

-Les avisé que no nos gustaban los forasteros...ustedes solo vienen por nuestras mujeres...

-¿Mujeres? -protestó Werner- Se sorprendería si usted descubriera algunas cosas que pasan en ese quilombo...

-¿Como cuáles?

-Allí no hay solo mujeres. Hay también un travesti peludo que da verdadero asco.

-Es mi hermano José-.

La frase fue tan dura y sorprendente que Werner deseó morir y Ferruccio lo consoló con una sonrisa más que sarcástica.

-Dos días a la sombra y se le retienen las pertenencias...

Fueron despojados de cualquier tipo de documentos y luego empujados dentro de una celda oscura y húmeda.

El piso olía a orín y apenas por un tragaluz enrejado se dejaba ver un poco de luz.

-Lindo lío...y yo que no pude terminar con la mina..-se quejó Ferruccio.

No habían reparado que desde un rincón, unos ojos cansados trataban de escudriñar la imagen de esos dos hombres discutiendo como niños.

-Y para colmo ese tipo decía que era Gardel.. Hay cada loco.

-Soy Gardel. 

Ese día era de sorpresas para Werner así que volvió a girar y descubrir al tipo que un rato antes había desafiado la autoridad del ordenanza.

-¿Perdón?-dijo Ferruccio

-Que yo soy Gardel. No veo por qué se sorprenden.

-No, si no nos sorprendemos...lo que pasa es que acabamos de estar con Marilyn Monroe y la mina nos dijo que no salía con nosotros porque no entendía el castellano...-se burló Ferruccio.

-Calláte Ferruccio.Señor..estee...¿como se llama?

-Carlos Gardel, el "Zorzal criollo" ,"El morocho del abasto","El cantor de las dos orillas", "El Mago"...

-Se fundió -cortó Ferruccio

-¿Cómo dijo?- se sorprendió el tipo.

-Que El Mago se fundió.También Angenscheidt,...el cine Splendid...

-¡No me refería a eso caballero! -inquirió indignado el viejito- Que me decían El Mago....

-Es hora de dormirnos...-volvió a interrumpir Ferruccio.

Werner también se acostó sobre el cojín sucio que estaba en una cama de material.

La noche cayó pesada sobre la ciudad. La luna apenas temerosa se animó a colarse por una rejilla.

Werner estaba por conciliar el sueño cuando le pareció sentir que alguien lloraba. Curioso le pareció que Ferruccio hiciera eso, ya que apenas se dormía nadie lograba despertarlo facilmente.

Cuando descubrió que el tipo que se hacía llamar Gardel estaba acurrucado como una manta vieja, llorando, decidió acercarse.

-¿Se siente bien?

-No.

La respuesta le pareció cansada. Como si proviniera de algún lugar alejado o de alguien aburrido, hastiado de asumir personalidades que no le gustaban.

-¿Puedo ayudarlo?

-No creo. Aunque aprecio su buena voluntad.

Entonces se irguió. Parecía un envoltorio que en la noche se confundía con una sombra de boliche, sombra perdida, ignorante del futuro de sus arrugas.

¿Qué edad podría tener?, se preguntó Werner. ¿Ochenta, noventa, o tal vez cien?

-Tengo muchos años -fue su respuesta casuística.

Werner se soprendió ante la respuesta.

-Adivino.

-No. A esta altura me sé todas las preguntas del mundo.Yo también me las he hecho alguna vez...y créame que me cuesta aceptar mi edad. No es pituquería sino vergüenza...

-¿No hablaba en serio cuando le dijo al milico que se llamaba Gardel, no?

-Muy en serio.

-Coincidencia.

-Usted quiere saber si soy Carlos Gardel, el Mago,el cantor de tangos, el que murió en Medellín o soy un chanta que se aprovecha de la circunstancia...

-Digamos que sí.

-Soy un chanta.

-Me deja más tranquilo.

-Si lo deja más tranquilo...

-¿Pero es o no es...?

-¿Si soy qué?

-Gardel, el mago..!

-Soy.

-Me va a enloquecer....

Werner se separó del hombre y fue a su litera.Pero luego se incorporó nervioso y volvió hacia él.

-¡Dígame en serio!

-¿Qué? ¿Si soy Gardel? Ya le dije: Soy.

-¡Es increíble! -se lamentó Werner. Hace unos días estaba desesperado para escribir una novela que me permitiera ganar un concurso y ahora...

-¿Qué tiene que ver eso conmigo? -interrogó el viejo

-¡Que el tema es sobre usted! ¡Gardel!

El tipo se detuvo en un gesto, luego giró sobre sí mismo y se acostó a dormir, de espaldas al muchacho.

-¿Por qué...?

-Déjeme dormir -protestó el viejito

-Oiga...¿dije algo malo?

Por mas respuesta el tipo siguió durmiendo, o haciendo como qué. Incluso llegó a roncar con un sesgo muy teatral.

El muchacho se quedó dudando y estuvo a punto de desistir pero se vió arrastrado por una fuerza y una determinación muy ajena a su temperamento y sacudió el hombro de tipo.

-¡Ah no! ¡Esto así no queda!

-¡Déjeme tranquilo! Quiero dormir!

-¡Antes me va a escuchar! 

-¡No! No quiero!!!

-¡Sí, va a querer!!!

-¡Eh! ¡Dejen dormir ! -gritó Ferruccio.

-¡Si usted es Gardel como es que aún no se murió!!

-¡Qué pregunta más infantil!

-¡Responda! ¿Es Gardel?

-No.

-¡No le creo!

-Pero che, si te digo SI no me crees, si te digo NO tampoco me crees! ¿Qué carajo querés.

-La verdad.

***********

Dos días después los dejaron salir con el consabido sermón de que "ésta es su casa", "vuelvan cuando quieran". El comisario los dejó en libertad con la condición de que se marcharan ya mismo de Abasto, ciudad industrial.

El viejito les invitó a tomar algo en su casa. Luego de que Ferruccio comprara los pasajes para el coche que salía esa misma tarde para Montevideo. La casa quedaba a cinco quilómetros saliendo del pueblo.

Esta vez no estaba tan gracioso o, al menos, tan irónico como hacía dos días.

Evidentemente las noches frías de la cárcel y la mala comida habían hecho un considerable desgaste sobre su físico.

Al llegar, descubrieron una casa de material con una entrada muy peculiar: parecía un disco.

La forma casi redonda, perfecta, dejaba el lugar necesario para entrar por lo que sería el agujero donde se colocaban los discos en los pasadiscos.

Dentro, una estufa a leña atiborrada de sobres de discos y cassettes. Una reposera al estilo antiguo, con ribetes de trabajo fino francés y una mesa de igual calidad con copas de vino diseminadas .

Varias fotos de Gardel y Leguizamo, de Gardel y Le Pera, del Gardel Razzano y Werner se dijo que definitivamente este tipo estaba chiflado. Pero como debían esperar el ómnibus de las cinco se conformó con su compañía .

-Sigue sin creerme. 

La frase dicha por el viejito que ahora parecía recobrar parte de su integridad algo achuchada.

-Bueno...no sé -dijo Werner 

-Si van a empezar de nuevo con la historia esa me voy...-amenazó furibundo Ferruccio.

El viejito sin decir palabra entró a lo que parecía su cuarto, y regresó acto seguido con una bolsita con un documento arrugado.

Se lo extendió a Werner que luego de dudar se puso a examinarlo.

Werner no pudo menos que contemplar azorado aquella reliquia de documento en el que decía:

"PASAPORTE Nº02421. NIZA FRANCIA
FECHA 13 DE DICIEMBRE
APELLIDO Y NOMBRE: CARLOS GARDEL
NACIONALIDAD ARGENTINA.
NACIDO EN TACUAREMBO, URUGUAY."

Werner vió la foto algo chamuscada del rostro de Gardel y luego observó al viejito que lo miraba impertérrito, aguardando una opinión sobre su extraña confesión.

Ferruccio dudoso e impaciente arrancó de las manos de Werner el pasaporte y lo ojeó. Le pasó lo mismo que a su amigo y cuando levantó la vista dijo:

- ¡Esto vale un platal! Si lo vendemos a un coleccionista nos forramos de oro!

-Ferruccio...-corrigió avergonzado Werner.

El viejito sonrió cómplice y luego fue hacia una botella de whisky escondida entre tanto disco de pasta.

-Parece increíble..pero es cierto -afirmó mientras servía tres vasos.

-Ya nos vamos entendiendo, ¿ve?...-observó Ferruccio tomando uno de ellos.

-Usted no entiende...

-¿Cómo que no? -se interpuso el vehemente amigo- Usted quiere hacer negocio con este documento...Ahora, ¿de dónde lo sacò? Porque esto es muy difícil de encontrar...-

-No lo saqué mi caro amigo, es mío.

Ferruccio se encontró riendo de la situación ya que le pareció un chiste.

Werner en cambio estaba cumpliendo con el rito de observar las paredes, la ropa, el olor a todo lo que había allí.

Sus ojos no dejaban de sorprenderse de la cantidad de discos, cintas de grabaciones,micrófonos antiquísimos y sobre todo fotos. Fotos auténticas, con el ribete amarillento que le da cierto valor clásico.

Un gacho, una golilla, y una frasco de gomina EXIT sobre una mesita con una pata rota.

Todo era demasiado perfecto para ser verdad, o en todo caso estaban siendo víctimas de un engaño visual del que se sentían incapaces de salir.

-¿Sigue pensando que le miento? -inquirió el viejito sacándole de sus cavilaciones.

-Algo de eso hay. Pero si por un momento considerara la posibilidad de que eso pasara...sería en relación tiempo y espacio algo inusual, fuera de esta realidad...

-Mire. Yo soy quien dice ser. Y no es una locura.

-Usted se murió...

-Yo hice que me muriera..

-No entiendo...

-Antes de que sigan con este disparate, ¿podría servirme un poco más de whisky? -dijo Ferruccio

-Claro - dijo él -. Le repito que todo fue una mentira bien organizada.

-¿Pero que edad tiene usted?

-Llega una época en que uno deja de contar los años,o los años ya no se dejan contar, que es lo mismo. Sea como fuere yo sé que piso los noventa, que en relación al mundo son segundos. Digamos que tengo segundos de vida.

-No me confunda. Usted parece la cháchara de los tangos...

-¡Y claro! Conviví años haciendo lo mismo, grabé miles de cosas, canté miles de veces...¿cómo evitar ser como profesaba en mis canciones?

-¿Dónde queda Abasto?

-Usted está en Abasto -Pero en el mapa no figura...

-Por eso vivo aquí...

Werner se dirigió a la botella. Tomó en silencio y giró hacia el viejito.

-Supongamos que es...Gardel...solo supongamos...¿cómo hizo para salvarse de la tragedia de Medellín?

-Muy fácil.Yo no viajaba allí...

-Están sus documentos...

-Cierto. Pero yo no viajaba. El día que debíamos partir tuve una pelea con Isabelita del Valle...

-Su "Eterna novia"-acotó Werner.

-Eso decía ella. Lo cierto es que una hora antes de estar en el aeropuerto mi departamento fue revisado de pe a pa, dado vuelta y cuando me encontré con los maleantes descubrí que eran los hermanos de Isabelita, mis cuñados dispuestos a darme un susto.

-¿Y se lo dieron?

-Soy Gardel no Houdini. ¡Claro que me lo dieron! 

-¿Porqué hacían eso?

-Decían que yo estaba abusando de la gentileza de los del Valle y que sólo veía a Isabelita para...en fin...que ellos deseaban reparación inmediata y que exigían que me casara con ella.

Discusión va discusión viene, se iba mi avión a Medellín. Así que le dije a mis compañeros que ellos se fueran, que yo partiría dos días después de arreglar el entripado con la familia del Valle.

-Sin embargo se encontraron sus documentos...

-En la locura no caí en la cuenta de que mi pasaporte junto a otros documentos habían quedado en manos de mi representante en aquel momento...

Werner tomó un respiro. Jugueteó con el cubito de hielo en el vaso mientras pensaba.

-¿Qué pasó cuando usted se enteró de que el avión había sufrido un accidente?

-Lo lamenté primero, y luego tuve un primer impulso de correr al aeropuerto en busca de información...pero antes de que eso sucediera tuve ganas de no existir...comprendí que hacía años que venía cansado. Un poco harto de tanto mimo porteño, de tanta zandez de Hollywood, de tanta propaganda de varón del tango, de apelativos que hacían mal a la sociedad. Y me rajé. Como si hubiera muerto de verdad estuve escondido varias semanas en un bulín que yo tenía en el gran Buenos Aires y desde allí , a través de la radio me enteraba de las congojas de la gente.También me percaté de cuanto necesitaban quererme.

-¡Epa! Me falta algo en la historia...-interrumpió Ferruccio, contento de haberlo agarrado en algo - Usted dijo que cuando lo del accidente en Medellín estaba con Isabelita y sus hermanos...¿cómo arregló eso? ¿O me va a decir que Isabelita vive y sabe todo?

El viejito se tomó su tiempo para responder. El silencio fue más largo que de costumbre. Luego contestó:

-Tiene razón. Falta algo. Cuando estaba con Isabelita sucedía el accidente. Los hermanos se habían ido y solos,ella y yo, hicimos el amor. Cuando me levanté y salí a la calle descubrí la fatal noticia...Así que decidí irme. Ya se lo dije. Naturalmente Isabelita aseguró ante las autoridades que yo habia estado con ella. Nadie le creyó ya que el pasaporte fue encontrado junto a mis pertenecias en el lugar del accidente.

Como salí casi en secreto nadie en el aeropuerto me había visto. Por supuesto, una vez muerto, todo el mundo dijo que me "vió" por última vez: Sonriendo, que le dí plata a un canillita, que le sonreía a una mujer, que me jugé unos morlacos a la cabeza de Leguizamo y un montón de sandeces más...

-Entonces desapareció. Así nomás.

-Exacto.

-Ah, ¿y vivió años y años sin que nadie le preguntara nada en este pueblo? No le creo.

-En este pueblo nada es más alejado que la conversación. La gente no se comunica y ni siquiera escuchan mucho la radio. Gardel para ellos suena a "Montevideo" y como tal huele. Huele a ciudad, a gente complicada...

La versión sonaba a verdad, pero Werner había conocido cientos de historias que involucraban a este hombre. El Morocho se ganó la simpatía de la gente, el amor de todos y resultaba de rigor soportar la cantidad enorme de investigadores que hoy siguen hurgando en el pasado de Gardel.

-Catorce años tenía Isabelita cuando la conocí...fíjese, era una fiera esa morocha! Daba pena cuando me tenía que ir a algún lugar para actuar y la dejaba allí, con la ilusión de ser mi esposa algún día, y sabiendo que todos la señalaban como la eterna novia de Gardel...

-¿Estaba buena? -preguntó Ferruccio.

-Sabrosa -respondió picaramente el viejito.

-Me queda algo en el tintero -dijo Werner- Su nacionalidad.

-Soy cantor.

-Si, ¿pero de dónde?

-De ninguna y todas las partes .Un artista nunca debe ser de un país,atarse a un territorio,sino unirse afectuosamente con todos los que sienten el tango como lo siento yo.

-Mire amigo, aún no me convence. Somos capaces de meternos con cualquier historia, desde la más corrupta hasta la más increíble que nos puedan contar y luego venderla. Pero ésta es un suicidio.Imagínese que voy por ahí diciendo que conocí a Gardel, que vive en un pueblo llamado Abasto y que el tipo me está contando al historia de su vida....El Etchepare tendría una nueva víctima para sus electro shocks.

-Me alegra que no puedan contar esta historia.

Esas últimas palabras les llamó poderosamente la atención.

-¿Porqué?

-No me gustaría que nadie contara mi historia por ahí. Sencillo, quiero vivir en paz...

Estaba claro, pensó Werner, que aquí la cosa era creer o no creer. Y el tipo tenía la ventaja de la seguridad en sus palabras, tenía una versión muy acertada de las cosas que habían sucedido. Werner tuvo la certeza de estar metiéndose en una historia muy extraña pero de ribetes intransferiblemente sórdidos. Quizás todo lo dicho sobre el mito Gardel hubiese sido una historia más de mentira oficial...Así como la historia de algunos presidentes, de algunas calles con nombres célebres. Todos son culpables de algo, todos hicieron algo detestable y por eso están en los carteles indicadores de las calles.

Pero Gardel era distinto: era la historia muerta de Argentina, Uruguay y Francia. Era el galán disputado por ambas márgenes del plata. Francia lejos, no creía que fuera necesario reclamar nada, pero Argentina debía colocar a Gardel junto a Borges y Maradona. Su futuro,el orgullo de nación estaba allí. Y Uruguay saber que poseía dos titulos mundiales de fútbol y a Gardel. No era un plato para despreciar. Como a los Uruguayos les encanta alardear de que los Argentinos siempre nos roban todo, ésta es una oportunidad más de reconocer que Gardel es "Yorugua", aunque los Argentinos aseguran su nacionalidad con papeles auténticos según dicen.

Una caja de Pandora así sería realmente una sorpesa y una nota de tapa vendida en muy alto precio a todo el mundo. Pensó Werner también en la novela. En la credibilidad de llamarse "La verdadera historia de Carlos", y ganar el concurso.

El supuesto Gardel se excusó para retirarse a una ventana en donde una vieja radio Catedral, de las que tenían una preparación de diez minutos antes de calentarse, emitía un tango en la tarde bastante fría.

Werner había entrado en contradición consigo mismo y buscó la compañía del atontado Ferruccio.

-¿Qué me contás?

-Que estoy al borde de perder identidad. Que soy un pobre barquito en medio de una terrible tormenta..

-Dejáte de metáforas. Decí que opinás de todo ésto.

-No abro opinión.Yo creo que está loco.

-Si, pero un loco muy convencido de lo que dice.

-También Hitler era así...y Perón, y Bordaberry...

-No digas malas palabras. ¿Que hacemos?

-No nos queda otra que esperar a mañana que sale el próximo ómnibus a Montevideo...y del viejito, perdón, del Mago, mejor no decimos nada.

Le pareció acertado lo que decía Ferruccio. Así que Werner se le acercó al viejito y le quedó mirando mientras éste, concentrado con las arrugas de la cara en tensión, escuchaba un radioteatro.

-"Estoy descolado de tanto abrazo, perdido entre mujeres hundidas en el fragor del champain y el éter de las marquesinas..."

-¿A quién escucha?-interrumpió Werter

El viejito por más respuesta le hizo un chistido y siguió escuchando. Tuvo que esperar Werner que la voz de Derly Martinez autorizara la pausa para hablar.

-"Si habrá bronca,crisis y hambre
que el que compre diez de fiambre
hoy se morfa hasta el piolín..."

-"En Clarín canta Carlos Gardel..."

Ahí el viejito se sintió incómodo.

-¿Qué escucha? -repitió insistente Werner.

-Estoy a punto de escuchar un radioteatro de Mario Rivero. ¿Lo conoce? "Hijo'e tigre bicho overo".

Werner había oído alguna vez al tal Mario Rivero pero desconocía el atractivo que podía ejercer para este hombre escuchar un radioteatro. Por lo viejo, por la falta de imágen y sobre todo por el temario, compuesto de cosas gauchescas y saineteras.

El tango desgranaba la última estrofa de "TOMO Y OBLIGO". Gardel con todo su esplendor dejaba una estela de dolor en la vieja radio.

El viejito ni se inmutaba y seguía prendido de la perilla.

-¡Ah..canté como un asno! Esa no es mi voz normal, estaba resfriado ese día...Me había ido de copas con los muchachos y amanecí con una ronquera capaz de competir con un león, de esos del África...

Ferruccio meneó la cabeza pero antes sonrió cómplice. La situación de estar con un supuesto Gardel que comentaba sus canciones le hacía sentirse algo idiota, pero a la vez enternecido por alguien capaz de imaginarse reencarnado en el Zorzal criollo.

-La otra vez en Canal 5 ví una película suya...-comentó Werner quizás para minimizar el gesto incrédulo de Ferruccio.

-Ni me hable de esas películas! Son el homenaje al mamarracho. ¿Ustedes vieron la cara de gil que pone Tito Lusiardo cuando yo canto? ¡Por Dios! Es la cara más naba que ví en mi vida! ¡Y miren que ví caras...pero como éste nunca.!

-Mi Buenos Aires querido..

-¿Qué?

-Esa es la que ví.

-Ah, si. Bueno, quizás fue una de las lindas de hacer. Lo que pasa es que toda esa historia de la mujer que me espera mientras yo me embarco con pretendidas francesitas amorosas que me muestran el oropel falso de la vida, es una mísera manera de decir qué feliz puede ser uno con solo vivir en el barrio, hundido de hambre y casado con una lavandera que gana dos riales por mes.

-En eso lo apoyo. Me pareció un poco cuadrada de más. Pero para la época..

-Pibe, ¿qué época? En esa época teníamos más línea política que la que tenés vos ahora y ese amigo tuyo. En ese entonces sabíamos diferenciar un buen tipo de un mal tipo.

-¿Ve? Esa historia muchos de los que escriben sobre usted no la saben.

-Ninguno de los que escribe sobre mí sabe nada de mí. Son historiadores, hacen la historia como más le conviene. Recopilan un dato aquí, otro allá...y después juntan todo, lo corroboran en alguna biblioteca y hacen un libro, una biografía....Y dicen: La biografía NO autorizada de TAL! Je...!

-Y bueno, es la única manera de saber algo...

-No. Inventála, creá, sé vos alguna vez. Hagan del mito algo distinto. ¿No se dan cuenta que al inmortalizar a Artigas en un mausoleo vigilado por el ejército lo alejan de la gente? ¿Quién entra a ver el nicho con los supuestos restos del héroe de tu patria? Nadie. Solo los presidentes, porque en el silencio de esos granitos pueden pensar mejor en como corromperse. Ningún niño en su sano juicio puede tener inclinaciones patrióticas con ese tufo a muerte. Los mitos, caro amigo, corren el riesgo de desaparecer con el pasar de los años si no se los actualiza. Si no se les dá un sentido mucho mas alegre a sus fiestas. El hecho de que año a año me lloren en todo el Río de la Plata, de que me canten tangos en cualquierr esquina y de que los diarios se llenen de páginas gloriosas y algún historiador que diga: "Yo conocí a Gardel", allí no se debe admitir la menor duda de que se está falseando con mi figura.

-¡Oigan! -interrumpió Ferruccio con una alegría descomunal.

Lo miraron convencidos de que algo les iba a revelar.

-¿Saben que día es hoy? 24 de junio....

El comisario estaba usando el telégrafo en su despacho.

Hablaba pausado, jugueteando con el escarbadiente de la boca. Este deambulaba con maniobras únicas por todo el contorno de sus labios. A veces se detenía para hacer una observación acertada a su interlocutor.

Entre las palabras que solían salir de su boca se escuchaban:

-Sos dos tipos de la capital..están con el viejito de los tangos. Ajá..

Luego se interrumpía y continuaba observando las llaves en la mesa. Hasta que volvía a ser requerido y hablaba.

-Sí, ajá. Revisé las cosas de los tipos estos. En el hotel encontré documentos de denuncia destinados a un diario de Montevideo.

Se detenía. Revolvía entre los papeles robados en el hotel y comentaba.

-Dicen "que un cargamento de marihuana y cocaína se trasladaba en un tren usado como vagón teatral y que sus actores ,lejos de sospechar el propósito de esta representación , realizaban su actuación, mientras en el fondo se realizaba la transa de estas drogas"

El comisario se detuvo. Volvió a decir AJA y cortó.

***********

Werner estaba con el viejito sentado en la mesa de los casines. Ferruccio había ido a buscar el telégrafo para mandar sus notas.

Tomaban algo mientras contemplaban el total reposo de la ciudad de Abasto. La gente caminaba con una parsimonía distinta a la del resto del mundo. Como que no iban a ningún lado. La única plaza estaba habitada por viejos y lo más curioso es que no había niños.

Werner observó como le miraban los naturales del lugar, con clara alusión de que no era bienvenido.

El viejito estaba silencioso, mirando por la ventana.

-La fama es puro cuento.

-¿Cómo dijo? -preguntó desconcertado Werner.

-La fama es puro cuento. Eso dije, porque me imagino que usted debe estar preguntándose porque me alejé de todo eso, porque me "morí" de casualidad y desaparecí teniendo todo el mundo a mis pies. Por eso. Por la fama. Por el cansancio que significa tener siempre la cara alegre y la gomina perfecta, y porque en el fondo no era feliz. La infelicidad es la gran causante de todas las cosas.

-Yo no sé nada. Desde hace unos días me metí en un lío de contrabando y ahora estoy anclado en un pueblo desconocido y hablando con Gardel. ¿Como quiere que me sienta?

-Es lógico. Pero no se alarme. Lo primero es conseguir que ustedes vuelvan a Montevideo.

El viejito o Gardel, o el Mago, o el Morocho, como quieran, se llamó a silencio y señaló la ventana.

Por ella venía corriendo Ferruccio desesperado como alma que lo lleva el diablo. Entró al bar asustando al propietario, parroquianos y alguna que otra mosca despistada.

-¡No sabés lo que me pasó!

-No -dijo Werner- Pero viniendo de vos todo es posible.

-No hagas chistes.Me revisaron las cosas del hotel y me sacaron todos los documentos que encontramos....

-Quién?

-¡Y yo que sé! Este pueblo está lleno de fantasmas -se dio cuenta de que estaba el viejito- Perdón, no quise decir eso...

-Diga lo que quiera. Yo no soy fantasma, yo estoy vivo todavía...

-El comisario -dijo Werner.

-¿El comisario? Porqué desconfiás de él?

-Siempre en los pueblos el peor es el comisario.¿Por qué este pueblo va a ser la excepción?

-¿Y qué hacemos?

-Y si le entregó a alguien el dato de lo que estamos investigando es porque él tiene conexiones con esa gente. Esa gente no va a tardar en estar aquí.

-Loco, que rapidez de deducción.

-Son años viendo películas americanas. Si uno no aprende de ellas no vas a aprender de las películas francesas, con esos tiempos que son para volverte chino...

-Rajemos entonces...

-Oigan, ¿a dónde van?

-Mire -empezó Ferruccio- Nos tenemos que rajar porque sino de ésta no nos salva ni Gardel....

El viejito clavó su mirada en los ojos desorbitados de Ferruccio, que luego los bajó.

-¿Quién dijo que yo no los puedo ayudar? 

-¿Cómo?-preguntó Werner

-Hay un amigo mío, Taranco, que tiene un viejo camión Dodge que seguramente ustedes puedan usar...eso sí, está un poco ruinoso.

-Mire, con tal de que nos saque de aquí prometo pagárselo con la primera guita que cobre...

Salieron del boliche ante la mirada enojosa del dueño y los parroquianos. Tomaron por la calle principal a un paso bastante ligero. Fue Werner el primero en divisar el Toyota Corolla viniendo calle arriba, hacia ellos. Y fue quizás la lentitud del auto y la cabeza nerviosa y curiosa de los hombres que le llamaron la atención.

-Mucho auto pá este pueblo.

El comentario le pareció acertado y así se los hizo saber a sus compañeros de desgracia.

Corriendo, llevando al viejito entre sus brazos, cruzaron la pequeña avenida y se internaron en un especie de gallinero en donde pisando maíz, caca de gallina y restos de plumas fueron a dar al fondo de una granja, casi en las afueras del pueblo.

Del auto ni noticias.

El viejito sugirió primero ir a su casa y luego a lo de su amigo Taranco.

En camino hacia la casa del hombre descubrieron al Toyota estacionado.

Entonces decidieron esconderse entre los arbustos mientras trataban de llegar a la casa de Taranco, el tipo del Dodge viejo.

Luego de caminar casi media hora descubrieron la cabaña. Este, sentado tomando mate, leía una revista de chistes y se mataba a carcajadas casi quedándose sin aire.

Entre abrazos recibió al viejito a quien le decía:

-Carrrlitos...!

Después le presentó a Werner y a Ferruccio que no dejaba de mirar para atrás temeroso de la irrupción del Toyota.

Taranco les indicó que lo siguieran, abriendo paso entre las gallinas y un cerdo remolón. El Dodge parecía sacado de un película de Chaplin. Destartalado en ambas puertas tenía el motor atado con un alambre tan podrido como el caño de escape. La dirección estaba partida por la mitad por lo que parecía una manivela de avión.

Las llantas estaban en peor estado y una de ellas tan reacia a moverse que solo empujando los cuatro lograron sacarla del agujero que habia empollado en años de abandono.

-Es una reliquia.

El comentario provino de Taranco quien orgulloso mostraba su auto. Los demás estudiaban la posilidad de que ese cacharro pudiera seguir adelante por lo menos dos horas.

Dando mil abrazos Taranco les despidió. Salieron a la carretera dirigidos por Werner que trataba de hacer los tres cambios que tenía el camión de la manera más delicada posible. El caño de escape refunfuñaba y el volante parecía que se fuera a salir.

En la carretera el viejito pidió para bajar y volver a su casa. Estaba en esa despedida cuando un policía apareció entre los arbustos.

-¡Quietos!

La órden provenía de un petiso desaliñado con pinta de borracho.Tenía lentes Ray Ban y un escarbadiente en su boca. Apuntó al viejito y les hizo salir a todos del auto. Luego ordenó ponerse de espaldas. Fue en ese momento que el viejito fingió un dolor en un costado. Ante la duda, el policía no pudo menos que sorprenderse cuando una patada de Ferruccio le cayó en pleno estómago obligándole a doblarse sobre sí mismo.

-¿Dónde aprendiste eso?

-Soy hincha de Basañez, barra brava, no te olvides -aclaró Ferruccio ayudando a atarlo.

Estaban a punto de subir al camión cuando Ferruccio bajó.

-No me voy sin saber que está pasando aquí....

Así que sosteniendo al policía por las solapas de su camisa le dijo:

-¿Quién te mandó? ¿Qué querés? ¿Qué buscan?¿ A dónde nos esperan?¿Cuánto cobrás por mes para espiar a ciudadanos correctos?

-¿No son muchas preguntas a la vez? -interrumpió Werner.

-No voy a hablar -dijo el policía.

Ferruccio sonrió saliendo al camino. De pronto pegó un salto y se agachó incomprensiblemente a recoger algo. Tenía un brillo especial en los ojos.

Retiró de su camisa un bombón, se lo metió en la boca, luego se lo sacó y se lo desparramó en un brazo al policía. Después dejó ver lo que tenía en su mano cerrada. Un montón de hormigas coloradas que focalizó alrededor del brazo del tipo.

Sin atinar a nada Werner comprobó cómo las hormigas se volvían locas alrededor del chocolate masticado. Y empezaban a pinchar sobre la piel velluda del policía.

-Dale, hablá... ¿quién te mandó?

-No! -decía el tipo sufriendo por las picaduras de las diez o doce hormigas que se disputaban el botín

-¿Ah no? -Ferruccio salió rumbo al camión y volvió con una lata de aceite. Luego recogió varias cantidades de hormigas y regresó con una sonrisa que parecía la de Bela Lugosi en una de sus películas de terror.

-Vas a ver ahora...-luego echó todas las hormigas a una distancia nada prudencial del brazo chocolatado. Eran cientos de hormigas despistadas que tomaban el mismo camino: hacia el brazo del policía.

Este miraba incrédulo la escena. Luego mordía su bigote. Luego sus labios y emitía ayes de dolor.

Werner creyó que su amigo estaba desvariando. Y el viejito se puso a entonar un tango de Cadícamo para tapar los gritos del policía.

Al final el policía empezó a hablar. Justo cuando el malón de hormigas coloradas estaba trepándose al pantalón.

Ferruccio empezó a matarlas con el zapato y con la mano.

-No te hagas el vivo porque tengo dos bombones más y hay un hormiguero aquí a la vuelta. Así que hablá...

Y el tipo empezó a hablar. 

Parecía una historia de increíbles ribetes policíacos. En este momento estaban buscándolos a Ferruccio y a Werner por la fotos y documentos hurtados en el tren. Los del Toyota,alertados por el comisario, recorrían el pueblo para limpiarlos. A la vez venían unos hombres desde Tacuarembó en busca de ellos y del viejito.

-¿A mí?-, preguntó el viejito sin entender porqué estaba metido en esta historia. Y el tipo contó que los que venían de Paysandú también buscaban algo de ellos tres. Que eran tremendos y que ellos, los del pueblo, tenían la orden de no dejarlos escapar.

Cuando terminó Ferruccio le dio un beso en la cabeza pelada del policía y se trepó al Dodge.También Werner y el viejito se dirigieron hacia la ruta 1, camino a la ciudad.

Atrás el policía, en plena carretera, trataba de defenderse de una veintena de hormigas que se habían salvado del zapato certero de Ferruccio.

***********

Cuatro horas después, dos más de lo que normalmente se demora en llegar a Montevideo desde allí, llegaron a las accesos de la ciudad. Temerosos, sin hablar, los tres en la cabina del viejo Dodge trataban de entender lo que estaba pasando.

Werner no entendía porqué esos tipos que venían directamente de Tacuarembó trataban de ubicarlos. Aunque sí podía comprender a los del tren y sus conexiones con la policía local de Abasto.

Lo de Tacuarembó le sonaba extraño. Lo era, porque el hecho de que dos grupos diferentes le buscaran le soprendía. Entonces manejó dos pobilidades: El tipo verdaderamente era Gardel o en todo caso, segunda posibilidad, sabía ALGO muy comprometedor.

-Ferruccio... ¿Cómo nos ubicaron esos tipos?- preguntó Werner

Ferruccio concentrado en el camino sonrió.

-Te lo dijo el policía. Revisaron mi habitación en el hotel

-Sí, pero eso de Tacuarembó...¿cómo lo supieron?

Hubo un silencio en el cual dos camiones pasaron a toda marcha por entre el pobre Dodge. Ferruccio respondió.

-Yo llegé a mandar un telegrama a Montevideo sobre lo que encontramos.

-¿Mandaste un telegrama sobre el tráfico de drogas?

-No, sobre Gardel.

Werner necesitó de segundos para captar todo. En el hotel habían descubierto toda la información que tenía Ferruccio de las drogas. Pero suponían que tenía más. A su vez Ferruccio decidió mandar un telegrama anunciando que había descubierto el paradero del desaparecido Gardel.

Entonces ese telegrama fue interceptado por otros. Pero, ¿quienes eran los otros?

-No me cierra. Si mandaste un telegrama sobre este señor...

-Gardel -aportó el callado viejito

-Gardel...-aceptó Werner- ¿A quién le puede interesar en Tacuarembó?

-¿Y a mi qué me decís? Yo mandé la noticia...

-Me la garroneaste...

-Pensaba compartir el mérito contigo, en serio...

-¡No seas mentiroso.! Estamos metidos en un lío con dos bandas o grupos u organizaciones o como se llame y vos me decís que lo hiciste para ganar méritos!

-Bueno. ¿A eso vinimos no?

-¡Carajo! Yo vine a ganarme unos mangos y recoger una historia que me sirviera para entrar al concurso!!!

-¿Y ésto qué es? ¡Esta es la historia! -señaló enojado Ferruccio al viejito.

-¿De qué historia hablan?-preguntó él.

-Decísela...

-No- negó rotundo Werner

-Dále, animáte...-incitó Ferruccio

-¿De qué hablan, che?

-De que mi amigo Werner quería escribir sobre usted y no sabía como empezar...

El viejito miró de costado a Werner quien estaba con la vista fija en el camino. Luego salivó hacia afuera. Se cruzó de brazos.

-Eso no te da derecho a lo que hiciste -retomó Werner

-¿Qué hice? ¿Vender la historia de un supuesto Gardel...?

-Tenías que haberme consultado.

-¿Porqué?

-Porque si esa historia aparece en un maturtino yo me pierdo la primicia de escribirla...!

-¡Egoísta!

-¿Yo?¿Y vos que sos? ¡Un angurriento! ¡Mal amigo!

-No te pego porque tengo que soltar el volante...!

-¡Soltálo y bajamos a ver quién aguanta más!

-¡Sos un idiota!

-¡Mirá quien habla, el mal amigo, vendepatria!

El Dodge se detuvo todo lo brusco que le permitía su frágil carrocería. Ferruccio bajó y se remangó los puños de la camisa. Lo mismo hizo Werner y comenzaron a golpearse duramente, con reproches de toda índole. Una vez agotados cayeron al suelo y se golpeaban ya sin fuerzas, mezclando las lágrimas de bronca con sudor de lucha, con tierra roja de camino, con impotencia.

El viejito seguía mirando el horizonte, lejos de la historia de los amigos.

Luego de una ardua disputa, más titánica que técnica, los dos contendientes se quedaron boca arriba, respirando entrecortadamente.

El viejito entonces habló.

-Yo sé porque me buscan los de Tacuarembó...

Se hizo un largo silencio. Tan largo que permitió escucharse la chicharra que hacía crujir sus patas para lograr el largo sonido. Luego una serenata de ruidos de la carretera; hasta que el viejito, tomando un pastito y llevándoselo a la boca dijo:

-Son los Escayola.

Primero empezó a reírse de a poquito Werner, así como estaba panza al cielo. Después se le unió Ferruccio y cuando los dos se reían tanto que no pudieron estar boca arriba y tuvieron que girar para no ahogarse, fue que se unió el viejito a la fiesta de la risa.

Quince minutos después aún quedaban carcajadas sueltas en el aire, tentaciones a medias y comentarios de no creer.

-Hablando en serio, don...-dijo Ferruccio

-Es en serio -concluyó el viejito.

***********

La calle principal no dejaba de asombrar al viejito quien, según decía, habia visitado por última vez en 1924 o 25, cuando ofreció su recital en el desaparecido teatro Artigas.

Ferruccio le preguntó si era verdad que en aquella oportunidad él permitió la entrada a todos los canillitas del lugar.

El viejito dijo que no. Que en aquella época como en ésta existían representantes y que Defino, el suyo, era un águila mal parida.

Además es cierto que si dejaba entrar a un lustrabotas toda la ciudad se iba a querer colar.

Que desde que él tenía memoria se tejió esa historia de los lustrabotas.

-Alguna vez ha contabilizado la gente que alguna vez me saludó?

-Eso es cierto. Siempre hay alguno que le conoció.

-Y cenó conmigo...y salimos de parranda y copetín...¡Por favor! Hay tantos gardelianos mentirosos que da asco!

Yo también tenía mis enemigos. ¿Qué se creen? ¿Que era fácil competir en aquella época? ¿Había cada leones que mama mía!

Siguieron recorriendo 18 de Julio, mientras Ferruccio convidaba al viejito con garrapiñada.

-Es increíble que aún exista esto...

-Eso no es nada.

-Che,batíme la justa: ¿Cómo está la gente del diario EL DIA?

-Fundidos, como todo en este país...

-¿Cómo? Cerró entonces?

La pregunta quedó flotando en el aire. Ferruccio sugirió antes de irse cada uno a sus casas, de tomarse una en el Mincho bar.

Acodados en la historia, de espaldas a la civilización de la otra calle, se tomaron varias grapas de la mano del cuento, de la tradición, de los recuerdos.

Endebles y mentirosos, traicioneros, tramposos con lágrimas.

El viejito se presentó al dueño del Mincho y se despidió de la misma manera:

-Che pibe...si un día vas por Buenos Aires, buscáme y te dejo entradas...

-¿Entradas para qué? ¿Dónde trabaja éste? -preguntó el tipo- ¿En un asilo de ancianos?

Werner se llevó al viejito, que roncaba en un asiento, hacia Las Piedras.

Ferruccio había ido a darse un baño y descansar.

Werner sentado al lado de ese enigmático hombre no podía dejar de pensar en los últimos acontecimientos.

Estaba confundido, perdido en un mar de conjeturas dificiles de resolver.

En la radio del destartalado ómnibus se dejó escuchar:

-"Mentira mentira...
Los días que pasan 
ya no vuelven más..."

***********

Ferruccio estaba en la ducha tratando de dejar caer el agua sobre sus hombros. La tensión le pareció aterradora y la llegada a Montevideo fue como un sueño. Como una pesadilla al despertar.

Estaba sucio, cansado. Deseaba dormir todo el día y después sí dedicarse a localizar dónde fueron a parar sus telegramas. A manos de quién.

Dejó correr el agua. Fue ahí cuando escuchó un ruido en la sala de al lado.

Sin pensarlo y con los nervios aún en acción, salió de la ducha sin cerrar la canilla.

Se vistió rápido, casi sin secarse. Apenas perceptiblemente trancó con llave la puerta del baño y se refugió en el pequeño roperito de la ropa sucia.

Estuvo esperando un largo tiempo hasta que le pareció percibir el movimiento en el pomo de la puerta.

Estudió sus posibilidades. Descubrió el ventanal que daba al jardín y sin dudarlo trepó al water y luego saltó fuera.

En ese preciso momento derribaban de tres tiros la puerta del baño.

Corrió cuanto pudo, esquivando tachos de basura y un perro sarnoso que le ladró.

Sentía que detrás había gritos, ordenes de todo tipo. Así que rapidamente salió a Avenida Italia y se trepó a un interdepartamental que lo llevaba hacia la ciudad.

Sentado en el asiento último trató de observar por la ventanilla pero lo único que pudo descubrir fue al perro sarnoso, tirado, muerto.

Las gotas le corrían por la ropa mojada.

***********

Werner descendió en la calle César Mayo Gutierrez y comenzó a caminar ayudando a su amigo.

Veía a lo lejos la esquina antes de entrar a su casa. Estaba tan cansado que apenas sentía los pies.

De pronto se detuvo. No le pareció correcto que en la puerta de la casa de sus padres las gallinas no anduvieran con sus pollitos picoteando por la vereda.

Era una costumbre casi tradicional que los animales a esa hora fueran liberados de su gallinero y dejados en libertad.

Werner dejó al viejito sobre un árbol caído en la vereda y ocultándose trató de llegar a la casa por el costado, lejos de la vista de la ventana.

Entonces acertó sus dudas cuando comprobó que el Toyota que les había seguido estaba escondido en el improvisado garage que su padre tenía armado para el tractor.

Werner regresó con el viejito y juntos llegaron a la parada de nuevo. Treparon a un nuevo ómnibus y el hombre otra vez se echó a dormir.

Werner trataba de pensar rápidamente en todo lo que estaba pasando.

Bajó antes de llegar a Montevideo y llegó al hall de la casa de su ex novia Margarita, precisamente a la misma hora en que un flamante Corsa, último modelo, se estacionaba. Sansone, impecable con su traje cruzado. Se lo quedó mirando.

Werner que comprendió la situación al ver al viejito colgado practicamente de su cuello, llamó a la puerta de la casa.

-Lo que faltaba. Ahora te dedicás a los hombres..-dijo Sansone avanzando jactansioso.

De la puerta emergió la linda figura de Margarita. Una morocha con facciones determinadas que hacían el deleite de Werner cada vez que la veía.

Quedó tan sorprendida como Sansone. Pero reaccionó más solidaria.

-Pasen... ¿qué sucedió?

Werner no podía explicar qué pasaba mientras estuviera Sansone. Solo recostó al viejito en un sillón; éste seguía impávido durmiendo la mona .

Sansone reapareció de la cocina con un vaso de whisky. Haciendo sonar los cubitos con suaves golpes, dijo:

-Otra vez en problemas... ¿porqué no dejás a tu "ex" tranquila?

-Walter -pidió ella-

-No, dejálo. Tiene razón. Estoy en un lío que ni se sabe...

-¿Robaste? Sabía que ibas a terminar así...-indicó Sansone.

- No, no robé.

-¿Y este hombre quien es?

-Si te lo cuento me vas a decir que es mentira...

-Intentálo -invitó ella

Werner tragó saliva. Sabía que se iba a arrepentir.

-Gardel.

Sansone estuvo en silencio y de pronto estalló en una risa muy sardónica, volcando el whisky obligándolo a recurrir a la cocina a limpiarse el traje cruzado. 

Ella lo miraba incrédula.

-¿Me estás tomando el pelo...?

-No. Te lo juro.

-Eso no significa nada. Ya juraste otras veces y de nada sirvió.

-No hablemos del pasado...

-Me parece bien... ¿qué querés?

-Mirá, en realidad no sé. Me subí a un tren por una noticia, me encontré a éste hombre en la huída...ahora me escapo de dos bandas distintas que nos quieren limpiar...

-Vos vés mucho cine.

-Odio el cine.

-Entonces leés mucha novela.

Sansone volvió sonriente. Había otra vez llenado el vaso de whisky. Señal de que tenía absoluta libertad para moverse en la casa.

-Se lo acabo de contar a mi suegro..no lo puede creer...

-¿Tu suegro?-

-Ah... ¿No le contaste vos, no Marga?

-¿Contarme qué? -preguntó ansioso Werner

-Nos casamos -dijo Sansone

Werner se rió. Luego salió a la puerta con el viejito a cuestas.

-Esperá ..no te vayas...-dijo ella

-Se me hace tarde -dijo Werner que ni se dignó mirarla.

Margarita miró a las rosas de su cuidado patio y le parecieron marchitas. Pero luego miró el cero quilómetro Corsa de Sansone y comprendió que el futuro era promisorio .

***********

Werner se encontró tomando una en el bar de La Piedras.

El viejito había recobrado su dignidad y ahora escuchaba los lamentos del muchacho que hablaba sobre Margarita.

-No es una declaración de amor, pero ella es un mujer a la que no puedo perdonarle sus ojos.

-En fin. ¿Que podría decirte yo? Ya me olvidé como era el cuerpo de una mujer. Tengo más recuerdo de la forma de una escoba... No lo tomés a mal. Pensá en lo positivo.

-¿Así? ¿Y qué hay de positivo?

-No pensés en las mujeres que te dejaron, pensá en las que te van a dejar...y el mundo será de chocolate.

-Usted esta loco.

-Gracias.

Tomaron otra grapa, esta vez lentamente para no apurar las penas.

-¿Alguna vez te preguntaste por que Adolfo Hitler se suicidó al otro día de su matrimonio? Ahí está la respuesta de todo.

Werner llamó por teléfono a su casa. La voz nerviosa de su padre le atendió.

-¿Todo bien?

-Sí- dijo escuetamente el padre.

-Sé que están ahí esperando...pero yo me voy a Buenos Aires, así que no le hagan nada a mis viejos porque no me van a agarrar...!

Ahora es la madre de Werner quien se interpone en el teléfono:

-¡Werner! ¿Dónde estás?

-Tranquila mamá. Estoy bien...

-¿Te metiste en la secta Moon? ¿Porqué no me lo dijiste?

-¿En la secta Moon? Pero qué estás diciendo?

-¿Ah no? ¿Y porqué hay dos chinos acá..? Y si no son de Moon, ¿de dónde son?

Werner confuso le hizo un gesto al viejito para que se callara porque estaba entonando el tango "La Puñalada."

-Me voy mamá, no te van a hacer nada...

Alguien tomó el teléfono y dijo:

-Oíme, si no venís con el viejo la van a pasar mal...

-No sean idiotas...ellos no saben nada...

-¿Desde cuándo estás en una secta?-gritó la madre.

Werner cortó. Estuvo mirando por la ventana, perdido entre los pies de los ciudadanos. uso las manos en sus bolsillos y recogió la tarjeta de Hermenegildo y Antonia.

El viejito entonaba tomándose la del estribo.

-"Decí, por dios, que me has dado
que estoy tan cambiado
no sé más quien soy!"

***********

24 de Junio.

Ferruccio había acertado en la fecha, y por eso toda la ciudad hervía de gente. Sobre todo la calle principal donde se amontonaban en las bandas laterales de la calle. La mayoría de los hombres estaban vestidos de traje oscuro, con golilla a lo malevo, o con camisa blanca y corbata. Entallados en un época, no descuidaban la gomina clásica, esparcida como una lengüeteada.

La cabeza brillosa y muchas sonrisas fingidas y ex profeso inundaban el ánimo cotidiano. A todo esto se le sumaban los parlantes que a lo largo de la avenida dejaban oir constantemente la voz de Gardel.

Cuando Werner llegó allí comprendió que para el viejito iba a ser una tarde mortal. El hombre empezó a lagrimear y fue triste para el joven comprobar como las gotitas sentimentales caían sobre el papiro arrugado de su cara. Se encallaban tenazmente en las pronunciadas canaletas y después iban a caer masamente, sin ninguna rebelión, sobre la ropa vieja.

Werner consoló al hombre varias veces y le dijo que no se pusiera así, que después de todo éste era un sentido homenaje.

-No, si yo no me enojo...lo que pasa es que no puedo creer que me sigan llorando de esa manera...y traten de vestirse a la moda de entonces...

Pero más grande fue su sorpresa cuando en una de las esquinas un puestero vendía desde camisetas, gorros y bufandas con la cara del Mago, hasta la venta inverosímil de calcetines con la cara del Zorzal criollo, cuya propaganda exitosa decía:

-¡"Tenga al Mago a sus pies! ¡Calcetines "Por una cabeza" !!!"

El viejito indignado pasó de su estado sentimental a una bronca indescriptible. Parecía que rezaba o maldecía por lo bajo.

-Inconcebible -decía mientras esquivaba a la gente en la calle.

-No se enoje -trató de calmar los ánimos Werner - Eso le pasa a todos los que están en el negocio del espectáculo...Usted, Hendrix, Janis Joplin, Lennon.. hasta Artigas..

-¿A dónde vamos a parar? ¿Qué otra humillación nos inflingirá la sociedad de consumo?

-No quería decirle nada pero, ya hay preservativos musicales con la música de "Mi noche triste"

-¿Qué? ¡Pero...que barbaridad! -refunfuñó el hombrecito.

Antes de que siguiera enojado Werner transportó al viejito hacia una de las calles laterales, cerca de lo que suponía era la casa que buscaba.

Lejos de la principal avenida no era tanto el jolgorio y solamente algunos autos con banderas con alusión a la fecha de la muerte de Gardel y niños con golillas de colores.

A la entrada de la supuesta casa Werner corroboró con la tarjeta. Luego examinó el cartel pegado a la puerta.

"HERMENEGILDO Y ANTONIA. CORTE Y QUEBRADAS"

Por la larga escalera que les llevaba hacia el salón principal pudieron detectar los laudos artísticos de ambos bailadores de este arte.

Diplomas, reconocimientos internacionales adornaban estas paredes.

Arriba un salón enorme, mal ventilado y con varios espejos alrededor.

En un costado, fumando tranquilo y con una silla entre sus piernas, una mano sin prisa llevaba un cigarro a su fatal destino.

Werner avanzó unos pasos. El hombre detuvo una segunda pitada.

-¿Si?-

-Buenas...busco a Hermenegildo.

-¿Para?

-Lo necesito urgente.

-Qué tan urgente.

-Salvar el tango.

El hombre comenzó a reírse suavemente. Luego se irguió y saliendo de su improvisado escenario se presentó ante Werner. Este le reconoció en seguida estrechándole la mano.

-¿Me recuerda?

-Por supuesto. Usted me salvó de unas cuantas piñas. ¿Qué le anda pasando?

-Nunca pensé que iba a necesitarlo -dijo Werner con la tarjeta en la mano- Pero me ví en un problema y su tarjeta apareció por arte de magia en mi bolsillo....

-Desenbuche

-Le presento a este señor...

El viejito se acercó y le dió sus manos.

-Mucho gusto,Hermenegildo...

-Gardel - dijo el viejito sin ninguna afectación.

Hermenegildo endureció su facciones y por un momento su engominado cabello parecía de cera. Ni un músculo denotó incertidumbre. Sin sacar la vista del hombrecito preguntó a Werner.

-¿Qué significa esto? Espero que no sea una broma para esos programas estúpidos de la televisión...

-Permítame que le explique -se adelantó Werner.

Y sin más detalles desembuchó toda la historia del viejito, del pueblo Abasto, de su profesión. Hermenegildo escuchaba atento y cuando Werner terminó su historia lo único que hizo Hermenegildo fue aplastar el cigarro sobre un cenicero.

Luego con paulatina sobriedad se alisó el ala del gacho gris y sonrió a los presentes.

-Si no fuera por el miedo que me da perder cierta locura, los sacaría a patadas de esta casa, pero como sé que las cosas pueden tener un significado y yo deseo aferrarme a algo, voy a ayudarlos...

El viejito emocionado se acercó a ofrecerle un apretado y cariñoso abrazo, a lo macho. Luego se enderezó la golilla casi blanca.

-Sabía que esto un día iba a pasar -Fueron las palabras de Hermenegildo.

En tanto,en el recuadro de la puerta de la cocina, Antonia sollozaba lánguidamente, como alguien que recupera un sueño. Como alguien que rearma una esperanza ya enterrada.

Su pañuelito de seda resguardaba las últimas lágrimas de sus sesenta años.

Hermenegildo tomó el tubo del negro teléfono y discó. Su frente y arrugas habían tomado forma de máscara dura, impertérrita.

***********

-"Clarín, para la cuenca del Plata"

Por vigésima vez la voz tan reconocible de Derly Martínez se hacía sentir en la radio del tango.

Desde hacía muchísimos años, Derly penaba la muerte del disco; contemplaba incrédulo el nacimienmto del compacto, de las nuevas modas, de los parlantes con varias dimensiones y de las técnicas, que importadas de Europa hacian furor en las radios Montevideanas.

Añoraba sin embargo el dulce devaneo de los discos de pasta, de las grabaciones auténticas en cinta magnética y por supuesto de los micrófonos gruesos y brillantes.

Ahora se había olvidado del olor característico de los discos, ese sumo especial que rezuman las tapas duras y húmedas.

Hasta el operador cambió misteriosamente. Se había jubilado el que durante años estuvo al frente de esas emisiones y ahora el destino colocó allí a un jovencito que "pegaba" las tandas de manera increíble. Sobre todo él que lo veía todo el santo día, mascaba chicle mientras escuchaba un walkman con música rock.

Se entendían por señas, a través del vidrio que separaba la cabina del operador.

Hasta los dueños se habían ido, o jubilado o muertos, y sus hijos con ideas revolucionarias venían a instalar técnicas nuevas, pautas de marketing y otras cosas que él sabía que no funcionarían.

Por la sencilla razón de que la gente que escuchaba la radio era selecta, gente fiel al tango y sobre todo, de manera incorrecta diría, a Gardel.

El Mago estaba todos los días a "las horas pares", y los discos de pasta se hacían sentir con ese ruidito tan particular que era el deleite de los más nostálgicos.

Una nueva camada de tangueros aparecía de la mano de las academias que enseñaban el dos por cuatro. Pero de manera no tradicional. Bailado con estilo ballet, con muchas quebradas, con vestidos hechos de lino fino y trajes de las mejores casas de ropa de hombre.

Y así no era.

El tango era otra cosa. El tango traía consigo dolor de conventillo, olor a mate, materia reconocida de sueños rotos. Pensión con escalera caracol, zapatos rotos en el taco, canguecos y vestidos con perfúme barato de dos vintenes.

El tango se rodeaba de malevitos con aires de gran señor, con mujeres ratoneras y sirvientitas que hablaban mal .

Diferente a este tango de hoy, tan acaramelado, tan lleno de lugares comunes.

-"Clarín para la cuenca del Plata presenta a Gardel en las horas pares"

Hizo señas al operador que pusiera el tango acordado y se dispuso a comerse la muzzarella que tenía al lado del micrófono.

Una seña del pibe en el otro lado le indicó que tomara el aparato de teléfono.

Lo puso en su oreja y comenzó a escuchar comiéndose un trozo de muzzarella.

A medida que escuchaba lo que le decían su cara admitía diversos colores. Su desgarbada figura se fue enderezando en la silla de rueditas y por fin se paró.

Dejó la muzzarella a un lado y trató de quitar la vista de la cara del operador que como un guanaco automático movía la cabeza al son de la música del walkman.

Sin querer su mirada se posó en el estante de los discos del mago.

Mientras seguía escuchando lo que le decían pasó su mano por las tapas de los discos, recogió luego su dedo impregnado de tierra.

Mantenía la mirada atenta, como si en éso se jugara la vida, dijo que sí y cortó.

Giró sobre su silla.

Derly tomó aire suficiente como para poder combatir el nerviosismo que le fue ganando en la conversación con el interlocutor.

Después tomó el micrófono, ordenó que bajara la música y cuando se prendió la luz roja del estudio donde se leía "En el aire" , dijo:

-Gardel está viniendo.

Después se levantó y salió del estudio apresurado.

El dueño de la emisora apareció donde el operador e increpándole le exigió una respuesta.

El operador ante tal entredicho solo hizo un gesto colocándose un dedo en la sien y giró suavemente. Después se puso el walkman y siguió enajenado.

***********

Werner está con el teléfono en la mano y diciendo no.

Todos los demás están atentos a esta llamada y tan solo la mano delicada y felina de Antonia se toma el tiempo para servir un mate y luego pasarlo entre todos hasta llegar a su destino.

Werner sigue diciendo no, hasta que al final reposa el tubo y dirigiéndose a los presentes les cuenta que sus padres están fuera de peligro y que los presuntos asesinos son Chinos o Taiwaneses o Coreanos, porque a su madre le parecen todos iguales. Y que su padre no descartó que fueran Filipinos que también son muy parecidos.

Habían revisado todo su cuarto buscando alguna información del tren.

Su madre nerviosa, insistía con el tema de su unión con el reverendo Moon pero al escuchar la palabra tren, pensó que Werner estaba metido en el tema de AFE y toda la presunta corrupción .

En eso se hizo presente Derly Martínez; venía muy apresurado y su largo saco pendía tristemente de su brazo derecho.

Cuando fue presentado ante el viejito tuvo un momento que pensó en correr pero al final se echó a los brazos de éste, en emocionado abrazo contaría él mismo después.

El viejito no paraba de llorar y mirar a todos enternecidos.

-Pucha.Cuando me fui hace años nunca pensé que la gente me quisiera tanto.

-Lo quieren más de lo que sospecha.Todo el mundo tiene un recuerdo muy grande de su persona y más de su arte.

-¡Carajo! la verdad que desde que me fui no supe más nada. Llegué a ese pueblo y allí me estanqué por más de medio siglo, alimentando gallinas y recuerdos.

-Usted es un ángel -dijo Antonia por primera vez

-Gracias señora, sus palabras son de aliento para mí -agradeció. 

-Lo digo en serio. Mire, cuando usted se murió mucha gente se quería matar. Algunos lograron hacerlo.

-Y díganme, que fue de Defino, mi representante.

Derly miró a todos y bajando la vista dijo:

-Defino mandó enseguida a buscar a Berta Gardés y casi que la obligó a quedarse con toda la herencia.

-¿Defino hizo eso...? ¿Y mi novia Isabelita?

-Lo lloró de por vida...estuvo en la portada de todos los diarios todos los 24 de junio de cada año.

-¡Que manera de figurar! ¿Así que nunca se casó?- pregunto él.

-No- dijo Derly

-Perdone que interrumpa los recuerdos y los chismes, pero es de suma importancia que le contemos a Derly lo que pasó.

-Es cierto. Perdonen, -se excusó el viejito yéndose hacia un costado quizás con sus recuerdos, con sus vidas.

-La cosa es simple y complicada. Gardel supuestamente existe, y digo así porque hasta hace unas horas creí haberme encontrado con un loco que trataba de contagiarme su paranoia, pero luego los acontecimientos me ayudaron a entender que no era así. Primero nos persiguieron para secuestrarnos o matarnos. Segundo secuestran a mi padre y mi madre y allanan la casa sin explicación alguna. Lo que me da a entender que este descubrimiento lo sabe alguien más y por algún interés, oculto y mezquino, están queriendo desaparecerlo...-concluyó exhausto Werner.

-La pregunta es ¿por qué? ¿Y quienes?¿A quien no les conviene que Gardel viva? -acotó certero Hermenegildo contemplando al viejito que se paseaba lentamente por el salón de baile.

-¿Porqué?- repite preguntándose Derly mientras baja la vista y trata a través de sus gruesas gafas, de localizar la bombilla del mate.

Luego se hizo el silencio. Todos estaban meditando, inbuídos de una extraña mezcla de curiosidad y miedo. Por un lado el mito viviente aparece tirando por el suelo todas las conjeturas de su muerte. Variando la historia, la indiscutible versión de los hechos que a lo largo de varias décadas fueron aportados por gente estudiosa del tema.

Allí había un hombre silencioso, encorvado por los años, con arrugas en la piel como cartas crujientes y sobre todo con la historia y la verdad sobre su espalda.

Nadie podía negar de que estaban en sus cabales pero el hecho de no poder contar tal existencia hacía irreal cualquier pedido de ayuda policial.

Werner tenía la certeza de que estaba escribiendo una hermosa historia de tango, mucho más real y a la vez más ficticia que la que los demás escritores podrían escribir.

Fantasiosamente, se dijo, pero ésto es real , me está pasando, está sucediendo ante mis narices y crea o no crea en los milagros tengo un hecho consumado que derrumba cuanquier posibilidad de duda.

-Hay que hacer algo. Yo no debería contrales ésto. Pero estamos ante una necesidad inevitable -dijo Derly haciendo luego un silencio .

Se rascó su nariz y soltando el poco aire que tenía guardado en la pausa expuso:

-Hay una secta Gardeliana que curiosamente nos comunicamos solo por carta , y disfrazados de gacho y traje gris nos reunimos todos los años, una vez, para rendirle culto a la máxima figura que existió.

Podría intentar comunicarme con ellos.

-¿Son de fiar? -preguntó Hermenegildo.

-Totalmente. A ellos les cuento más que a mi mujer. Dialogamos a través de las canciones del zorzal...

-¿Y cómo puede hacer para averiguar lo que esta pasando?-interfirió Antonia.

-Voy a la radio y pongo una de las canciones favoritas de la gente. Esa es la clave, después ellos llamarán y allí podré preguntarles.

Derly se despidió prometiendo que los llamaría apenas tuviera una noticia. El viejito seguía apartado de todos, fue Hermenegildo quien le llamó.

-Quiero sacarme de una duda.

-Digame -se ofreció gentil el viejito

-¿Usted es Uruguayo, Argentino o Francés?

Por más respuesta, el hombre giró su cara en perfil, sacó su mejor sonrisa y dijo:

-Por ahora soy un muerto que revive.

***********

Derly volvió a la radio con una enorme prisa. El operador se quedó extrañado de que estuviera allí a esas horas por eso no pudo menos que observarlo.

-Derly, mire que ahora viene la hora de Julio Sosa...

-Si, ya sé. Pero hoy es excepcional pibe. Dame micrófono.

-Tengo órdenes de pasar Sosa hasta la tarde y después...

-¡Nada! Te pedí micrófono, así que dámelo y dejá que yo me hago responsable... .

El operador sorprendido dió la señal de que podía hablar y contempló con cierto estupor como Derly se apropiaba del micrófono, como hacía tiempo no lo veía.

-Amigos..aquí en Clarín...en las horas IMPARES, canta Carlos Gardel..el tango..."Volvió un noche"

Acto seguido ordenó con la mano que el operador lo largara al aire.

Así fue y el tango se dejó oir en todas las casas que ese día estaban sintonizando.

Después se echó para atrás, en el sillón, esperando ansiosamente. La llamada no se hizo esperar

-¡Hola! -contestó rapidamente Derly 

-Hola. ¿Porqué la llamada tan importante?

-Está entre nosostros...volvió.

El silencio se hizo fuerte, palpable del otro lado de la linea. Derly esperó ansioso una respuesta. Solo hubo una lánguida y prolongada respiración, que ni agitada ni tranquila, mantenía la clama.

-Yo sabía -dijo la voz.

-Queremos saber TODO.

-Paso la bola.

-Queremos saber todo. Tiene que ser secreto.

-Te llamamos

Luego vino el click. El silencio de la radio se hizo más inmenso que lo que Derly suponía pero tranquilo, ante la observación del final del tango, tomó el micrófono para decir:

-"Hasta el pelo más fino hace sombra en el suelo"

Después le vino ganas de estornudar y estornudó.

***********

Werner se dió cuenta de que el viejito había caído en un estado depresivo y siguiendo las recomendaciones de Hermenegildo le sugirió que fuesen a ver el desfile, que en homenaje a Carlos Gardel se llevaba acabo por la Avenida 18 de Julio.

Caminaron un largo rato contemplando el desfile de mujeres acompañando a un montón de hombres disfrazados de compadritos. Un enorme carro alegórico imitaba la sonrisa blanca y perfecta del Mago.

Una banda municipal trataba de conservar la calma y evitar la enorme cantidad de bombas de agua que tiraban desde los balcones vecinos.

Entre tango y tango, un presentador vestido a la usanza de los bailongos de otrora, con gacho inclusive, presentaba a las distintas escuelas de tango moderno e incitaba a aplaudir a la masa concursante.

El viejito no dejaba de sorprenderse de la cantidad de vendedores ambulantes que ofrecían mercadería con la cara de Gardel en todas sus formas.

El presentador,que tenía la manía de afirmarse en las erres para acercarse al glosario de los taitas de la época, presentaba una estampa del Montevideo del 900 con inmigrantes inclusives y músicas folklóricas. Después un hombre, presumiblemente actor, recitó unos versos de Alberto Vacarezza, sainetero de la época, que pintaba con detalles el bajo de la ciudad, con sus ribetes orilleros y locas de cabaret.

Después, ante los ojos incrédulos del viejito, se recreó una escena de una de las películas de Gardel, en las que el Mago canta en la proa de un barco y Tito Lusiardo lo escucha atento y entusiasta.

La escena causó hilaridad porque la cara del actor que imitaba a Lusiardo no hacía sino evidenciar rasgos grotescos y graciosos de la escena. Mientras el Gardel actor mimaba que cantaba, el otro ponía caras al público, que se revolcaba de risa.

A medida que la gente respondía más y más a la espantosa imitación el actor, entusiasmado ponía más caras, y los gags visuales parecían acercarse al disparate de la farsa.

Sin embargo nadie se percataba de que esa situación no encajaba con el verdadero propósito del festejo.

El viejito estaba quieto, tratando de observar entre los altos hombros de dos barbudos que se reían a carcajadas.

Werner se adelantó un paso para mirarlo. No lloraba, no reía.

Estaba quieto, como la historia, como el mito.

Miraba incrédulo una escena que le hacía comprender que ese país, que esa gente no era la misma de entonces. Que él estaba muy lejos del sentir; cada vez más aislado en un mundo tan técnico como hipócrita.

Bajó la cabeza y en un puesto cercano pidió para comprar una escarapela con la cara del Zorzal. Miró a Werner, luego empinó el gacho con la mano derecha y cruzó la vereda.

***********

Hermenegildo trazó con su pie un movimiento y luego otro .

Estaba delineando una coreografía que una vez soñó. Una coreografía que nunca montaría para espectáculo alguno, y que como sus sueños, moriría con él en alguna cama de hospital.

Había sobrevivido a muchas guerras, a muchas disputas amorosas, estaba sobreviviendo para ver la decadencia del valor moral, del ser humano enterrado en su ambición.

Desde su cubículo tanguero, entre versos de González Tuñón y radioteatros que nunca se recordarán, rememoraba las caras famosas que habían pasado por su academia.

Isolina Nuñez le encargó especialmente un paso de baile para una obra que se iba a representar. Julio Sosa mateó alegremente, imitando el trinar de un pájaro que tenía enjaulado en la cocina, entre malvones alegres y enhiestos. Luis Sandrini estaba representando "El diablo entre los choclos", cuando vino aquí con una compañía a ensayar un paso de baile que nunca llegó a representarse. En esa historia apareció, como línea imaginaria, el cuerpo magnífico de Antonia como tímida bailarina de la compañía filodramática..

Entre el bambolear de cuerpos y el corte y quebrada de un tango se echaron la mirada varias veces, hasta perforar la razón y el silencio.

En la cama, dos noches y dos días después, se declararon amor sin hablar, entre quejidos y gozos sellaron una historia que quedaría en la memoria.

Hoy viejos y algo entrados en carnes, conservaban ese amor que había nacido de la nada, de un paso certero hacia la perfección.

La música se aparecía de pronto, recordando el salón lleno de gente, el vaivén del champain, la risa loca de las milongueras de entonces, y la carita sonriente, pecadora y salvadora de Antonia.

Que bien le hacía recordar todo eso.

Ahora en la realidad, estaba practicando el paso de "Mi noche triste" y se sabía contento, esperanzado de que las cosas podían cambiar. De que sus setenta años no eran en vano y que su gallarda figura aún podía desperdigar algo de energía para bailar el último tango de la vida.

El último corte y quebrada.

La voz de Antonia le sacó de sus cavilaciones. Urgido salió hacia su cuarto y se acercó a Antonia que le habló sin despegar sus ojos de la teve blanco y negro.

En la pantalla, reflejada apenas, la transmisión en directo de la conmemoración del aniversario de Carlos Gardel, presumiblemente tacuaremborense.

En un estrado Hermenegildo pudo descubrir al intendente de la ciudad y a varios políticos.

Un anunciador repasó parte de esos festejos:

"Aquí estamos este 24 de junio, festejando la muerte del máximo exponente de la canción ciudadana. Carlos Gardel. Como está demostrado, hijo de un gran hombre como fue el coronel Carlos Escayola; hombre culto, desenvuelto para las finanzas, de una gran habilidad para la guitarra; este hombre signó con su semilla a este pueblo para toda la vida. Hoy, los hermanos argentinos nos dispuntan el privilegio de ser la tierra del Mago. Pero ¡De acá!

Todos sabemos que Gardel fue hijo del Señor Escayola, hijo de María Lelia, hermana en ese entonces de María Blanca.Con ésta procrearía, de manera no muy santa, es cierto, pero vigorosa, a quien sería a la postre el orgullo de esta ciudad.

Luego Escayola rectificó el horror de haber violado a su cuñada con trece años y se casó finalmente con ella aún sin ser mayor de edad. Claro, muchos dirán: Sí , pero a Gardel lo habían mandado a Buenos Aires con la vieja Berta Gardés para alejarlo de los enemigos de Escayola que podían destruir la figura del prócer. Pero esos detractores se olvidan que de alguna manera fue una suerte que lo mandaran a Buenos Aires, porque allí se impregnó del tango, de la tonalidad necesaria para hacerse un taita rezongón y alcanzar los máximos laureles. ¿Que hubiera pasado si se hubiera quedado en Tacuarembó? ¿Que futuro tendría Gardel aquí ? Muy fácil de imaginar: Habría sido político y estanciero como su padre o en todo caso haber hecho la carrera militar en el liceo de Tacuarembó . Pero por suerte, y por esas cosas del destino, lo enviaron lejos y hoy el mito existe. Nadie lo puede negar. Así que fue una suerte, según mi manera de ver, que Escayola hubiera mandado de esa manera a Gardel al gran Buenos Aires y esconder ese acto irreverente, inusual en el coronel Escayola. Una vez más "las cristianas costumbres", sustento de la estructura del poder político de la época, fueron salvarguardadas por la lógica y el sentido común.

Escayola nos regaló a Gardel y de alguna manera debemos honrarlo en este día tan especial...."

Acto seguido la televisión muestra a una corte integrada por varios militares ante la tumba del Coronel Escayola, inmortalizado en un tallado de piedra de granito. 

Después rinden homenaje varios cañonazos tirados al aire, saludo militar, alentados fervientemente por la orden de un uniformado de alto rango. Todos los demás militares hacen la venia correspondiente y los demás políticos se colocan la mano en el corazón.

En un costado del palco un hombre en sillas de rueda y lentes oscuros hace su aparición.

Empujado por una mujer inmensamente joven y bien proporcionada se acerca a la tumba de Escayola y deposita una columna de rosas.

La salvaguarda de cañonazos no cesa.

El locutor anuncia que quien está entregando flores ante la tumba del líder de Tacuarembó es nada menos que un nieto, el único vivo, de don Carlos Escayola.

La cámara se acerca aún más y cuando encuadra la imagen completa de la cara del hombre en la silla de ruedas, éste, lentamente se saca los anteojos y se puede observar la mirada perdida, seca y muerta del hombre.

Antonia trata de buscar el refugio de los brazos de Hermenegildo que no sale de su asombro.

El hombre sentado en la silla de ruedas y el busto tallado detrás son casi iguales, y alguien diría por ahí, que el coronel Escayola había conseguido su sosias en su nieto, viva estampa de su estirpe.

Antonia se persignó.

***********

Derly esperó el final de "Volvió una noche" para poder aparecer con su enorme y reconocida voz .

-"El novio vencedor de la muerte está otra vez presente en la canción ciudadana"-

El operador empezó a reirse de los disparates que decía el locutor. Después llamó al mozo que casualmente había entrado y le comentaba algo.

-¿Qué te reis , chitrulo? -preguntó Derly en la pausa.

-¡Vos, que estás diciendo!

-Si supieras...

Sentado esperó otra llamada. Minutos después el operador veía como atendía un llamado y con que vehemencia movía las manos.

-¿Que le pasa hoy?-interrogó el mozo

-No sé. Debe haber visto a un fantasma.

-También, en esta radio está lleno de fantasmas...¡como para no verlos!

El operador se rió mientras mojaba un croissant en el café con leche calentito.

***********

Werner seguía de cerca al viejito. Este sorprendido miraba las polleritas cortas de las muchachas y el suave gorgoteo de sus sonrisas.

Se asombraba de la enormes vidrieras y de la cantidad de ofertas.

Alguien golpeó en las espaldas del muchacho y al girar se encontró con la cara linda de siempre de Margarita.

Sorprendido titubeó y sin más la tomó de la mano y enfiló su paso hacia San José, adyacente de Dieciocho de Julio.

Lejos del bullicio del festejo, Werner la obligó a entrar a un bar.

Se sentó enfrente de ella.

-Cada vez que te miro me parece que el corazón se detiene.

-¿Porqué? -preguntó ella sin mucho para preguntar.

-Me intimidan tus ojazos.

-¿En serio?- siguió con sus inocentes preguntas.

-Te lo juro. Me obligás a cometer actos ilógicos, como este por ejemplo, de correr sin sentido.

-A lo mejor así es nuestra relación.

-¿Correr sin sentido? A lo mejor.

-¿Y que más sentís?

-Vértigo. Como cuando iba al parque Rodó y subía a la Montaña Rusa. Como que el mundo se me viene arriba y me doy las narices de punta.

-¿Y sangrás ?

-Claro, se me revienta la nariz.

-¿Conmigo también sangrás?

-A veces. Por dentro.

-Por dentro.

-Por dentro. Como que es la única forma de quererte, sangrando por dentro.

-Me gustan tus metáforas.

-¿Y Sansone?

-No me traigas a la realidad -censuró ella.

-Perdonáme. ¿Querés un café?

-Si -dijo ella y movió la cabecita de una forma que Werner tuvo el presentimiento que le decía SI al beso y sin proponérselo la besó, trepando por encima de la mesa.

-¿Porqué me besaste?

-Porque me lo pediste.

-Yo no te lo pedí.

-Tus movimientos me lo pidieron. Tu cara, tu pelo, la boca y esos enormes bochones que son capaces de detener la brigada ligera de caballería.

Ella se rió. Tuvo una sensación extraña. Se dio cuenta que el género de su camisa de seda estaba pegado a sus pechos, ergidos pezones y eso la perturbaba. Supo que estos estaban distintos, en guardia, atentos a las posibles manos de Werner y supo que los ojos de él estaban fijos en ellos.

Así que disimuló mirando para afuera y se encontró, vidrio mediante con la cara del viejito.

Tuvo un pequeño sobresalto.

Werner le saludó y el viejito continuó mirando las revistas en la esquina.

-No estoy loco Margarita, entendéme. Ese hombre existe. Yo sé que cuesta aceptarlo, eso va en contra de la lógica, pero no hay más remedio que aceptarla.

-Werner, vos sabés que eso no puede ser verdad...

-Mi amor, la verdad es aburrida.

-Pero sigue siendo la verdad, la eterna pared que nos separa de una mentira.

-Delgada pared. Piadosa forma de mirar el mundo.Ese hombre es Gardel, es un viejo chocho pero existe.Las probabilidades son pocas pero son. Quizás falsearon la edad. No te olvides que en esa época los galanes debían ser maduros, veteranos, cancheros. A lo mejor los representantes le cambiaron la edad, y de ser así ese hombre no tendría tantos años.

-Serían muchos.

-Sí, pero no te olvides que la longevidad es uno de los caracteres que identifican a los uruguayos. Basta ver la Caja de Jubilaciones para comprobarlo.

Se rieron mientras tomaban el café. Humeante, calentito, y Werner dijo:

-Es mi historia. La única posibilidad que se me había presentado para escribir. Gardel me apasiona, como me apasiona el fútbol y los charrúas. Todo lo autóctono lo rechazo y a la vez lo necesito.

Las raíces son importantes, ¿sabés?, pero contarlas a mi manera, versión nueva, y no esas trasnochadas historias sobre Gardel, en óleos o Gardel en bronce. Esos es para los militares que todo lo matan con hipocrecía.

Ella lo miraba; con los brazos sobre la mesa dibujaba un muñequito y una flor.

***********

Derly bajó del taxi en pleno Colonia y Dieciocho.

El taxista le dijo que era imposible para él entrar a la gran avenida. 

A pie acortó la distancia que le separaba de la casa de Antonia y Hermenegildo.

Esquivó varios tipos vestidos a la usanza del treinta y grupos musicales que iban a tocar.

En una esquina se detuvo y saludó a unos amigos. Luego, apresurado intentó cruzar la calle.

De pronto entre la muchedumbre descubrió al viejito y trató de alcanzarlo. Con mucho esfuerzo se puso a la par de él, pero una nueva oleada de gente lo sacudió tirándolo a un costado de la vereda.

Un grupo de tipos, parecidos al Mago en su época floreciente trataban de bailar el tango con una rubia despampanante. El escenario estaba decorado de tal forma que parecía un conventilo del novecientos, y una tana orgullosa aplaudió al Mago, imitación perfecta de rasgos, que bailaba con la rubia.

-¡Sos igual. Qué digo igual ¡sos el mago!!

El grito perforó el oído del viejito que desmedido se abrío paso entre la gente gritando:

-¡Falso! ¡Todo es falso! Yo soy el mago, yo soy Gardel, el verdadero! Y no estoy muerto! 

La gente aplaudía el acto y recién se dieron cuenta de que ese no era parte del espectáculo cuando dos hombres de particular se lo llevaron hacia un costado y lo metieron en una furgoneta negra de vidrios ahumados.

Derly observó ese hecho y no le olió nada bien.

Desesperado trató de acercarse hasta la camioneta, pero llegó tarde.

En el improvisado estrado un locutor gritaba:

-¡Ya lo ven señores! La MANIA Gardeliana sigue llamando la atención! La gente se ha a acostumbrado al Mago y hasta hay algunos que creen ser él, como en este caso! ¡Gracias por existir Carlitos!

Acto seguido presentó a dos tipos que imitaban a Gardel jóven y Gardel viejo, y a una mujer que parodiaba a Isabelita del Valle, que no sabía bien con quién quedarse . 

En esa historia, Derly observó asombrado a la mujer que hacía el personaje de Isabelita, ya que el texto terminaba conciliando a Gardel viejo y Gardel joven bajo el rótulo de la canción de Fito Paez: "Pero el amor es más fuerte."

La gente bailaba alegre y coreaba estas estrofas. Derly se limpió los lentes con la bufanda marrón.

***********

Margarita lo besó tiernamente en la boca. Werner saboreó sin prisa la suave tersura de los gruesos labios de su eterna novia. Sabía que eso se iba a terminar y se terminó.

El mozo le interrumpió.

-Disculpe caballero, pero está prohibido besarse en público.

-¿Desde cuándo?

-¿No ve el cartel? "Espacio reservado para no besadores". 

Si quiere, cámbiese de mesa.

Pagaron y salieron. El acto conmemorativo de la muerte de Gardel había terminado.

Margarita se despidió saliendo en busca de Sansone.

El volvió con las manos en los bolsillos y el pucho apagado en los labios.

Llegó hasta la esquina donde supuestamente permanecía el viejito y le sorprendió no verlo. Recién ahí cayó en la cuenta que fue imprudente dejarlo solo.

Buscó con su mirada un largo rato, desesperado volvió al fin a lo de Hermenegildo suponiendo que el viejito había decidido regresar solo.

***********

En la escalera se encontró con Derly que también subía apresurado.

-Se lo llevaron

-¿Adónde?

-Una furgoneta negra de vidrios ahumados...

-Es culpa mía.

-¿Querés que llame por radio para que nos echen una mano?

-Si podés...

-El dueño se va a pensar que estoy loco...capáz que me rebaja el sueldo.

-O te lo aumenta si descubrimos que el tipo aún vive...

-Tenés razón...- Derly iba a salir cuando lo detuvo Werner.

-Esperá. ¿Qué averiguaste con tus amigos?

-Ah sí, me olvidaba. Parece que a alguien le preocupan los derechos de autor.

-¿No quedan para el estado?

-Parece que no. Oficialmente los derechos, los cobran los familiares durante cincuenta años, después quedan para el estado. Pero en el caso de Gardel "alguien" logró extender, con una cláusula mediante, el plazo a diez años más.

-¿Quién? Defino, su representante murió. Berta Gardés también...hijos no tenía....

Hermenegildo que había escuchado esto último habló calmo.

-Eso creemos nosotros. Pero puede haber alguien que crea lo contrario.

-¿Que quiere decir eso?

-Mirá pibe, acabo de ver en la televisión en directo que en Tacuarembó festejaban los años de muerto de Gardel.

-Acá también y eso no me dice nada. En China pasa lo mismo.

-Puede ser. Pero en China no tenemos a un Escayola vivo.

Werner se dejo caer por la baranda de la escalera. Sentado en un escalón encendió un pucho.

-¿Queda un descendiente?

-Un nieto de Escayola. Paralítico y ciego; el tipo parece que tiene influencias en la ciudad y hoy se presentó en el lugar.

-¿Piensan lo mismo que yo?

-No -dijo Derly- Somos individuos diferentes y pensamos distinto. La unidad celular no permite reproducir dos fetos iguales.

-Hablo de que Escayola sabe lo del viejito.

-Ah, eso sí-.aceptó Derly

-¿Porqué quiere limpiarlo?

La pregunta quedó en el aire. Flotando como el humo de los cigarros. Hasta que Antonia, que escuchaba silenciosa en el rellano de la escalera se adelantó:

-Si Gardel apareciera podría dar testimonio de su ciudadanía y por lo tanto atestiguar que su padre era efectivamente Escayola, Carlos.Y si es así, todo lo que hoy posee su descendiente se repartiría en dos.

Dos son muchos para repartir. Por otra parte matar a un muerto no implica prisión. Y el grado de credibilidad de la historia es mínimo.

Los tres hombres se miraron. La intervención de Antonia pareció allanar un difícil camino .

-Lo que no me cierra son los derechos de autor. Hablamos de cientos de miles de dólares anuales.

-Los políticos tienen los bolsillos anchos. Allí entra cualquien coima.

La observación de Werner resultó acertada, solo faltaba el toque final.

-Escayola puede "tocar" a muchos para cobrar esos derechos.

-Escayola esta haciendo lo mismo que hizo su abuelo.

Antonia pidió un cigarro y antes de ponerselo en la boca jugueteó con él.

-Somos concientes que no van a permitir que él viva, ¿verdad?.

***********

El viejito estaba sentado en una butaca.

Descansaba amenamente mientras contemplaba como se escondía el tímido sol de Junio.

Tenía en su mano un vaso de whisky y varias plantas grandes y hermosas que parecían rodearlo como en una fortaleza.

A su alrededor, el apartamento estaba decorado con gusto, con pocas cosas, algunos cuadros muy art decò, alfombras peludas y acolchonadas y un tipo con cara de chino que daba pavor.

Tenía la vista fija en él y no pestañaba, por lo que el viejito dedujo era un marciano, algo interplanetario.

Trató de encontrar la etiqueta que lo identificara como Made in Taiwan, pero no la halló.

-Se me ocurre que si alguien invita a la casa a otra persona, de la manera que ustedes me invitaron, deberían tener la gentileza de invitarme con algo para picar.

El oriental no dejaba de mirarlo.

-Aceitunitas, algún trozito de fiambre, no sé...

Silencio.

-Me acuerdo de la época en que terminabamos de cantar en el teatro Artigas; salíamos a comer con los "chochamus" de la orquesta y nos ibamos de timba. Había un quilombito,de poca monta, donde conocí uno como usted, un coreano o algo así, que se sabía todos los tangos de memoria.

El oriental estaba rígido como una vara de mimbre.

-¿Se sabe algún tango usted? Puedo enseñarle, aunque mi memoria me falla ...debe ser por las pastillas..porque generalmente no sucede.

En eso entró a la sala un hombre elegante, trajeado. Por su sonrisa daba la impresión de que era un abogado de alta alcurnia y el olfato del viejito esta vez no le falló.

-Buenas tardes señor.

-Buenas para usted que sabe donde está.

-Disculpe la forma en que lo trajimos, pero no teníamos alternativa.

-No, si la cajuela del auto era de lo más cómoda.

-Si, claro. Mire, voy a hacerle algunas preguntas y espero que las conteste con franqueza. ¿Usted sabe por que está aquí?

-Ni idea m`hijo. Pero si usted me desasna prometo aprenderlo.

-Muy gracioso. Esta es la casa del señor Carlos Escayola.

El viejito perdió su buen humor. Quedó mirando serio al hombre que conservaba su sonrisa.

-Con qué esas tenemos. ¿No me diga que aún vive?

-¿Quién?

-El decrépito del viejo Escayola.

-Se lo estoy diciendo.

-¿Pero que edad tiene ?

-Cuarenta y cinco.

-¿Cuarenta...? ¿Pero de quién me habla usted?

-Del nieto de Escayola. Su padre.

El viejito pareció espiar con el rabillo del ojo izquierdo las manos finas del abogado que revolvía dentro de su portafolios de cuero.

-El nieto.

-¿Ahora sabe de qué estoy hablando?

-Si, claro hombre.

-Bien, ya nos estamos entendiendo.

-Que más remedio.

-Ahora la pregunta.

-Si contesto bien, ¿gano algún premio?

-Gracioso, muy gracioso.

-Empieze.

-Su nombre.

-Ya lo sabe.

-Dígamelo.

El viejito respiró profundamente.

-Carlos Gardel.

-Nacionalidad

Posó la mirada en el oriental.

-Chino

-Responda por favor.

-¡Yo que sé!

-Nacionalidad.

-Soltero

-¿No va a contestar?

-No

-Edad.

-¡Puf!

-¡Pufff! ¿qué?

-Pufff quiere decir incalculable...o calculable a medias.

-Este certificado dice que usted "fue encontrado de cúbito dorsal , bajo las válvulas, Uruguayo..identificado por su cadena de oro"...así lo difundieron los colombianos.

-También difunden la música salsa y eso no garantiza nada.

-Un diario argentino acusó a los colombianos de querer robar su cadáver...

-Bueno, una más que le endilguen al pueblo colombiano no le va hacer nada. En una de esas les sirve para invadirlo...

-Pero no lo hicieron.

-Lógico.

-Su representante Defino, expuso su cadáver en Nueva York y alguien, uno de sus músicos dijo que ése no era usted. Que la dentadura no era la misma.

-Menos mal que alguien se dio cuenta. No sería justo con mi dentadura. Años cuidándomela...

-¿Era cierto?

-¿Qué?

-Que usted no había muerto.

-No sé. Usted es el profesional. Averígüelo.

-Hagamela fácil

-¿Porqué? Su patrón le paga para que piense.

-¿Quien está en la Chacarita?

-En el cementerio ese deben de haber mas de quinientas mil almas. No pretenderá que se las enumere una a una.

-¿Usted conoce a Parissi?

-El yerno del señor Escayola.

-Al fin una respuesta.

-¿Vio que nos soy tan egoista?

-Dicen que Parissi "arregló "su venida a Buenos Aires con Berta Gardés...El lo confesó...¿es cierto?

-Si él lo confesó, ¿por qué quiere que yo se lo repita?

-Confírmelo.

-De ninguna manera. Yo solo creo en lo que lo que dicen los documentos oficiales.

-Hay muchos que hoy dicen que lo vieron cantar.

-¡Puff! De esos está lleno la calle. Mire, no hay un veterano menor de sesenta que no me haya visto hacerlo.Todos ellos eran canillitas y estaban en la puerta del teatro cuando los hice pasar.Cabe una dedución: o es mentira o todos en ese país son canillitas.¿Sabe? Estoy muy cansado de los que se consideran paradigmas de la memoria andante.

-Gabriel Terra lo fue a visitar a su camarín cuando cantó en el Cine Rex...

-¡UH si!. Esperáte un poco..1931 o 32, más o menos. Me acuerdo de ese hijo de la madre. Fachista mentiroso...

-Era mi abuelo...

-Buena gente parecía..

-No tiene por que disimular. Conocí a mi abuelo...

-No te puedo felicitar, che pibe.

-¿Es usted Gardel, sí o no?

La voz salió ronca, como sin vida. Una seca brisa pareció recorrer el ambiente y fue además, la primera vez que el oriental pareció estar vivo cuando miró hacia el costado, a la entrada del jardín, por donde penetró un hombre en silla de ruedas seguido de una mujer espectacular, bellísima.

-ES-

La afirmación hizo que el abogado se levantara de su siila dando muestras de respetuosidad.

-Caramba. Linda pebeta. Lo felicito, -dijo el viejito sin dejar de mirar la espléndida figura de la mujer, que con ojos claros enarcaba las cejas para asombrarse del extraño piropo.

-Carlos Escayola -se presentó el hombre.

-Encantado de conocer a alguien de la familia...la verdad muy lindo el bulín.

-Usted no ha perdido su gracia.

-¿Porque perderla? Para eso estamos.

-Señor no acostumbro a secuestrar a la gente.

-Bueno, alguna vez tenía que empezar.

-Claro. En realidad usted esta interfiriendo en mi vida. Lo invité a venir porque considero que tenemos la obligación de hablar como caballeros. Yo lo admiro, ¿sabe? Mucho. Soy un fanático suyo y pretendo algún día inmortalizar una ciudad con su nombre.

-No se moleste. Como estoy, me agrada. La palabra inmortalizar me suena a que me tengo que morir.

-Justamente ése es el tema

Se detuvo la conversación. La mujer observaba con la mirada perdida a través de grueso cristal. Con un dedo maravilloso escribía letras sueltas en las desperdigadas gotas que transpiraba el vidrio.

-Suena raro.

-Si -dijo el hombre- Pero lamentablemente estamos cuidando una imagen. Mi abuelo era rudo, severo, pero tenía la rara tradición de conservar el apellido límpido.

-Supongo que esa tradición estaba entroncada con la de violar niñas de trece años.

-En esa época en nuestra campiña era difícil la vida. La moral era una necesidad ante los enbates de la perdición.

-¿Usted es cura?

-No. Soy el último de los Escayola...después de usted.

-¿El último? Caramba. ¿Y con semejante hembra no piensa procrear nuevos Escayolitos?

-Herga no quiere tener hijos. Estropearía su figura.

-Sí, ya veo - dijo el viejito mirando la silla de ruedas de Escayola.

***********

Los hicieron sentarse en unos de los bancos de la comisaría.

En un mostrador, un escribiente trataba de terminar una denuncia de la muerte de un perro pequinés a manos de un bichicome ebrio.

El oficial tecleaba en la máquina con un dedo de cada mano y lentamente concluía su trabajo de escribir el nombre del denunciante.

El denunciante era un enano que trataba de ponerse en puntas de pie para dictarle sus datos.

El oficial se trepaba sobre el rodillo de la máquina y el enano subía sobre sus puntas de pies .

Así estuvieron mas de veinte minutos.

En ese lapso Werner recorrió con la mirada la austera dependencia policial. Un cuadro de Artigas, el prócer, con los brazos cruzados, una planta muy fea que añoraba un riego que nunca llegaba y varios carpetones archivados por el tiempo.

En la puerta un policía de casco coqueteaba con una vecinita que barría la vereda.

Cuando el policía les llamó para hacer la denuncia Werner cedió la palabra a Hermenegildo.

-Señor ...- dijo el oficial.

-Quiero denunciar una desaparición.

-Digame el nombre.

Werner temió lo peor.

-Carlos Gardel-

Sin embargo el oficialito siguió tecleando sin ninguna observación previa, lo que desconcertó a Werner.

-Nacionalidad.

-Mire, creemos que puede ser uruguayo, argentino, francés...

-¿Cuando desapareció?

El absurdo era que en ningún momento el oficialito se percató del disparate que estaban relatando.

Werner decidió seguir adelante con la historia.

Al terminar de relatar todo lo sucedido ese día, el oficialito retiró el papel de la máquina y lo tendió para que firmaran la denuncia.

Luego pidió a que lo esperaran y salió hacia el despacho del comisario.

Unos minutos después apareció llamando la atención de Werner.

-Señor, el comisario dice que es imposible dar entrada a esta denuncia.

-¿Porqué no?

-Porque sí la policia no dispone de efectivos para buscar a los vivos imagínese para buscar a los muertos. Eso implicaría encontrar una Mediums para comunicarnos con el occiso y gastos que el ministerio no puede asumir. Usted sabe, la institución policial está en crisis y solo de "cometas" no podemos vivir.

Así que le recomiendo que para entrar al espacio sideral trate de contratar a algún detective privado o en todo caso solicite un servicio 222.

***********

-Lorenzo, el magnífico, decía: " que lámore é un appetito de belleza".

-Celebro que le guste la comida - dijo el hombre de las silla de rueda.

Estaban en el comedor de la inmensa casa. La mesa tendida con los mas grandes manjares adornaban la mesa.

La mujer bella estaba enfrente del viejito y Escayola en la cabecera.

-¿Como se siente usted con este señor? -preguntó inesperadamente el viejito.

-No le entiendo-dijo la hermosa dama

-Es decir. ¿Está enamorada de este señor?

-No creo que tenga que ver el amor con lo carnal. Herga es solo carnal para mí.

-Lo lamento caballero. Pero no hay amor sin instinto carnal.

-En cierta forma sí. Pero creo que el enamoramiento es una especie de imbecilidad transitoria.

-Puede ser. ¡Pero de todas formas exígo un brindis por los imbéciles!

El viejito levantó su copa solo y luego de brindar dejó correr el rico vino por su garganta.

-¡Ah! El placer de los sentidos...mi querido amigo, se me ha hecho tarde. Las gallinas deben dormir temprano y mis huesos me piden urgente un colchón...

-No puede irse. Aún.

-¿Porqué no?

-No puede irse nunca más.

-Y yo que creía que había llegado al paraíso.

-El paraíso puede tener forma de matadero.

-Muy ilustrativo señor Escayola, pero no puede retenerme, va en contra de la ley.

-La ley soy yo.

-No es muy democrático eso...¿Qué quiere de mí?

-Entienda señor, no puedo dejarlo ir. Usted es un peligro para mi futuro.

-Mire, yo vuelvo a mi pueblo, Abasto, y allí me pescará la muerte. Estoy seguro que el fin va a ser el mismo que usted me propone.

-Ojalá pudiera confiar en usted, pero no puedo arriesgarme.

-Confíe en mi.

-No. Lleválo- ordenó Escayola nieto.

El oriental tomó de un brazo al viejito y lo obligó a subir a un habitación.

Luego de encerrarlo, el viejito comenzó a tararear "Mi noche triste".

***********

Tres hombres vestidos con largos sobretodos grises y con caras de haber pasado por varias guerras mundiales, se aparecieron en la casa de Hermenegildo.

Este despertó a Werner que se había echado a dormir una siestita.

Se encontró ante estos hombres que tenían ordenes precisas del alto mando de la logia Gardeliana.

Se habían comunicado con Derly por la radio y ahora estaban a disposición .

Conocían el paradero del viejito y tenían un plan para rescatarlo.

Werner escuchó atentamente y luego de ultimar detalles, decidió que era lo más prudente. Nadie iba a ayudarlos puesto que como dijo el oficial en la comisaría, no se puede buscar a un muerto.

Y éso era lo que significaba el viejito para la gente.

Sentados alrededor de una mesa detallaron la casa donde tenían secuestrado al hombre.

Luego las instalaciones y los supuestos guardias que celosamente vigilaban el lugar.

Los tres hombres de misteriosa apariencia aseguraron ser más y que apenas decidieran el plan serían puestos a la orden de Werner para salvar a su ídolo.

Tomaron mate hasta las dos de la mañana mientras trazaban minuciosamente todos los pasos acordados. A esa hora se fueron con la promesa de estar temprano .

Werner no pudo dormir y solo sacó apuntes de lo que había acontecido en las últimas horas. Describió detalladamente el material que sería usado en su novela para presentarse en el concurso de narrativa y luego, con el primer premio poder competir con Sansone. Margarita debia ser de él o la tierra cedería bajo sus pies.

Como a las cinco de la mañana logró conciliar el sueño y una hora después la pesado mano de Hermenegildo lo despertó.

Sobresaltado descubrió al hombre vestido como para bailar el tango de su vida. Trajeado de negro, facón en la cintura y un gacho más parecido a Al Capone que a un milonguero.

Se despidió de Antonia y subió al furgón seguido de Hermenegildo.

Cuando se sentó, y sus ojos se acostumbraron a la oscuridad interior del coche, se dió cuenta de que estaba inmerso en un pesadilla detectivesca y que la figura Gardeliana parecía, a ojos vista, repetirse por diez.

***********

El viejito dormitaba plácidamente.

En sus sueños se recreaban mágicamente los días de parranda y copetín. Los días y las noches del barco a Montevideo, desde Buenos Aires, a la ciudad gris que le esperaba ensoñadamente.

Las pebetas retozadas de primavera y las radios con sus anfiteatros en vivo, para promover su codiciada voz.

Y los piringundínes, esos puteríos que tanto amaba de joven.

Minas de Chantecleare, de cabaret fino donde las francesas lo envolvían con el suave fragor del champain.

Los recuerdos amontonados como ropa sucia.Isabelita llorando su vuelta a Buenos Aires, el zaguán inmerso en recuerdos de manos ásperas que tocaban el suave sexo de la mujer amada.

Los bellos impúdicos, indiferentes a la caricia del hombre, las bocas chocantes, deseosas de uno y de otro.

Luego Hollywood con el esplendor de las grandes estrellas.Y las películas, las espantosas películas donde siempre ganaba el amor.

El amor no estaba mal, lo que estaba mal era el amor que él elegía. El amor que los escritores y productores preferían para promoverlo como una figura que se aferraba a las convenciones.Que respetaba el órden y la tranquilidad del hogar. Y era mentira, mentira, todo es mentira. Nunca se metió con nadie. Al contrario, tenía tantas mujeres casadas que le ofrecían su boca, el oropel que no le brindaban a sus esposos. ¡Y cómo se rendían las muy pérfidas!

En sus brazos caían como moscas, mientras él se aprovechaba y luego huía despavorido hacia otra ciudad.

Medellín ,Colombia y más amantes. Con ese olor a Caribe que le despertaba los bajos intintos. Los caníbales de los diarios dirían que él iba a allí a descansar. Sí, es cierto, a descansar de la hipocrecía de otras mujeres, a descansar su aburrimiento por las carreras y los copetínes con los amigos.

¿Que no le gustaba la política? Mentira. Siempre despreció a esos generaluchos que venían a saludarlo a su camarín. Con esas mujeres gordas, que la mar de las veces le mostraban, a espaldas de sus esposos, parte de la lengua en destinado acto provocativo.

Odiaba las recepciones con los empleaduchos de embajadas y sus mujeres asexuadas que hablaban de Europa y le aburrían muchísimo.

¡Ah! Esas mujeres caribeñas. Ese sexo con olor a coco, a vainilla, a mar puro y cristalino

Añoraba su juventud, el hecho insignificante que le permitía soñar y se sentía pequeño, muy pequeño cuando al despertar comprobaba que su cuerpo estaba arrugado como un acordeón y sus ojos contemplaban la soledad que siempre precede al sueño.

***********

La casa estaba tan cerca del mar que parecía que navegara con él. Como que una tormenta potente se la pudiera llevar mar adentro, perderla para siempre con todas sus riquezas.

Estaba en lo alto, situada entre bellas enredaderas y pasto bien cortado.También estaban los tres hombres que caminaban lentamente por el frente, costado y fondo de la casa.

Cuando se encontraban se ofrecían un cigarro o cambiaban un pequeño saludo.

Llegó un pibe en bicicleta que traía un paquete de pizza. Uno de los tipos pagó y el pibe se fue. Todo volvió a la calma.

El día recién estaba amaneciendo y el sol timidamente hacia quiebres de cintura para poder zafar de la nubes.

En uno de los rincones de la camioneta escondida en una esquina, había varios espejos y hacia allí se dirigieron, en perfecto orden, los diez hombres que fueron a buscarlo.

Hermenegildo observaba por una de las ventanas de la camioneta como el trajín de la casa era normal, sin que nada denunciara que ahí había un secuestrado.

Lo que hacía suponer que tenían halgo que esconder era el andar muy atento de los guardias, que no dejaban de mirar para todos lados. 

Werner estuvo un rato pensando en estos tipos que estaban frente al espejo dando los últimos toques a su maquillaje.

Diez hombres.

Diez Gardel.

Difícil de explicar, pero los diez tipos estaban vestidos iguales y engominados frente al espejo, trataban de conseguir la mejor sonrisa que podían.

Un cuadro pendiente en un costado servía como referencia de como se reía El Mago.

Curiosamente Werner trataba de pensar en el plan trazado, ya que él y Hermenegildo tenían la misión de rescatar al viejito mientras estos hombres se encargaban de distraer a los guardias.

Werner se había preguntado como era posible que lo hicieran. Y la respuesta parecía próxima.

***********

Escayola nieto estaba siendo masajeado por su hermosa mujer. Las piernas le dolían y él solo pensaba en un reposo a la orilla de alguna playa, donde el sol le obligara a olvidarse del dolor.
Las manos suaves y el aceite resbaladizo estaban acariciando su espalda con tanto candor que parecía haber entrado en un sopor digno de reyes.
El ruido extraño de la música a todo volúmen le irritó de sobremanera. Irguió su espalda a punto de saltar, si hubiera podido hacerlo.
La mujer dejó de hacerle masajes y miró por la ventana.
También el oriental que estaba de guardia observó lo que pasaba.
Abajo, en la calle, una camioneta bastante desvencijada portaba dos potentes parlates emitiendo un tango: 


¨"Yo sé que todo es mentira
yo sé que nada es verdad...


-¡Que alguien haga algo para evitar ese ruido! -protestó airado el nieto de Escayola, girando sobre su cuerpo.

La hermosa mujer se movía al compás del tango. El sonido, ayudado por muchos watt de potencia, penetraba indistintamente en todas las habitaciones de la casa.

También los vecinos salían curiosos a contemplar el raro panorama musical.

Dos de los guardias bajaron la larga escalinata que separaba el jardín de la vereda y enfrentaron al dueño de la furgoneta.

Se les veía discutir. Es en ese momento que Werner y Hermenegildo salieron por una de las puertas, y caminaron rumbo a la casa a paso ligero.

Otro guardia salió a su paso. El guardia los detuvo con un movimiento amenazador, pero un hombre le llamó la atención a su espalda. Al darse vuelta el guardia quedó petrificado, puesto que, con la persona que se encontró, era el mismísimo Carlos Gardel.

Vestido impecable, con un traje azul, corbata y pañuelo al tono y una gomina brillante como el sol, el tipo sonreía como en la mejor de sus películas.

-Esteee...que hacés Carlitos....!- dijo el imitador.

El guardia dudó unos instantes pero cuando iba a echarlo, otro golpe en las espaldas le hizo girar. Un Gardel igual le sonreía .

Con su cabeza el pobre guardián parecía una pelota de ping pong, que iba y venía de manera incrédula hacia ambos lados.

Pero su sorpresa fue mayor cuando dos hombres más, idénticos, se aproximaban por la escalinata, hacia la casa.

Fue el momento preciso en que Werner y Hermenegildo, protegidos por las dudas del guardián, entraron al porche.

Otros dos guardias aparecieron a ayudar al confundido .

Pero enseguida aparecieron enfrente tres Gardeles más.

La confusión era tan grande, la incertidumbre de estar viviendo una pesadilla o en todo caso una invasión extraterrestre era tan patente, que uno de los guardias finalmente se sentó en una escalinata y cerró los ojos, con el fin de convencerse de lo irreal de la situación.

Abría y cerraba los ojos y solo conseguía descubrir más Gardeles.

Aprovechando el tumulto y el desconcierto, Werner logró entrar en la lujosa casa. Esquivando un jarrón chino de alguna dinastia que no reconoció, trepó a las escaleras que daban a lo alto de la casa, a las habitaciones.

Otro aspecto lujoso se le presentó a la vista y no dejó de admirar el mobiliario digno de Andy Wargol, y por supuesto toda la decoración Art decò.

Hermenegildo también se asombró, pero no dijo nada porque no tenía la más remota idea de qué era Art decó.

Se turnaron para tantear el pomo de las habitaciones y descubrir en cuál tendrían secuestrado al viejito.

Desde el exterior, el sonido del tango había ganado la calle.

Algunos vecinos incentivados por la música y los altos impuestos municipales, decidieron vengarse bailando un dos por cuatro en la vereda.

Los guardias trataban de aplacar los ánimos, pero el bailongo era inevitable.

Algunos autos también se detuvieron y se unían al festejo.

Los Gardelianos eran diez, pero tenían la cualidad de desdoblarse de tal manera que se multiplicaban misteriosamente.

Alguien llamó a la policía, y otro a un caza noticia de un canal de televisión.

Hermenegildo se encontró con una puerta cerrada. Tanteó con sus nudillos y solo escuchó como respuesta:

-¿Qué golpean, si me tienen encanutao?

Era el viejito no cabían dudas. Con una seña llamó la atención de Werner. Juntos trataron de tirar abajo la puerta. Entonces una mano pesada, oriental, los incrustó contra el marco.

El oriental los miraba desafiante. Hermenegildo en un acto de valentía, inusual para su edad se abalanzó sobre la gorda figura. Parecía esos luchadores del Japón, luchadores de la disciplina Sumo, que suelen chocar cabeza con cabeza.

Hermenegildo quedó tendido en el suelo ante el choque brutal con el gordo de Sumo.

Werner buscó en sus bolsillos. Encontró un alicate. Lo descartó. Odiaba las armas blancas.

El Sumo lo tomó de la cintura y elevándolo empezó a apretar de tal manera que la respiración de Werner parecía comprimirse cada vez más hasta vaciarse de aire su estómago.

Su cara estaba roja y pudo apreciarlo gracias a que se encontró con un espejo rococó , Luis XV o algún siglo parecido, pero se detuvo poco en el detalle, porque el Sumo estaba apretando más y lo único que él hacía para defenderse era mirarse al espejo.

Entonces sucedió lo imprevisto. El Sumo lo soltó fugazmente como si hubiera sido sorprendido por algo. Una mordedura de perro o algo así.

En realidad era una mordedura, pero de Hermenegildo, que desde el suelo incrustó sus sanos dientes en la pantorrilla del gordo.

El Sumo oriental giró sobre sí y enfrentó a Hermenegildo. Este se irguió, colocó la manos en actitud boxística y desafió con algunas quiebres de cintura al gordo .

La primera piña de Hermenegildo dio en la barbilla del gordo, y la segunda, demoledora, fuerte, redentora, total, implacable, fue en los testículos.

Allí fue la inclinación del Sumo y allí fue donde todo el peso del puño derecho del bailador de tango fue a dar con toda sus contundencia.

Se desparramó como una gran taza de leche hervida.

Apresurados, abrieron la puerta de la habitación. El viejito estaba acostado con un pucho en la boca.

-¿Qué...? "Mi vida no vale ni el pucho que estoy fumando..."

La sorpresa apenas impidió que lo tomaran del brazo y lo sacaran con tanta premura que el viejito dejó el cigarro encendido encima de la cama.

Como si estuviera planeado, el cigarro se adueñó de la frazada y luego de la sábana, el colchón, hasta convertirse en apenas segundos, en una inmensa bola de fuego.

Descendieron la escalera apresurados y sin notar que el hombre de la silla de ruedas, el exímio nieto de Escayola, los observaba.

La rubia seguía moviéndose al vaivén de un tango arrabalero.

Afuera los guardias seguían discutiendo con la masa de los vecinos, ahuyentándolos para que se alejaran. Los Gardelianos observaron que traían al viejito, y por eso rapidamente la furgoneta subió la vereda para acercarse.Sin que nadie lo notara se instalaron todos y arrancaron hacia el centro de la ciudad.

Allí quedaban los guardias peleándose con una vecina. La música seguía todavía, pero recién cayeron en la cuenta, tanto los que estaban en pleno diversión como los guardias mismos, que la música provenía esta vez de un pasadisco punktal con punta de pasta para disco, conectado misteriosamente a un cable eléctrico de una de las columnas.

Alguien gritó fuego y la señal alarmó a todos. En una ventana, una fogata negra y viscosa buscaba la proximidad del cielo para instalar su reino del desconcierto.

***********

Werner estaba sentado, apoyado en una mesa de cármica barata. Escribía los acontecimientos del día con tanta vertiginosidad que ya parecían los definitivos apuntes de su novela.

El viejito descansaba en una punta y Antonia ensayaba con Hermenegildo un paso nuevo de tango.

La voz de Gardel salía del radio de marca DILTETAITE, marrón barnizada, que tenía como inscripción todas las radios de AM de la época del cuarenta.

El muchacho terminó su último apunte sobre el viejito y su rescate y presintió que estaba ante algo increíble, una novela de ficción única.

Creía que esta novela podía darle el crédito necesario para poder ingresar al gran podium de los escritores uruguayos.Tanto lo anhelaba, que cuando soñaba despierto se entrevistaba a sí mismo, triunfando y vertiendo conceptos sobre sus autores favoritos.

Sí, decidamente dedicaría esta novela ganadora a Onetti, el grande, y a Felisberto y Dostoyevski...o quizás también recuerde a Levrero...Paco Espínola...¡Dios! Solo de pensar que su libro podría dormir eternidades entre las bibliotecas llenas de autores famosos....le ponía...nervioso...auténticamente nervioso.

Miró al viejito que dormía plácidamente.

¿Que secretos podría esconder este pequeño hombre?¿Qué historias resistirían enfrentarse con lo que éste hombre logró con su voz?

El Mago. El Zorzal. El Morocho. El Mudo. El Melenas...

Cuánta gente lo ha idolatrado hasta deformarlo. Werner se preguntaba que pasaría hoy con Artigas, con Rodó, con Varela si ellos se presentaran aquí. ¿Los gobernantes de turno seguirían hablando en nombre de ellos?

Le quedaba la interrogante sobre qué hubiera pasado si Gardel hubiera llegado a viejo .

Seguramente hubiera sido un viejo que seguiría jodiendo con el tango. Jubilado, tal vez, casado con Isabel del Valle, harta de esperarlo.

Sus derecho de autor no serían ni la décima parte de lo que hoy generan . Hoy, seguramente, con toda la progresión en materia de música y grabaciones, en la calidad desarrolada por lo compact , en la precisión de las voces, el tango, de no haber acaecído la muerte de Gardel, estaría muerto o padeciendo el letargo del olvido.

A veces morirse a tiempo ayuda. Ahí esta Elvis o el Ché Guevara.

El apellido Escayola no podía permitir que sus estructuras se modificaran por nada.

Estaba en juego cosas más importantes que el dinero: el reconocimiento de toda la mentira urdida por Escayola, el prócer de Tacuarembó. Los derechos de autor usados malsanamente y el convencimiento de que ésta historia cambiaría el pensar de los uruguayos, al comprobar que Gardel vivía; que podía defenderse de las acusaciones que se le hicieron, de las habladurías, de los comentarios, de los alcahuetes y detractores que siempre tuvo.

Por sobre todas las cosas contar su verdadera identidad.

Para eso cayó en la cuenta, que la única manera de que no sufriera ningún accidente, para protegerlo de la muerte, era que la gente supiera la verdad de todo.

Llamó a Hermengildo y se lo planteó:

-Es muy difícil salvarlo -

-El tipo tiene poder y tarde o temprano lo va a localizar.

-Tenemos que hacer algo....la única posibilidad es que la gente sepa ya mismo quién es...

-¿Porqué no organizamos un festival de presentación en algún lado?

-Explicate mejor...

-Para presentarlo, obviamente, invitamos figuras del tango, mucho ruido publicitario y cuando la gente esté reunida le presentamos a Gardel.

-Necesitamos presentarlo dentro de un contexto.¿Podemos contar con tu academia como forma de promover el evento?

-Contá con eso.

-Bien, entonces hay que hacer una lista de los medios de comunicació. Tiene que ser sorpresa para que los tipos no se enteren de nada. Es decir nunca hablemos del viejito, hasta el final.

Una vez que lo presentemos ya no se van a atrever a asesinarlo.

Esa tarde Hermenegildo se la pasó llamando por teléfono a todos sus amigos del tango, invitando a la prensa.

Antonia se encargó de conseguir un esapacio céntrico con muchas localidades y de asesorarse con lo referido a permisos municipales.

Werner continuó enfrascado en su novela. Escribía lo que estaba pasando y lo que supuestamente pasaría en el próximo día.

Se afincó en describir al viejito en todo su esplendor y observó que aún no se había despegado de la vieja radio catedral.

Casi añadido, muy cerca, con su oreja de compañera de la madera vieja, escuchaba atento los tangos desgranados en la radio.

Werner se acercó con cautela.

-Llora. ¿Por qué llora? - preguntó cerca

-Porque sí.

-¿Le recuerda algo?

-Si.

-¿Qué?

-Que vivo.

Las palabras le llegaron llovidas, como cayendo vencidas a la orilla de un río.

-Lo siguen conmoviendo los tangos.

-¿Por qué no? Se hicieron para eso.

-¿Para conmover?

-Como sea, en cualquier momento de la historia, comprender a los hombres seguirá siendo lo esencial.

-A veces pienso que esto no es real.

-¿Yo no soy real? Puede ser. Hasta me lo he planteado.

-Tener a un hombre con su gloria, de la talla de usted...

-La gloria nunca es pura. Viene unida al arte, pero también a un montón de cosas más. Tuve tanta celebridad en su momento que alguna vez desee tener paz. Esa misma paz que conseguiría años después.

-Si ésto se arregla ¿que hará usted?

-Lo de siempre. Sentarme en presencia del solcito de agosto a llorar ante la radio.

El muchacho se sentó en el marco bajo de la ventana. Contempló la ancha calle que corría debajo. Entre árboles sin hojas, balanceándose al ritmo alocado del viento feroz.

Con el solcito que entraba, cerraba sus párpados y pensaba en Margarita. En la novela que le haría famoso.

En desplazar al pánfilo de Sansone para poder quedarse con la muchacha. El apuntaba a la sensibilidad de Margarita. En que supiera apreciar la ventaja de tener un marido impresionable, sensitivo, que escribiera como los dioses.

Cuando volvió a abrirlos sus encandiladas pupilas se encontraron con la sorpresa.

Inclinado sobre el techo de lata de una de las casas cercanas a donde ellos estaban, se encontraba un hombre arrodillado, con un rifle calzado en su hombro derecho y apuntándolo.

No supo nunca cómo lo hizo, pero Werner recurrió a su memoria emotiva y recreó con exactitud de gestos, la proeza de Stallone en alguna película, al tirarse sobre el cuerpo flaco del viejito y llevarlo con su impulso al suelo con radio y todo.

El disparo traspasó el enorme ventanal apenas una décima de segundo después.

El vidrio se partió en mil pedazos produciendo un estallido fenomenal que llamó la atención de los que estaban en la otra habitación.

Wener estaba sobre el viejito y recibió el choque en su espalda, de unos cuantos trozos del vidrio del ventanal.

Después el silencio, la corrida de la gente, y cuando el muchacho levantó su vista para descubrir al culpable, el techo de zinc de la vieja casa contigua estaba vacío, limpio de verdades, sin nada para aportar.

Werner supo entonces que el peligro podía ser a partir de ahora una constante.

***********

-¿Vio?-dijo Hermenegido mientras viajaba en un taxi rumbo a la casa de un amigo.

El viejito iba atras separado por la manpara del taxi. Werner estaba a su lado y no hacía más que mirar para atrás para ver si lo seguían.

-¿Quién invento ésta pecera? Me hace acordar a la jaula de las víboras en el zoológico.

-Es una disposición para evitar robos.

-¿También está en la intención de los gobernantes el achicar los miembros de las piernas?¡ Dios! ¡Estoy arrollado como un pollo!

-No se queje - se defendió el taxista

-Oiga. ¿Sábe quien soy yo?

-No, ¿quién?- dijo el taxista mirando por el retrovisor.

-Pedro - dijo Werner interviniendo- Pedro Olivares.

-¿Y quién carajo es Pedro Olivares? -se rió el tipo.

Molesto el viejito miró por la ventana. Werner dejó de hablar y se cruzó una mirada de acierto con Hermenegildo.

-¿Vio? Solo los mitos son admitidos en este país. Si no hay mitos, hay que matar alguno enseguida.

-¡Qué terrible! Pensé que las cosas habian cambiado en este país...

-No se queje. Que yo sepa en su Abasto las cosas no eran mejores..

-Pero no tenemos televisión, eso nos da cierta ventaja sobre ustedes.

Werner pagó el taxi y condujo al viejito a una habitación contigua del hotel. Antes se cercioró de que nadie los siguiera. Luego mandó subir la comida y se comunicó con Hermenegildo.

-¿Como marchan los preparativos?

-Bien. Solo faltan detalles, pero todo esta arreglado para poder hacerlo, sábado de mañana. Derly consiguió hablar con los medios para la propaganda y yo me encargé de algunos números musicales.

-Perfecto.

Luego se fue a un bar a escribir parte de lo sucedido.¿Debía considerar el intento de asesinato como parte del cuento? ¿Acaso interesaba para la historia misma ese hecho? ¿O era un artilugio digno de las películas de acción americanas?

Fuera como fuera existió.

Se preguntaba si la gloria de Gardel quedaba invalidada si él vivera aún. O dicho de otra forma: La gloria, ¿es el veredicto de la posteridad?

Cada uno muere a su modo, y si él, el llamado Gardel, ese montón de huesos que ahora dormitaba en el hotel, era el verdadero mito de la canción popular, tenía el derecho a elegir si deseaba o no morir.

Werner también era conciente de que si el viejito se presentaba al público, si todos reconocían al mago cantor, entonces su idea sobre la novela de Gardel se iba a la basura. Puesto que solo sería un cuaderno de apuntes del descubrimiento del Mudo y no una ficción sobre el mito.

Al carajo, se dijo, porque en ese entonces privó el hombre de bien que tenía, le hizo caso omiso a su necesidad de escribir la novela del año para ganar el corazón de Margarita.

Si Gardel era reconocido por la gente, Werner perdería la sorpresa de la novela. Sin novela no había Margarita.

Esa eran las posibilidades y no había escapatoria para el fin.

***********

La mañana del sábado se presentó con grandes nubarrones y la espalda del viejito soportó duramente las inclemencias del tiempo.

Werner lo custodiaba seguido de Hermenegildo entre el público presente.

Dieciocho de Julio estaba cortada a la altura del Gaucho. Un enorme escenario se desparramaba a lo ancho de la calle, y varios cientos de personas se arremolinaban a su alrededor.

Ante tres micrófonos, Derly Martinez con su entrañable voz, trataba de coincitar la atención del público.

Pasaron por el escenario, la voz de Nocetti, de Canoura desgranado tangos, y la llorona voz de tangueros de antaño. La convocatoria, según rezaba en el enorme cartel de ondeaba del escenario:

"Por el Tango"

Los concurrentes no eran por cierto gente joven sino por demás entrados en años, si bien es de reconocer que muchos jóvenes con mate bajo el brazo, observaban el espectáculo sabatino con renovado interés.

Werner mantuvo escondido al viejito durante más de media hora. El viejito, por el contrario, no paraba de llorar emocionado al ver la gente que venía por el tango. Por su tango.

Derly Martínez presentó el último número y antes anunció que tenían una sorpresa que asombraría al mundo todo.

Mientras, varias cámaras de televisión se apresuraban a tomar el acontecimiento que se preciaba de novedoso.

Es que Derly, el conductor de radio, se había encargado de difundir la noticia entre los medios de prensa que no hacían más que competir como buitres por una noticia .

Asi que todos los medios, en mayor o menor medida, esperaban una rebelación.

Muchos apostaban a que era un acto político Pro secta Moon.

Otros antisecta, otros Hare Krisna y el tango, algunos arriesgaron su versión de tango al estilo japonés.

Derly bajó apresurado las escaleras del costado del escenario.

- ¿Todo pronto? Cuando quieran los anuncio.

- Primero voy a hablar yo y después lo hago subir a él.

Había terminado la participación del último número y Derly volvió a subír apresurado. Luego anunció a Werner.

Este se despidió con un fuerte abrazo del viejito y trepó al escenario.

Apenas subió percibió las lucecitas de las cámaras de televisión y varias personas con grabadores encendidos.

La atención se detuvo para develar la verdadera motivación de este acto.

Werner se encontró ante uno de los micrófonos que se saturó enseguida. El operador de sonido le indicó que se corriera para el otro. Allí Werner miró a la gente, al nicho de la intendencia y luego tomó aire para decir:

-Buenos noches. Hoy es una jornada muy especial. Soy muy propicio a la imaginación, es decir la ficción encuentra en mi un campo muy fértil para desvariar.

No por eso dejo de asombrarme, que luego de pellizcarme varias veces antes de subir a este escenario, aún pueda comprobar que es realidad.

Para ustedes esta revelación que voy a descubrirles sera un shok seguramente, una llamada de atención a la cordura de nosotros. Y todos se preguntaran :¿porqué sucede esto? ¿Porqué en nuestro país? Se trata de mitos. De un mito.

Aquí no valen los descreimientos científicos, ni los observadores de materia viva, ni las idas en un plato volador, ni la promoción de ningún shampú.

Se trata de un mito.

Un mito que en la imaginería popular tuvo el gran mérito de hacerse querer por todos y haber trascendido tanto fronteras como edades.

Las viejas hogueras del coraje nacional exigen ser alimentadas para que no muera esta raza. Es así que primero ciframos nuestras esperanzas en el deporte y llamábamos, equivocadamente, "sangre charrúa" a nuestros jugadores. Sangrados en los ochenta por la inmigración hacia Europa, tuvimos que ir perdiendo identidad de malevos cuchileros, de "vivos compadritos" y aceptar que cualquiera nos gana al fútbol y a todo.

Siempre necesitamos héroes, eso lo aprendí en sicología .

Un mito piadoso de nuestro orgullo nacional. Un mito que nos deje en un plano más alto, que nos haga sentir incluso en la miseria de que vale la pena vivir. 

A los nostálgicos de siempre, a los chambones despistados, a los estudiosos del tema social, les ruego que se esfuerzen en comprender que lo que van a ver ahora es realidad. Es verdad pura, y que los ojos incrédulos, esta vez cedan ante la contundecia de lo que ven.

Aquí está el cantor orillero, el sonriente, entrador morocho, el verdadero, no el que insignificantes biografías han querido decapitar. La voz, el morocho, el que representaba el suburbio de tanos, gallegos, cocoliches y hasta algún varón rampante

No quiero pifiarla, señores, ni aburrirles, por eso quiero invitar a este señor que espera...adelante por favor...pase...éste es el Mago...

Hubo un enorme silencio,

Alguien diría después en una crónica matutina:que el silencio parecía un hielo duro y blanco.

El viejito subió con dificultad y se acercó timidamente al micrófono. Pero sin embargo hubo algo en la composición física que Werner notó. Algo que cambió su postura física, como si el contacto con el público, la proximidad con el micrófono le hicieran estar en alto, atento a atender las sugerencias del público.

El viejito se sacó el gacho gris y lo extendió a modo de saludo a todos los presentes. Después con la mano libre se acarició el pelo gris nieve y se colocó el sombrero.

Werner observaba a la gente que no salía de su asombro, no porque el viejito se pareciera en verdad a Gardel, sino por las afirmaciones que Werner hizo con tanta contundencia.

-¡Señores!...¡Este es Carlos Gardel!

Ya no hubo silencio. Primero apareció algún comentario suelto, después varias risas apagadas, y después fue el caos.

La risa estentórea se hizo sentir retumbando en los escalones del coloso de cemento de la explanada, y trepaba sinuosamente por los micrófonos, amplificándose por toda la cuadra y parte de la intendencia.

Werner empezó a hablar, pero su sonido estaba tapado por las risas, los chiflidos y la gente pataleando en el suelo.

De modo que todo se confundía, de tal manera que nadie le hacía caso.Todo estaba perdido, Hermenegildo desesperado trataba de subir al escenario para ayudar a Werner, pero se vio interrumpido por un sonido atildado, como arrastrado con apurones de fastidio, una voz vieja que conservaba el furor de los primeros años.

"Volver con la frente marchita..."

Entonces, mágicamente, la gente se calló. Hasta el manicero que se había sumado al griterío dejó de ofrecer su mercancía, y se quedó petrificado, observando al hombre del escenario cantando.

El tango "Volver" estaba como si le faltara fueye, y es que el viejo hacia lo posible para poder tomar todo el aire posible, pero no le restaba poder respiratorio para completar las frases.

Por eso era entrecortado, por eso no llegaban a escucharse las estrofas finales, pero eso no importaba.Porque el hombre ponía tanto carisma, tanto esfuerzo, lo hacía de tan buena manera que la gente creyó ver un atisbo gardeliano en la compostura física del hombre.

Werner se apartó sorprendido y solo atinó a mirar los flashes de las fotos y la cámara de televisión que no se perdían ni un solo detalle.

Lo que duró la canción fue un silencio patriótico, tan sutil como cuando se entona el himno nacional. El viejito los tenía atrapados

Cuando terminó, hizo una inclinación, y la sonrisa de antaño, la que hasta ahora no había aparecido, se hizo presente en toda su dimensión.

El hombrecito del escenario sonrió y Werner estuvo muy emocionado, tan emocionado que no se percató que Margarita, en un costado del improvisado tablado, le gritaba que lo amaba.

El viejito habló entonces:

-Soy Carlos Gardel-

La gente aplaudió. Muchos chiflaron esta vez aprobando lo actuado.

Fue entonces cuando una mujer periodista comentó por lo alto, ante la televisión.

-Excelente imitación de Gardel. Lo mejor que hasta ahora se hizo en esa materia.

Otros comentaban:

-Evidentemente están por lanzar al mercado un show con este tipo y por eso lo promocionan...

-Para mí, que es argentino...

-Hacía mucho que no veía a alguien imitar así...

-¿Qué edad tiene ese hombre? Capaz que conoció en serio a Gardel...

-Deberíamos mandarlo a Hollywoood para que imite a Gardel. Por lo menos que nos represente alguien, ya que en la disciplina deportiva somos tan fracasados..

Werner comenzó a desmoronarse. La gente a desaparecer hasta que quedaron nada más que los técnicos, los del escenario, Werner y el viejito.

-Se lo dije, solo los mitos son admitidos en este país.

-Ahora entiendo porque muchos artistas estan queriendo morirse rápido - dijo el viejito.

Se había sacado la golilla y sonado la nariz con ella.

Margarita logró subir al escenario y corrió a abrazar a Werner. Este sorprendido no supo que hacer.

-Te quiero, sos un loco de mierda pero te quiero -dijo ella.

-Loco.Ojalá...

-Sos un enfermo...pero sos tan dulce...

Después Hermenegildo encendió un cigarro y ofreció uno al viejito.

-Deme, total, no voy a cantar nunca más...

Werner consoló al viejito mientras los armadores del escenario lo empujaban para que no molestara. El tablado se iba desarmando de a poco. Como el alma del mito .

-Se hizo lo que se pudo. Usted hizo lo que se pudo...

-Ustedes también chochamus, gracias pibe...

Pitó el cigarro que dejo caer sobre los tablones que aún restaban desarmar.

Luego miró la noche, fría y soberbia, que se fundía en negro como una película de cine.

-Habrá que irse.- dijo sin melodrama- Se está poniendo frío.

Margarita estaba tomada del brazo de Werner. El viejito reparó en ella.

-¿Y ésta quién es?-

-Es...- explicó en vano Werner.

-Soy su mujer - interfirió activa Margarita

-¿Esta es la del Corsa cero quilómetro?

-Era - dijo Werner

-Ya entiendo -

Hermenegildo estaba colocándole un pulover a Antonia. Dejó de hacerlo para acercarse al viejito.

-Me parece que aún se puede hacer algo-

-¿Para qué, varón? ¿Qué sentido tiene remover la historia?

-Pero usted vive. Yo creo en usted.

-Y alcanza. A lo mejor la gente tiene razón, y las cosas deben ser así. ¿Para qué insistír?

-Para mí, solo Gardel puede imitar a Gardel-

-Puede ser. Pero para sus compatriotas yo represento una radio vieja y muchísimos discos, soy una escarapela y un 24 de junio. Eso debe alcanzar para que la gente viva mistificando.

-Si usted vive la gente se está engañando.

-¿Quién dijo eso? A lo mejor les hace bien, quién sabe...Además si llegan a tomar mi ejemplo, muchos de los que andan por ahí escondidos y se les ocurre reaparecer , imagínense el descrédito en que caerían los mitos. Mejor dejémoslo así...

Margarita, al oído de Werner comentó.

-¿Pero es Gardel o no?

Werner se sonrió. No contestó nada porque no quería ni Margarita lo entendería.Tenía razón el viejo :La verdad es aburrida.

Fueron obligados a despejar el área del escenario ya que estaban desarmando los últimos tablones. En la vereda se podía observar cómo el gran mastodonte de hierros, loneta y maderas quedaba reducido a un simple camión municipal.

Werner abrazaba a Margarita como si ésta se fuera a escapar. Antonia tomaba del brazo al pobre de Hermenegildo que renunciaba a las miradas de todos. Tal vez porqué se avecinaba el final y él lo adivinaba.

A paso firme se acercó Derly. Se sacó los anteojos y los limpió con la punta de la bufanda marrón. Después miró a todos, trató de sonreir.

-¿Saben qué? - dijo imprevistamente el viejito - Estaba pensando en todas mis mujeres...no sé porqué me acabo de acordar de todas ellas...debe ser el sentimiento de soledad que me produce bajar del escenario. Pero lo cierto es que cuando trato de recordarlas, las veo siempre vestidas, nunca desnudas. Es curioso, ¿no? Aunque la verdad me encantaban desnudas.. Sin embargo las veo vestidas, como si la desnudez fuera una relación particular muy íntima, pero para llegar a ella tengo que franquear la memoria, la memoria trunca. Eso es lo que pasa: Estoy viejo. Ya no puedo imaginar mujeres desnudas.

Su última afirmación no causó ningun efecto positivo en los pocos moribundos de la noche. Al contrario, ensimismados en los misterios del hombre no se percataron de que se alejaba a paso lento, o si lo hicieron no pretendieron en ningún momento detener su ida; se fue sin ruido, como vino.

Werner reacionó a tiempo como para alcanzarlo cuando ya cruzaba la calle.

-¿Se va?

-¿Para qué quedarme? 

-No sé que decirle.

-Nada. Yo tengo que agradecerte a vos, que del aburrimiento de Abasto pase a divertirme como loco.

-¿Y ahora?

-Ahora voy a preparar mi segunda muerte. No más resurreciones por esta vida. De repente me suicido o de repente espero que llegue la muerte y me entierren con el nombre falso que adopte hace muchos años.

-Tengo una novela sobre usted.

-Nadie te va a creer.-de repente como si se acordara de algo echó mano a su reloj cadena.- ¡Uy ,mirá,se me paró el reloj!

-A lo mejor no le dio cuerda...

-No, no es eso.Se me acaba de parar en la hora 15,07.

-¿Tiene algún significado?

-Muchos dicen que esa es la hora precisa en que mi corazon dejó de latir, allá en Medellín.

Werner no dijo nada más. Con las manos en los bolsillos contempló sin ningún tipo de angustias como el viejito cruzaba la ancha avenida y desaparecía por las oscuras calles. Un camión municipal pasó barriendo y mojando las veredas con sus largas y potentes mangueras.

Werner juró años después, que la imágen del viejito se esfumó cuando un chorro fuertísimo de una manguera le llegó a alcanzar y qué, como un acto de magia, desapareció .

Pero eso siguen siendo mitos. Fábulas de un lector de novelas tendenciosamente sospechosas.

Werner volvió con Margarita y nunca se casaron, porque ella, después de aquella noche en la que prometió amor eterno, volvió a sentir la misma duda por Sansone y su Corsa cero quilómetro.

Así que Werner siguió debatiéndose entre el amor por Margarita y el odio por Sansone. Cosa que no le hacía bien para el asma, pero se acostumbró.

Derly Martínez siguió en la radio, llevando la voz de Gardel hasta nuestros días. Se cuenta a veces que tiene dichos que despistan hasta al más avezado y conocedor hincha del Zorzal.

Por ejemplo, llegó a decir: " A las horas pares, Gardel me saluda"

Hermenegildo no hizo alharaca por la cuestión del fracaso de su presentación en la explanada municipal, pero su academia se vino a pique, como todo lo artístico en este país, y tuvo que consolarse con una pensión escandalosa que ofreció el gobierno.

Su mujer, Antonia, guarda reliquias de los años dorados del radioteatro, de las funciones vermouth, tarde y noche y de los arrabales del 900.

Volviendo a Werner, sigue viviendo con sus padres, allá en Las Piedras. De vez en cuando escribe notas para diarios o revistas del medio y siempre está soñando con publicar la novela que le colocaría en el pedestal de las letras uruguayas.

Ahora las cosas le tienen sin cuidado, seguirá ausente, algo indolente, casi taciturno, con una sonrisa eterna de amabilidad universal.

La misma sonrisa que cuelga del cuadro de su cuarto.

Ahora quizás, con el secreto guardado en la cama de una plaza, sabrá que los utópicos y malentendidos que viven en el mundo no están tan solos. Que si por una vez sueñan con los sueños, no hay redundancia que valga.

Algún día este país sabrá de ejércitos pacíficos de artístas que volverán de la muerte.No para hacer justicia sino para enfrentar a puro canto, baile y actuación, la eterna malaria de los males humanos. 

Werner estará pensando, en este mismo momento, que era suficiente con que sus vidas se hubieran cruzado, hubieran podido estar de acuerdo durante unos pocos días.

Los dientes perfectos, la mirada entrañable.

Con los avatares del tiempo también tuvo el buen tino de abandonar la idea de la novela de Gardel. Y el Mago se lo agradece, está seguro.

Como había dicho en algún momento el viejito:

"Gracias por abrigarme el corazón."

Werner cree que la memoria es una entidad inclasiflicable, incómoda, que cuando retoma el brío del recuerdo nos hace valorar la pérdida, los afectos y las ruindades.

En esta pequeña historia Werner supo de ternura, de amistad fertilizada con mate y tango, y sobre todo de entrañables miradas de complicidad.

Descubrió que debajo de la sonrisa en el cuadrito en la pared, que ahora miraba, debajo de la golilla y sobre todo, debajo del sombrero había mucho más que un mito muerto, un mito armado, una camiseta, un canto, o un cuento.

Vio que debajo del ala del sombrero estaba el cantante, el hombre, el amigo.

Se puso a silbar por lo bajo, llevando a Margarita del brazo. Dieciocho estaba callada, sin coreanos sumisos y sin mozos levantando las sillas. En una parada de omnibus un quiosquero tenía la cantora encendida y la voz de Derly Martinez pareció interrumpir el sueño del quiosquero.

-"A las horas pares canta Carrrlos Gardel..."

El quiosquero miró de reojo, como desconfiando de la radio. Luego chasqueó la lengua y acomodando su culo en la silla playera se volvió a dormir.

Franklin Rodríguez - año 1999

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