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Pienso en tanto que viví,
pues la memoria no calla,
pienso en tumbar la muralla
para ver lo qué hay en mí.
Y si acaso no es así,
no es así lo que valoro,
lo que amo, lo que adoro,
lo que yo pienso importante,
lo que me impulsa adelante,
entonces, ayuda imploro.
Tres terruños llevo dentro,
tres culturas diferentes,
tres por tres es tanta gente,
que en tres divido mi centro.
Pero si respuesta encuentro
a lo que me nutre y llena,
a lo que siempre hace plena
mi vida, que ya son tres,
gritaré una última vez
duda vete, vete pena.
Bello sur, tú eres mi cuna,
cuna donde yo nací,
cuna donde descubrí
sol brillante y tenue luna.
Sur, borraste duda alguna
que todo en torno giraba
a tu tierra, y no había nada
que tapara tu bandera,
ni nadie que me vendiera,
otra tierra y no mi amada.
Con mi sur me largé a andar,
tropezando en el camino,
pero tropezando vino
lo que vive en mi cantar.
Años que han de empañetar,
años que hacen y deshacen,
años que en mi canto nacen
como niño nuevo al mundo,
sacando de lo profundo
voces que solas se hacen.
Con los años me di cuenta
que el sur chico me quedaba,
que el sur no me daba nada,
que la vida me iba lenta.
Puse mi destino en venta
porque mi sur no pagaba,
porque mi cuna negaba
lo que creí merecer
así me largé a correr
para ver lo que otro daba.
El norte, segunda cuna,
de un niño grande sin norte,
en mi mano, un pasaporte,
en mi mente, duda alguna,
que el norte traería fortuna,
la que el sur no me había dado,
la que el sur me había negado
siendo yo su hijo fiel,
sin saberlo me fue cruel,
tanto yo le hubiera dado.
Me quedó grande la tierra,
me quedó chico el idioma,
me quedé igual, con diploma
de inmigrante que se aferra,
que se pregunta y se aterra
de lo que pueda venir,
de lo que pueda ocurrir
sin el sur que lo proteja,
sin el viejo, sin la vieja,
sin diecinueve cumplir.
Los años así pasaron,
el acento se achicó,
el temor se asimiló,
las costumbres, se aceptaron,
y de a poquito empujaron
algunas costumbres viejas
que de vagas, no de añejas,
fueron quedándose atrás,
para ya no escuchar más
de mi nostalgia, las quejas.
Así el norte debió ser
lo que el sur me prometió,
lo que el sur nunca cumplió
después de verme nacer.
Norte, así debió absorber
con opuesta latitud,
mis dudas y mi inquietud,
de sureño vuelta y vuelta,
que estando en norte no suelta
al sur de su juventud.
Este norte fue la torre
que me permitió mirar,
para ver sobre el andar
lo que en otras tierra corre.
Gritaba “¡que no se borre
lo que el corazón encierra!”
Tenía que haber otra tierra
que de hombre, me acunara
que de hombre, me aceptará
con tanto que el hombre encierra.
Y al pedir, algo nació
y al nacer, cambió mi vida,
sentí como una estampida,
cuando otra cuna llamó,
cuando otra cuna nació,
casi sin yo darme cuenta,
viendo en mi el alma sedienta
del sur que vivía en mi mente,
calmó así con fuerza hirviente
en mi alma, la tormenta.
Borinquen es que se llama,
la tierra que me adoptó,
la tierra que me enseñó,
a ser de un árbol la rama.
Tallo que flores derrama
bañado por un sol puro,
sol que acaba con lo oscuro,
con sombras que en mi alma viven,
que al ver este sol deciden,
derrumbar en mi alma el muro.
Al pisar Borinquen ví,
que ya no debía buscar
lo que yo quize encontrar
cuando de mi sur salí.
Porque todo estaba allí,
lo que busqué y lo que nó,
lo que antes nadie me dió,
ni de ahora me darían,
ya mis ojos no verían,
lo que el corazón si vió.
Cien millas, por treinta y cinco
supieron en mí nacer,
isla eres, fiel mujer
y a tu regazo me afinco.
No guardo nada, ni brinco
por encima e’la verdad,
es más que una afinidad
lo que mi corazón siente
por Borinquen, y no miente,
isleña es mi realidad.
Pienso así que mucho he andado,
pienso así que mucho he visto,
esa es mi prueba, sí existo,
y he vivido, y he soñado,
y de buscar, he tratado,
mi camino, mi razón,
de mis tres, la conexión
de mis tres, el puro centro,
que me lleve más adentro,
mas hondo en mi corazón.
El sur me arrojó a la vida,
me dio hermanos, padre y madre,
me dijo, cuadre quien cuadre
si te vas, tu sur no olvida.
El norte me dio acogida
de gigante que no siente,
hasta que encontré de frente
a una isla tan hermosa
de Rafael, la preciosa,
riqueña resplandeciente.
Por eso, tres lados miro,
del triángulo de mi alma,
desde mi centro, y la calma
me invade, y con un suspiro
cierro los ojos, respiro
profundo, sin miedo alguno,
sabiendo que en mi yo acuno
a tres terruños que viven
que jalan, nutren y siguen
de mis tres, haciendo uno. |