Un vuelo de pájaros[1] José Enrique Rodó
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Allá, en el norte de América, hay una estupenda fuerza organizada; cuerpo en que participan dos naturalezas: manos de castor[2] testuz de búfalo[3]; imperio por el poderío, república por la libertad. Este organismo es el resultado en que culminan sentimientos y hábitos que una raza histórica[4] elaboró, del otro lado del Océano[5], en el transcurso de su desenvolvimiento secular. Pero a la raza le eran precisos nuevo ambiente, tierra nueva, y los tuvo. ¿Cómo fue que esta tierra quedó reservada para aquella simiente? ¿Qué hay en la base de esa montaña de la voluntad, pueblo de nuevas magias y prodigios, que, donde no amor, inspira admiración, y donde no admiración, inspira asombro?[6] Hay un vuelo de pájaros.
Sesenta días después de la partida, las naves de Colón[7] cortaban el desierto mar con rumbo al Occidente. Quietas las aguas. Nada en el horizonte, igual y mudo, como juntura de unos labios de esfinge. Tedio y enojo en el corazón de la plebe. La fe del visionario hubiera prolongado aquel rumbo a lo infinito, sin sombra de cansancio; y bastaba que lo prolongase sólo algunos días para que las corrientes le llevaran a tierra más al norte del Golfo[8]. Sujetaba apenas las iras de su gente, cuando he aquí que, una tarde, Alonso Pinzón[9], escrutando[10] la soledad porfiada, ve levantarse, sobre el fondo de oro del crepúsculo, una nube de pájaros que inclina la curva de su vuelo al sudoeste y se abisma de nuevo en la profundidad del horizonte.
Tierra había, sin duda, allí donde, al venir la noche, se asilaban los pájaros: las naves, corrigiendo su ruta, tomaron al instante la dirección que les marcaba aquel vuelo. Sin él, es fundada presunción de Washington Irving[11], que a la Carolina[12] o la Virginia[13] futuras, y no a la humilde Lucaya[14], hubiera tocado recibir el saludo de la flota gloriosa. Entonces, señoreado[15] el pendón de Castilla[16] del macizo inmenso de tierra que quita espacio a dos Océanos[17] antes de estrecharse en la combada columna del suelo mejicano, fuera allí donde se desarrollara preferentemente la epopeya de los conquistadores, que llevó su impulso hacia el sur. Pero Wálter Raleigh[18], los Puritanos[19],la república[20], tuvieron, por amparo profetice, el paso de unas aves. ¡Leve escudo de gigantes destinos! Si en el desenvolvimiento de esas ondas enormes de hechos e ideas, que marcan los rumbos de la historia, vuelos de pájaros deciden así del reparto y el porvenir de los imperios, ¡qué mucho que, con igual arbitrio[21] sobre los hados[22] de la existencia individual, vuelos de pájaros sean, a menudo, origen de cuanto la encumbra o abate; vuelos de pájaros el encendimiento del amor, la vocación del heroísmo, el paso de la dicha; vuelos de pájaros la gloria que se gana y la fe que se pierde!
Notas:
[1] Como respuesta a la pregunta ¿Hay un hecho pequeño? -capítulo XXXVI de MOTIVOS DE PROTEO- Rodó evoca Un vuelo de pájaros.
Referencias:
[2] - manos de castor: figuradamente, laboriosidad; trabajo. |
José Enrique Rodó
Parábolas cuentos simbólicos
Ilustraciones de Santos Martínez Koch
Contribuciones americanas de cultura S. A.
Montevideo 1938
Ver, además:
José Enrique Rodó en Letras Uruguay
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