Reencuentro |
El
paso de la noche se me hacía cada vez más pesado, sobre mis párpados
no podía conciliar el sueño, sabiendo las emociones que me esperaban
en las próximas horas, luego de tantos años de ausencia.
Es
dificil explicar y resumir los conceptos relacionados con la esencia
misma de los seres humanos. En realidad, cierto embrujo nos cautiva, a
quienes estamos lejos de nuestra tierra y nos disponemos a viajar hacia
ella, es algo que
no se
puede explicar con palabras, hay que vivir esos momentos de tanta emoción.
Cuanto es más larga la ausencia, es más larga la extrañeza en volver,
pero el tiempo pasa demasiado rápido para los hábitos de la imaginación
humana. Las circunstancias han querido, que sea posible el reencuentro
tan deseado, en momentos que mi corazón latía con enorme vehemencia, a
pesar de mi dificultad para caminar hubiera recorrido a pie distancias
insospechables para lograrlo, aunque a pesar de todo me sentí un
afortunado. La idea de relatar mediante la escritura las experiencias
vividas, siempre me ha producido fuuerte vértigo, que a veces me dejan
un lugar para deshogar los sentimientos mäs personales, que cada cual
puede interpretarlos a su manera y aplicarlos a su propia vida.. Con la
fortaleza de mi espíritu, mi pasado irrumpe de súbito en mi presente,
para ubicarme en mi tierra y en mi mundo. Los sentimientos y pasiones
están por supuesto orientadas al pasado, los que hemos nacido junto a
las grandes luchas, los que estamos en otras tierras tenemos la
posibilidad de expresarnos en lenguajes diferentes, pero estoy con mi
tierra y con los pobres
que
son tristemente humillados y ofendidos.
En
efecto, llego a Montevideo, ciudad donde guardo los afectos más entrañables
y que había abandonado varias décadas atrás, pero bien llego en la
primavera de 1998, luego de muchos años de ausencia, ahí comence a
sentir el perfume de las flores y de cosas profundamente queridas.
Camino bastante, llego al viejo barrio Aires Puros, donde pude apreciar
nuevamente aquellos atardeceres tan hermosos visto desde las colinas. Me
encuentro con un amigo de la niñez, me da un fuerte y sincero abrazo, y
llora de emoción, no es para menos, pero de mi generación
lamentablemente vamos quedando pocos. Me parece un sueño encontrarme en
lugares tan queridos y con el fascinante nagnetismo de su gente. No es fácil
soportar tantas emociones juntas, a veces al panorama lo veía un poco
cambiado, había pasajes desconocidos, era como un mundo extraño para
mi, seguro habían transcurridos nada menos que veinte años. Montevideo
siempre tuvo sus encantos es una ciudad como ninguna otra, pide ser
recorrida a pie, ya que somos pocos y nos conocemos todos.Trato de
hablar
con la gente, dentro de lo posible, buscando en cierto modo el corazón
del pueblo, que en difinitiva es tambien de quienes lo añoramos tanto.
En Montevideo, hubo un tiempo que no me sorprendía escuchar los sonidos
de distintas cosas, el acento de alguna conversación entre displicente
y cansino, los grillos por las noches,
me detenía a respirar el aire impregnado entre mar y madreselva
, Hace años descubrí, como el mes de Octubre en su apacible emboltorio
primaveral lo hermosa y matizada lentitud de los atardeceres, Montevideo
sigue contando a mi entender, las bellezas de siempre. Pero en el otro
extremo, me molesta que ciertos siniestros personajes creen ser santos
laicos en la sociedad, mientras que el pobre de siempre, lucha
incansablemente contra toda adversidad. Miraba detenidamente las
hermosas plazoletas, y en especial la de nuestro héroe don José
Artigas, que sin duda pensé unos instantes sobre su grandeza. Me detenía
en esas callecitas arboladas, y tan de repente silenciosas, con sabor a
siesta de pueblo. Miro con asombro aquella calle donde tuve mi primer
amor, donde hice mis primeras correrias de niño, los malvones, los plátanos
y las vías intactas de un tranvia desaparecido a mediados del siglo
pasado, y que tantos recuerdos nos trae. Cruzo la avenida cuando la
ciudad recién despertaba, trato de difrutar todo lo que puedo mientras
tanto veo unos cuantos pájaros madrugadores, me detengo un instante
para observar el trabajo de un hornero, construyendo su casa, que por lo
visto tenía un poco de prisa. De todas maneras, hizo un alto en su
trabajo, como para homenajearme y mirándome hincha el pecho y canta
como queriéndome decir que aún conserva el recuerdo de los ausentes.
Las
personas mayores que a veces perdemos la noción exacta del país que
dejamos, porque al recuerdo lo deforma la añoranza, pero a pesar de
todo sigo caminando, más de lo que puedo.
En
mi camino, me encuentro con un grupo de vecinos enfrentados en una agria
discusión, como siempre apuro mi paso cuando no quiero escuchar algo
que no me interesa. Sigo mi camino, sin pánico y al desnudo espiritual
dos novios se besan intensamente, bajo una luz tenue, trato en lo
posible alejarme del lugar, lo más pronto posible sin molestarlos.
En
la tibia penumbra de un atardecer gris, un pobre anciano de barba bien
blanca y con una delgadez que aterra, lanza una mala palabra, al pisar
una baldosa floja que le ensució el bajo de su pantalón, que se dirige
a mi y me dice: ¡Todavia esto! ¿Se da cuenta, este muchacho?
Cuando
me confiesa que es su único pantalón, me dolió más que una puñalada,
pero nadie se podía imaginar la situación de angustia que sufría ese
pobre anciano, en parte siempre triunfa la bondad infinita que es la
pasión abierta de una causa, al final lo comprendimos todo.
Pero
la vida nos sigue mostrando distintos matices y que el tiempo pasa para
todos. En mi larga caminata llego a Las Acacias, aquel terreno de juego,
del Peñarol querido de todos los tiempos, donde pisaron tantas
estrellas del futbol mundial, la emoción sigue siendo tremenda. Quien
me acompaña, me avisa que apure el paso, que viene un loco que habla
solo, al mirarlo de soslayo ¡Que sorpresa! Era Floro un viejo amigo de
la infancia, la pobreza extrema que sufre lo ha llevado a una situación
insostenible de locura... pobre Floro, quien lo conoció en su juventud,
no podía presagiarle esta terrible situación. Luego de contarme miles
de peripecias sufridas, nos dimos un abrazo de amigos, y marché como
siempre con una gran pena. Hemos dejado la edad de la inocencia, la
pobreza y la apatía, ha calado muy hondo en los pueblos del Plata, solo
podemos pronosticar, a los que van entrando en años una dura vejez. En
estos momentos tenemos poco margen de esperanzas, de un futuro
inmediato, de acuerdo con lo que estamos viendo, ojalá que sea el preámbulo
de un cambio.
La
vieja esquina ha envejecido tremendamente, la alegría desbordante de
aquella generación, a muerto, así se pierden en el tiempo las bellas
cosas del pasado, como burbujas en
el agua, pero nada podemos hacer para revivir aquel pasado tan
hermoso. Los años se van escapando como agua entre los dedos, ya vamos
quedando pocos de aquella vieja guardia.
Debo
concluir sin mayores solemnidades, ni especulaciones intelectuales, todo
es poducto de un pasado inolvidable, que no nos resignamos a olvidar. A pesar del tiempo transcurrido, unos pocos amigos que aún conservo, me invitan a un fogón con asado, cuentos y cantos, donde revivimos viejos tiempos, y en nombre de los que no están, lanzamos nuestra voz al viento, porque la ausencia de los que mueren, es un vacío que pueblan los recuerdos. |
Venancio "Pocho" Rivero
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